PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 43. El PozoLos ojos de Rodrigo De Navia se clavaron en un segundo en aquel dije, mientras sus pupilas se dilataban y Gabriella se daba cuenta perfectamente de que lo había reconocido. —Me lo dejó mi padre, pero teniendo en cuenta que yo solo tenía cinco años cuando él murió, dudo que pueda recordar cualquier cosa que me haya dicho —sentenció ella—. Pero veo que usted lo conoce, señor De Navia. ¿Puede decirme qué es?Sin embargo cuando el hombre frente a ella despegó los labios no fue para responderle, sino para girarse hacia su hermano.—¿Tenemos forma de comprobar que es la hija de Salvatore? Que no sea, por supuesto exhumando un cadáver que solo Dios sabe dónde está —gruñó Rodrigo y su hermano menor asintió despacio. Gabriella miró a Ranger porque parecía que ella no era la única allí con una completa falta de tacto, pero lo que pasó a continuación la dejó muda.Mateo De Navia levantó hacia ella el aparato que llevaba en las manos, que parecía una pequeñ
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 44. Harry Potter entrando a GringottsLa mirada de Gabriella se achicó como si el peor de los pensamientos le estuviera cruzando la mente y Rodrigo levantó el dedo índice para negar.—No, no, no. Al revés funciona de la misma manera —le advirtió—. No puedo aceptarte un contrato sobre las cabezas de tus hermanos ni... —Rodrigo se interrumpió cuando Mateo le dio un codazo ligero y miró la tableta que su hermano le mostraba—. Perdón, me corrijo—. No puedo aceptarte un contrato sobre la cabeza de Umberto Salvatore, porque también es cliente del Pozo, pero ni Alessio ni Filippo lo son.El pecho de Gabriella se hinchó porque necesitaba aire, pero terminó exhalando pocos segundos después. —No, ni Alessio ni Filippo me han hecho nada —contestó—, al menos no hasta el momento, y me han tratado de explicar que no está bien ir por ahí matando gente.Rodrigo levantó una ceja divertida en dirección a Ranger.—Déjame adivinar: esa burrada te la dijo este Jesucristo sacrifi
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 45. ¿Cuánto vale?El número que salió de los labios de Mateo De Navia habría hecho que cualquier persona normal se tambaleara, pero ella no era una persona normal y el primer pensamiento que salió de su boca, fue también el mismo que había pasado por la cabeza de Ranger.—Los Salvatore no me dejarán irme ilesa con una fortuna como esta —murmuró.—Sí lo harán, si te cambias el nombre y te vas a vivir a una isla desierta. Después de todo no tienes a nadie más que puedan rastrear y matar para llegar a ti —sentenció Rodrigo—. ¿O sí?Y la respuesta por desgracia era “Sí”. Ella no tenía a nadie más que a Ranger, pero Ranger tenía toda una familia en Texas que lo adoraban y a la que él amaba. Sabía que por nada del mundo los sacrificaría, porque él no era esa clase de persona.—Será mejor que hablemos de eso más tarde. —Mateo interrumpió sus pensamientos, ahora tenemos que configurar tus nuevos accesos y la cuenta de banco fantasma que vas a usar para tener acceso i
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 46. Una noticia inesperada.Ranger no sabía por qué tenía aquel presentimiento, pero nada le sacaba de la cabeza que algo estaba a punto de salir mal. Los De Navia por supuesto que le habían ofrecido un equipo de seguridad completo, y aunque el ex militar prefería de sobra traer al suyo, aquel estado de ansiedad le decía que llamar a Max solo haría que sus amigos se pusieran en un peligro aun mayor.Razonar con Gabriella había sido inútil, porque por menos que le gustara los dos tenían cierta razón, cada uno a su manera.—Solo hay dos formas de hacer esto y lo sabes, dejando un rastro de cadáveres, o no —sentenció la muchacha—. No existe una tercera opción, los Salvatore no van a cruzarse de brazos a menos que estén muertos o satisfechos.—¡Y no van a estar satisfechos, Gabriella! ¡Amadeo está muerto! ¿Cómo crees que van a dejar pasar eso? ¿Con una parte de la fortuna que dejó tu padre? ¿Con la fortuna completa?—¡¿Entonces cuál es la opción?! —replicó ella—.
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 47. Un hombre vengativo—No, maldit@ zorra, no me parece —escupió Umberto entre dientes sin poder creer lo que estaba escuchando—. ¿Se te olvidó que mataste a mi hermano?Los ojos de Gabriella echaron chispas mientras una extraña sonrisa se dibujaba en sus ojos.—¿De verdad quieres que recuerde eso? —espetó ella con rabia—. ¿Quieres que recuerde que él, mi madre y quiénes más estuvieron implicados en el asesinato de mi padre? Umberto se puso pálido y levantó la barbilla con un gesto de arrogancia que no convenció a nadie.—¡Estás demente! —gruñó con los ojos muy abiertos—. ¡Lo único que quieres es arruinar nuestro apellido, nosotros no tuvimos nada que ver con eso, solo intentas justificar el hecho de que quieres quedarte con la fortuna de nuestra familia!—¿Justificarme? —Gabriella lo miró como si de verdad fuera un insecto—. ¿Justificarme ante quién? ¿Ante ti, ante tu familia, que indudablemente jamás será la mía...? ¿Ante el señor que me guardó mi herenci
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 48. Un lugar natural para el corazón.Santiago Fisterra maldijo una vez tras otra, sin poder contener aquella frustración que lo había invadido en un solo segundo al darse cuenta de que le habían quitado de las manos a uno de los objetivos que estaba protegiendo.Bueno, técnicamente ya no los estaba protegiendo, la verdad era que el intercambio y las negociaciones se habían dado por terminadas en el mismo segundo en que tanto Gabriella como Umberto habían acordado aquel pacto de no agresión frente a Rodrigo De Navia.La única razón por la que Santiago se encontraba allí con ellos era porque había ido a buscarlos en su camioneta, y de la misma forma se sentía en la educada obligación de regresarlos a su hotel en lugar de enviarlos en taxi. Sin embargo, a pesar de todo eso, no podía evitar sentir que aún eran su responsabilidad.Maldijo mil veces por lo bajo antes de girarse hacia aquel ascensor y golpear la puerta con fuerza.—¡Gabriella, soy yo! ¡Soy yo, San
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 49. Una chica con agallasRodrigo pasó saliva porque había que reconocerlo, aquella mujer era como una versión femenina de los peores demonios que cada uno de ellos llevaba dentro y que ni siquiera se atrevían a manifestar.Estaba frustrada, estaba molesta y le habían quitado algo importante para ella, podía entenderla a la perfección porque él mismo lo había sentido, sin embargo, en cierto punto sabía que tenía que trazar una línea entre lo que el Pozo podía y no podía hacer.—Gabriela, solo hay dos formas de arreglar esto: la primera es que me dejes negociar con Umberto —le advirtió—, y la segunda es que vayas a buscarlo por tu cuenta. Los dos siguen siendo clientes del Pozo, no puedo decantarme a favor de uno o del otro así como así, aunque sepa perfectamente que tú eres la que tiene la razón.—¿Disculpa? —gruñó ella soltando su mano sin poder creer lo que estaba escuchando—. Umberto faltó a la palabra que me dio, no sólo a mí, sino a ti también. ¡Él hizo
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 50. Un equipo listo para el asaltoGabriela no tenía idea de que quince minutos pudieran ser tan terriblemente largos. Jamás había sentido aquel tipo de ansiedad, jamás había tenido una emoción ni siquiera parecida a toda la química que estaba revolucionando su cuerpo en aquel momento. Pero quince minutos después salió de la habitación con el blanco uniforme blindado ajustado al cuerpo, mientras se hacía una coleta alta y desgreñada para que el cabello no se le metiera en los ojos.Para ese momento ya había otras seis personas en la sala general, dos mujeres y cuatro hombres, todos desconocidos, pero todos vestidos con los mismos uniformes blancos, cada uno ajustando algún equipo o preparando auriculares, lentes nocturnos o cualquier otra cosa que se necesitara.—¿Sabes disparar? —preguntó Santiago, que estaba en una mesa cercana, preparando un arma tras otra.—Pregúntale a mi hermanastro Amadeo —respondió Gabriela con un gesto de afirmación, y Santiago se ac