MI EXESPOSO ARREPENTIDO SUPLICA QUE VUELVA CON EL.
MI EXESPOSO ARREPENTIDO SUPLICA QUE VUELVA CON EL.
Por: Paulina W
CAPÍTULO 1: ¡QUIERO QUE TE ACUESTES CON ÉL!

CAPÍTULO 1: ¡QUIERO QUE TE ACUESTES CON ÉL!

—¡Quiero que te acuestes con él! —Barlow Winchester apretó con fuerza el brazo de su hija y le ordenó con voz dura como el hierro—. Si sabes lo que te conviene, Adeline, te meterás en la cama de Giovanni D'Angelo.

Ella lo miró perpleja, sin poder creer lo que su propio padre le estaba pidiendo. ¿Cómo podía pedirle algo tan bajo? La confusión y el horror se reflejaron en sus ojos.

—¿Cómo... cómo puedes pedirme algo así? ¡¿Por qué?! ¡¿Para qué?! —exclamó.

Barlow esbozó una sonrisa fría y cruel. Sin soltarla, apretó todavía más su agarre, intensificando el dolor en su brazo.

—Mis razones no te interesan, Adeline —dijo con desprecio—. Solo ten en cuenta que si no lo haces, tu amado abuelo... —Hizo una pausa y una mueca se formó en su rostro, como si disfrutara al ver la angustia de su hija—. Dejará de recibir atención médica. Y sabes lo que pasará, ¿verdad?

El impacto de sus palabras fue como una bofetada. El abuelo de Adeline, el padre de su madre fallecida era la única persona que alguna vez la había amado de verdad... Si perdía el tratamiento, su vida correría peligro. Un nudo se formó en su garganta, pero las lágrimas se resistían a salir.

—Giovanni estará en el hotel Montclair, asistiendo a la boda de su amigo Sebastián —continuó Barlow, soltando el brazo de Adeline con desdén—. Vístete más acorde para seducir a un hombre. —Clavó sus ojos llenos de crueldad en ella—. Y asegúrate de complacerlo en la cama.

Adeline lo miró con los ojos llenos de lágrimas, el dolor en su pecho era insoportable.

—¿Por qué me haces esto? Soy tu hija... ¿Por qué me tratas como a una cualquiera? Además… —ella bajó el rostro ocultando su vergüenza—. Yo no le gusto, sabes que él… que él está enamorado de Dayana.

Barlow levantó una mano, haciendo una mueca de desprecio.

—Deja de hacerte la víctima —le espetó, soltando una carcajada que resonó como un eco en la habitación—. ¿De verdad crees que no lo sé? He visto cómo lo miras —Encendió un cigarro, dejando que el humo saliera lentamente de su boca, como si disfrutara prolongar el momento—. Te estoy haciendo un favor, pequeña. O, ¿vas a negar que estás enamorada de él en secreto?

Adeline levantó el rostro dándole una confirmación implícita. Barlow sonrió con maldad, acercándose un poco más a ella.

—Bueno, con esto te convertirás en la señora D'Angelo.

[…]

Giovanni D’Angelo dejó el vaso vacío sobre la barra. Había ido allí para desahogarse, o mejor dicho, ahogar sus penas en alcohol. La mujer que amaba había decidido abandonarlo.

Alzó la cabeza y le hizo señas al barman.

—Quiero otro —dijo.

En la entrada del bar, la mujer miraba a Giovanni con una mezcla de emociones: miedo y a la vez anticipación. Estaba allí por una razón, tenía que cumplir una orden; de ello dependía la salvación de su abuelo.

Adeline respiró hondo, para luego dar un paso hacia él. Tenía que enfrentarlo y terminar cuanto antes con todo.

—¿Adeline? —preguntó Giovanni, sorprendido de que estuviera allí.

—Hola —dijo ella—. ¿Puedo hacerte compañía?

A pesar de haber bebido demasiado alcohol, los ojos de Giovanni no podían resistirse a seguir el contorno de Adeline con la mirada. Era la primera vez que la veía vestida de manera tan seductora, despertando en él una tentación irresistible. Tuvo que admitir que Adeline era hermosa, diferente a Dayana. Si Dayana era una bomba sexy, Adeline irradiaba un tipo de belleza que inspiraba el deseo de proteger. Sin embargo, esa noche, su belleza se entrelazaba con un cuerpo sensual y en curvas provocativas que invitaban a ser exploradas.

De repente, se encontró tragando y buscando controlar su respiración. Y aunque no quisiera reconocerlo, también su entrepierna.

—Sí, claro —dijo dándole una sonrisa—. Siéntate.

Adeline sonrió y sus labios jugosos, que esa noche estaban pintados de un rojo ardiente, dejaron a Giovanni sin aliento.

—Un Martini, por favor —le pidió con un toque de seducción al barman.

El hombre rápidamente preparó su bebida, y Adeline la tomó para luego girarse y sonreírle a Giovanni. Chocando su copa con la de él, susurró:

—Por nosotros y que esta noche sea nuestra noche.

AL DÍA SIGUIENTE…

Giovanni se movió ligeramente y suspiró al sentir el cuerpo cálido a su lado. Sus brazos apretaron suavemente a la mujer en sus brazos y sonrió a pesar de tener los ojos cerrados. En su mente somnolienta, la imagen de Dayana brilló y, por supuesto, pensó que la que estaba a su lado era ella.

Por otro lado, la mujer que ya había despertado desde hace rato cerró los ojos y dos gotas de lágrimas cayeron. Sí, había pasado la noche con el hombre que amaba, pero él le había hecho el amor pensando que era otra. Escucharlo gemir el nombre de su hermana mientras la poseía era lo más humillante que podía experimentar. Pero no tenía otra opción, cerró los ojos y se tragó su llanto.

Giovanni se giró y la abrazó por completo, enterró la nariz en su cuello y aspiró su aroma.

—Buenos días, nena… —le susurró.

Su mano recorrió la curva de su cadera y subió lentamente hacia arriba, bajando sobre su abdomen en busca de uno de sus senos.

—Eres una dormilona, ¿sabes? —dijo roncamente.

No sabía por qué o cómo, pero estaba feliz de que Dayana estuviera allí con él. Era su aroma, podía reconocer su perfume entre miles. De repente, llamaron a la puerta; los golpes eran incesantes, ansiosos y fuertes. Giovanni se apartó y buscó una de las batas del hotel. Se peinó como pudo y abrió la puerta pensando que era el servicio del hotel.

—No he pedido nada… —sus palabras cesaron cuando vio a Barlow Winchester frente a él.

—¿Barlow?

—Buenos días, D’Angelo —dijo el hombre con la mandíbula apretada—. Creo que ahí dentro está algo que es mío.

Las cejas de Giovanni se fruncieron, seguramente Barlow había descubierto su aventura con Dayana, y fue en ese mismo momento que decidió que la protegería, al costo que fuera.

—Barlow, déjame explicarte, ella y yo… nos amamos. Nos amamos desde hace mucho tiempo y… —la valentía dentro de Giovanni se hizo más fuerte—. Estoy dispuesto a asumir las consecuencias.

Una de las cejas del hombre se alzó.

—¿Estás hablando en serio?

—Totalmente. Amo a tu hija y no me importa afrontar las consecuencias por ella. Yo… voy a dar la cara.

Barlow lo miró sin decir nada otra vez y le hizo señas para que sus guardaespaldas se fueran.

—¿Dónde está mi hija? Quiero saber si ella está de acuerdo.

—Lo está —dijo Giovanni con firmeza—. Está aquí porque me ama, y estoy más que seguro de que ella piensa y siente lo mismo que yo.

Secretamente, Barlow estaba feliz; Adeline había hecho un buen trabajo. Mejor de lo que pensó. Su plan iba viento en popa.

—Bien —dijo Barlow, saliendo de sus pensamientos—. Entonces dile a Adeline que salga. Aun así, me gustaría hablar con ella. Quiero darle la oportunidad de decidir.

El cuerpo de Giovanni se congeló, su corazón casi dejó de latir.

—¿Adeline?

—Sí, ¿quién más podría ser? Ya me conoces, Giovanni, soy muy protector con mis hijas y anoche pedí que la siguieran. Uno de mis hombres dijo que subió aquí contigo. No regresó a casa y… aquí me tienes. Sin embargo, ya he obtenido tu palabra. Te confieso que fue una sorpresa que me dijeras que la amas. Lo cual… —los ojos azules de Barlow se clavaron en los de Giovanni— facilita las cosas para su matrimonio.

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