Capítulo 8: Miedos.

“Todo estaba lleno de neblina, pero entonces llegaste tú”

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Abrí la puerta de mi casa, mis manos temblaban un poco a causa del nerviosismo que amenazaba con doblegarme. Cerré con llave y caminé con lentitud hasta mi habitación, quedándome de pie observando todos a mi alrededor. No buscaba algo en sí, más bien, sentía esa sensación que durante mucho tiempo, y hasta el día de hoy, persiste en mí, soledad.

Estaba a punto de tener un ataque de ansiedad.  Me dirigí al baño y cuando mi cuerpo careció de prenda alguna, dejé que la lluvia artificial de la regadera tratará de relajar mis músculos. Estuve ahí hasta que el frío caló en mis huesos. Salí envuelta en una toalla, me miré en el espejo del lavamanos, el maquillaje que traía conmigo se había ido en gran parte con el agua y jabón de la ducha. Mi rostro pálido y ojeras dejaron en vista quién era en realidad. 

Me dí la vuelta yendo hacía mi armario, tomé un short de seda negro y una blusa de tirantes rosa pálido. Me coloqué antes mi ropa interior de encaje color perla y previamente estuve vestida, cepille mi cabello normalmente he hice una trenza de lado. 

Di un paso hacía atrás y solté un gran suspiro, me dejé resbalar hasta el piso, acercándome a una esquina. 

Hace un par de horas que, perdí el control de mis sentidos, haciendo que el miedo me dominace, huí en cuanto el auto de Christopher se detuvo. Él no me siguió, creo que pensó sería mejor si estuviese sola un momento. Asimilando todo, como si en realidad, fuese tan fácil. Me abracé a mi misma airada y en gran y rara parte, desilusionada.

No seré suficiente para él. 

¿Cómo podrá amarme siendo un desastre? 

Dejé que unas largas y espesas lágrimas cayeran por mis mejillas, empañando mi visión. No lloraba por el hecho de no tener empleo, no lloraba por el hecho de estar implicada en un mundo distinto, no lloraba por ello. Lo hacía, porque hacía tanto tiempo desde la última vez que me desahogue.

Lucy no me creía, no esperaba que lo hiciera, sin embargo lo que me dolió fue su alejamiento, su desprecio, cuando hace años, ella fue lo único que tuve para mantener de pie.

Un sollozo aún mayor salió de lo más profundo de mi garganta, la ansiedad, esa misma que pensé había dejado atrás volvió. Acto seguido llevé mis manos hacia mi cabello jalandolo por la impotencia que sentía. Escuchaba mi corazón latir con fuerza. Parpadeé varias veces tratando de entrar en sí y calmar mi respiración, pero todo acto fue interrumpido por un golpe seco en la entrada. Cerré mis ojos, junté lo más que pude mi cuerpo con la intención de protegerlo de algo, un algo que, sabía no me lastimaría.

—¡Andrea!— negaba con la cabeza fuera de sí, negaba porque no deseaba ser sacada de este trance.

Christopher:

Una opresión en mi pecho no me dejaba respirar con tranquilidad. Hace unas horas que ella se fue, que la dejé ir, sabía que todo lo que estaba pasando era difícil de asimilar, pero ya no podía esperar más, necesitaba a la pelinegra a mi lado.

"Algo no está bien, ella no lo está, ve con nuestra Mate"

Carter tenía razón debía ir con ella. Salí del departamento  que renté cuando llegué a México. Me subí a mi auto acelerando, por algo sentía su dolor, un dolor agudo del alma. La diosa luna quería que estuviese allí con ella. 

Al llegar bajé con rapidez y empecé a tocar la puerta.

"Creo que has olvidado quién eres" Murmuró Carter en mi interior. 

"Eres el Alpha más poderoso de todo el mundo. El rey de las cuatro jerarquías de Licántropos existentes. Y un rey nunca toca la puerta" 

Cerré mis ojos escuchando lo que mi lobo me decía, al abrirlos supe que estos ya no eran azules si no de un brillante ámbar. Pateé la puerta hasta aventarla a unos dos metros de distancia, corrí hacía su habitación y abrí la puerta encontrándome con algo desgarrador.

Mi pequeña, estaba en una esquina llorando y sollozando mientras se jalaba el cabello con sus pálidas manos.

— Andrea, amor cálmate—  tomé lo más delicado posible sus manos y trate de bajarlas, pero ella apretaba con fuerza. 

— Andrea, cielo por favor mírame— su cuerpo temblaba de una forma indescriptible, cuando sus hermosos ojos claros se encontraron con los míos no pude evitar sentirme como la m****a. Estaban rojos de tanto llorar y mostraban una gran tristeza, pero. ¿Por qué?, qué le estaba pasando a mi luna.

—Christopher— susurró bajando la cabeza, lentamente deslicé mis brazos por su sintiera atrayéndola as mi cuerpo en un abrazo necesitado, tanto para ella como para mí. Me correspondió, apretó mi cuerpo con temor a que me fuese cuando sabía que no lo haría, no ahora que la había encontrado.

— Quiero poder  hacerlo— musitó con la voz quebrada.

—¿A que te refieres?— Pregunté haciendo círculos con mi dedo índice en su espalda.

— Quiero ir contigo a Gran Bretaña, necesito, necesito otra vida— tragué saliva y una gran sonrisa se formó en mi rostro. 

Yo me encargaría de hacerla feliz todos los días, de decirle lo hermosa que me parecía cada mañana, la despertaría de sus pesadillas llevándola a los sueños más anhelados de todos. Yo me encargaría de enamorarla, de hacerla confiar, de unir los pedazos de su alma y corazón rotos. 

Sentí como los brazos de Andrea se resbalaban por mi espalda, al igual que su cuerpo recargado al mío. 

—¿Andrea?— Fruncí el ceño y me separé un poco, se había quedado dormida. Pasé un brazo por su espalda y otro debajo de sus rodillas, la levanté con facilidad.

Permanecí con ella en brazos unos minutos, de pie en medio de su habitación me permití detallarla completamente.

Su rostro carecía de maquillaje alguno, estaba limpio y suave, ahí me dí cuenta del porqué el uso de este. Su piel era muy pálida, casi como una hoja de papel, las profundas ojeras debajo de sus ojos me indicaban que de verdad necesitaba llevarla al hospital de la manada, tenía los mejores médicos a mi disposición. Ella estaría bien de eso me encargaría.

Su cabello no era natural lo cual me hizo sonreír y preguntarme, ¿qué había debajo de ese tinte negro? Bajé la mirada hasta sus labios, no eran delgados y tampoco gruesos, lo suficientemente suductorios para mí. 

Recorrí cada centímetro de su cuerpo, desde su cuello hasta los dedos de sus pies, no carecía de nada, sus pechos eran grandes, al igual que sus curvas. 

— ¿Pero que...

La dejé en la cama y tomé uno de sus brazos para observarlo con mayor determinación. Un nudo se formó en mi garganta.

Largas marcas delgadas y otras más cortas se hacían notar en sus brazos. El derecho mostraba más cicatrices a diferencia del izquierdo.

— No, no puede ser— cerré mis ojos y apreté mis dientes, un pequeño gruñido salió de mi garganta y sentí como mis colmillos crecían tal cual lobo furioso. 

«Cubría las cicatrices de sus heridas con las prendas que usaba» pensé.

"Tienes que matar a quien las haya ocasionado, tienes que...

¡Carter cállate, no es el momento!

Corté la conexión con mi lobo interior, sentía su enfado sin embargo quién me interesaba en estos momentos era ella, la hermosa chiquilla que observaba dormir. 

Me quité mi saco y chaleco a conjunto, quedando solo en camisa, la cual doblé hasta los codos. Lancé a algún lado mis zapatos y calcetines, me adentré a la cama tomado a Andrea de la cintura acercándola a mi cuerpo, su calor era exquisito al igual que su olor. 

Cerré mis ojos y me comunique con mi Beta.

"Camilo, Camilo". El imbécil no respondía.

"¡Animal!"

—¿Pero quién rayos? ¿Christopher?

" Necesito que hagas ciertas cosas, falta una semana para que regresé así que...

—Espera, ¿Sabes qué hora es aquí? Son las putas dos de la mañana.

Gruñí,  Camilo era mi mejor amigo y compañero de batalla, pero odiaba que me tratase como alguien inferior.

"Deja de quejarte, necesito que hables con la doctora Sean y le hagas saber que mi mate está enferma y en nuestro regreso deberá tener un tratamiento" 

— ¿De qué hablas? ¿Qué es lo que tiene?

Sonaba preocupado y no es para más, pensar que ahora que he encontrado a mi mate, suceda alguna tragedia. Dana terror. 

"Se llama Anemia Hemolítica, su cuerpo, su sistema en lugar de producir glóbulos rojos, los auto-destruye"

— Tendré todo listo para cuando regresen, hablaré con la doctora y los médicos en servicio, ella se pondrá bien Christopher.

"Tiene que estarlo no estoy dispuesta a perderla, si esto no funciona tendré que...

Callé, no quería que esas palabras saliesen de lo más profundo de mis pensamientos.

— Sabes que eso está en contra de la naturaleza y, podría morir en el proceso, Christopher, quizá todo mejore cuando tenga tu marca, le dará fuerzas.

"Pero no la suficientes Camilo, estaré en contacto, cuida a mi hermano y dile que pronto estaré allá" 

Corté el link de comunicación, un suspiro salió de mis labios. Tenía que conocerla. Tenía que saber quién era de verdad Andrea Ramos Castillo.

— ¿Qué es lo que escondes cielo?—  Murmuré acariciando su mejilla.

No podría dejar de ver esas marcas, esas cicatrices, eran de un tono claro mientras otras mantenían un color morado. 

El sonido de ese reloj que siempre carga me saco de mis pensamientos. 

Estaba en su mesita de noche, lo tomé y quité la alarma, decía que debía tomar sus medicamentos.  La abracé con más fuerza y le susurré al oído.

— Cielo, despierta, debes tomar tus medicamentos— odiaba tener que decir esa palabra. ¿Cuantas pastillas debía tomar? Si hace más de un par de horas ya había ingerido una dosis.

— Andrea—  sus párpados se movieron suavemente hasta que abrió sus ojos. No tenían ningún brillo, ninguna expresión. 

— ¿Qué sucede?— giró su rostro quedando a escasos centímetros del mío.

— Debes tomar tus medicamentos y, hay que ir con tu amiga, creo que le fascinaria ver a un lobo de tres metros.

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