PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 52. Quiero uno de esos para RangerEl problema era que no estaba histérica, no lloraba, no temblaba, y para Santiago Fisterra ese era el mayor indicador de que una persona, hombre o mujer, estaba lista para hacer cualquier cosa. Y la verdad era que no se equivocaba. Gabriella estaba sentada en una de las largas bancas de aquella camioneta, donde más de media docena de personas se repartían a cada lado de una camioneta de asalto Roshell Senator de color negro. Todos repasaban lentamente los planos del lugar que estaban a punto de asaltar, todos estaban en silencio y solo de cuando en cuando surgía alguna pregunta clave que Santiago se encargaba de aclarar de inmediato. Gabriella solo esperaba, sin permitir que nadie ni nada alterara el latido pausado de su corazón. Antes de Ranger jamás había sabido cómo era querer a alguien, o al menos imaginaba que eso era lo que sentía por él. Le había dicho a Umberto que era el amor de su vida porque sabía que quizás es
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 53. un intercambioGabriela jamás había experimentado nada como aquello. Aunque debía reconocer que los lentes protegían mucho, para alguien que no estaba entrenado era una experiencia extraña, como si estuviera un poco drogada o en medio de un sismo. En el mismo instante en el que Santiago Fisterra terminó de pronunciar la palabra “uno”, las puertas que tenían por delante se abrieron con un gesto feroz, y una o dos granadas cegadoras eran lanzadas dentro de las habitaciones. Solo servían para aturdir, no eran armas letales, pero eso no significaba que no fueran absolutamente violentas. Gabriella se movió por inercia detrás de Santiago porque eso era lo que se suponía que debía hacer, era su sombra, si él se movía ella se movía detrás de él, si él iba a la derecha ella iba a la derecha, así que en el mismo segundo en que aquel estallido llenó el ambiente, el hombro de Santiago impactó contra la puerta y entraron disparando. Uno… dos… Gabriella lo vio dejar
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 54. Una mujer mal de la cabezaDel otro lado de aquella puerta, Santiago abrió mucho los ojos y miró al techo porque lo último que se le había ocurrido era que Gabriella tuviera la desfachatez de ponerse a negociar de aquella manera. ¡¿Un puto intercambio, en serio?! ¡Aquello era de novato, de mucho novato!Si lo hubiera sabido, jamás la habría dejado poner un pie sola dentro de la maldit@ estancia. Sin embargo, antes de que pudiera hacer el primer movimiento para entrar también, como amenaza, como respaldo, ya no lo sabía, escuchó la voz de uno de aquellos tipos respondiendo a la negociación. —¿Y qué te hace pensar que vamos a caer en ese estúpido juego? —espetó él y Gabriella lo miró casi con fastidio. Ranger sabía que ella no podía evitarlo, aquella mirada de apatía y de desprecio desesperaba a un santo. Pero mientras Gabriella miraba a su interlocutor de arriba a abajo como si fuera una cucaracha a la que estuviera decidiendo si debía aplastar o no, de
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 55. Hay cosas que no se le tocan a un hombreY aquello era casi poético, había que reconocerlo, porque los dos hombres con armas dentro de la estancia estaban tan rabiosos como inquietos y aún así no eran las personas más furiosas en aquella habitación.—Santiago, puedes retroceder ahora —siseó la muchacha con voz gélida.—Gabriella, ¿estás segura? —la increpó él, pero hasta podía jurar que había cierta satisfacción en su tono mientras negaba.La muchacha miró a los ojos de Ranger por un solo instante antes de negar y sonreír.—Sí lo estoy, Santiago. Estoy segura, por favor, retrocedan.Y aunque no estaba de acuerdo, eso fue exactamente lo que él hizo, porque en aquel punto tenía que entender que ella no solo era la clienta, sino que parecía ser capaz de manejar completamente la situación por más loca que fuera.Un minuto después uno de los hombres se guardaba la pistola en la cartuchera y gruñía con frustración mientras intentaba desatar los pies, y por últi
PEQUEÑA REBELDE.CAPÍTULO 56. Ranger WallisSi era sincero, Santiago Fisterra tenía que reconocer que jamás había participado en un acto de venganza, pero también comprendía que había amenazas que jamás dejaban de colgar sobre la cabeza de una persona a menos que la solucionara, y por desgracia Gabriela era el ejemplo perfecto de ese hecho.No tenía idea de cómo demonios Umberto Salvatore planeaba camuflar el hecho de que había incumplido con el pacto de no agresión que había hecho frente a Rodrigo De Navia; no sabía si pretendía sobornarlo con la herencia de Esteban Salvatore para que olvidara la afrenta; no sabía si pretendía simplemente faltar al acuerdo con los De Navia; o si faltar el respeto al mayor Keeper de Europa del Este era menos importante para él que matar a su hermana.Lo cierto era que su grado de obsesión o de malas decisiones llegaba al punto de cometer un error tan grande como aquel. Precisamente por eso sabía que no iba a detenerse nunca, y si había sido capaz de de
PEQUEÑA REBELDE, CAPÍTULO 57. La cabeza de la familia SalvatoreY podía parecer una locura pero no lo era. Ranger juraba que jamás se había sentido así, porque a pesar de todos los años que había pasado viendo los horrores y las atrocidades de la guerra, nada, absolutamente nada, lo había hecho sentir tanta sed de venganza como la que se le había acumulado en el cuerpo en las últimas seis horas.Que le dispararan era lo de menos. Que lo golpearan era lo de menos. El problema real, el terrible, era que había estado escuchando durante demasiado tiempo la forma en que aquellos hombres hablaban de lo que Umberto quería hacer, de la forma en que Umberto quería lastimar a Gabriella, de lo mucho que la odiaba, de lo mucho que la despreciaba, y de cómo no permitiría de ninguna manera que ella siguiera viva mientras su gemelo estaba muerto.Así que solo pisó el acelerador con fuerza y, después de que Rodrigo le pasara la ubicación de dónde diablos se encontraba Umberto, cortó absolutamente tod
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 58. Esta es por...Era tan terrible como cierto, por desgracia Ranger podía ver dibujada en la expresión de aquel hombre toda la verdad. A Esteban Salvatore no lo habían matado por el dinero, ni por la posición dentro de la familia; lo habían matado porque había descubierto de lo que sus hijos mayores eran capaces.—¡Suéltame ahora mismo o te juro que cada cosa que me hagas lo va a pagar la maldit@ de Gabriela! —gruñó Umberto, tratando de forcejear como podía contra la cuerda que le ataba las manos, pero era del todo inútil.—¡No me cuentes! ¿Y quién va a venir a vengarte? —le preguntó Ranger con una sonrisa llena de sarcasmo—. ¿Amadeo, que está muerto? ¿O Filippo y Alessio, a quienes estoy seguro de que tú y tu gemelo se encargaron de hacer la vida imposible a su manera? —replicó el ex militar—. ¿Qué crees en verdad que prefiera la señora Salvatore? ¿Que sus hijos dirijan a partir de ahora los negocios de la familia, o enredarse en una guerra que no les comp
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 59. Hora de volver. Aquel podía ser el inicio o el final de todo, eso dependía de qué quisiera hacer Gabriella con el cadáver de Umberto Salvatore. Sin embargo, no tendría respuesta esa noche, porque en el mismo instante en qué atravesó la puerta de aquella habitación de hotel, la boca de la muchacha se encontró con la suya como un gesto urgente y desesperado.Había una necesidad allí que sobrepasaba cualquier cosa que los dos hubieran sentido antes. Ranger cerró los ojos y la envolvió en sus brazos, porque lo único que podía pensar era que había estado a punto de perderla esa noche, y ese era el sentimiento más insoportable que había experimentado en su vida.Devoró su boca, exploró su cuerpo con la misma ansiedad que ella tenía, y cada beso, cada mordida, cada gemido fueron perfectos para cerrar aquella noche de una vez por todas.Ranger la sintió suavizarse, estremecerse y derretirse entre sus brazos mientras él le estrechaba y su respiración se hacía aco