PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 68. Sé que tienes la radio encendidaLas risas tuvieron que contenerse y mucho, porque aunque Gabriella podía parecer que estaba haciendo un chiste, ella lo decía muy en serio y en cuanto vio la primera burla frunció el ceño.—¡Oigan, viejo también es bueno! —rezongó.—¡Y yo confirmo eso! —exclamó el señor Rufus.—Total que le gustan cosas de viejitos, así que si me voy a poner en plan romántica arrastrada...—¡Como babosa en tierra...!—¡Gracias señor Rufus no me ayude tanto! —suspiró la muchacha—. Entonces si me voy a poner a corretear al hombre, hay que reconocer que es viejito y le gustan cosas de viejitos. Quiero decir... ¡todavía oye la radio de su auto! ¿Quién oye la radio de su auto...?Sin embargo en solo cuestión de unos segundos, mientras todos la miraban, fue como si una lucecita se encendiera en su cabeza.—¡Necesitamos ayuda, urgente, sincronización, ubicación. ¡¿Dónde están ahora?! —exclamó y aquella banda de gallinas locas no tardó nada en sal
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 69. Te amoEra hermosa, tan hermosa que daba miedo, porque por más que Ranger quería imaginar que tenía algún tipo de control cuando se trataba de ella, hasta de ese corazón que Gabriella podía considerar demasiado oscuro, de ese mismo él estaba absolutamente enamorado.De sobra está decir que se llevó tres o cuatro gritos espantados de los chicos Vanderwood, que por supuesto querían llegar con sus esposas, ¡pero querían llegar vivos!Para las ocho de la noche, sin embargo, después de pasar medio camino haciendo pipí en botellas de agua porque Ranger era capaz de dispararle al que le dijera que tenía que parar, por fin llegaron a la hacienda de los Vanderwood.Nate, Elijah, Asher, Mathew y Sebastian, en ese orden exacto se bajaron directo a besar dramáticamente el suelo, mientras Ranger corría en la dirección que señalaban todos los dedos que se encontraba en el camino, porque sabían que no había que decirle ni una palabra, solo señalarle dónde estaba ella.—
PEQUEÑA REBELDE. EPÍLOGOCualquier persona en su sano juicio que conociera un poco las historias de los Vanderwood, podía maginar que no sería fácil en absoluto para una persona tan poco emocional como Gabriella, congeniar con gente tan efusiva como los Vanderwood. Pero quizás porque Ranger tenía razón y ella necesitaba más convivencia familiar, o quizás porque aquel caballo que el señor Rufus le había regalado era tan temperamental como ella, o quizás porque la diversidad de locuras era suficiente en aquel lugar... Pero lo cierto fue que dos meses después Gabriella eligió una de las universidades de Texas para estudiar Derecho, y medio año después se gritaba con los niños de la casa como si fuera otro de ellos porque ella tampoco quería estudiar, ¡pero todos tenían que hacerlo!Finalmente el señor Rufus insistió hasta el infinito en que Ranger construyera su casa dentro de la hacienda y para su sorpresa, de parte de Gabriella no encontró ni una sola objeción.Todo, absolutamente to
PEQUEÑA REBELDE. EXTRA.Ni siquiera valía la pena discutirlo: la señora Gabriella Wallis era una mujer de temer. Pero la señora Gabriella Wallis con dolores de parto era algo así como el dragón de aquel colgante que no se quitaba.—¡Rangeeeeeeeerrrrrrrrr! —gritó cuando una de las últimas contracciones la hizo apretar los puños hasta que los nudillos se le quedaron blancos.Y junto a ella su flamante... adorado...—¡¿Cuándo carajos te vas a casar conmigo?! —reclamó y Ranger a su lado puso los ojos más grandes que los de un avestruz sobresaltado.—¡¿Eh!? —murmuró aturdido—. ¿¡Ca... casarnos...?!—¡Pues sí, casarnos, tarado! ¡Estoy a punto de tener a tu hijo y no has hecho de mí una mujer decente! —le gritó mientras respiraba pesadamente esperando la siguiente contracción, que no tardó en llegar.—¡Pero cosita! ¡¿Y yo cómo iba a saber que tú querías casarte!? ¡Si es que tú siempre vas contra el tráfico! ¡Eres una rebelde...!—¡RANGER!—¡Pero eres la mía! —aseguró él inclinándose para bes
CAPÍTULO 1. Corazones impurosElijah Vanderwood caminaba por su departamento como un león enjaulado, y de cuando en cuando sus ojos se fijaban en aquella impresión del periódico The New York Times sobre su encimera. La fecha era dentro de tres días, así que era una amenaza evidente de cuándo y dónde se publicaría la noticia.En la primera plana aparecía una foto suya, o mejor dicho, ¡una foto de los dos! de él y de Lynett Evans, desnudos y dormidos en aquel cuarto de hotel. Y sobre ella un titular en grandes letras negras:“ESCÁNDALO: El CEO Elijah Vanderwood abusa de la dulce e inocente Lynett Evans… a menos de dos días de la muerte de su padre”.Justo sobre el titular, escrito a mano y con tinta roja había una dirección de correo postal y una cifra: Trescientos mil USD.¡Entonces era un chantaje!Y Elijah no pudo evitar la rabia al recordar cómo había ido directo a una trampa en los últimos días.TRES DÍAS ANTES—¡Ayuda! ¡Necesitamos ayuda aquí!Aquel grito desde la sala de juntas a
CAPÍTULO 2. Una buena actriz **** —No vuelvas por mí —dijo Elijah tomando la mano de aquella mujer y quitándole el anillo de pedida. —¿Qué…? —La expresión horrorizada en los ojos de su novia le punzó el corazón—. ¡¿Elijah de qué hablas?! —Estoy cancelando nuestro compromiso, Joss. Ya no nos vamos a casar. Se marchó y tras él los gritos de aquella mujer con el corazón roto le hirieron los oídos. —¡Elijah! ¡Dijiste que nos casaríamos, no puedes abandonarme! ¡Elijah vuelve, maldit@ sea! ¡Elijah! **** —¡Elijah! —El grito de su hermano lo lanzó de la cama con una maldición, dándose cuenta de que todo era un sueño, o mejor dicho, un recuerdo de hacía tres meses. Se puso un pantalón y salió de su cuarto para encontrarse a Sebastian en la cocina, dando vueltas de un lado a otro con preocupación. —Investigué lo que me pediste —fue el saludo de su hermano—. Tenías razón, la señora Evans te puede dar pelea. El trato que hiciste con Frederick para que no metiera las narices en la preside
CAPÍTULO 3. Una trampaLynett sentía que el corazón se le saldría del pecho mientras veía el rostro impávido de aquel magnate. Sabía muy bien que estaba valorando si debía darle o no la oportunidad de hablar.—Muy bien —declaró Elijah como una sentencia—. ¿Conoces el hotel Pioggi? —La vio asentir un poco temblorosa—. Tiene un restaurante en el piso cuarenta y uno. Solo es para socios. Suelo usarlo cuando quiero negociar contratos importantes y evitar el espionaje corporativo. Te espero ahí hoy a las nueve de la noche.Un segundo después tomaba su maletín ejecutivo y sin decir otra palabra dejaba a aquella chica aterrada y llena de dolor en la oficina llena de recuerdos de su padre.Recoger sus cosas en pequeñas cajas y sacarlas de allí fue una tortura para ella, pero alistarse para ir a encontrarse con aquel hombre lo fue aun más. Tuvo que hacer un esfuerzo para no alertar a su madre, así que con lágrimas de impotencia tuvo que tragarse su comida y su fingida preocupación por ella. To
CAPÍTULO 4. Momentos desesperados.Lo último que Lynett vio antes de ocultar el rostro entre las manos con desesperación fue a aquel hombre dejando el cuarto como si solo fuera ropa sucia lo que quedara detrás.Ni siquiera entendía lo que estaba pasando. Y si no lo entendía mucho menos podía dar explicaciones cuando llegó a su casa dos horas después.—¡¿Te crees que esta es hora de llegar?! —le espetó su madre reteniéndola del brazo antes de que subiera las escaleras—. ¡¿Dónde estabas, Lynnet, y con quién!? ¡Dime!—¡Déjame! ¡Donde yo esté no es tu problema!—¡No me respondas así, señorita! ¡Yo soy tu madre! —le gritó Florence y todo el dolor de Lynett estalló en una sola respuesta:—¡Pues para mucho te vale ser mi madre cuando tu amante te dice que me dejes en la calle! ¡¿No es cierto?!Lo siguiente que se escuchó fue el eco sordo de una bofetada y Lynnet ahogó un grito de incredulidad.—¡Maldit@ mocosa malagradecida! ¡Eres tan desentendida como tu hermana, que se largó en medio del f