3.

Intentó saltar todos los obstáculos que la vida me pone, y digo saltarlos porque no quiero enfrentarme a nada en este momento, no quiero tener problemas, pero por alguna extraña y desquiciada razón la vida parece enfrentarme cada día con más fuerza a lo que yo con tanto esfuerzo trato de negar. 

—Sólo quiero que me des una oportunidad, Mía —dice Eric, mientras bajamos por el ascensor. 

—No, ya te dije que…

—Que tienes una hija, hermosa por cierto, a la que no quieres presentarle un hombre que no es estable en tu vida. Mía el discurso me lo has dado tantas veces que ya me lo se de memoria —Lo escucho suspirar cansado—, pero Mía, no te estoy pidiendo que me presentes a tu pequeña ahora mismo. Te pido una cena, unas copas, lo que quieras, solo seremos tu y yo y haremos lo que tu quieras.

—¿Por qué? 

—¿Por qué no? —quiso sonar divertido, pero mi expresión seria hizo que se incomodara—. Porque me gustas Mía, eres inteligente, correcta, hermosa y tus ojos son tan tiernos. 

—Eric, es que no quiero que te ilusiones, yo estoy concentrada en mi carrera, en mi hija, en…

—En todo, menos en ti —saca las llaves de su lujoso auto y me sonríe antes de darla vuelta e irse—. No me voy a ilusionar, pero no me voy a rendir Mía. 

Lo veo irse, pero un impulso tan estúpido como solo los impulsos que nacen de mi torpe cabeza, gritó su nombre y voltea a verme extrañado. 

—El viernes, a las 8, me recoges en mi casa. Quiero hamburguesas y cerveza. 

Subo a mi auto y no me fijo ni por un instante en su expresión o lo que sea que haya hecho. Mi corazón está algo acelerado y no puedo negar que me emociona, es miércoles y ya tengo una cita para el viernes. 

Se que esa punzada de felicidad que tengo es porque poco a poco continuó saliendo del lodo apestoso de depresión y tristeza en el que me vi sumida por el amor que siento por Julián. Intento que no llegue a mi cabeza en este pequeño momento de tranquilidad, pero de alguna manera en mi retorcida mente, esa que no era retorcida, lo pienso y lo pienso tanto que quiero que le duela que soy feliz, lo pienso tanto y lo llamó tanto con mi mente que quiero que donde sea que esté su pecho duela y se sienta caliente, porque voy a tener una cita con un hombre que no es como él. 

Quisiera verlo a los ojos y decirle que voy a seguir sin él, que puedo sin él. Pero no puedo perder mi valioso tiempo con alguien como él. 

Los días de la semana pasan volando, el jueves parece acabarse en un parpadeo y el viernes igual, la niñera está con Tamy y estoy nerviosa frente al tocador. 

Es completamente ridículo lo que voy a decir, pero es la verdad. Nunca he tenido una cita, porque la verdad lo que pasó con Julián nunca fue en un sentido romántico, así que nunca salimos a cenar, a tomar  unas copas, a bailar o una exposición de arte, nunca hicimos nada de eso. Así que mi experiencia es nula en esto, no se que tanto debo arreglar mi vestuario y me preocupa no verme acorde a Eric que siempre está bien vestido. 

—Señorita Kikky, creo que un Jean es una mejor opción, es cerveza y hamburguesa. 

—¿Tú crees, Valerie? 

—Estoy segura que una falda ajustada al cuerpo y tacones tan altos no son una buena idea. 

Bufo resignada frente al espejo gigante en el que me estoy mirando y me siento en la cama mirando al techo. Escucho a mi bebé caminando y se acerca, se pega a mi pierna y la abrazo.

—Creo que lo mejor es no salir por ahora.

—¡Nada de eso! —dice Valerie mientras toma a la pequeña Tamy y la arranca de mis brazos—. Tamy tiene casi dos años, en un mes es su cumpleaños y usted no sale de estas cuatro paredes sin ella, pero que lo haga no significa que es una mala madre. Significa que también tiene derecho a divertirse sin dejar de amarla. Ahora, un jean, tenis y una blusa con un lindo escote. 

—¿Escote? ¿pero estás loca?

—Si, lo estoy. 

Me levanto de la cama y me cambio rápidamente, el cambio es drástico, pase de tacones con 15 centímetros a tenis y una falda ajustada a un jean que apenas si se pega a mi cuerpo y si, use una blusa con un lindo y nada discreto escote. 

Cuando el reloj marca las 7:59 escucho el timbre y me sobre salto. 

—Es puntual eso es bueno. 

—¿Debo hacerme esperar? 

—Bueno creo que 5 minutos no le caen mal a nadie. Le diré que enseguida baja señorita Kikky. 

—Si, gracias Valerie. 

Cuando pasaron los 5 minutos bajé y afuera estaba su auto aparcado, lo vi mirando y jugando con su celular, no pude evitar pensar y sentir que Eric es un chico lindo y sexy. 

—Hola —lo saludo tímida, mientras deslizo un mecho de pelo por detrás de mi oreja. 

—Hola, estás hermosa Mía —sus ojos brillan y creo que se siente bien ser admirada cuando tengo la ropa puesta.

Mi cabeza se nubla por instantes que parecen eternos, pues los ojos de Eric me recuerdan a los de Julián, así me miraba cada vez que me tenía desnuda y sometida a su  merced, pero nunca pude obtener una mirada así estando a su lado en condiciones normales. Me recompongo rápidamente y continuó.

La noche fue fantástica, fuimos a un bar, comimos alitas, cerveza, aritos de cebolla y muchas papas fritas, la música era rock y me sentí relajada, por primera vez sentí que estaba haciendo cosas normales que hacen las personas de mi edad. 

—Gracias por aceptarme, Mía.

—Gracias por insistir. Creo que te estaba juzgando demasiado rápido. 

—Si, pero ya vez que valió la pena. 

—Así es.

Vamos caminando por la calle, es un sendero iluminado y tranquilo, Eric me tomó de la mano y se da cuenta de que estoy demasiado fría, desliza su chaqueta de cuero sobre mis hombros y me sonríe. 

—Gracias, lo necesitaba. 

—Espero que entiendas que aunque mi reputación no es la mejor, contigo por una razón que me es inexplicable, quiero hacer las cosas bien. 

Me acerco y beso su mejilla, sonríe y caminamos tomados de la mano, hasta que regresamos a su auto y yo me acuesto con una sonrisa en mi cara. 

Si puedo sacarte de mi sistema, Julián. Si puedo.

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