CAPÍTULO 6: Al borde de un escándalo
Las flores eran blancas y hermosas también. El salón estaba lleno de fiesta, globos y sonrisas mientras su padre la felicitaba por terminar su primer año en la universidad. El señor Frederick había estado tan orgulloso de todas las grandes empresas que se peleaban por tenerla como pasante, que había hecho una fiesta en honor a su hija, la mejor de su clase; y Lynett se había sentido inmensamente feliz en ese momento,
Pero aquella felicidad se había borrado pocas semanas después, en el mismo momento en que había visto a su chofer en la puerta del salón.
—Lo siento mucho, señorita Evans… me ordenaron llevarla a casa. Su papá… su papá se murió.
Las palabras del hombre habían hecho que se tambaleara.
—No… No puede ser… no…
Su familia era “distinguida e ideal”, pero tan falsa que le habían encargado darle aquella noticia a uno de los choferes de la casa.
Los labios de Lynnet se habían separado, pero no había escuchado el grito que salió de ellos. ¡Su padre estaba muerto! ¡Su papá estaba muerto! Solo había dolor allí, dolor y oscuridad. Una que no desaparecería hasta que se había desmayado en los brazos de aquel hombre.
Podía parecer trágico que un mínimo de atención le hubiera llenado el corazón de calidez, pero Lynett jamás había recibido amor más que de la persona que estaba en un ataúd, así que por pocas horas, breves, la calidez de Elijah Vanderwood había significado mucho… al menos hasta que había despertado junto a él, desnuda en una cama en el mismo hotel que estaban ahora.
Se llevó las manos a la cabeza, dándose cuenta de que estaba a punto de quebrarse.
—¿Qué significa esto, Elijah? —preguntó aturdida, llamándolo por su nombre por primera vez mientras él le hacía un gesto a una organizadora para que se acercara.
—Se llama contención de daños —siseó él—. Vamos a dar una conferencia de prensa.
Florence achicó los ojos y se acercó a él.
—¿Disculpe? ¿Conferencia de prensa?
—Elijah, ¿qué vas a hacer… qué está pasando, qué vas a hacer? —susurró Lynett sosteniéndolo por el traje.
—Mi asistente las llevará a cambiarse. Tienen cinco minutos —sentenció él sin responder a su pregunta y les dio la espalda para irse a saludar a algunos invitados.
Florence acarició el celular dentro de su cartera, imaginando que aquella conferencia de prensa tenía la intención de desmentir el escándalo… ¡solo quería ver cómo planeaba el magnate salir limpio de todo aquello!
Lynnet, por su parte, trastabilló hasta una habitación privada y ni siquiera fue capaz de protestar mientras la ayudaban a ponerse un lindo vestido color plata.
Los últimos días habían sido una vorágine de dolor para ella. Su padre estaba muerto. Su hermana la había abandonado y su madre estaba más que dispuesta a sacrificarla para quedarse con todo el dinero de su padre...
Pero ahora estaba allí, en un hotel lujoso, en una conferencia de prensa y sin entender por qué.
—¿Qué va a hacer? ¡Dios! ¡¿Qué va a hacer?! —susurró desesperada.
Las lágrimas rodaron desde sus ojos al pensar en lo que pasaría si aquel escándalo se desataba. Esas fotos… ¡Ella aparecía desnuda en esas fotos! ¿Qué diablos podían hacer para compensar lo que estaba pasando?
“Sé fuerte, Lynett, sé fuerte…”, sollozó sin poder evitarlo, pero un segundo después la lanzaban afuera, al gran salón.
—¿Qué va a hacer… qué va a decir…? —murmuró para sí misma.
“Si esa noticia sale… ¡si esa noticia sale me echarán de la universidad! ¡Dios mío! ¡Esto no puede estar pasando! Él tiene que arreglarlo… verdad… Él puede arreglarlo, es un hombre inteligente, él… ¡él va a arreglarlo!”, pensó mientras miraba alrededor y veía la expresión sagaz de su madre, enfundada en un vestido verde aceituna.
Se pegó a la pared del fondo y trató de sostenerse. Él era un gran magnate, sabía manejar siatuaciones difíciles, aunque fuera con reuniones extrañas como aquella ¿verdad? Vio a Elijah caminar entre todos aquellos invitados, saludándolos hasta que llegó al pequeño podio.
Se inclinó sobre él y aquel discurso que pretendía ser muy breve comenzó:
—Queridos amigos. Les agradezco muchísimo a todos que se hayan tomado un receso inesperado en sus agitadas vidas para unirse a mí el día de hoy… —comenzó y la voz risueña del alcalde se encargó de interrumpirlo.
—¿Y qué esperabas que hiciéramos, muchacho? ¡Donde un Vanderwood manda la gente corre a obedecer! —rio y todos lo corearon.
—Y se lo agradezco infinitamente, señor Alcalde, porque ya que la mayoría de mi propia familia no ha podido llegar para apoyarme, su presencia aquí hoy es invaluable para mí. —Se detuvo en una dramática pausa y todos le prestaron atención. El salón estaba tan expectante que no se escuchaba ni el vuelo de una mosca.
—Todos saben que hace poco la tragedia sacudió nuestras vidas cuando perdimos a un miembro invaluable de nuestra comunidad, Frederick Evans —pronunció y los ojos de Lynnet se llenaron de lágrimas—. Yo no tuve la fortuna de conocerlo por mucho tiempo, pero alcanzó para que conociera a su posesión más valiosa y les aseguro que no era su empresa, sino su hija: Lynett Evans.
Elijah tendió una mano hacia ella y la muchacha ahogó un gemido cuando los reflectores la enfocaron.
“¿Qué haces…? ¡¿Qué haces…?!”, se asustó.
—Lynett. ¿Puedes acercarte, por favor?
Con un nudo en la garganta la chica atravesó el enorme salón para llegar a él, pero a medida que avanzaba los murmullos fueron creciendo a su alrededor. Todos miraban a sus celulares, susurrándose unos a otros o enviándose los enlaces de la noticia que acababa de estallar en las redes sociales.
—¿Ya vieron esto…?
—¿Este es el anuncio…?
—¡Y nosotros somos los invitados…!
—¡Por Dios, esto sí que es un honor…!
—¡Somos los invitados…!
—¡Esto es demasiado impactante…!
—¡No lo puedo creer…!
Lynnet frunció el ceño mientras Elijah tomaba su mano y tiraba de ella hacia su cuerpo, y sus siguientes palabras la dejaron petrificada.
—¡Queridos amigos y amigas! ¡Veo que ya han visto la noticia! —exclamó levantando una copa de champaña mientras todos los invitados hacían lo mismo—. Le prometí a Frederick que cuidaría de su bien más amado, por eso me vendió la mitad de la empresa… y me concedió la mano de su hija. ¡Así que a pesar del dolor de su pérdida estoy aquí para honrar esa promesa! ¡Bienvenidos a nuestra boda!
Los gritos de felicitación y el choque de las copas, y sobre todo la escandalosa música de los violines acallaron la sorpresa y la consternación de Lynett cuando se giró hacia él.
—¡¿Estás loco?! ¡¿Qué haces…?! —intentó soltarse, pero para su eterno terror el brazo de Elijah la apretó por la cintura con fuerza, hasta hacerle daño.
—¡Me tendiste una trampa —siseó él con fiereza, tapando el micrófono con una mano para que nadie más que ella pudiera escucharlo—, pero te aseguro que el único que va a ganar con esto soy yo! ¿Me quieres? ¡Bien! ¡Espero que estés dispuesta a pagar el precio porque ser mi esposa no será agradable! ¡Bienvenida a mi infierno… Lyn!
CAPÍTULO 7. Una solución perfectaLas manos le temblaban, las puntas de sus dedos cosquilleaban como si toda la sangre se hubiera ido de su cuerpo, y estaba tan pálida que Elijah creyó que se desmayaría de un momento a otro.Entre las exclamaciones y felicitaciones de los invitados se excusó un momento con la justificación de ir a prepararse y empujó a Lynett, que trastabilló frente a él hasta una de las habitaciones privadas.—¡¿Te has vuel…?!—No, ni loco, y mucho menos idiota —siseó él—. Solo me estoy adelantando a los acontecimientos, ya sabes, hombre precavido vale por tres.—¡Tú no eres precavido, eres… eres…! —Los ojos de Lynett se llenaron de lágrimas—. ¡¿Cómo te atreviste a decir eso?! ¡Mi padre no te dio mi mano! —espetó con rabia y dolor.—Ni yo la hubiera aceptado, créeme, pero no voy a dejar que nadie me levante un escándalo solo porque una chica fácil como tú se me atraviese en el camino.—¡No te permito…!Pero lo cierto era que no tenía la fuerza. Lynett Evans ahogó un
CAPÍTULO 8. Una noche de bodasLa puerta de la casa donde había crecido estaba cerrada detrás de ella. Lo único que tenía ahora en el mundo estaba frente a ella y tenía cara de asesino en serio.—Sube —gruñó Elijah por lo bajo, abriendo la puerta, y Lynett sintió que no podía respirar mientras obedecía y aquella limusina comenzaba a moverse.Ni siquiera sabía a dónde iba, pero no pudo evitar la sorpresa cuando el ascensor de aquel estacionamiento se abrió a la suite presidencial del hotel Pioggi.—¡Feliz noche de bodas, querida! —siseó Elijah con sarcasmo y Lynett se quedó paralizada en medio de la habitación.—No… ¡No, no no…!—¿No qué, amor? ¿No quieres terminar lo que empezaste en este mismo hotel hace algunas noches? —gruñó Elijah quitándose la pajarita y las mancuernillas con un gesto que estremeció a Lynett.—¡Yo no empecé nada! ¡Yo no sabía… estaba…!—Muy subida, ya lo sé, pero te garantizo que bien sobria es como se disfruta más.Lynett trató de darse la vuelta y escapar, pero
CAPÍTULO 9. Mala cocinera, mala amante, mala esposaElijah apretó los dientes como si la sola pregunta lo ofendiera.—¿Por qué te estoy haciendo esto? —siseó—. ¿Crees que soy tan fácil de manipular? —Por un momento pensó en soltarle todo lo que pensaba, pero no estaba dispuesto a darle el beneficio de la justificación—. Hay toallas de papel en la cocina para que te limpies las maldit@s lágrimas de cocodrilo. Yo tengo que irme a trabajar.Lynett se cubrió la acra con las manos después del portazo y miró alrededor, desesperada. Su primer instinto era escapar de allí, pero sabía que no podía en aquellas fachas, así que terminó llamando a su madre para pedir que le mandara al menos una maleta de ropa y su auto.—¿Ni eso le puedes sacar? ¿En serio? —escupió Florence con fastidio, pero media hora después uno de los sirvientes de la mansión Evans tocaba a la puerta del departamento.Llevaba una pequeña maleta y las llaves del coche de Lynett, pero en cuanto la muchacha trató de abrir la puer
CAPÍTULO 10. ¿Hasta dónde llega tu crueldad?—¿Nombre?... ¡Señorita!La pregunta hizo que la muchacha levantara la cabeza, enfocándose de nuevo.—¡Sí! ¡Lo siento! Lynett Evans.La mujer volvió a teclear y negó rotundamente.—Lo lamento, pero no podemos otorgarle una habitación en la residencia.—Entiendo que debí solicitarla a inicio del curso pero…—No es eso —la interrumpió la administradora—. El tiempo de la solicitud es lo de menos, simplemente no puedo darle un cuarto a alguien que no estudia en esta universidad.Lynett abrió mucho los ojos al escuchar aquello.—No… ¡No no no no eso tiene que ser un error! ¡Yo estudio aquí! ¡Tengo… tengo mi credencial de estudiante, mire, me la dieron aquí! ¡Me la dieron aquí! —exclamó Lynett desesperada.—Sí, lo sé, pero el término correcto es “estudiaba”, hasta esta mañana, cuando su colegiatura fue cancelada —sentenció la mujer mirando su computadora.Lynett sintió que el mundo le daba vueltas.—Es que no puede… no puede ser…Pero sí podía ser
CAPÍTULO 11. Una empleada desagradableLynett estaba tan aterrada que no recordaba jamás haber temblado tanto. Salió del auto con las manos arriba y suplicándole a Dios que no la dejara morir esa noche. Sintió las manos del policía palpando su cuerpo en busca de armas y se le revolvió el estómago cuando lo sintió pegarse a su espalda para esposarle las manos.—¡Yo no he bebido! ¡No estoy ebria! ¡Por favor hágame la prueba! —suplicó ella pero el policía le mostró el aparato ya con una alta graduación.—¡Pues esto dice que sí, bonita! ¡Así que te espera una linda noche tras las rejas! —siseó el hombre y la muchacha sabía que si solo se le ocurría forcejear las cosas serían mucho peores.El alma le dolía mientras la sentaban a un costado de aquel escritorio en la comisaría dos horas después y una mujer con mal carácter la fichaba.—¡Por favor, se lo ruego, hágame la prueba aquí… hágamela otra vez, le juro que no estoy ebria! —le dijo pero era como pedirle piedad a una pared.La hicieron
CAPÍTULO 12. Todas las puertas cerradas“Castigar”Esa era la palabra correcta. Elijah estaba tratando de castigarla, porque un beso no podía ser más violento y menos dulce que aquel, y aun así cada centímetro en la piel de Lynett se estremecía.La boca de Elija gobernaba la suya con una pasión que no había conocido antes, y que difícilmente conocería después, porque no creía que nadie llegara a odiarla tanto. Su lengua era demandante y precisa, y cada roce de sus manos hacía que el cuerpo de la muchacha reaccionara.No quería. Pero de no querer a no sentir había un abismo infinito, lleno de calor y de deseo, y Lynett no podía evitar reaccionar a él.Tenía sus dedos enredados en el cabello de la nuca, mientras la otra mano acariciaba uno de sus pechos sobre el borde suave del brasier. Su aliento era delicioso y pesado, sus dientes mordían cuando menos lo esperaba y la respiración de los dos se hacía más rápida y entrecortada cuando más intentaba ella resistirse.—¡Déjame…! ¡Déjame! —g
CAPÍTULO 13. Malas referencias—¿Quieres repetir eso? —Elijah saltó como si le hubieran pinchado el trasero con un florete en el momento en que su secretaria le dio el aviso.—Que alguien está pidiendo referencias laborales de la señora Lynett —repitió la asistente—. No me han dicho de dónde es pero…—Páseme la llamada —ordenó Elijah con tono hosco y trató de suavizarlo en el momento en que tuvo que saludar—. Habla Elijah Vanderwood, de la Transportadora EVANET &Co, ¿cómo puedo ayudarlo?“Señor Vanderwood, estoy buscando referencias de la señora Lynett Evans. ¿Puede darme alguna información sobre ella como trabajadora?”, preguntó Kenneth McGregor y Elijah ahogó un gruñido de frustración, sabiendo que eso solo podía ser porque ella había ido a pedir trabajo.—Se lo resumo en una palabra: conflictiva. Nadie debería contratar a esa mujer jamás. Es un dolor de cabeza. ¿Algo más que quiera saber? —espetó.El silencio fue intenso mientras Kenneth McGregor evaluaba aquella respuesta y luego
CAPÍTULO 14. Un rostro conocidoLynett se sentó detrás de aquel escritorio y trató de dominar le dolor que sentía por no poder estar en aquel momento en la empresa de su padre, ayudando a mantenerla en pie como solía hacer cuando él estaba vivo.En cambio no tenía más remedio que asumir la responsabilidad en otra, porque Elijah Vanderwood no le permitía poner un pie en la transportadora.Abrió el expediente y vio un contrato.—¿Qué servicio necesita para esto, señor McGregor? —preguntó—. ¿Traducción? ¿Transcripción?—Más bien una especie de… valoración. Solo léase ese contrato y dígame qué le parece. Estamos tratando de pactar con una transportadora y creo que usted tiene experiencia en esa área —sentenció su jefe e inmediatamente la dejó sola.Lynett respiró profundo y sacó el contrato, leyéndolo una y otra vez. Los nombres de la empresa a contratar estaban tachados, y Lynett sabía que era procedimiento estándar para que los analistas no se dejaran influenciar por información externa