CAPÍTULO 15. Un último intento—¡¿Qué demonios está haciendo ella aquí?! —La voz cascada y molesta de Edgar Masrani sobresaltó a todos, y Lynett retrocedió instintivamente; un gesto que sin dudas no le pasó desapercibido a su jefe.—La señora Evans es empleada en esta empresa… —empezó a decir McGregor y ñla carcajada de Edgar lo calló.—¡Vaya! ¡Eso sí que no lo esperaba! ¡De heredera a toma—nota! ¡Qué bajo caíste, Lynett! —siseó Edgar en su dirección, pero apenas la muchacha intentó retroceder, su jefe la tomó con fuerza de la muñeca y la hizo sentarse junto a él en la mesa de juntas.—Me parece que lo que usted piense de mis empleadas no es asunto de nadie aquí, señor Masrani. Así que ¿qué le parece si nos limitamos a discutir las condiciones del contrato?Pero aunque la atención de Kenneth McGregor estaba en los negocios, era imposible no darse cuenta de que la de Edgar estaba en el odio que sentía hacia Lynett. Finalmente lanzó el contrato sobre la mesa con una mueca negativa.—Ell
CAPÍTULO 16. Solo soy una cosa ¡Era una zorra traicionera! ¡Justo como el resto de las mujeres de su clase! Elijah lo sabía muy bien, porque a él lo había criado una mujer sin moral, sin principios, arribista y aprovechada, ambiciosa al punto de engañar, y mentir y destruir; desalmada al punto de intentar asesinar a la persona que más quería en el mundo. La expresión de Elijah era tan cruel que la recepcionista balbuceó con miedo y en pocos minutos ya le estaba consiguiendo una mesa. Al entrar al salón él miró alrededor y localizó a su esposa. Señalándole a la recepcionista el privado que estaba justo detrás y que era donde quería sentarse. “¡Es que hay que ser muy hija de puta para estar poniéndome los cuernos con el infeliz de Edgar después de que se la tuve que quitar de las manos!”, pensó furioso. Sin embargo para su sorpresa, cuando tuvo una buena vista de aquella mesa Elijah se dio cuenta de que la persona que estaba sentada frente a Lynett no era precisamente Edgar Masrani,
CAPÍTULO 17. Encima de cornudo…Los ojos de Lynett era un par de espejos llenos de miedo mientras se llenaban de lágrimas.Literalmente lo único bueno de estar casada con Elijah Vanderwood era que por fin la pesadilla con Edgar Masrani había terminado. Su madre se lo había impuesto hacía cuatro meses con el pretexto de que era un buen partido y tenía que aceptarlo, pero para Lynett solo era un hombre viejo en busca de una presa más joven, nada más.A sus cuarenta Edgar era impulsivo y violento, y con un rencor nato hacia su padre solo por vivir todavía y no dejarlo manejar la empresa familiar a su antojo. Pero como evidentemente no podía desquitarse con su padre a riesgo de perder su posición, Edgar era el tipo de cobarde que se desquitaba con cualquiera más débil que él, y por desgracia no solo en el plano psicológico.—¡Eres una maldit@ zorra! ¡¿Fuiste a hablar con mi padre?! ¡¿Tienes idea de lo que me dijo delante de mis hermanos?! ¡¿De cómo me humilló solo porque una estúpida como
CAPÍTULO 18. Una solución insoportableLynett retrocedió asustada cuando vio el titular en un blog de internet:“ADQUISICIONES AL DOS POR UNO. Elijah Vanderwood prueba la mercancía antes de comprarla”.Debajo, un artículo lleno de odio describía cómo Elijah se había aprovechado de la vulnerabilidad de la pobre Lynett Evans por la muerte de su padre para meterla en su cama, eso por supuesto con el único objetivo de adquirirla como un recurso más dentro de la empresa. Y por último el artículo era rematado con decenas de fotos de ellos, desnudos en aquella cama de hotel.Elijah vio aquella expresión de terror en sus ojos y por un segundo quiso creer que era sorpresa, que de verdad no sabía nada de aquello, pero la carga de desengaños que traía a cuestas desde hacía dos años solo lo hicieron caminar hasta ella y levantarla por el frente del pijama.—¡Habla! —rugió y la sintió temblar.—¡¿Y qué quieres que te diga?! ¡Yo no hice esto! —Los ojos de la muchacha se llenaron de lágrimas—. ¡Yo n
CAPÍTULO 19. Como si me quisierasFurioso no era la palabra. Elijah era el dragón en su peor fase en aquel momento, pero no le quedaba más remedio que pegar la maldit@ lista en su escritorio y cumplir con cada una de aquellas actividades.—¡Esta va a ser la semana del infierno! —gruñó con impotencia, pero para la hora de la comida se levantó con un gesto estoico y pasó por Lynett a su trabajo, que la lo estaba esperando en la salida para ir juntos al restaurante donde la publicista les había reservado para ese día.El nerviosismo se le notaba en el beso fugaz con que le respondió a Elijah al verlo, y este procuró hacer gala de caballerosidad sacando una silla para ella.El ambiente era tenso y silencioso, hasta que Lynett se acomodó en su silla y le sonrió con la mayor dulzura del mundo.—Nos están mirando —le dijo y Elijah hizo una mueca—. Un tipo con una cámara, está cruzando la calle.Él alargó una mano por encima de la mesa y tomó la de Lynett con un gesto mecánico.—Sonríeme como
CAPÍTULO 20. Una pesadillaPero ninguna de las dos cosas ayudaba. Aquel toque cálido y sensible había sobresaltado a Elijah, pero saber que la mano que lo acariciaba era la suya no haría que se moviera menos.—¿Qué estás haciendo, Lynett? Déjame —intentó refunfuñar, pero ella simplemente lo sujetó por el elástico del pantalón.—No te muevas, deja de ser tan odioso —gruñó entre dientes—. Solo estoy tratando de ayudarte. ¿O me vas a decir que no te duele?Elijah apretó los dientes, pero antes de abrir la boca para decir que prefería que le doliera, las manos de Lynett recorrieron todo su costado izquierdo, extendiendo aquella crema que empezaba siendo fría como un pedazo de hielo y luego iba tornándose caliente a medida que lo masajeaba.Era un odioso, cierto, pero relajarse solo hizo que el dolor aumentara y Elijah apoyó los puños en la encimera, inclinando la cabeza hacia adelante y dejándola hacer. Cinco minutos después los dedos de Lynett abandonaron su cuerpo y él se dio cuenta de
CAPÍTULO 21. Maldit@ tentación¿Gracioso? No, para nada. Y en los ojos de Elijah Vanderwood Lynett podía ver perfectamente lo poco que le agradaba aquello, así que literalmente su único consuelo era que ninguno de los dos lo iba a disfrutar.—Míralo por el lado bueno —siseó él—. Así aprovechas para comprar ropa decente para la entrevista.—¿No me dijiste que no me pagarías nada? —murmuró ella tratando de retroceder.—No te preocupes, ya buscaré la forma de que me lo devuelvas —gruñó Elijah y por un momento la vio apretar los labios.—Claro, descuéntamelo de mi salario de empleada desagradable… aunque no creo que me pagues tanto.Elijah abrió la boca pero ni un solo sonido salió de ella mientras la veía marcharse de su habitación con los puños apretados. Las reacciones eran lentas, pero eventualmente parecía que aquella mujer dejaba de llorar y empezaba a responder, y por contradictorio que pareciera, prefería una reacción real a las lágrimas de cocodrilo.Una hora después y tal como l
CAPÍTULO 22. Un hombre preparado—¡Para muy pronto! —La respuesta de Lynett provocó una sonrisa en el rostro de la presentadora, pero Elijah no tuvo tiempo de hacer ni siquiera un gesto de sorpresa—. No creo poder aguantarlo más de treinta años, aquí entre nosotras, es demasiado protestón.La audiencia comenzó a reír de inmediato y el ambiente se relajó tanto como era posible.—La razón por la que mi esposa no se ha cambiado el apellido es porque no lo necesita —agregó Elijah con firmeza—. No me necesita o tiene que estar a mi sombra para nada, es lo suficientemente inteligente como para conquistar cualquier puesto que quiera en cualquier empresa… aunque si le soy honesto… estoy a punto de ponerle guardaespaldas.—¡Uff! ¡¿Es celoso!? —se burló la periodista.—¡Como un perro de presa! —aseguró Lynett con un suspiro dramático y la periodista le hizo a Elijah dos o tres burlas más sobre la posesividad de los magnates texanos.Elijah hacía todo el esfuerzo del mundo por no parecer incómod