CAPÍTULO 6: YO TAMBIEN QUIERO DIVORCIARME.

CAPÍTULO 6: YO TAMBIEN QUIERO DIVORCIARME.

Adeline despertó tras su desmayo. La luz blanca y fría del lugar la hizo parpadear varias veces antes de reconocer la figura a su lado. Logan estaba allí, con una expresión de preocupación.

—¿Cómo te sientes? —preguntó, tomando su mano con suavidad.

—No estoy bien, Logan —confesó con la voz ahogada—. No puedo estar bien…

Él secó una lágrima con el dorso de su mano.

—Me preocupó mucho ver que tu nariz sangraba.

—No es nada, seguramente es por todo el estrés que estoy soportando —respondió Adeline, intentando restarle importancia, aunque Logan no parecía convencido.

—Voy a ordenar unos exámenes —dijo con firmeza—. Quiero estar seguro de que estás bien.

Pero Adeline negó con la cabeza, apretando su mano, buscando un ancla en medio del caos que vivía. Al sentir el contacto de su piel, Logan experimentó una cálida corriente recorrer su cuerpo, un recordatorio de los sentimientos que había guardado en secreto por ella.

—No, no hace falta —susurró—. De verdad solo es estrés.

Hubo un momento de silencio entre ellos. Logan la miraba con una mezcla de preocupación y amor. Se había enamorado de ella desde que la conoció en la universidad, pero nunca fue capaz de confesarle sus sentimientos, conformándose con ser su amigo incondicional. Sin embargo, estaba convencido de que, si ella le diera una oportunidad, podría hacerla feliz.

Adeline respiró hondo antes de soltar la verdad.

—Estoy embarazada.

La noticia golpeó a Logan como una bola de béisbol a toda velocidad. Sus ojos se abrieron con sorpresa, y no pudo evitar sentir una punzada de celos al saber que el hijo era de Giovanni. Lo peor de todo era que sabía que Giovanni no la amaba, sino que la despreciaba.

Logan le acunó el rostro y la miró a los ojos, con sus ojos grises fijos en los de ella.

—¿Giovanni lo sabe?

Adeline negó con la cabeza, y las lágrimas comenzaron a rodar de nuevo por sus mejillas.

—No puedo decírselo.

—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó Logan, con voz tensa.

—Porque no quiere al bebé. Si llegara a enterarse, me… me obligaría a abortarlo.

La revelación dejó a Logan sin palabras. De repente, se levantó de golpe y pateó la silla frente a él, lleno de enojo y frustración.

—¡¿Qué carajos?! ¡Maldito infeliz!

Adeline se humedeció los labios y continuó, su voz entrecortada.

—Además, Dayana ha regresado… y también está embarazada.

La furia de Logan estaba a punto de desbordarse.

—¡Voy a destrozarlo! —exclamó, girándose para salir, pero Adeline lo detuvo, suplicándole con la mirada.

—¡Por favor, no empeores las cosas! ¡Por favor…!

La impotencia lo consumía. No entendía cómo Giovanni D’Angelo podía ser tan ciego y no ver la dulzura y belleza de Adeline. Estaba cegado por Dayana, y lo único que había hecho en un año de matrimonio era lastimarla, una y otra vez.

Logan apretó los puños, su pecho lleno de ira.

—¿Hasta cuándo permitirás que te siga humillando? —le preguntó de repente, agarrándola de los hombros y sacudiéndola suavemente, como si así pudiera hacerla reaccionar—. ¡¿No es suficiente todo lo que te ha hecho?! ¡¿Por qué sigues aferrada a él?!

[…]

Un poco más calmada, Adeline volvió a casa. Lo que no esperaba era encontrar a Giovanni esperándola. Su corazón latió a toda velocidad, mitad miedo, mitad dolor. Él, como un dios controlador, la observaba desde el sofá principal, con un cigarrillo humeando en la mano. Al ver el humo, recordó que podía dañar a su bebé, así que cerró la puerta y le reprochó:

—¿Podrías no fumar ahora?

Giovanni alzó una ceja, curioso. En un año de matrimonio, nunca antes le había molestado el humo de su cigarrillo, pero no le dio importancia. Había ido allí para tratar un asunto, y eso haría. Se levantó, ajustando su chaqueta con un movimiento elegante, y lanzó una carpeta sobre la mesa.

No hacían falta palabras; Adeline sabía perfectamente qué era ese documento.

—Fírmalo —le ordenó, dejando una elegante pluma sobre la carpeta—. Dayana finalmente es libre.

Adeline miró la carpeta mientras sus manos temblaban ligeramente. Sabía lo que significaba firmar esos papeles: el fin de su matrimonio. Y para Giovanni, sería la forma de liberarse de ella sin complicaciones. Un torrente de emociones la invadió: miedo, por tener que criar a su bebé sola en un mundo que se le antojaba cruel, pero también un pequeño consuelo al pensar que ese bebé sería su compañía, su razón de ser.

Las lágrimas amenazaban con desbordarse, pero las contuvo.

—Te advertí que no te casaras conmigo, Adeline —escupió fríamente—. Aun así, decidiste seguir adelante. Tu error fue pensar que podrías manipularme como al abuelo. Que me tragaría tu papel de víctima.

Ella apretó las manos, tratando de ocultar el temblor. Su corazón ya no soportaba más desprecios, pero al menos todo terminaría pronto.

—Lo único que he hecho es decirte la verdad hasta ahora… pero tú… —sonrió débilmente y bajó la mirada—. Bueno, supongo que ya no importa.

Su apariencia vulnerable aumentó el enojo de Giovanni, simplemente porque lo hacía sentirse culpable. ¿Cómo podía estar equivocado si ella había planeado todo? Fue ella quien lo sedujo y lo obligó a casarse, sabiendo que él amaba a otra. Enfurecido, caminó hacia ella, deteniéndose lo bastante cerca para notar que había estado llorando. Sus ojos estaban hinchados y rojos. Y, sin embargo, eso no evitó que sus palabras fueran crueles.

—Ya deja de actuar. No pretendas ser la esposa agraviada. Porque no importa cuánto lo intentes… siempre te veré como el obstáculo que me impidió estar con el amor de mi vida.

Ella se estremeció por el dolor y era lo mejor, quería que doliera, que se grabara en su memoria. Necesitaba odiarlo, era la única manera de liberarse de ese amor enfermizo que solo la lastimaba.

Giovanni, al ver que no respondía, se acercó más. Su rostro quedó tan cerca del de ella que sus alientos casi se mezclaban.

—¿Qué? —preguntó con desprecio—. ¿No dirás lo de siempre? ¿Que todo fue obra de tu padre? ¿Qué te chantajeó para que te metieras en mi cama?

—No. Esta vez no diré nada. Porque no voy a justificarme más ante ti. —Su voz era baja, pero firme—. No lo haré, porque yo también quiero divorciarme.

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