CAPÍTULO 12. Todas las puertas cerradas

CAPÍTULO 12. Todas las puertas cerradas

“Castigar”

Esa era la palabra correcta. Elijah estaba tratando de castigarla, porque un beso no podía ser más violento y menos dulce que aquel, y aun así cada centímetro en la piel de Lynett se estremecía.

La boca de Elija gobernaba la suya con una pasión que no había conocido antes, y que difícilmente conocería después, porque no creía que nadie llegara a odiarla tanto. Su lengua era demandante y precisa, y cada roce de sus manos hacía que el cuerpo de la muchacha reaccionara.

No quería. Pero de no querer a no sentir había un abismo infinito, lleno de calor y de deseo, y Lynett no podía evitar reaccionar a él.

Tenía sus dedos enredados en el cabello de la nuca, mientras la otra mano acariciaba uno de sus pechos sobre el borde suave del brasier. Su aliento era delicioso y pesado, sus dientes mordían cuando menos lo esperaba y la respiración de los dos se hacía más rápida y entrecortada cuando más intentaba ella resistirse.

—¡Déjame…! ¡Déjame! —g
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