PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 38. Desconocido, desesperante, urgente…La forma en que Gabriella lo miró no podía ser más distante y eso hizo que cada fibra del cuerpo de Ranger Wallis se estremeciera.—¿No te parece que esa es una frase muy poco apropiada para decir frente a alguien como yo? —espetó la muchacha pero retrocedió vivamente cuando lo vio avanzar hacia ella y arrinconarla contra uno de los muebles.—¡Nalguear a una jovencita de tu edad también es poco apropiado pero te juro que te lo estás buscando! —gruñó Ranger y la sintió contener el aliento contra él.No tenía cara de cachorrita perdida, no tenía cara de inocente, ni de que no mataba ni una mosca, sin embargo había un desconcierto en los ojos que al ex militar le revolvía todo dentro.—¡Maldición, Gabriella…! ¡Lo siento! ¡No debí…! ¡Pero no sabía…! ¡Diablos, no sé cómo manejarme a tu alrededor! ¡No quiero hacer ninguna burrada que te lastime, pero la verdad ni siquiera sé si te puedo lastimar, no sé cómo piensas, o cómo si
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 39. Ahora sabe que "eso" existeLos dedos de Gabriella se cerraron sobre aquella madera, aferrándose al borde del tocador y controlando las ganas que tenía de romper el espejo frente a ella, mientras Ranger retrocedía.Sus pupilas estaban dilatadas a un punto en que parecía que sus ojos eran completamente negros pero el único movimiento que hacía era temblar involuntariamente agarrada a aquel tocador.Y lo peor de todo, quizás lo peor era que Ranger no sabía qué hacer. Su primer instinto fue llegar a la puerta y sin importar cuántos corredores hubiera de por media, aquel grito definitivamente llegó a su objetivo.—¡Reeeeeeeeeeed!Treinta segundos después el médico derrapaba junto a la puerta y tiraba de su camisa para sacarlo de allí mientras observaba lentamente a Gabriella. La vio cerrar los ojos y respirar despacio, como si se supiera exactamente cómo era el ejercicio y tuviera la voluntad necesaria para realizarlo, y aunque ni siquiera buscaba reaccionar,
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 40. Una mentira simpleHubiera sido mejor que le pegara; quizás así Ranger se hubiera sentido menos… menos… Exhaló un gruñido de impotencia y salió de allí, porque quizás podía discutir con Morgan, pero consigo mismo era un poco más difícil.Decir que no sabía ni lo que estaba sintiendo era poco. Él quería llamarlo “responsabilidad”, pero ¡maldición! ¡jamás en su vida su cuerpo se había sentido tan “responsable” por nadie!Rumió su inconformidad durante las siguientes cinco horas, pero en el momento en que Gabriella por fin despertó de nuevo, era como si el episodio por el que habían tenido que sedarla jamás hubiera sucedido. La vio sentarse en el borde de la cama a través de la cámara, y apagó esta en el mismo momento en que se dio cuenta de que iba a desvestirse para meterse al baño.Así que se fue a la cocina, hizo su especialidad y fue con aquel sándwich a modo de ofrenda a tocar a su puerta veinte minutos después.—¡Qué tarado! ¡No sabe que con las mujer
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 41. Una mala turistaY a lo mejor era ciego por elección, pero eso no cambiaba el hecho de que Ranger prefería esperar lo mejor dentro de aquel desastre. Prepararse para una reunión con Franco garibaldi no era el problema. En los pocos años que llevaba dirigiendo la ´Ndrangheta, el capo se había creado una reputación que causaba tanto terror como respeto, así que esperaba que aquella reunión entre él y Gabriela no terminara en un conflicto.Dos días después, dos días que pasaron sin penas ni glorias, Max se acercó a Gabriella, que estaba sentada en la terraza de la mansión, para darle la noticia.—Conseguí hablar con la esposa de Franco Garibaldi, la Mamma accedió a verte, así que mañana en la noche es la noche –le avisó—. Tenemos que viajar fuera de Nápoles, vamos a Regio de Calabria, a la casa del Conte.Gabriella respiró profundo aunque no podía decir que aquello le causara ningún alivio o satisfacción en especial.—Gracias, Max. ¿Puedes avisarle a Ranger,
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 42. Una reliquia familiarGabriella era capaz de contar cada una de las cosas por las cuales Victoria Garibaldi podía a engañar a cualquiera fácilmente. Para empezar era joven y hermosa, y la gente por desgracia tenía cierta tendencia a creer que la belleza física era opuesta a la maldad, como si una mujer hermosa no tuviera capacidad para ser cruel.Para ser la Mamma de la ´Ndrangheta definitivamente no podía ser una mansa paloma, pero el carácter que tuviera a puertas cerradas no era de su incumbencia; le bastaba con la sincera amabilidad con que la trataba.La cena fue meramente familiar, casual y agradable, y nadie mencionó una sola palabra del motivo de su viaje, no hasta que los niños se fueron a dormir, los guardias de regreso a sus puestos y ellos al despacho privado del Conte y la Mamma.—No sabía que Esteban Salvatore tenía una hija —murmuró Franco pensativo mientras tomaban un café—. Aunque no es extraño que no te reconociera, después de todo las i
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 43. Romeo WhiskySobra decir que la confianza de Gabriella estaba dosificada y la entregaba solo a muy muy pocas personas; pero era evidente que Victoria Garibaldi no era de las que soltaban información como una señora chismosa sin oficio, así que no le diría absolutamente nada a menos que le diera una buena razón para hacerlo.—Sé que no son iguales, pero hay algo similar en su forma… en los patrones que usa. Me recordó a este —admitió abriendo su chaqueta y mostrándole la cadena de la que colgaba su dije del dragón.Victoria Garibaldi sonrió por lo bajo porque si bien era cierto que jamás había visto aquella cadena, también era cierto que podía ver las similitudes.—La S de Salvatore… como la G de Garibaldi —sonrió la Mamma—. No te equivocas, vienen del mismo lugar. Fueron un regalo para las familias hace tiempo, las más importantes, y vienen de parte de personas ciertamente muy importantes —le comentó—. ¿No sabes lo que es?Y a aquellas alturas se le hizo
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 44. Un contratoSu cuerpo se estremeció sin que pudiera evitarlo, porque Gabriella sobre él, incluso en las circunstancias más difíciles, era como una granada de mano explotando en su interior.Pero aun así cerró los brazos a su alrededor y la apretó contra él.—Tú no tienes miedo —susurró en su oído y sintió la forma en que ella contenía el aliento.—No… pero necesito preguntarte algo —respondió la muchacha escondiendo la cara en la curva de su cuello para que nadie viera ni siquiera el movimiento de sus labios.—Dímelo…—¿No crees que los Garibaldi pueden ser parte de esto? —preguntó la muchacha y Ranger alcanzó la liga en lo alto de su cabeza para soltarle aquel moño desordenado y dejar que el cabello cayera sobre la mitad de su cara, cubriendo también su boca como si estuviera acariciándole la mejilla con el aliento en lugar de intentar hablarle sin que nadie lo notara.—Las reglas de cortesía también son estrictas en este mundo —susurró—. Eres una invita
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 45. Tienes que decirmeLa carretera era sinuosa y a pesar de la tensión palpable, Ranger parecía ir sin apuro.Lo primero era que no resultaba muy recomendable en un momento como aquel llamar la atención de la policía por un estúpido exceso de velocidad, y lo segundo era que si estaba demasiado concentrado en mantener el auto estable en la carretera, entonces no podía estar atento a cualquier ataque que pudiera llegarles.Sus teléfonos y cualquier otro dispositivo electrónico que necesitaran se había cambiado por uno nuevo que Max se había encargado de configurar personalmente, y sus documentos estaban a nombre de Ranger y Gabriella Wallis. Y como no se veían precisamente como padre e hija, nadie iba a poner en discusión que fueran el señor y la señora Wallis.—Ropa informal, algunos trajes de baño por si acaso, cámara fotográfica y las armas van en el doble fondo de la todoterreno. No hay absolutamente nada que falte ahí —advirtió Max poniendo una bolsa en s