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MI LUNA
MI LUNA
Por: Limberem
Capítulo Uno: Gotas cristalinas.

“Le deseó con pasión y salvajismo, pero una parte de ella estaba rota. Ahora el Alpha tenía como misión sanarla, sanarla a ella y a su alma” 

...

—Mis zapatos se llenaron de lodo— se queja mi acompañante. Un bufido cansado sale de mis labios al cerrar la sombrilla.

—Tu fuiste la que me invitó a tomar un café Lucy, así que no te quejes— mi amiga rueda los ojos y yo niego con la cabeza buscando un lugar donde sentarnos. Le señalo una mesa alojada frente al ventanal de la cafetería. Caminamos hasta allí para tomar asiento, hay muy pocas personas en el local dado que a empezado a llover, el clima cambia de la noche a la mañana. En los meses de junio empiezan las temporadas de lluvía y aunque amo este clima, tiende a ser demasiado tedioso cuando no tienes coche.

 

—Buenas tardes chicas, ¿qué les puedo ofrecer?— Pregunta la mesera que  llegó a tomar nuestros pedidos.

 

—Yo quiero un descafeinado y una dona de chocolate— la joven anota el pedido de mi amiga y regresa la mirada hacía mí.

—Un capuchino y unas galletas de avena estarán bien— .Asiente con la cabeza y después de decir que nuestro pedido estará listo en cinco minutos se aleja.

 

—No puedo creer que estamos a dos semanas de salir de vacaciones y la profesora Martínez se haya ido con un permiso a California.

—Su hija se va a casar, era obvio que tenía que estar allá. Ve el lado positivo, quizá la siguiente maestra no te repruebe por decirle que su esposo se divorció de ella dado su carácter de mierda—.Me cruzo de brazos y levantó una ceja, Lucy hace una mueca y deja caer su cabeza sobre la mesa.

 

—Ni me lo recuerdes, necesito un diez este semestre si no quiero tronar el curso.

—Como lo dije, quizá la siguiente es

 la vencida— me encojo de hombros. En ese momento llega la chica que nos atendió y trae nuestros pedidos. La castaña le dió las gracias antes de empezar a comer.

Mi atención se centra en la ventanilla que está al frente, veo como la lluvia empieza ha parar y grandes pero pocas gotas resbalan en el vidrio. Los olores a café, panecillos y tierra mojada se filtran por mi nariz, cierro los ojos y suelto un suspiro casi inaudible.

—¿Estás bien?— Los abro de vuelta solo para encontrarme con la mirada tan peculiar de Lucy, asiento con la cabeza y levanto una galleta sonriéndole.

—¡Oh! Casi olvido preguntarte ¿Cómo te fue en la cita con el

médico?— Trago saliva y muerdo mi labio inferior nerviosa. En verdad no quiero hablar de ello pero sé que Luciana es más terca que yo y no dejará de insistir.

—Pues...— arrastro la palabra alargándola más de lo debido.

—Me fue bien en lo que cabe, aún debo llevar un control en los medicamentos y de más— hago un ademán restándole importancia.

—No creí que la anemia fuese tan problemática, llevas más de un mes con ella— .Me volví a encoger de hombros dándole poco interés.

Una vez terminamos los cafés y pagamos la cuenta nos retiramos del local, la lluvia cesó aunque no completamente, aún pequeñas gotitas de agua fría caían como brisa empañando mis lentes.

El camino a casa es calmado y silencioso, deben ser alrededor de las siete de la tarde, el cielo está nublado y hace ver más oscuro todo, a pesar de que el sol a esta hora aún desprende rayos iluminando las calles.

 

—No quiero que sea mañana. ¡¿Por qué el domingo tenía que ser tan corto?! ¿Qué tal si la siguiente profesora es una de esas horribles maestras que salen en la televisión?

 

—Luciana eres muy

dramática— acusé,

ruedo los ojos. Cruzamos hacía la siguiente calle en la cual se aloja mi pequeña casa.

—¿Cómo sabes si no llegará un guapísimo profesor como en las novelas de W*****d?—Nos miramos a la cara y una estruendosa carcajada sale de nuestras gargantas.

 

—Sigue soñando— comenta.

—¿Por qué?, todo puede pasar—

sonrío de lado.

—Si seguramente, y mucho más aquí en México.

—¿Estás discriminando a nuestro

país?— Me llevo una mano al pecho y hago una seña de ofensa.

—¡Por los ángeles Andrea!— Levanta sus manos siendo exagerada— Si llegase a pasar eso ten por seguro que sería en ciudades como Nueva York, Inglaterra o Alemania. Aquí ningún dios griego va a venir para darle clases a unas adolescentes universitarias.

—Si tienes razón, mira ya llegamos a mi casa—.Dije rápidamente para cambiar de tema, mis estados de ánimo bajan y suben de una forma impredecible.

—Bien, nos vemos mañana, me quedaría pero mamá quiere que esté presente para ver el boxeo con papá—Asentí con la cabeza y me despedí de ella como normalmente lo hago.

Luciana vivía a dos calles más adelante que mi casa. Una vez se perdió de mi campo de visión me dispuse a buscar mis llaves en mi bolsa, al encontrarlas las metí en la cerradura y giré está abriendo la puerta.

Entré a mi casa y cerré con seguro una vez dentro, suspiré un tanto agobiada, prendí el pequeño televisor de la mini sala en el canal de dibujos animados.

Me quité la chaqueta de cuero café claro y la blusa de mangas violeta, entré al baño abriendo la llave de la ducha dejando salir el agua en espera de que está se regulará. Desprendí de mi cuello el collar que traía al igual que los aretes, dejé mis lentes sobre la tapa del retrete mientras retiraba todo rastro de maquillaje de mi rostro para después desnudarme y entrar a la ducha.

El agua tibia relajó de inmediato mi cuerpo, me recargué en la pared cerrando los ojos y pensando. Luciana estaría en estos momentos llegando a su casa, saludando a sus padres y compartiendo tiempo con ellos. Muy en el fondo deseaba tener ese tiempo con mi familia, pero sabía que mi tiempo ya había pasado.

 

Salí de la ducha diez minutos después, sequé mi cuerpo y lo envolví en una toalla. Mi mirada quedó centrada en mis brazos, en especial, en esas finas cicatrices de lecciones que la vida me dió. Cumplí diecinueve años hace unos meses, Luciana y su familia me hicieron una fiesta sorpresa, debo admitir que sin ella, yo no estaría aquí, ha sido mi fuerte, más que amiga es una hermana para mí.

 

Me pongo mi pijama, la cual consiste en un shorts de seda negro y una blusa del mismo material con mangas hasta los codos. Tomo mi celular y voy descalza hasta el único sillón que hay frente al televisor. Reviso algunos detalles que Norma me ha mandado, ella es la encargada de una tienda de ropa en el centro, trabajo allí ayudando a las personas a encontrar ciertas prendas y organizando los conjuntos de los estantes. Ese empleo eso único que me sostiene, agradezco a la beca que pude sacar hace más de un año, pues con ella he pagado la universidad todo este tiempo.

 

Asisto a clases desde las nueve de la mañana hasta la una de la tarde, Lucy y yo compartimos clases, ambas estudiamos filosofía en un programa limitado. Cuando estas terminan trabajo de una a ocho de la noche todos los días a excepción de los domingos que es mi único día libre.

Luego de ver alguno que otro programa en la TV, empiezo a leer, sin embargo la curiosidad por saber quién será nuestro nuevo asesor en el cierre de las clases, me pone ansiosa. La alarma de mi celular me recuerda que debo tomarme los medicamentos para la anemia, no me gusta tener que medicarme y odio las pastillas, pero es algo diario que he estado haciendo desde hace un mes cuando se presentó esto. Desde entonces uso maquillaje todos los días, pues mi piel ya era pálida antes, y ahora con esto tiendo a parecer un muerto viviente.

Cuando el sueño no me permite seguir despierta, considero que es momento de ir a dormir, me salgo de mi aplicación para leer y apago las luces dejando solamente una lámpara encendida en el corredor. Me cepillo los dientes y recuesto en mi cama, a lado de esta hay una ventana la cual suelo mirar hasta que mis ojos se cierran.

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