CAPÍTULO 1. Corazones impuros
Elijah Vanderwood caminaba por su departamento como un león enjaulado, y de cuando en cuando sus ojos se fijaban en aquella impresión del periódico The New York Times sobre su encimera. La fecha era dentro de tres días, así que era una amenaza evidente de cuándo y dónde se publicaría la noticia.
En la primera plana aparecía una foto suya, o mejor dicho, ¡una foto de los dos! de él y de Lynett Evans, desnudos y dormidos en aquel cuarto de hotel. Y sobre ella un titular en grandes letras negras:
“ESCÁNDALO: El CEO Elijah Vanderwood abusa de la dulce e inocente Lynett Evans… a menos de dos días de la muerte de su padre”.
Justo sobre el titular, escrito a mano y con tinta roja había una dirección de correo postal y una cifra: Trescientos mil USD.
¡Entonces era un chantaje!
Y Elijah no pudo evitar la rabia al recordar cómo había ido directo a una trampa en los últimos días.
TRES DÍAS ANTES
—¡Ayuda! ¡Necesitamos ayuda aquí!
Aquel grito desde la sala de juntas atrajo a un montón de empleados que se agolparon en la puerta.
—¡Tú, llama a una ambulancia! ¡Ahora! —ordenó Elijah Vanderwood mientras se inclinaba sobre el hombre en el suelo frente a él.
La mirada del magnate ganadero había sido impasible mientras veía a su adversario firmar los documentos de la venta, después de todo aquello era una adquisición hostil y no le había dejado a Frederick Evans otra salida que venderle la mitad de su empresa o irse a la quiebra.
Sin embargo Elijah no había esperado que el señor Evans empezara a sudar y a encogerse de dolor de un segundo al otro hasta desplomarse en el suelo.
Por un instante el pánico se apoderó de él, se arrodilló junto al hombre y trató de sentir su pulso o su respiración, pero no encontraba ninguno de los dos. De inmediato comenzó a hacerle reanimación, intentando revivirlo, y los paramédicos lo sustituyeron solo unos minutos después, pero para ese momento ya era demasiado tarde.
—Lo sentimos, pero no había nada más que pudiera hacer. Otra vida perdida a causa de un infarto —suspiró un paramédico mientras cerraban la bolsa negra y se lo llevaban.
Elijah miró alrededor y se sentó en una silla de la nueva compañía que acababa de adquirir y que literalmente le había costado la vida a su dueño anterior: una transportadora gigantesca que le traería el mejor rendimiento en los negocios en la historia de su propia empresa familiar.
Había invertido mucho en ella, y quizás en otro tiempo Elijah habría hecho las cosas de una manera menos agresiva, pero desde hacía dos años el peso de su origen y de sus secretos lo habían convertido en un hombre duro y cruel. Tan cruel como para ignorar la llamada que estaba entrando a su celular.
Miró la foto de una chica hermosa con uniforme militar bajo la que salía el nombre de Joss, y simplemente lo dejó sonar. Había terminado su compromiso con ella desde hacía tres meses, desde ese momento habían cortado toda comunicación, y ciertamente aquel no era el mejor momento para lidiar con ella.
Miró alrededor con un gruñido de frustración y guardó todos los papeles antes de salir de allí. Su llegada a la nueva empresa comenzaría con un funeral inesperado y no tenía más remedio que ir a dar sus condolencias.
Veinticuatro horas después, mientras estaba sentado en su oficina en uno de los edificios más lujosos de Nueva York, su asistente entró para darle las noticias que estaba esperando.
—Señor Vanderwood, ya ha salido la esquela del señor Evans en el periódico. La autopsia confirmó que murió de causas naturales, un infarto, así que ya entregaron el cuerpo a la familia y el funeral será esta tarde a las seis —anunció la mujer.
—Muy bien, mande flores suficientes en mi nombre. Gracias.
El resto del día lo pasó con el mismo gesto impávido de siempre y a las seis de la tarde se presentó en aquella iglesia con un impecable traje negro y un aura de peligro que hacía que poca gente se le acercara.
Estaba buscando a la viuda para darle sus condolencias cuando vio una figura pequeña y menuda que se tambaleaba. Sus manos fueron instintivamente a alcanzar la de una muchacha y tiró de ella hacia su cuerpo, mientras su corazón se detenía en el mismo momento en que la veía cerrar los ojos y perder toda la fuerza.
—¡Oye… oye chiquilla! —la llamó intentando hacer que reaccionara.
Debía tener menos de veinte años y estaba muy pálida. Las enormes ojeras alrededor de sus ojos eran un signo claro de que había estado llorando y mucho; y Elijah pasó los brazos bajo su cuerpo para levantarla. La sintió demasiado frágil, y mientras la depositaba en el diván de una salita alejada, no pudo evitar fijarse en lo hermosa que era, como si toda la inocencia del mundo se hubiera reunido en esos ojos claros cuando se abrieron.
Sin embargo en cuanto la vio despierta, su expresión volvió a ser la dura y fiera de un hombre que no confiaba en nadie, ¡mucho menos en las mujeres!
—¡Lo siento, lo siento…! ¿Qué…? —murmuró la muchacha tratando de levantarse y Elijah se apartó con un gesto hosco.
—Te desmayaste —le dijo—. ¿Estás bien?
Ella lo miró durante un largo instante, como si no entendiera el contraste entre la pregunta cálida y la voz gélida de aquel hombre.
—¿Usted quién…? —intentó preguntar.
—Solo un socio de Evans. Vine a dar mis condolencias a la familia —respondió Elijah y la vio asentir tratando de levantarse, como si hubiera recordado por qué estaban allí.
—Gracias. Yo… debería irme… Lo siento… Gracias.
El magnate gruñó por lo bajo al verla marcharse. Durante un instante aquella chica le había despertado ese instinto de protección que antes tenía, antes, cuando todavía era un muchacho ingenuo. ¡Y eso no le gustaba!
Siguió andando por los corredores, porque localizar a la viuda parecía de repente una tarea titánica, así que estuvo deambulando hasta que la simple mención de su nombre lo hizo detenerse en seco.
—¡Pues no me importa cómo lo hagas, pero tienes que resolver el asunto ese con Vanderwood de una vez! —espetó la voz furiosa de una mujer madura y Elijah se acercó a la puerta cerrada—. ¡Tienes que entenderlo, Lyn, no podemos dejar que se quede con la mitad de la empresa! ¡Es nuestra, es de nuestra familia! ¡Tienes que hacer algo!
—Mamá… —murmuró una voz apenas audible que Elijah no pudo identificar.
—¡Vamos, Lyn, sé que no eres una mojigata! ¡Te ves como la chica más inocente del mundo, pero las dos sabemos realmente cómo eres! ¡Te vi con él y se ven muy bien juntos! ¡Apuesto a que Vanderwood también creyó que eres un angelito! ¡Ahora todo lo que tienes que hacer es enredarlo para quitarle las acciones que Frederick le vendió! ¡Ese dinero tiene que volver a la familia, Lyn, es nuestra herencia!
Elijah sintió como si la sangre le ardiera en las venas y cada recuerdo doloroso de su pasado lo golpeara de nuevo. Se alejó de allí, pero no para marcharse, sino para darle la vuelta a la propiedad y observar desde el jardín quién diablos estaba dentro de aquella habitación.
Sin embargo, mientras él hacía eso, una mujer salía de allí con un gesto de impotencia, golpeando el hombro de Lynett Evans y largándose sin mirar atrás.
—¿¡Qué le pasa a mi hermana!? —preguntó la muchacha y su madre bufó con fastidio.
—Lo de siempre, es una sentimental. ¡Ya no la soporto! —gruñó marchándose también.
Así que para el momento en que Elijah Vanderwood se asomó a aquel enorme ventanal, solo había una persona en la habitación, una que lo hizo apretar los dientes con rabia.
La niña dulce que se había desmayado en sus brazos hacía solo unos minutos era la única que estaba allí, demostrando una vez más que no había corazones puros cuando se trataba de dinero.
—¡Así que Lyn Evans! —gruñó.
CAPÍTULO 2. Una buena actriz **** —No vuelvas por mí —dijo Elijah tomando la mano de aquella mujer y quitándole el anillo de pedida. —¿Qué…? —La expresión horrorizada en los ojos de su novia le punzó el corazón—. ¡¿Elijah de qué hablas?! —Estoy cancelando nuestro compromiso, Joss. Ya no nos vamos a casar. Se marchó y tras él los gritos de aquella mujer con el corazón roto le hirieron los oídos. —¡Elijah! ¡Dijiste que nos casaríamos, no puedes abandonarme! ¡Elijah vuelve, maldit@ sea! ¡Elijah! **** —¡Elijah! —El grito de su hermano lo lanzó de la cama con una maldición, dándose cuenta de que todo era un sueño, o mejor dicho, un recuerdo de hacía tres meses. Se puso un pantalón y salió de su cuarto para encontrarse a Sebastian en la cocina, dando vueltas de un lado a otro con preocupación. —Investigué lo que me pediste —fue el saludo de su hermano—. Tenías razón, la señora Evans te puede dar pelea. El trato que hiciste con Frederick para que no metiera las narices en la preside
CAPÍTULO 3. Una trampaLynett sentía que el corazón se le saldría del pecho mientras veía el rostro impávido de aquel magnate. Sabía muy bien que estaba valorando si debía darle o no la oportunidad de hablar.—Muy bien —declaró Elijah como una sentencia—. ¿Conoces el hotel Pioggi? —La vio asentir un poco temblorosa—. Tiene un restaurante en el piso cuarenta y uno. Solo es para socios. Suelo usarlo cuando quiero negociar contratos importantes y evitar el espionaje corporativo. Te espero ahí hoy a las nueve de la noche.Un segundo después tomaba su maletín ejecutivo y sin decir otra palabra dejaba a aquella chica aterrada y llena de dolor en la oficina llena de recuerdos de su padre.Recoger sus cosas en pequeñas cajas y sacarlas de allí fue una tortura para ella, pero alistarse para ir a encontrarse con aquel hombre lo fue aun más. Tuvo que hacer un esfuerzo para no alertar a su madre, así que con lágrimas de impotencia tuvo que tragarse su comida y su fingida preocupación por ella. To
CAPÍTULO 4. Momentos desesperados.Lo último que Lynett vio antes de ocultar el rostro entre las manos con desesperación fue a aquel hombre dejando el cuarto como si solo fuera ropa sucia lo que quedara detrás.Ni siquiera entendía lo que estaba pasando. Y si no lo entendía mucho menos podía dar explicaciones cuando llegó a su casa dos horas después.—¡¿Te crees que esta es hora de llegar?! —le espetó su madre reteniéndola del brazo antes de que subiera las escaleras—. ¡¿Dónde estabas, Lynnet, y con quién!? ¡Dime!—¡Déjame! ¡Donde yo esté no es tu problema!—¡No me respondas así, señorita! ¡Yo soy tu madre! —le gritó Florence y todo el dolor de Lynett estalló en una sola respuesta:—¡Pues para mucho te vale ser mi madre cuando tu amante te dice que me dejes en la calle! ¡¿No es cierto?!Lo siguiente que se escuchó fue el eco sordo de una bofetada y Lynnet ahogó un grito de incredulidad.—¡Maldit@ mocosa malagradecida! ¡Eres tan desentendida como tu hermana, que se largó en medio del f
CAPÍTULO 5. Un chantajeLos ojos de Lynett se abrieron desmesuradamente al ver aquel diario. ¡Aquello era una pesadilla! ¡Todo era una pesadilla!—¡Te estoy haciendo una pregunta! —la increpó Elijah furioso—. ¿¡Estás segura de que no quieres más!?La muchacha le arrebató el diario de las manos y leyó el artículo, sintiendo que aquel departamento comenzaba a dar vueltas a su alrededor.—No… ¡No, no no…! ¡Esto no puede estar pasando…! ¿Crees que yo…? ¡¿Cómo se te ocurre?! ¡Yo jamás…! —intentó defenderse y Elijah lo estrujó frente a sus ojos.—¿¡Tú no qué!? ¡¿No serías capaz de preparar una habitación de hotel?! ¡¿No serías capaz de seducirme?! ¡¿No tenías novio cuando me propusiste vernos fuera de la empresa?! —espetó con sarcasmo.—¡Eso no fue para seducirte, realmente necesitaba hablarte de la empresa, alguien estaba saboteando a mi padre! —le gritó Lynett—. ¡Yo no quería acostarme contigo… no tengo idea de quién me está haciendo estas cosas…! ¿¡Cómo crees que se me ocurriría hacer al
CAPÍTULO 6: Al borde de un escándaloLas flores eran blancas y hermosas también. El salón estaba lleno de fiesta, globos y sonrisas mientras su padre la felicitaba por terminar su primer año en la universidad. El señor Frederick había estado tan orgulloso de todas las grandes empresas que se peleaban por tenerla como pasante, que había hecho una fiesta en honor a su hija, la mejor de su clase; y Lynett se había sentido inmensamente feliz en ese momento,Pero aquella felicidad se había borrado pocas semanas después, en el mismo momento en que había visto a su chofer en la puerta del salón.—Lo siento mucho, señorita Evans… me ordenaron llevarla a casa. Su papá… su papá se murió.Las palabras del hombre habían hecho que se tambaleara.—No… No puede ser… no…Su familia era “distinguida e ideal”, pero tan falsa que le habían encargado darle aquella noticia a uno de los choferes de la casa.Los labios de Lynnet se habían separado, pero no había escuchado el grito que salió de ellos. ¡Su pa
CAPÍTULO 7. Una solución perfectaLas manos le temblaban, las puntas de sus dedos cosquilleaban como si toda la sangre se hubiera ido de su cuerpo, y estaba tan pálida que Elijah creyó que se desmayaría de un momento a otro.Entre las exclamaciones y felicitaciones de los invitados se excusó un momento con la justificación de ir a prepararse y empujó a Lynett, que trastabilló frente a él hasta una de las habitaciones privadas.—¡¿Te has vuel…?!—No, ni loco, y mucho menos idiota —siseó él—. Solo me estoy adelantando a los acontecimientos, ya sabes, hombre precavido vale por tres.—¡Tú no eres precavido, eres… eres…! —Los ojos de Lynett se llenaron de lágrimas—. ¡¿Cómo te atreviste a decir eso?! ¡Mi padre no te dio mi mano! —espetó con rabia y dolor.—Ni yo la hubiera aceptado, créeme, pero no voy a dejar que nadie me levante un escándalo solo porque una chica fácil como tú se me atraviese en el camino.—¡No te permito…!Pero lo cierto era que no tenía la fuerza. Lynett Evans ahogó un
CAPÍTULO 8. Una noche de bodasLa puerta de la casa donde había crecido estaba cerrada detrás de ella. Lo único que tenía ahora en el mundo estaba frente a ella y tenía cara de asesino en serio.—Sube —gruñó Elijah por lo bajo, abriendo la puerta, y Lynett sintió que no podía respirar mientras obedecía y aquella limusina comenzaba a moverse.Ni siquiera sabía a dónde iba, pero no pudo evitar la sorpresa cuando el ascensor de aquel estacionamiento se abrió a la suite presidencial del hotel Pioggi.—¡Feliz noche de bodas, querida! —siseó Elijah con sarcasmo y Lynett se quedó paralizada en medio de la habitación.—No… ¡No, no no…!—¿No qué, amor? ¿No quieres terminar lo que empezaste en este mismo hotel hace algunas noches? —gruñó Elijah quitándose la pajarita y las mancuernillas con un gesto que estremeció a Lynett.—¡Yo no empecé nada! ¡Yo no sabía… estaba…!—Muy subida, ya lo sé, pero te garantizo que bien sobria es como se disfruta más.Lynett trató de darse la vuelta y escapar, pero
CAPÍTULO 9. Mala cocinera, mala amante, mala esposaElijah apretó los dientes como si la sola pregunta lo ofendiera.—¿Por qué te estoy haciendo esto? —siseó—. ¿Crees que soy tan fácil de manipular? —Por un momento pensó en soltarle todo lo que pensaba, pero no estaba dispuesto a darle el beneficio de la justificación—. Hay toallas de papel en la cocina para que te limpies las maldit@s lágrimas de cocodrilo. Yo tengo que irme a trabajar.Lynett se cubrió la acra con las manos después del portazo y miró alrededor, desesperada. Su primer instinto era escapar de allí, pero sabía que no podía en aquellas fachas, así que terminó llamando a su madre para pedir que le mandara al menos una maleta de ropa y su auto.—¿Ni eso le puedes sacar? ¿En serio? —escupió Florence con fastidio, pero media hora después uno de los sirvientes de la mansión Evans tocaba a la puerta del departamento.Llevaba una pequeña maleta y las llaves del coche de Lynett, pero en cuanto la muchacha trató de abrir la puer