CAPÍTULO 11. Una empleada desagradableLynett estaba tan aterrada que no recordaba jamás haber temblado tanto. Salió del auto con las manos arriba y suplicándole a Dios que no la dejara morir esa noche. Sintió las manos del policía palpando su cuerpo en busca de armas y se le revolvió el estómago cuando lo sintió pegarse a su espalda para esposarle las manos.—¡Yo no he bebido! ¡No estoy ebria! ¡Por favor hágame la prueba! —suplicó ella pero el policía le mostró el aparato ya con una alta graduación.—¡Pues esto dice que sí, bonita! ¡Así que te espera una linda noche tras las rejas! —siseó el hombre y la muchacha sabía que si solo se le ocurría forcejear las cosas serían mucho peores.El alma le dolía mientras la sentaban a un costado de aquel escritorio en la comisaría dos horas después y una mujer con mal carácter la fichaba.—¡Por favor, se lo ruego, hágame la prueba aquí… hágamela otra vez, le juro que no estoy ebria! —le dijo pero era como pedirle piedad a una pared.La hicieron
CAPÍTULO 12. Todas las puertas cerradas“Castigar”Esa era la palabra correcta. Elijah estaba tratando de castigarla, porque un beso no podía ser más violento y menos dulce que aquel, y aun así cada centímetro en la piel de Lynett se estremecía.La boca de Elija gobernaba la suya con una pasión que no había conocido antes, y que difícilmente conocería después, porque no creía que nadie llegara a odiarla tanto. Su lengua era demandante y precisa, y cada roce de sus manos hacía que el cuerpo de la muchacha reaccionara.No quería. Pero de no querer a no sentir había un abismo infinito, lleno de calor y de deseo, y Lynett no podía evitar reaccionar a él.Tenía sus dedos enredados en el cabello de la nuca, mientras la otra mano acariciaba uno de sus pechos sobre el borde suave del brasier. Su aliento era delicioso y pesado, sus dientes mordían cuando menos lo esperaba y la respiración de los dos se hacía más rápida y entrecortada cuando más intentaba ella resistirse.—¡Déjame…! ¡Déjame! —g
CAPÍTULO 13. Malas referencias—¿Quieres repetir eso? —Elijah saltó como si le hubieran pinchado el trasero con un florete en el momento en que su secretaria le dio el aviso.—Que alguien está pidiendo referencias laborales de la señora Lynett —repitió la asistente—. No me han dicho de dónde es pero…—Páseme la llamada —ordenó Elijah con tono hosco y trató de suavizarlo en el momento en que tuvo que saludar—. Habla Elijah Vanderwood, de la Transportadora EVANET &Co, ¿cómo puedo ayudarlo?“Señor Vanderwood, estoy buscando referencias de la señora Lynett Evans. ¿Puede darme alguna información sobre ella como trabajadora?”, preguntó Kenneth McGregor y Elijah ahogó un gruñido de frustración, sabiendo que eso solo podía ser porque ella había ido a pedir trabajo.—Se lo resumo en una palabra: conflictiva. Nadie debería contratar a esa mujer jamás. Es un dolor de cabeza. ¿Algo más que quiera saber? —espetó.El silencio fue intenso mientras Kenneth McGregor evaluaba aquella respuesta y luego
CAPÍTULO 14. Un rostro conocidoLynett se sentó detrás de aquel escritorio y trató de dominar le dolor que sentía por no poder estar en aquel momento en la empresa de su padre, ayudando a mantenerla en pie como solía hacer cuando él estaba vivo.En cambio no tenía más remedio que asumir la responsabilidad en otra, porque Elijah Vanderwood no le permitía poner un pie en la transportadora.Abrió el expediente y vio un contrato.—¿Qué servicio necesita para esto, señor McGregor? —preguntó—. ¿Traducción? ¿Transcripción?—Más bien una especie de… valoración. Solo léase ese contrato y dígame qué le parece. Estamos tratando de pactar con una transportadora y creo que usted tiene experiencia en esa área —sentenció su jefe e inmediatamente la dejó sola.Lynett respiró profundo y sacó el contrato, leyéndolo una y otra vez. Los nombres de la empresa a contratar estaban tachados, y Lynett sabía que era procedimiento estándar para que los analistas no se dejaran influenciar por información externa
CAPÍTULO 15. Un último intento—¡¿Qué demonios está haciendo ella aquí?! —La voz cascada y molesta de Edgar Masrani sobresaltó a todos, y Lynett retrocedió instintivamente; un gesto que sin dudas no le pasó desapercibido a su jefe.—La señora Evans es empleada en esta empresa… —empezó a decir McGregor y ñla carcajada de Edgar lo calló.—¡Vaya! ¡Eso sí que no lo esperaba! ¡De heredera a toma—nota! ¡Qué bajo caíste, Lynett! —siseó Edgar en su dirección, pero apenas la muchacha intentó retroceder, su jefe la tomó con fuerza de la muñeca y la hizo sentarse junto a él en la mesa de juntas.—Me parece que lo que usted piense de mis empleadas no es asunto de nadie aquí, señor Masrani. Así que ¿qué le parece si nos limitamos a discutir las condiciones del contrato?Pero aunque la atención de Kenneth McGregor estaba en los negocios, era imposible no darse cuenta de que la de Edgar estaba en el odio que sentía hacia Lynett. Finalmente lanzó el contrato sobre la mesa con una mueca negativa.—Ell
CAPÍTULO 16. Solo soy una cosa ¡Era una zorra traicionera! ¡Justo como el resto de las mujeres de su clase! Elijah lo sabía muy bien, porque a él lo había criado una mujer sin moral, sin principios, arribista y aprovechada, ambiciosa al punto de engañar, y mentir y destruir; desalmada al punto de intentar asesinar a la persona que más quería en el mundo. La expresión de Elijah era tan cruel que la recepcionista balbuceó con miedo y en pocos minutos ya le estaba consiguiendo una mesa. Al entrar al salón él miró alrededor y localizó a su esposa. Señalándole a la recepcionista el privado que estaba justo detrás y que era donde quería sentarse. “¡Es que hay que ser muy hija de puta para estar poniéndome los cuernos con el infeliz de Edgar después de que se la tuve que quitar de las manos!”, pensó furioso. Sin embargo para su sorpresa, cuando tuvo una buena vista de aquella mesa Elijah se dio cuenta de que la persona que estaba sentada frente a Lynett no era precisamente Edgar Masrani,
CAPÍTULO 17. Encima de cornudo…Los ojos de Lynett era un par de espejos llenos de miedo mientras se llenaban de lágrimas.Literalmente lo único bueno de estar casada con Elijah Vanderwood era que por fin la pesadilla con Edgar Masrani había terminado. Su madre se lo había impuesto hacía cuatro meses con el pretexto de que era un buen partido y tenía que aceptarlo, pero para Lynett solo era un hombre viejo en busca de una presa más joven, nada más.A sus cuarenta Edgar era impulsivo y violento, y con un rencor nato hacia su padre solo por vivir todavía y no dejarlo manejar la empresa familiar a su antojo. Pero como evidentemente no podía desquitarse con su padre a riesgo de perder su posición, Edgar era el tipo de cobarde que se desquitaba con cualquiera más débil que él, y por desgracia no solo en el plano psicológico.—¡Eres una maldit@ zorra! ¡¿Fuiste a hablar con mi padre?! ¡¿Tienes idea de lo que me dijo delante de mis hermanos?! ¡¿De cómo me humilló solo porque una estúpida como
CAPÍTULO 18. Una solución insoportableLynett retrocedió asustada cuando vio el titular en un blog de internet:“ADQUISICIONES AL DOS POR UNO. Elijah Vanderwood prueba la mercancía antes de comprarla”.Debajo, un artículo lleno de odio describía cómo Elijah se había aprovechado de la vulnerabilidad de la pobre Lynett Evans por la muerte de su padre para meterla en su cama, eso por supuesto con el único objetivo de adquirirla como un recurso más dentro de la empresa. Y por último el artículo era rematado con decenas de fotos de ellos, desnudos en aquella cama de hotel.Elijah vio aquella expresión de terror en sus ojos y por un segundo quiso creer que era sorpresa, que de verdad no sabía nada de aquello, pero la carga de desengaños que traía a cuestas desde hacía dos años solo lo hicieron caminar hasta ella y levantarla por el frente del pijama.—¡Habla! —rugió y la sintió temblar.—¡¿Y qué quieres que te diga?! ¡Yo no hice esto! —Los ojos de la muchacha se llenaron de lágrimas—. ¡Yo n