CAPÍTULO 2. Una buena actriz
****
—No vuelvas por mí —dijo Elijah tomando la mano de aquella mujer y quitándole el anillo de pedida.
—¿Qué…? —La expresión horrorizada en los ojos de su novia le punzó el corazón—. ¡¿Elijah de qué hablas?!
—Estoy cancelando nuestro compromiso, Joss. Ya no nos vamos a casar.
Se marchó y tras él los gritos de aquella mujer con el corazón roto le hirieron los oídos.
—¡Elijah! ¡Dijiste que nos casaríamos, no puedes abandonarme! ¡Elijah vuelve, maldit@ sea! ¡Elijah!
****
—¡Elijah! —El grito de su hermano lo lanzó de la cama con una maldición, dándose cuenta de que todo era un sueño, o mejor dicho, un recuerdo de hacía tres meses.
Se puso un pantalón y salió de su cuarto para encontrarse a Sebastian en la cocina, dando vueltas de un lado a otro con preocupación.
—Investigué lo que me pediste —fue el saludo de su hermano—. Tenías razón, la señora Evans te puede dar pelea. El trato que hiciste con Frederick para que no metiera las narices en la presidencia de la empresa se invalidó en el mismo segundo en que murió. Ahora casi todas sus acciones restantes las heredó su mujer, y la hija en una pequeña medida.
Elijah golpeó la encimera con un gesto de frustración.
—¿Me llevan ventaja? —preguntó.
—Con las acciones de la hija, sí —respondió Sebastian—. A menos que la pongas de tu parte, la señora Florence Evans puede hacerse con la presidencia de la empresa y joderte todos los planes que tenías para la transportadora.
—¡Maldición! ¡Son doscientos millones invertidos, Sebastian! ¡No puedo darme el lujo de perder eso!
Su hermano se encogió de hombros, pero los dos sabían muy bien lo que el otro estaba pensando:
—Pues tal como están las cosas, parece que la clave de tu éxito o tu destrucción… es la señorita Evans.
Y mientras Elijah pensaba en qué diablos iba a hacer respecto a eso, a más de veinte millas de allí, en uno de los barrios residenciales más exclusivos de Nueva York, Lynett Evans se acurrucaba en el alfeizar de una ventana.
Tenía el corazón destrozado por la muerte de su padre. Aquel hombre lo había sido todo para ella, su maestro, su confidente y su mejor amigo, y la atormentaba la idea de que ni siquiera había podido despedirse de él. Su padre siempre había sido débil de salud, pero Lynett no había esperado perderlo tan pronto.
Tenía tantas dudas que ni siquiera reparó en la hora antes de ir a la habitación de su madre para preguntarle, y su corazón se detuvo cuando escuchó largos gemidos dentro, seguidos de un suspiro.
—¡Vaya, ya era hora de que me dejaras entrar a tu casa! —dijo la voz risueña y cansada de un hombre maduro y Lynett se cubrió la boca con las manos para no gritar.
—¿Y qué esperabas? ¿Que metiera a mi amante mientras Frederick caminaba por estos pasillos? —replicó su madre en el mismo tono—. Además, sabes que él no era el único problema.
—Tu hija menor… ¿Y tienes idea de qué vas a hacer con la chiquilla? —preguntó el amante de su madre.
—Ni idea. Tendré que aguantarle los lloros por meses. ¡Qué fastidio!
—Pues quizás puedas aprovechar eso. Que te firme la renuncia de sus acciones. Escucha, Florence, hemos trabajado mucho por esto. ¿Crees que fue fácil malograr las inversiones de tu difunto maridito…?
—¡Pues si lo hubieras hecho mejor no habría vendido la mitad de la empresa y ahora yo estaría heredando todo! —gruñó Florence.
—¡¿Y quién imaginaba que el viejo se iba a morir?! —espetó su amante—. ¡Lo que queríamos era robarle nada más…! Pero escucha, no todo está perdido. Le quitas las acciones a tu hija, como tendrás la mayoría también obtendrás la presidencia y así puedes vender la empresa a destajo, y luego nos largamos con todo ese dinero. Tu hija ya está grandecita, que se las arregle sola.
Los ojos de Lynett se llenaron de lágrimas al escuchar la respuesta de su madre.
—Eso también es cierto, ya está en edad de buscarse la vida, como yo lo hice. Es justo que me lleve todo ese dinero y nosotros nos podemos ir a vivir la gran vida… juntos.
Lynnet se dio la vuelta y corrió a su habitación ahogando los sollozos. ¡Entonces eso era! ¡Quien había puesto en aprietos económicos a la empresa era el amante de su madre!
“¡Sabía que reconocía esa voz de algún lado!” El problema era que por más que tratara no lograba recordar de quién era. ¡Y ahora su madre y su amante iban a robarle todo lo que su padre había construido!
—¡No puedo permitirlo… no puedo permitirlo…! —sollozó desesperada y cinco minutos después se echaba una gabardina sobre los hombros y conducía hasta la transportadora, porque no podía estar más en aquella casa.
No supo cuánto tiempo se quedó en el estacionamiento hasta que amaneció, pero su corazón se encogió cuando trató de entrar a la oficina de su padre y le dijeron que estaba ocupada.
—¡¿Qué?! ¡¿Por quién?! —espetó con incredulidad y corrió hacia allá, empujando la puerta violentamente—. ¡No toques eso! —gritó al ver que aquel hombre estaba mirando una foto—. ¡Ni eso ni nada, no toques nada, no…!
Elijah levantó aquellos ojos feroces, clavándolos en ella y Lynett sintió que dejaba de respirar.
—Usted… ¿Qué hace aquí? ¿Por qué…? —preguntó confundida y Elijah achicó los ojos.
¡De verdad era una buena actriz…! El día anterior se había “desmayado” muy convincentemente en sus brazos para que él la viera frágil e inocente, mientras tramaba con su madre la forma de quitárselo todo.
—Te lo dije ayer, soy socio del señor Evans. Me vendió la mitad de su compañía.
Lynett abrió mucho los ojos al darse cuenta de quién era el hombre al que había conocido el día anterior.
—¡¿Usted es… es Elijah Vanderwood?! —preguntó acercándose y él apretó los dientes con un gesto de asentimiento.
—Y tú eres Lynett Evans. Mi sentido pésame por la muerte de tu padre.
Los ojos de la muchacha frente a él se llenaron de lágrimas, pero intentó recomponerse.
—Ayer cuando lo vi… no tenía idea… —susurró y Elijah se aguantó el gruñido de repulsión.
“¡Excelente actriz!”, pensó con rabia. “Pero he conocido mejores.”
Sin embargo Lynett solo lo miraba con preocupación, porque sabía él era la única otra persona en el mundo que lo perdería todo si su madre lograba su propósito. ¡El único que podía ayudarla era él!
—Escuche… señor Vanderwood… —pasó saliva, nerviosa, pensando cómo decir aquello—. Yo sé que usted cree que hizo una gran inversión aquí, pero… pero las cosas no son como piensa. Mire, yo ayudaba a mi padre con la empresa y tengo que decirle que…
Elijah achicó los ojos viéndola observar alrededor con angustia. Era una chica hermosa pero se vestía todavía con rezagos infantiles y parecía más mimada que inteligente.
—¿Tú, en serio ayudabas aquí? ¿Cómo qué edad tienes?
—Diecinueve —respondió Lynett un poco incómoda por aquella nota de desprecio en su voz—. ¡Pero estoy estudiando Administración en Columbia, no soy una idiota…!
—¡Wow, una universidad de la Ivy League!, ¿esperas un elogio o algo? —murmuró Elijah y se acercó más a ella, odiando aquella electricidad que parecía levantarse entre los dos, justo como el día anterior.
Lynett pasó saliva conteniendo el aliento porque aquel hombre era imponente. Más de uno ochenta, cabello castaño claro y ojos oscuros. Desprendía un aroma a seguridad y a peligro casi embriagador, y la intimidaba tanto que dio un paso instintivo hacia atrás.
—¡Señor Vanderwood, no estoy jugando! ¡Tengo… y usted también tiene enemigos aquí adentro, ¿entiende!? —susurró ella mientras sus ojos se humedecían—. ¡No quiero que la empresa de mi padre se destruya e imagino que usted tampoco lo quiere, así que tiene que escucharme, por favor!
La boca de Elijah se volvió una fina línea de desconfianza. Su instinto le gritaba: “trampa” por todos lados, pero las palabras “enemigos” y “destrucción” pesaban más.
—¿A qué diablos te refieres? —siseó con sospecha y la muchacha se encogió sobre sí misma.
—No… no confío en nadie aquí —susurró Lynett asustada y temblorosa—. ¡Lo siento, no puedo decírselo aquí! ¡No sé quién pueda estar oyendo!
CAPÍTULO 3. Una trampaLynett sentía que el corazón se le saldría del pecho mientras veía el rostro impávido de aquel magnate. Sabía muy bien que estaba valorando si debía darle o no la oportunidad de hablar.—Muy bien —declaró Elijah como una sentencia—. ¿Conoces el hotel Pioggi? —La vio asentir un poco temblorosa—. Tiene un restaurante en el piso cuarenta y uno. Solo es para socios. Suelo usarlo cuando quiero negociar contratos importantes y evitar el espionaje corporativo. Te espero ahí hoy a las nueve de la noche.Un segundo después tomaba su maletín ejecutivo y sin decir otra palabra dejaba a aquella chica aterrada y llena de dolor en la oficina llena de recuerdos de su padre.Recoger sus cosas en pequeñas cajas y sacarlas de allí fue una tortura para ella, pero alistarse para ir a encontrarse con aquel hombre lo fue aun más. Tuvo que hacer un esfuerzo para no alertar a su madre, así que con lágrimas de impotencia tuvo que tragarse su comida y su fingida preocupación por ella. To
CAPÍTULO 4. Momentos desesperados.Lo último que Lynett vio antes de ocultar el rostro entre las manos con desesperación fue a aquel hombre dejando el cuarto como si solo fuera ropa sucia lo que quedara detrás.Ni siquiera entendía lo que estaba pasando. Y si no lo entendía mucho menos podía dar explicaciones cuando llegó a su casa dos horas después.—¡¿Te crees que esta es hora de llegar?! —le espetó su madre reteniéndola del brazo antes de que subiera las escaleras—. ¡¿Dónde estabas, Lynnet, y con quién!? ¡Dime!—¡Déjame! ¡Donde yo esté no es tu problema!—¡No me respondas así, señorita! ¡Yo soy tu madre! —le gritó Florence y todo el dolor de Lynett estalló en una sola respuesta:—¡Pues para mucho te vale ser mi madre cuando tu amante te dice que me dejes en la calle! ¡¿No es cierto?!Lo siguiente que se escuchó fue el eco sordo de una bofetada y Lynnet ahogó un grito de incredulidad.—¡Maldit@ mocosa malagradecida! ¡Eres tan desentendida como tu hermana, que se largó en medio del f
CAPÍTULO 5. Un chantajeLos ojos de Lynett se abrieron desmesuradamente al ver aquel diario. ¡Aquello era una pesadilla! ¡Todo era una pesadilla!—¡Te estoy haciendo una pregunta! —la increpó Elijah furioso—. ¿¡Estás segura de que no quieres más!?La muchacha le arrebató el diario de las manos y leyó el artículo, sintiendo que aquel departamento comenzaba a dar vueltas a su alrededor.—No… ¡No, no no…! ¡Esto no puede estar pasando…! ¿Crees que yo…? ¡¿Cómo se te ocurre?! ¡Yo jamás…! —intentó defenderse y Elijah lo estrujó frente a sus ojos.—¿¡Tú no qué!? ¡¿No serías capaz de preparar una habitación de hotel?! ¡¿No serías capaz de seducirme?! ¡¿No tenías novio cuando me propusiste vernos fuera de la empresa?! —espetó con sarcasmo.—¡Eso no fue para seducirte, realmente necesitaba hablarte de la empresa, alguien estaba saboteando a mi padre! —le gritó Lynett—. ¡Yo no quería acostarme contigo… no tengo idea de quién me está haciendo estas cosas…! ¿¡Cómo crees que se me ocurriría hacer al
CAPÍTULO 6: Al borde de un escándaloLas flores eran blancas y hermosas también. El salón estaba lleno de fiesta, globos y sonrisas mientras su padre la felicitaba por terminar su primer año en la universidad. El señor Frederick había estado tan orgulloso de todas las grandes empresas que se peleaban por tenerla como pasante, que había hecho una fiesta en honor a su hija, la mejor de su clase; y Lynett se había sentido inmensamente feliz en ese momento,Pero aquella felicidad se había borrado pocas semanas después, en el mismo momento en que había visto a su chofer en la puerta del salón.—Lo siento mucho, señorita Evans… me ordenaron llevarla a casa. Su papá… su papá se murió.Las palabras del hombre habían hecho que se tambaleara.—No… No puede ser… no…Su familia era “distinguida e ideal”, pero tan falsa que le habían encargado darle aquella noticia a uno de los choferes de la casa.Los labios de Lynnet se habían separado, pero no había escuchado el grito que salió de ellos. ¡Su pa
CAPÍTULO 7. Una solución perfectaLas manos le temblaban, las puntas de sus dedos cosquilleaban como si toda la sangre se hubiera ido de su cuerpo, y estaba tan pálida que Elijah creyó que se desmayaría de un momento a otro.Entre las exclamaciones y felicitaciones de los invitados se excusó un momento con la justificación de ir a prepararse y empujó a Lynett, que trastabilló frente a él hasta una de las habitaciones privadas.—¡¿Te has vuel…?!—No, ni loco, y mucho menos idiota —siseó él—. Solo me estoy adelantando a los acontecimientos, ya sabes, hombre precavido vale por tres.—¡Tú no eres precavido, eres… eres…! —Los ojos de Lynett se llenaron de lágrimas—. ¡¿Cómo te atreviste a decir eso?! ¡Mi padre no te dio mi mano! —espetó con rabia y dolor.—Ni yo la hubiera aceptado, créeme, pero no voy a dejar que nadie me levante un escándalo solo porque una chica fácil como tú se me atraviese en el camino.—¡No te permito…!Pero lo cierto era que no tenía la fuerza. Lynett Evans ahogó un
CAPÍTULO 8. Una noche de bodasLa puerta de la casa donde había crecido estaba cerrada detrás de ella. Lo único que tenía ahora en el mundo estaba frente a ella y tenía cara de asesino en serio.—Sube —gruñó Elijah por lo bajo, abriendo la puerta, y Lynett sintió que no podía respirar mientras obedecía y aquella limusina comenzaba a moverse.Ni siquiera sabía a dónde iba, pero no pudo evitar la sorpresa cuando el ascensor de aquel estacionamiento se abrió a la suite presidencial del hotel Pioggi.—¡Feliz noche de bodas, querida! —siseó Elijah con sarcasmo y Lynett se quedó paralizada en medio de la habitación.—No… ¡No, no no…!—¿No qué, amor? ¿No quieres terminar lo que empezaste en este mismo hotel hace algunas noches? —gruñó Elijah quitándose la pajarita y las mancuernillas con un gesto que estremeció a Lynett.—¡Yo no empecé nada! ¡Yo no sabía… estaba…!—Muy subida, ya lo sé, pero te garantizo que bien sobria es como se disfruta más.Lynett trató de darse la vuelta y escapar, pero
CAPÍTULO 9. Mala cocinera, mala amante, mala esposaElijah apretó los dientes como si la sola pregunta lo ofendiera.—¿Por qué te estoy haciendo esto? —siseó—. ¿Crees que soy tan fácil de manipular? —Por un momento pensó en soltarle todo lo que pensaba, pero no estaba dispuesto a darle el beneficio de la justificación—. Hay toallas de papel en la cocina para que te limpies las maldit@s lágrimas de cocodrilo. Yo tengo que irme a trabajar.Lynett se cubrió la acra con las manos después del portazo y miró alrededor, desesperada. Su primer instinto era escapar de allí, pero sabía que no podía en aquellas fachas, así que terminó llamando a su madre para pedir que le mandara al menos una maleta de ropa y su auto.—¿Ni eso le puedes sacar? ¿En serio? —escupió Florence con fastidio, pero media hora después uno de los sirvientes de la mansión Evans tocaba a la puerta del departamento.Llevaba una pequeña maleta y las llaves del coche de Lynett, pero en cuanto la muchacha trató de abrir la puer
CAPÍTULO 10. ¿Hasta dónde llega tu crueldad?—¿Nombre?... ¡Señorita!La pregunta hizo que la muchacha levantara la cabeza, enfocándose de nuevo.—¡Sí! ¡Lo siento! Lynett Evans.La mujer volvió a teclear y negó rotundamente.—Lo lamento, pero no podemos otorgarle una habitación en la residencia.—Entiendo que debí solicitarla a inicio del curso pero…—No es eso —la interrumpió la administradora—. El tiempo de la solicitud es lo de menos, simplemente no puedo darle un cuarto a alguien que no estudia en esta universidad.Lynett abrió mucho los ojos al escuchar aquello.—No… ¡No no no no eso tiene que ser un error! ¡Yo estudio aquí! ¡Tengo… tengo mi credencial de estudiante, mire, me la dieron aquí! ¡Me la dieron aquí! —exclamó Lynett desesperada.—Sí, lo sé, pero el término correcto es “estudiaba”, hasta esta mañana, cuando su colegiatura fue cancelada —sentenció la mujer mirando su computadora.Lynett sintió que el mundo le daba vueltas.—Es que no puede… no puede ser…Pero sí podía ser