CAPÍTULO 8. Una noche de bodasLa puerta de la casa donde había crecido estaba cerrada detrás de ella. Lo único que tenía ahora en el mundo estaba frente a ella y tenía cara de asesino en serio.—Sube —gruñó Elijah por lo bajo, abriendo la puerta, y Lynett sintió que no podía respirar mientras obedecía y aquella limusina comenzaba a moverse.Ni siquiera sabía a dónde iba, pero no pudo evitar la sorpresa cuando el ascensor de aquel estacionamiento se abrió a la suite presidencial del hotel Pioggi.—¡Feliz noche de bodas, querida! —siseó Elijah con sarcasmo y Lynett se quedó paralizada en medio de la habitación.—No… ¡No, no no…!—¿No qué, amor? ¿No quieres terminar lo que empezaste en este mismo hotel hace algunas noches? —gruñó Elijah quitándose la pajarita y las mancuernillas con un gesto que estremeció a Lynett.—¡Yo no empecé nada! ¡Yo no sabía… estaba…!—Muy subida, ya lo sé, pero te garantizo que bien sobria es como se disfruta más.Lynett trató de darse la vuelta y escapar, pero
CAPÍTULO 9. Mala cocinera, mala amante, mala esposaElijah apretó los dientes como si la sola pregunta lo ofendiera.—¿Por qué te estoy haciendo esto? —siseó—. ¿Crees que soy tan fácil de manipular? —Por un momento pensó en soltarle todo lo que pensaba, pero no estaba dispuesto a darle el beneficio de la justificación—. Hay toallas de papel en la cocina para que te limpies las maldit@s lágrimas de cocodrilo. Yo tengo que irme a trabajar.Lynett se cubrió la acra con las manos después del portazo y miró alrededor, desesperada. Su primer instinto era escapar de allí, pero sabía que no podía en aquellas fachas, así que terminó llamando a su madre para pedir que le mandara al menos una maleta de ropa y su auto.—¿Ni eso le puedes sacar? ¿En serio? —escupió Florence con fastidio, pero media hora después uno de los sirvientes de la mansión Evans tocaba a la puerta del departamento.Llevaba una pequeña maleta y las llaves del coche de Lynett, pero en cuanto la muchacha trató de abrir la puer
CAPÍTULO 10. ¿Hasta dónde llega tu crueldad?—¿Nombre?... ¡Señorita!La pregunta hizo que la muchacha levantara la cabeza, enfocándose de nuevo.—¡Sí! ¡Lo siento! Lynett Evans.La mujer volvió a teclear y negó rotundamente.—Lo lamento, pero no podemos otorgarle una habitación en la residencia.—Entiendo que debí solicitarla a inicio del curso pero…—No es eso —la interrumpió la administradora—. El tiempo de la solicitud es lo de menos, simplemente no puedo darle un cuarto a alguien que no estudia en esta universidad.Lynett abrió mucho los ojos al escuchar aquello.—No… ¡No no no no eso tiene que ser un error! ¡Yo estudio aquí! ¡Tengo… tengo mi credencial de estudiante, mire, me la dieron aquí! ¡Me la dieron aquí! —exclamó Lynett desesperada.—Sí, lo sé, pero el término correcto es “estudiaba”, hasta esta mañana, cuando su colegiatura fue cancelada —sentenció la mujer mirando su computadora.Lynett sintió que el mundo le daba vueltas.—Es que no puede… no puede ser…Pero sí podía ser
CAPÍTULO 11. Una empleada desagradableLynett estaba tan aterrada que no recordaba jamás haber temblado tanto. Salió del auto con las manos arriba y suplicándole a Dios que no la dejara morir esa noche. Sintió las manos del policía palpando su cuerpo en busca de armas y se le revolvió el estómago cuando lo sintió pegarse a su espalda para esposarle las manos.—¡Yo no he bebido! ¡No estoy ebria! ¡Por favor hágame la prueba! —suplicó ella pero el policía le mostró el aparato ya con una alta graduación.—¡Pues esto dice que sí, bonita! ¡Así que te espera una linda noche tras las rejas! —siseó el hombre y la muchacha sabía que si solo se le ocurría forcejear las cosas serían mucho peores.El alma le dolía mientras la sentaban a un costado de aquel escritorio en la comisaría dos horas después y una mujer con mal carácter la fichaba.—¡Por favor, se lo ruego, hágame la prueba aquí… hágamela otra vez, le juro que no estoy ebria! —le dijo pero era como pedirle piedad a una pared.La hicieron
CAPÍTULO 12. Todas las puertas cerradas“Castigar”Esa era la palabra correcta. Elijah estaba tratando de castigarla, porque un beso no podía ser más violento y menos dulce que aquel, y aun así cada centímetro en la piel de Lynett se estremecía.La boca de Elija gobernaba la suya con una pasión que no había conocido antes, y que difícilmente conocería después, porque no creía que nadie llegara a odiarla tanto. Su lengua era demandante y precisa, y cada roce de sus manos hacía que el cuerpo de la muchacha reaccionara.No quería. Pero de no querer a no sentir había un abismo infinito, lleno de calor y de deseo, y Lynett no podía evitar reaccionar a él.Tenía sus dedos enredados en el cabello de la nuca, mientras la otra mano acariciaba uno de sus pechos sobre el borde suave del brasier. Su aliento era delicioso y pesado, sus dientes mordían cuando menos lo esperaba y la respiración de los dos se hacía más rápida y entrecortada cuando más intentaba ella resistirse.—¡Déjame…! ¡Déjame! —g
CAPÍTULO 13. Malas referencias—¿Quieres repetir eso? —Elijah saltó como si le hubieran pinchado el trasero con un florete en el momento en que su secretaria le dio el aviso.—Que alguien está pidiendo referencias laborales de la señora Lynett —repitió la asistente—. No me han dicho de dónde es pero…—Páseme la llamada —ordenó Elijah con tono hosco y trató de suavizarlo en el momento en que tuvo que saludar—. Habla Elijah Vanderwood, de la Transportadora EVANET &Co, ¿cómo puedo ayudarlo?“Señor Vanderwood, estoy buscando referencias de la señora Lynett Evans. ¿Puede darme alguna información sobre ella como trabajadora?”, preguntó Kenneth McGregor y Elijah ahogó un gruñido de frustración, sabiendo que eso solo podía ser porque ella había ido a pedir trabajo.—Se lo resumo en una palabra: conflictiva. Nadie debería contratar a esa mujer jamás. Es un dolor de cabeza. ¿Algo más que quiera saber? —espetó.El silencio fue intenso mientras Kenneth McGregor evaluaba aquella respuesta y luego
CAPÍTULO 14. Un rostro conocidoLynett se sentó detrás de aquel escritorio y trató de dominar le dolor que sentía por no poder estar en aquel momento en la empresa de su padre, ayudando a mantenerla en pie como solía hacer cuando él estaba vivo.En cambio no tenía más remedio que asumir la responsabilidad en otra, porque Elijah Vanderwood no le permitía poner un pie en la transportadora.Abrió el expediente y vio un contrato.—¿Qué servicio necesita para esto, señor McGregor? —preguntó—. ¿Traducción? ¿Transcripción?—Más bien una especie de… valoración. Solo léase ese contrato y dígame qué le parece. Estamos tratando de pactar con una transportadora y creo que usted tiene experiencia en esa área —sentenció su jefe e inmediatamente la dejó sola.Lynett respiró profundo y sacó el contrato, leyéndolo una y otra vez. Los nombres de la empresa a contratar estaban tachados, y Lynett sabía que era procedimiento estándar para que los analistas no se dejaran influenciar por información externa
CAPÍTULO 15. Un último intento—¡¿Qué demonios está haciendo ella aquí?! —La voz cascada y molesta de Edgar Masrani sobresaltó a todos, y Lynett retrocedió instintivamente; un gesto que sin dudas no le pasó desapercibido a su jefe.—La señora Evans es empleada en esta empresa… —empezó a decir McGregor y ñla carcajada de Edgar lo calló.—¡Vaya! ¡Eso sí que no lo esperaba! ¡De heredera a toma—nota! ¡Qué bajo caíste, Lynett! —siseó Edgar en su dirección, pero apenas la muchacha intentó retroceder, su jefe la tomó con fuerza de la muñeca y la hizo sentarse junto a él en la mesa de juntas.—Me parece que lo que usted piense de mis empleadas no es asunto de nadie aquí, señor Masrani. Así que ¿qué le parece si nos limitamos a discutir las condiciones del contrato?Pero aunque la atención de Kenneth McGregor estaba en los negocios, era imposible no darse cuenta de que la de Edgar estaba en el odio que sentía hacia Lynett. Finalmente lanzó el contrato sobre la mesa con una mueca negativa.—Ell