NARRA PIERO.La mayoría del tiempo creí que mientras más distante fuese, más frío, más cruel y sanguinario mantendría alejada de mí a cualquier persona que pudiese llegar a importarme. Y de esa manera no sentir esa desesperación y angustia de no saber o perder a alguien que amas. Cuando vi a Ginebra por primera vez, vi lo mierda que era su vida, gracias a Paris su mejor amiga de ese entonces le pegaba por mantenerme informado de ella, era un poco obsesivo compulsivo, pero sentía una atracción muy grande por esa pelirroja de ojos miel. En su mirada veía mucho dolor, tristeza y ausencia de brillo. Hice perder a su padre a propósito esa apuesta, me encargué de pagarle a todos los del hipódromo para que así pasase. El muy desgraciado no puso ninguna objeción para que me llevase a su hija, al contrario, me la colocó en bandeja de plata. Si hubiese sido un ruin desgraciado abusivo, que no le hubiese hecho a Ginebra. Pero sí algo me había enseñado mi madre, era que ser mafioso no era símbolo
Pasaban los días y no teníamos noticias de Piero, estaba desaparecido y la última vez que se le vio fue entrando en un café de París, incluso su auto estaba parqueado allí. Por lo que sabíamos que había sido un secuestro, Petro mando a rastrear el número de la última llamada que recibió y por suerte lograron escuchar la grabación. Un hombre, un tal Marco lo había invitado a tomar un café, alegando que conocía mi ubicación. Así que suponíamos que había sido una trampa, Marco era italiano también, pero no sabíamos para quien trabajaba. Por suerte Alessandro lo conocía vivieron en el mismo vecindario, así que fue a verlo. Junto con Pierina esperábamos ansiosas que volviera y trajera consigo alguna información.—¿Y si lo están torturando?—le pregunté—, ¡Pierina no puedo con tanta angustia!—Tranquila confiemos en que está bien—intentó tranquilizarme, pero su voz se quebró.Me cambié y fui al gimnasio necesitaba liberar toda la tensión en la que estaba sumida mi cuerpo, golpeé muchas vece
Me encontraba en casa de mi madre siendo atendida por un médico cirujano quién extrajo las balas y me curó. La morfina recorría todo mi sistema evitando el dolor, había recibido dos disparos desde muy cerca. Pero no me arrepentía había salvado a Piero y eso era lo importante. Mi madre estaba muy sorprendida, pero a la vez feliz de encontrarme, por muchos años me busco o eso es lo que dice. Había algo en ella que no me hacía confiar al cien, sentía mucha desconfianza y recelo hacía Mariangela. Quizá fue el hecho de que tuviera secuestrado a Piero, pero a diferencia de georgiano que vi en él sinceridad y amor verdadero. En ella no veía nada de aquello, sus ojos ocultaban algo. Lo cual me causaba mucha duda. Piero no se despegaba de mi ni un minuto, estaba muy al pendiente de mí. Petro había regresado con los demás a su casa, ya sabía que su hermano estaba bien y que yo estaba herida y por eso nos quedaríamos. Sin embargo, yo quería devolverme a Sicilia, no quería estar en aquella casa p
—¡Ni te atrevas! No eres bienvenida aquí—dije y le pedí a los niños que salieran y subieran al auto—, Sí no te importó dejarlo solo por tantos años, que no te importe ahora—respondí cuando se alejaron.—¡No puedes negarle que soy su madre!—reclamó—, Es mi derecho, así que iré por él.—Créeme que sí te le acercas no responderé—advertí—, No me importará nada, pero Gian no merece sufrir por una cualquiera.Se quedó mirándome perpleja y salí en búsqueda de los niños. Subí al auto y los vi conversando, encendí el auto y vi que Mariangela salió de la pizzería y subió a un carro negro. Conduje por el camino sumida en mis pensamientos, odiaba a esa mujer y que apareciera cuando nadie se lo pidió.—Ginebra, ¿Quién era esa mujer?—preguntó Gian en el asiento de atrás.—, ¿Por qué dijo que yo era su hijo?—No sé quién era cariño, pero ya la puse en su lugar. Tranquilo—respondí suavemente.Por suerte no hizo más preguntas, seguí conduciendo mientras Gian hablaba con Susana. No sabía que haría con
Habíamos pasado unos días increíbles los cuatro juntos, me sentía joven, pero sentía como si fuésemos un matrimonio y ellos fueran nuestros hijos. Gian adoraba a Piero y él a ellos. Había desarrollado un lazo muy bonito con ambos niños, me encantaba observarlos sin que se percataran y tomarles fotografías. Habíamos turisteado por muchos lugares de París, Susana amaba todo, le había encantado la torre Eiffel. Jugaba mucho con Piero y él la cuidaba demasiado, la sobreprotegía de una manera muy tierna. Fuimos a un parque acuático que Piero reservo solo para los cuatro y no podían estar más contentos los pequeños, disfrutaban cada juego y atracción a más no poder. Ver reír a Gian y Susana era lo más satisfactorio que había sentido nunca antes. Amaba verlos felices, jamás imagine que Piero, el Piero frío y distante fuera miel pura con los niños. Que lo lograran ablandar tanto, al punto de volver muy sensible. Me gustaba ver en lo que se había convertido, no quedaba sombra de aquel monstruo
Todos incluyéndome quedamos anonadados con la confesión de la rubia, estaba embarazada y nunca lo dijo. Me sentía en el piso, tendría un bebé sin padre, le tocaría lidiar con tanto y ella sola. Por supuesto que la apoyaré en todo el proceso y estaré ahí con ella. Sin embargo, el pecho me dolía con tal fuerza al imaginar que sería un bebé que no conocería lo que es el amor paterno. Yo al menos tuve la dicha de encontrarlo tarde, pero lo logré sentir. Pierina acabó su discurso y se sentó a mi lado, la abracé con fuerza. Con todo lo acontecido no había tenido momento alguno para revisar mi teléfono, por lo que Piero no tenía idea de nada. Gian también dijo unas palabras que me hicieron llorar más.—Para mí Alessandro fue como un hermano mayor, sentía mucha admiración hacía él.—comenzó Gian.—, Antes de que llegará a mi vida mi hermana, pasaba muy solo, Alessandro me hacía sentir menos miserable.—fueron cortas pero muy fuertes sus palabras, mi padre como yo lloramos sin consuelo.Todos los
La vida tiene altibajos, es como si estuviésemos subidos en una montaña italiana donde algunas veces estamos arriba en la cima admirando la vista, mientras que otras estamos abajo viendo como pasa la vida a nuestro alrededor. Sigo creyendo que la vida nos da muchos golpes, algunos nos noquean otros no hacen caer en cuenta de la vida que tenemos y llevamos. He pasado encerrada en la prisión de las oficinas de la Interpol, durante unos doce días, el tiempo está corriendo sin detenerse y cada día que pasa es uno lejos de mi familia y los Santorini. Era una reclusa, si, una reclusa. Vestía de negro, porque a diferencia de las demás figuraba con una etiqueta de “extra—peligrosa”. La vida aquí dentro no era sencilla ni mucho menos fácil, los guardias eran muy abusivos y aprovechados. Querían abusar de todas cuando nadie los veía o estaban lejos del ojo de las cámaras. Alfred era el único bueno, nos ayudaba en muchas situaciones y estaba al pendiente de todas, para evitar que sus compañeros
—Entonces señorita Vítale Bianchi, ¿Cómo se declara?—preguntó el fiscal mirándome a los ojos fijamente. —Estoy cansada de explicarle que no sé de qué me están acusando—respondí con cansancio.—No sea insolente señorita, solo limítese a responder lo preguntado—respondió el agente oficial de la interpol.Rodee los ojos con frustración estaba harta de tener que fingir que no sabía nada acerca de todo lo que me acusaban, cuando realmente estaba muy clara de todas mis fechorías. No me hacían sentir orgullosa pero tampoco me avergonzaban. Había pasado un día en aislamiento y por fin pude dormir en paz, sin miedo a que me hicieran algo. Después de varios días viviendo lo cotidiano en esta prisión, fui llevada a la fiscalía de Sicilia, donde seria finalmente juzgada. Así que me encontraba sentada en el estrado respondiendo preguntas, mientras que mi abogado hacia todo lo posible por defenderme. Me habían acusado de asesinato, extorsión, secuestro, mutilación, tráfico de drogas, perso