PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 46. Una noticia inesperada.Ranger no sabía por qué tenía aquel presentimiento, pero nada le sacaba de la cabeza que algo estaba a punto de salir mal. Los De Navia por supuesto que le habían ofrecido un equipo de seguridad completo, y aunque el ex militar prefería de sobra traer al suyo, aquel estado de ansiedad le decía que llamar a Max solo haría que sus amigos se pusieran en un peligro aun mayor.Razonar con Gabriella había sido inútil, porque por menos que le gustara los dos tenían cierta razón, cada uno a su manera.—Solo hay dos formas de hacer esto y lo sabes, dejando un rastro de cadáveres, o no —sentenció la muchacha—. No existe una tercera opción, los Salvatore no van a cruzarse de brazos a menos que estén muertos o satisfechos.—¡Y no van a estar satisfechos, Gabriella! ¡Amadeo está muerto! ¿Cómo crees que van a dejar pasar eso? ¿Con una parte de la fortuna que dejó tu padre? ¿Con la fortuna completa?—¡¿Entonces cuál es la opción?! —replicó ella—.
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 47. Un hombre vengativo—No, maldit@ zorra, no me parece —escupió Umberto entre dientes sin poder creer lo que estaba escuchando—. ¿Se te olvidó que mataste a mi hermano?Los ojos de Gabriella echaron chispas mientras una extraña sonrisa se dibujaba en sus ojos.—¿De verdad quieres que recuerde eso? —espetó ella con rabia—. ¿Quieres que recuerde que él, mi madre y quiénes más estuvieron implicados en el asesinato de mi padre? Umberto se puso pálido y levantó la barbilla con un gesto de arrogancia que no convenció a nadie.—¡Estás demente! —gruñó con los ojos muy abiertos—. ¡Lo único que quieres es arruinar nuestro apellido, nosotros no tuvimos nada que ver con eso, solo intentas justificar el hecho de que quieres quedarte con la fortuna de nuestra familia!—¿Justificarme? —Gabriella lo miró como si de verdad fuera un insecto—. ¿Justificarme ante quién? ¿Ante ti, ante tu familia, que indudablemente jamás será la mía...? ¿Ante el señor que me guardó mi herenci
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 48. Un lugar natural para el corazón.Santiago Fisterra maldijo una vez tras otra, sin poder contener aquella frustración que lo había invadido en un solo segundo al darse cuenta de que le habían quitado de las manos a uno de los objetivos que estaba protegiendo.Bueno, técnicamente ya no los estaba protegiendo, la verdad era que el intercambio y las negociaciones se habían dado por terminadas en el mismo segundo en que tanto Gabriella como Umberto habían acordado aquel pacto de no agresión frente a Rodrigo De Navia.La única razón por la que Santiago se encontraba allí con ellos era porque había ido a buscarlos en su camioneta, y de la misma forma se sentía en la educada obligación de regresarlos a su hotel en lugar de enviarlos en taxi. Sin embargo, a pesar de todo eso, no podía evitar sentir que aún eran su responsabilidad.Maldijo mil veces por lo bajo antes de girarse hacia aquel ascensor y golpear la puerta con fuerza.—¡Gabriella, soy yo! ¡Soy yo, San
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 49. Una chica con agallasRodrigo pasó saliva porque había que reconocerlo, aquella mujer era como una versión femenina de los peores demonios que cada uno de ellos llevaba dentro y que ni siquiera se atrevían a manifestar.Estaba frustrada, estaba molesta y le habían quitado algo importante para ella, podía entenderla a la perfección porque él mismo lo había sentido, sin embargo, en cierto punto sabía que tenía que trazar una línea entre lo que el Pozo podía y no podía hacer.—Gabriela, solo hay dos formas de arreglar esto: la primera es que me dejes negociar con Umberto —le advirtió—, y la segunda es que vayas a buscarlo por tu cuenta. Los dos siguen siendo clientes del Pozo, no puedo decantarme a favor de uno o del otro así como así, aunque sepa perfectamente que tú eres la que tiene la razón.—¿Disculpa? —gruñó ella soltando su mano sin poder creer lo que estaba escuchando—. Umberto faltó a la palabra que me dio, no sólo a mí, sino a ti también. ¡Él hizo
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 50. Un equipo listo para el asaltoGabriela no tenía idea de que quince minutos pudieran ser tan terriblemente largos. Jamás había sentido aquel tipo de ansiedad, jamás había tenido una emoción ni siquiera parecida a toda la química que estaba revolucionando su cuerpo en aquel momento. Pero quince minutos después salió de la habitación con el blanco uniforme blindado ajustado al cuerpo, mientras se hacía una coleta alta y desgreñada para que el cabello no se le metiera en los ojos.Para ese momento ya había otras seis personas en la sala general, dos mujeres y cuatro hombres, todos desconocidos, pero todos vestidos con los mismos uniformes blancos, cada uno ajustando algún equipo o preparando auriculares, lentes nocturnos o cualquier otra cosa que se necesitara.—¿Sabes disparar? —preguntó Santiago, que estaba en una mesa cercana, preparando un arma tras otra.—Pregúntale a mi hermanastro Amadeo —respondió Gabriela con un gesto de afirmación, y Santiago se ac
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 51. Voy por él, o por su cadáverDios sabía que no tenía ganas de decirle de qué mal iba a morir; en cambio, Gabriella tenía ganas de decirle a Umberto Salvatore todas las formas terribles y dolorosas en que iba a arrancarle la piel mientras aún estaba vivo, solo por cometer la horrible equivocación de llevarse a Ranger.El tono dio tres veces y del otro lado respondió una voz mitad consternada y mitad furiosa.—¿Qué...? ¿Quién demonios es? —gruñó porque no podía ver quién lo estaba llamando, pero estaba bastante seguro de que había pagado aquel teléfono hacía solo unos minutos.—Tú tienes algo mío —sentenció Gabriella con serenidad—. Tienes algo mío y quiero que me lo devuelvas.No necesitaba ya decirle quién era, porque Umberto fue perfectamente capaz de reconocer su voz, sin embargo eso no hizo que se sintiera menos furioso.—¿¡Tú qué carajos quieres, maldit@ zorra!? —espetó sin cortarse ni un poco—. ¿¡No es suficiente que ya tenga que aguantarte delante d
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 52. Quiero uno de esos para RangerEl problema era que no estaba histérica, no lloraba, no temblaba, y para Santiago Fisterra ese era el mayor indicador de que una persona, hombre o mujer, estaba lista para hacer cualquier cosa. Y la verdad era que no se equivocaba. Gabriella estaba sentada en una de las largas bancas de aquella camioneta, donde más de media docena de personas se repartían a cada lado de una camioneta de asalto Roshell Senator de color negro. Todos repasaban lentamente los planos del lugar que estaban a punto de asaltar, todos estaban en silencio y solo de cuando en cuando surgía alguna pregunta clave que Santiago se encargaba de aclarar de inmediato. Gabriella solo esperaba, sin permitir que nadie ni nada alterara el latido pausado de su corazón. Antes de Ranger jamás había sabido cómo era querer a alguien, o al menos imaginaba que eso era lo que sentía por él. Le había dicho a Umberto que era el amor de su vida porque sabía que quizás es
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 53. un intercambioGabriela jamás había experimentado nada como aquello. Aunque debía reconocer que los lentes protegían mucho, para alguien que no estaba entrenado era una experiencia extraña, como si estuviera un poco drogada o en medio de un sismo. En el mismo instante en el que Santiago Fisterra terminó de pronunciar la palabra “uno”, las puertas que tenían por delante se abrieron con un gesto feroz, y una o dos granadas cegadoras eran lanzadas dentro de las habitaciones. Solo servían para aturdir, no eran armas letales, pero eso no significaba que no fueran absolutamente violentas. Gabriella se movió por inercia detrás de Santiago porque eso era lo que se suponía que debía hacer, era su sombra, si él se movía ella se movía detrás de él, si él iba a la derecha ella iba a la derecha, así que en el mismo segundo en que aquel estallido llenó el ambiente, el hombro de Santiago impactó contra la puerta y entraron disparando. Uno… dos… Gabriella lo vio dejar