PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 42. Una reliquia familiarGabriella era capaz de contar cada una de las cosas por las cuales Victoria Garibaldi podía a engañar a cualquiera fácilmente. Para empezar era joven y hermosa, y la gente por desgracia tenía cierta tendencia a creer que la belleza física era opuesta a la maldad, como si una mujer hermosa no tuviera capacidad para ser cruel.Para ser la Mamma de la ´Ndrangheta definitivamente no podía ser una mansa paloma, pero el carácter que tuviera a puertas cerradas no era de su incumbencia; le bastaba con la sincera amabilidad con que la trataba.La cena fue meramente familiar, casual y agradable, y nadie mencionó una sola palabra del motivo de su viaje, no hasta que los niños se fueron a dormir, los guardias de regreso a sus puestos y ellos al despacho privado del Conte y la Mamma.—No sabía que Esteban Salvatore tenía una hija —murmuró Franco pensativo mientras tomaban un café—. Aunque no es extraño que no te reconociera, después de todo las i
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 43. Romeo WhiskySobra decir que la confianza de Gabriella estaba dosificada y la entregaba solo a muy muy pocas personas; pero era evidente que Victoria Garibaldi no era de las que soltaban información como una señora chismosa sin oficio, así que no le diría absolutamente nada a menos que le diera una buena razón para hacerlo.—Sé que no son iguales, pero hay algo similar en su forma… en los patrones que usa. Me recordó a este —admitió abriendo su chaqueta y mostrándole la cadena de la que colgaba su dije del dragón.Victoria Garibaldi sonrió por lo bajo porque si bien era cierto que jamás había visto aquella cadena, también era cierto que podía ver las similitudes.—La S de Salvatore… como la G de Garibaldi —sonrió la Mamma—. No te equivocas, vienen del mismo lugar. Fueron un regalo para las familias hace tiempo, las más importantes, y vienen de parte de personas ciertamente muy importantes —le comentó—. ¿No sabes lo que es?Y a aquellas alturas se le hizo
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 44. Un contratoSu cuerpo se estremeció sin que pudiera evitarlo, porque Gabriella sobre él, incluso en las circunstancias más difíciles, era como una granada de mano explotando en su interior.Pero aun así cerró los brazos a su alrededor y la apretó contra él.—Tú no tienes miedo —susurró en su oído y sintió la forma en que ella contenía el aliento.—No… pero necesito preguntarte algo —respondió la muchacha escondiendo la cara en la curva de su cuello para que nadie viera ni siquiera el movimiento de sus labios.—Dímelo…—¿No crees que los Garibaldi pueden ser parte de esto? —preguntó la muchacha y Ranger alcanzó la liga en lo alto de su cabeza para soltarle aquel moño desordenado y dejar que el cabello cayera sobre la mitad de su cara, cubriendo también su boca como si estuviera acariciándole la mejilla con el aliento en lugar de intentar hablarle sin que nadie lo notara.—Las reglas de cortesía también son estrictas en este mundo —susurró—. Eres una invita
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 45. Tienes que decirmeLa carretera era sinuosa y a pesar de la tensión palpable, Ranger parecía ir sin apuro.Lo primero era que no resultaba muy recomendable en un momento como aquel llamar la atención de la policía por un estúpido exceso de velocidad, y lo segundo era que si estaba demasiado concentrado en mantener el auto estable en la carretera, entonces no podía estar atento a cualquier ataque que pudiera llegarles.Sus teléfonos y cualquier otro dispositivo electrónico que necesitaran se había cambiado por uno nuevo que Max se había encargado de configurar personalmente, y sus documentos estaban a nombre de Ranger y Gabriella Wallis. Y como no se veían precisamente como padre e hija, nadie iba a poner en discusión que fueran el señor y la señora Wallis.—Ropa informal, algunos trajes de baño por si acaso, cámara fotográfica y las armas van en el doble fondo de la todoterreno. No hay absolutamente nada que falte ahí —advirtió Max poniendo una bolsa en s
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 46. Lo poco que sientoRanger sintió que perdía el aliento en aquel mismo instante, pero un auto pasando junto a ellos le hizo entender que quizás aquel no era el momento preciso para tener aquella conversación.—Tenemos que seguir, es lo mejor —murmuró pasando saliva antes de vendar con cuidado la mano de la muchacha—. Supongo que tendremos mucho tiempo para hablar en serio en estos cuatro días.—Especialmente porque en unas horas tendremos que parar —replicó ella—. Estamos a punto de pasar el primer peaje y solo podemos cruzar tres por día.Ranger asintió y la ayudó a subirse de nuevo. Echó a andar la todoterreno y trató de que su mente se concentrara en todos los peligros potenciales que, sin embargo, no eran los peores de todos. El peor estaba justo allí, al lado suyo, y aquella chica era su mayor riesgo precisamente porque no entendía. Podía reaccionar contra un agresor con un rifle, pero ya estaba más que visto que no sabía cómo reaccionar a ella.Las s
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 47. Un maldito hipócritaRanger tuvo que contener el aliento y aún así sabía que anda, absolutamente nada podría contener su corazón, que parecía un caballo de carreras en aquel momento. Era impresionante cómo lo hacía sentir, aunque ni siquiera lo estuviera tocando, aunque ni siquiera lo estuviera seduciendo, aunque…—Yo no… Yo no debí dejarte —murmuró Ranger—. No quería que te pudieran rastrear a través de mí, por eso… por eso preferí alejarme ¡pero ahora sé que fue un error!—Nada hubiera sido diferente si te hubieras quedado.—¡Sí lo hubiera sido, claro que lo hubiera sido porque yo… yo te habría querido, habría sido tu padre de verdad te habría cuidado, te habría… te habría dado todo el amor que necesitabas para que sintieras… ¡para que sintieras todas esas cosas que nos vuelven locos a la gente común… las que me están volviendo loco a mí…!—¡Por favor a ti nada te vuelve loco! —exclamó ella retirando esa mano que él intentaba vendar de nuevo—. ¡Eres má
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 48. Un juego diferenteY era una locura. Nadie tenía que decírselo, él ya se lo decía solito todos los días desde la primera vez que se le había restregado a aquella condenada sin saber ni siquiera quién era.Pero podía hacer la reflexión más profunda en la historia de la humanidad y nada de eso iba a cambiar el hecho de que estaba temblando por ella, de que su piel parecía estallar allí donde la tocaba, y de que sentía como si cada uno de los instintos racionales de su cerebro se fueran apagando poco a poco hasta que solo quedaron esas sensaciones a flor de piel.—Gabriella… —Por un momento se detuvo, mordiendo la línea suave de su cara y viendo la forma en que su cuerpo se arqueaba contra él—. A riesgo de que me mates…—¡No me jodas!—¿Estás segura de que quieres hacer esto conmigo?Durante un segundo se perdió en aquellos ojos y la muchacha se mordió el labio inferior mientras un estremecimiento la recorría. Los dedos de aquel hombre colándose bajo el elás
PEQUEÑA REBELDE, CAPÍTULO 49. CréemeGabriella sintió que su corazón se aceleraba como el maldito motor de un auto deportivo, y podía llamarle instinto, podía llamarle química, podía ponerle cuando nombre científico quisiera, cuanta explicación la hiciera sentir mejor, pero la verdad era que solo sería una excusa.Aquel deseo no lo había sentido jamás con otro hombre. Se había cansado de conocer chicos en el internado, y ninguno de ellos le había provocado nada ni siquiera cercano. Se había cansado de ver porn0 y no era capaz de entender por qué a la gente le gustaba aquello, no lo veía para aprender, como le había dicho a Ranger, lo veía para intentar comprender por qué la gente elegía tocarse así, besarse así…Y ahora lo sabía. A medida que el dorso de los dedos de Ranger se deslizaba entre sus pechos lo entendía. La gente de verdad sentía aquella electricidad que desconectaba el cerebro y hacía que todo lo demás se olvidara.—¡Así hay embarazos por accidente! —exclamó de pronto y R