PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 65. Un Concejo de guerraRanger apretó los dientes en el mismo momento en que llegó a la hacienda de los Vanderwood y todos se le quedaron mirando como si con todo su tamaño, el pitbull de repente se hubiera convertido en un cachorro al que acabaran de apalear.—¡Blaaaaaaaaaair! —llamó el señor Rufus porque no cabía duda de que su primera nuera seguía siendo su mayor cómplice—. ¡Saca el tequila que estamos en situación de emergencia!Y ni corta ni perezosa Blair les puso unas cuantas botellas en medio de la terraza a las diez de la mañana y para las dos de la madrugada los echó de allí con el estipulado chorro de agua de la manguera y los mandó a todos a dormir la resaca a sus respectivas camas.—Tenemos un caso difícil entre manos —suspiró el señor Rufus sentándose entre todas sus nueras y cruzándose de brazos, porque sus hijos eran el Equipo de apoyo, pero aquellas mujeres eran el Concejo de guerra—. Ranger es el menos tarado de todos mis hijos —y a esas al
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 66. Un cambioEra algo así como una locura compartida y colectiva, Gabriella no tenía otra forma de describirlo, porque aquella Hacienda estaba llena de mujeres locas, el chiquillos corriendo por todos lados y muchos caballos y perros sueltos.¿Quién dejaba sueltos tantos caballos? Lo cierto era que resultaba imposible no darse cuenta de que el mundo que rodeaba a Ranger era muy distinto del suyo... y que ella no le había permitido que se lo mostrara... o no había querido. ¡Ya ni sabía!Como tampoco sabía en qué momento había decidido ponerse un alto a sí misma. Quizás en el mismo instante en que la doctora había sacado aquella hoja de papel del sobre y le había dado el resultado de sus exámenes de sangre.—Nada de embarazo, es una suerte —le sonrió y por alguna razón que no pudo entender, aquello no fue un alivio para ella.—Pero... no entiendo. No me he estado sintiendo bien, y definitivamente no me ha venido mi periodo —replicó y la doctora siguió leyendo
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 67. Un viejito brujo—Esa es una muy buena pregunta, pero déjame confirmarla —le pidió Rufus acomodándose y sacando un par de cervezas que Gabriella no sabía ni dónde traía escondidas—. ¿La razón por la que no quieres tener niños es porque piensas que no los vas a querer? ¿Es eso?La muchacha pasó más saliva que el trago de cerveza pero terminó asintiendo. —Creo que no soy apta para cosas como esa —murmuró—. ¿Se imagina la ilusión que se haría Ranger si estuviera embarazada? ¡¿Y qué va a pensar si al final resulta que no quiero a mi propio bebé?!—Pues entonces lo querrá él, lo querremos nosotros. ¡Créeme que lo último que le va a faltar a un hijo de Ranger Wallis es gente que lo quiera! —sentenció Rufus.—¿Pero no se supone que debería quererlo yo? —preguntó ella abrazándose las piernas cruzadas y apoyando la barbilla en las rodillas.—¿Y no se supone que quieres ser abogada? ¿Cómo puedes siquiera juzgar o presuponer un hecho que ni siquiera ha ocurrido? —l
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 68. Sé que tienes la radio encendidaLas risas tuvieron que contenerse y mucho, porque aunque Gabriella podía parecer que estaba haciendo un chiste, ella lo decía muy en serio y en cuanto vio la primera burla frunció el ceño.—¡Oigan, viejo también es bueno! —rezongó.—¡Y yo confirmo eso! —exclamó el señor Rufus.—Total que le gustan cosas de viejitos, así que si me voy a poner en plan romántica arrastrada...—¡Como babosa en tierra...!—¡Gracias señor Rufus no me ayude tanto! —suspiró la muchacha—. Entonces si me voy a poner a corretear al hombre, hay que reconocer que es viejito y le gustan cosas de viejitos. Quiero decir... ¡todavía oye la radio de su auto! ¿Quién oye la radio de su auto...?Sin embargo en solo cuestión de unos segundos, mientras todos la miraban, fue como si una lucecita se encendiera en su cabeza.—¡Necesitamos ayuda, urgente, sincronización, ubicación. ¡¿Dónde están ahora?! —exclamó y aquella banda de gallinas locas no tardó nada en sal
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 69. Te amoEra hermosa, tan hermosa que daba miedo, porque por más que Ranger quería imaginar que tenía algún tipo de control cuando se trataba de ella, hasta de ese corazón que Gabriella podía considerar demasiado oscuro, de ese mismo él estaba absolutamente enamorado.De sobra está decir que se llevó tres o cuatro gritos espantados de los chicos Vanderwood, que por supuesto querían llegar con sus esposas, ¡pero querían llegar vivos!Para las ocho de la noche, sin embargo, después de pasar medio camino haciendo pipí en botellas de agua porque Ranger era capaz de dispararle al que le dijera que tenía que parar, por fin llegaron a la hacienda de los Vanderwood.Nate, Elijah, Asher, Mathew y Sebastian, en ese orden exacto se bajaron directo a besar dramáticamente el suelo, mientras Ranger corría en la dirección que señalaban todos los dedos que se encontraba en el camino, porque sabían que no había que decirle ni una palabra, solo señalarle dónde estaba ella.—
PEQUEÑA REBELDE. EPÍLOGOCualquier persona en su sano juicio que conociera un poco las historias de los Vanderwood, podía maginar que no sería fácil en absoluto para una persona tan poco emocional como Gabriella, congeniar con gente tan efusiva como los Vanderwood. Pero quizás porque Ranger tenía razón y ella necesitaba más convivencia familiar, o quizás porque aquel caballo que el señor Rufus le había regalado era tan temperamental como ella, o quizás porque la diversidad de locuras era suficiente en aquel lugar... Pero lo cierto fue que dos meses después Gabriella eligió una de las universidades de Texas para estudiar Derecho, y medio año después se gritaba con los niños de la casa como si fuera otro de ellos porque ella tampoco quería estudiar, ¡pero todos tenían que hacerlo!Finalmente el señor Rufus insistió hasta el infinito en que Ranger construyera su casa dentro de la hacienda y para su sorpresa, de parte de Gabriella no encontró ni una sola objeción.Todo, absolutamente to
PEQUEÑA REBELDE. EXTRA.Ni siquiera valía la pena discutirlo: la señora Gabriella Wallis era una mujer de temer. Pero la señora Gabriella Wallis con dolores de parto era algo así como el dragón de aquel colgante que no se quitaba.—¡Rangeeeeeeeerrrrrrrrr! —gritó cuando una de las últimas contracciones la hizo apretar los puños hasta que los nudillos se le quedaron blancos.Y junto a ella su flamante... adorado...—¡¿Cuándo carajos te vas a casar conmigo?! —reclamó y Ranger a su lado puso los ojos más grandes que los de un avestruz sobresaltado.—¡¿Eh!? —murmuró aturdido—. ¿¡Ca... casarnos...?!—¡Pues sí, casarnos, tarado! ¡Estoy a punto de tener a tu hijo y no has hecho de mí una mujer decente! —le gritó mientras respiraba pesadamente esperando la siguiente contracción, que no tardó en llegar.—¡Pero cosita! ¡¿Y yo cómo iba a saber que tú querías casarte!? ¡Si es que tú siempre vas contra el tráfico! ¡Eres una rebelde...!—¡RANGER!—¡Pero eres la mía! —aseguró él inclinándose para bes
CAPÍTULO 1. Corazones impurosElijah Vanderwood caminaba por su departamento como un león enjaulado, y de cuando en cuando sus ojos se fijaban en aquella impresión del periódico The New York Times sobre su encimera. La fecha era dentro de tres días, así que era una amenaza evidente de cuándo y dónde se publicaría la noticia.En la primera plana aparecía una foto suya, o mejor dicho, ¡una foto de los dos! de él y de Lynett Evans, desnudos y dormidos en aquel cuarto de hotel. Y sobre ella un titular en grandes letras negras:“ESCÁNDALO: El CEO Elijah Vanderwood abusa de la dulce e inocente Lynett Evans… a menos de dos días de la muerte de su padre”.Justo sobre el titular, escrito a mano y con tinta roja había una dirección de correo postal y una cifra: Trescientos mil USD.¡Entonces era un chantaje!Y Elijah no pudo evitar la rabia al recordar cómo había ido directo a una trampa en los últimos días.TRES DÍAS ANTES—¡Ayuda! ¡Necesitamos ayuda aquí!Aquel grito desde la sala de juntas a