PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 47. Un maldito hipócritaRanger tuvo que contener el aliento y aún así sabía que anda, absolutamente nada podría contener su corazón, que parecía un caballo de carreras en aquel momento. Era impresionante cómo lo hacía sentir, aunque ni siquiera lo estuviera tocando, aunque ni siquiera lo estuviera seduciendo, aunque…—Yo no… Yo no debí dejarte —murmuró Ranger—. No quería que te pudieran rastrear a través de mí, por eso… por eso preferí alejarme ¡pero ahora sé que fue un error!—Nada hubiera sido diferente si te hubieras quedado.—¡Sí lo hubiera sido, claro que lo hubiera sido porque yo… yo te habría querido, habría sido tu padre de verdad te habría cuidado, te habría… te habría dado todo el amor que necesitabas para que sintieras… ¡para que sintieras todas esas cosas que nos vuelven locos a la gente común… las que me están volviendo loco a mí…!—¡Por favor a ti nada te vuelve loco! —exclamó ella retirando esa mano que él intentaba vendar de nuevo—. ¡Eres má
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 48. Un juego diferenteY era una locura. Nadie tenía que decírselo, él ya se lo decía solito todos los días desde la primera vez que se le había restregado a aquella condenada sin saber ni siquiera quién era.Pero podía hacer la reflexión más profunda en la historia de la humanidad y nada de eso iba a cambiar el hecho de que estaba temblando por ella, de que su piel parecía estallar allí donde la tocaba, y de que sentía como si cada uno de los instintos racionales de su cerebro se fueran apagando poco a poco hasta que solo quedaron esas sensaciones a flor de piel.—Gabriella… —Por un momento se detuvo, mordiendo la línea suave de su cara y viendo la forma en que su cuerpo se arqueaba contra él—. A riesgo de que me mates…—¡No me jodas!—¿Estás segura de que quieres hacer esto conmigo?Durante un segundo se perdió en aquellos ojos y la muchacha se mordió el labio inferior mientras un estremecimiento la recorría. Los dedos de aquel hombre colándose bajo el elás
PEQUEÑA REBELDE, CAPÍTULO 49. CréemeGabriella sintió que su corazón se aceleraba como el maldito motor de un auto deportivo, y podía llamarle instinto, podía llamarle química, podía ponerle cuando nombre científico quisiera, cuanta explicación la hiciera sentir mejor, pero la verdad era que solo sería una excusa.Aquel deseo no lo había sentido jamás con otro hombre. Se había cansado de conocer chicos en el internado, y ninguno de ellos le había provocado nada ni siquiera cercano. Se había cansado de ver porn0 y no era capaz de entender por qué a la gente le gustaba aquello, no lo veía para aprender, como le había dicho a Ranger, lo veía para intentar comprender por qué la gente elegía tocarse así, besarse así…Y ahora lo sabía. A medida que el dorso de los dedos de Ranger se deslizaba entre sus pechos lo entendía. La gente de verdad sentía aquella electricidad que desconectaba el cerebro y hacía que todo lo demás se olvidara.—¡Así hay embarazos por accidente! —exclamó de pronto y R
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 50. Una sonrisa sinceraRanger no pretendía ponerse gracioso a aquella hora, pero la verdad era que estaba temblando más que adicto recién rehabilitado y cada jadeo ansioso que salía entre los labios de Gabriella lo ponía todavía peor. Jamás en toda su vida había sentido una excitación como aquella, y lo peor de todo era que el único llamado a autocontrolarse era él.—Hora de dejar de pensar —susurró levantando a la muchacha contra su cuerpo y haciendo que se sentara a horcajadas sobre su regazo.Era pequeña, llena de curvas deliciosas y levantarla por la cintura para acercarla era el puñetero gesto más erótico de su vida, porque llevaba sus pechos directamente hacia su boca.Sabía todo lo que podía provocarle, sabía que no iba a parar hasta que no escuchara súplicas salir de sus labios y cada una de ella tenía que venir con su nombre incluido.Se metió en la boca uno de sus pezones, y sus manos rascando su espalda fueron el primer detonador para Gabriella. S
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 51. SueñoPara el momento en que Gabriella abrió los ojos de nuevo fue como si el mundo tuviera otro color, uno más, uno que jamás había conocido antes. Los psiquiatras solían hablarle de la conexión, pero ella honestamente nunca había sido capaz de entender a qué se referían.Se giró con cuidado entre los brazos de Ranger, que parecía un oso posesivo en hibernación, y miró su rostro con expresión concentrada. Era una persona con matices, desde el enojo, la esperanza, la frustración, el deseo… era como una bola de nieve rodando montaña abajo, creciendo siempre, evolucionando, mientras Gabriella sentía que ella era algo así como el muro inamovible contra el que esa bola de nieve se rompería.—¿Estás analizando si es mejor dejarme atrás ahora que ya obtuviste lo que querías de mí? —lo escuchó susurrar con los ojos cerrados, y Gabriella pasó una pierna entre las suyas, acariciando la línea suave de su barba, relajada porque estaba completamente segura de que aqu
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 52. El riesgoRanger lo sabía, lo peor de todo era que no podía decir que no lo sabía. Gabriella era como una bomba de relojería, armada siempre, alrededor de la que no se podía dar ningún paso en falso, al menos de momento. Sin embargo lo que más le preocupaba a Ranger en aquel momento eran las cosas que estaba soñando y no lo que hacía o pensaba mientras estaba despierta.—¿Hay alguna posibilidad, por mínima que sea, de que recuerde esas cosas? —le preguntó a Morgan aunque sabía que la respuesta no le iba a gustar.—Ranger, no hay certezas cuando se trata de la mente humana. Quizás nunca, quizás mañana por la mañana, quizás le parezcan un sueño nada más, quizás se levante a los cincuenta años con la certeza de todo lo que sucedió —le explicó el psiquiatra—. Lo único real aquí es que no podemos asegurar nada. Lo único que dará resultado en cualquier caso, pase lo que pase, es que tenga la contención que necesita, y para eso lo único que sirve es reforzar tu
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 53. Un viejito texanoSus nudillos se pusieron pálidos sobre el volante en el mismo segundo en que sintió la boca de Gabriella bajar por su miembro, devorándolo despacio, lamiendo, chupando, jugando, mientras aquella camioneta devoraba millas de carretera. La condenada no parecía tener ningún apuro, solo la satisfacción de jugar con él, así que inconscientemente Ranger agradeció estar en uno de esos tramos poco transitados.Ni siquiera podía describir todo lo que sentía, cada uno de sus instintos estaba alerta, como si su cerebro tuviera que atender cien amenazas a la vez y la más peligrosa de todas estaba sobre sus piernas, con los pechos rozando uno de sus muslos mientras la mano derecha de Ranger se deslizaba hasta aquel trasero respingón. Le apartó el vestido sin ningún pudor y jadeó de gusto mientras metía las manos debajo de sus bragas, acariciándole las nalgas. Era tan caliente que juraba que podía incendiar el maldito auto, y cuando sus dedos rozaron
PEQUEÑA REBELDE, CAPÍTULO 42. No dejes que nada te paseEscuchar la radio era definitivamente una de sus partes favoritas del camino, aunque por supuesto, que Gabriella tratara de encajarle su lista de Spotify sin vaselina también lo era. Así que para no caer en dramas innecesarios, porque había que priorizar, por supuesto, la muchacha terminó haciéndole a Ranger su propia lista de canciones de música country.—Solo para que lo sepas —le advirtió él—. Igual voy a estar pegado siempre a la radio.Y Gabriella lo calló con un par de besos y unos cuantos gemidos de esos que lo hacían olvidarse del mundo entero. Pero como obviamente el viaje no podía durar para siempre, aquella tranquilidad que venía con el anonimato del camino tenía que acabarse en algún momento, y para el mismo instante en que entraron en Mónaco, Gabriella se envaró en su asiento y Ranger se puso alerta como si le hubieran salido de pronto diez ojos más. Estacionó en uno de los tranquilos barrios en las afueras de Mont