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6. EL MONSTRUO QUE NO SOY.

La fortuna se ríe de mí, la buena suerte se está riendo en mi cara y burlándose de mí, se pone de pie justo al lado de Julián y me mira con soberbia. Casi me está retando a que le diga algo, a que la señale o a que le recrimine lo que me acaba de hacer.

—¡Exijo una explicación ahora mismo!

—Julián, hijo. Debes calmarte, es sólo una niña y fue un incidente que interrumpió tu reunión.

—Kikky, habla. ¡Ahora! —Julián no se movió ni por un segundo, sus ojos estaban fijos en los míos y su voz, era esa voz que solía usar para someterme, estaba en su papel dominante y yo tenía miedo de caer. 

—¿Kikky? ¿Quién es Kikky, hijo? ¿Te sientes bien? —El señor Sánchez, se notaba muy preocupado por la actitud de Julián. 

—Julián, cálmate. Podemos hablar esto como adultos y…

—¿Cómo adultos? —da dos pasos en mi dirección, su voz ha cambiado completamente y me empiezo a quebrar— ¿Quieres hablar como un adulto, Caroline? 

—¿Caroline? ¿Qué sucede aquí, Mía? 

—Les dijiste que te llamas Mia. Se te olvido decirles tu otro nombre. Y se te olvido decirles que trabajabas para mi y se te olvido decirme que soy papá. 

—No lo eres —fui tajante y eso hizo que todo estallara. 

Las puertas de la sala de juntas estaban abiertas de par en par y no solo las personas que ya se encontraban allí estaban observando el bochornoso espectáculo, también los que pasaban y los que fueron llamados por la simple curiosidad. 

Mi vergüenza estaba llegando a ese límite en el que ya no puedes definirte entre la humillación y el rencor, podía entender perfectamente que Julián estuviese muy molesto pero no podía aceptar que me humillara de esta manera, pero más aún que mi pequeña hija estuviese presente. 

—Puedo soportar que me odies, que me quieras humillar, que me trates como lo estás haciendo. Pero no frente a mi hija, eso no te lo voy a permitir. 

—¿Mi hija? Eres una descarada de lo peor. ¡Nuestra hija! porque esa niña que llevas en brazos es mía. 

—¡¿Cómo lo sabes?!

—Dime que no es mía, dilo.

Me quedé callada y me aferré con más fuerza los brazos a Tamy, me doy cuenta que unas pequeñas lágrimas ruedan por sus ojos, la alejo de mí y las limpio. 

—Todo está bien chiquitina. Lo prometo. 

—Salgan todos, por favor —el señor Sánchez utilizó un tono de voz tan calmado, que nos sorprendió a todos, inclusive estaba sonriendo como si nada hubiese pasado. 

Y justo cuando estaba cerrando las puertas de la sala de juntas, Eric entró, venía agitado y se puso de pie a mi lado. 

—¿Qué sucede? 

—Es una confusión. Pero lo voy a solucionar —respiro profundo y miró al señor Sánchez, pero estoy avergonzada—. De verdad lo lamento, no creí que esto pasaría y me siento avergonzada, la credibilidad de su empresa…

—La credibilidad de mi empresa está intacta, me preocupas tú y mi pequeña nieta —giró su cuerpo y se quedó mirando a Julián—. No se cual es tu pasado con ella, pero es buena, demasiado buena en su trabajo y como persona. Si algo tengo claro es que no debe ser nada buena la historia entre ustedes dos, porque una mujer como Mia o Caroline no tendría porqué esconder su verdadera identidad del mundo, entonces entiendo que estaba huyendo o escondiéndose de ti. Me llevaré a la niña, porque no merece pasar por esto y espero que en el fondo de tu ser, encuentres esa cordura y sensatez de la que siempre has hecho gala Julián Bustamante, me entristecería creer que no eres como tu abuelo. 

Le entregó en brazos a Tamy y el señor Sánchez salió del lugar. Eric pasó su brazo por mis hombros, me estaba expresando su apoyo, se iba a marchar pero tomé su mano. Quería y necesitaba que se quedara. 

—¿No puedes defenderte sola?

—No necesito defenderme, Julián. 

—Me alejaste de mi hija. Eres una miserable, Kikky.

—Usted puede ser quién quiera ser, pero no le va a volver a hablar a Mia de esta forma —Eric se tensó y apretó mi mano con fuerza. 

—Entonces te defiende el hombre con el que te revuelcas ahora. Brillante, ¿este es el padre que tiene mi hija? —dijo burlándose de mí. 

—No Julián, estás muy equivocado. Contigo me revolcaba, con Eric hago el amor. 

Sabía que acababa de activar una bomba, pero no estaba dispuesta ni por un segundo más a continuar recibiendo humillaciones. 

Sus ojos estaban completamente fríos, se estaba conteniendo, la ventaja que yo tenía sobre Julián es que conocía perfectamente su punto de quiebre, sabía perfectamente hasta dónde podía llegar con él y sabía exactamente cuando estaba por perder la paciencia. 

Mi desventaja es que Julián conocía perfectamente cuando el dolor me estaba superando y ya no iba a resistir más. 

—Rehiciste tu vida. 

—Si, porque…

—No, no te estoy preguntando Kikky. No me interesa saber lo que sientes o piensas, porque desde ya todo lo que creas que esta bien, esta mal —lo veo sonreír al aire y cerrar los ojos, aprieta el puente de su nariz con fuerza—. Me quitaste a mi hija, me la quitaste sin dejarme o darme una oportunidad, una que no merezco, una que tengo por derecho. 

—Fuiste un monstruo y…

—No, de nuevo. Nunca fui un monstruo, menos contigo. Nuestra relación estaba clara y firmada. pero tu quieres verme como un monstruo, entonces seré el monstruo que no soy y de repente vivirás un infierno, que tú misma provocaste Kikky. 

—No me amenaces —me lanzó a sus brazos con mis puños blancos y logró golpearlo, pero al ser más grande y más fuerte, me tomó de las muñecas y las pone sobre mi cabeza, con la otra mano me toma de la cintura y me pega a su cuerpo.

Todo pasa en una fracción de segundo, estoy pasando saliva y mis labios secos, lo miro a los ojos y veo esa sonrisa ladina y que traiciona mis piernas. 

Eric lo empuja y me libera, me protege con su cuerpo y enfrenta a Julián. 

—Quiero que lo intentes conmigo, Julián. 

—No, pero espero que hayas aprendido como le gusta ser esposada y sometida.  Llámame, puedo darte tips. 

Mi pecho sube y baja descontrolado, de alguna manera logró llegar hasta él y lo abofeteó. 

—Puedes golpearme mil veces, Kikky. Pero no puedes ocultar lo que te gusta hacer al anochecer cuando la luna ilumina tu cuerpo, él puede hacerte el amor. Pero sabes que yo bese tu alma.

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