PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 59. Hora de volver. Aquel podía ser el inicio o el final de todo, eso dependía de qué quisiera hacer Gabriella con el cadáver de Umberto Salvatore. Sin embargo, no tendría respuesta esa noche, porque en el mismo instante en qué atravesó la puerta de aquella habitación de hotel, la boca de la muchacha se encontró con la suya como un gesto urgente y desesperado.Había una necesidad allí que sobrepasaba cualquier cosa que los dos hubieran sentido antes. Ranger cerró los ojos y la envolvió en sus brazos, porque lo único que podía pensar era que había estado a punto de perderla esa noche, y ese era el sentimiento más insoportable que había experimentado en su vida.Devoró su boca, exploró su cuerpo con la misma ansiedad que ella tenía, y cada beso, cada mordida, cada gemido fueron perfectos para cerrar aquella noche de una vez por todas.Ranger la sintió suavizarse, estremecerse y derretirse entre sus brazos mientras él le estrechaba y su respiración se hacía aco
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 60. Una reunión familiar.Y era fácil decirlo, pero hacer aquel trayecto de vuelta significaba enfrentarse a todas las probabilidades, a todos los miedos, a cualquier cosa que pudiera pasar con Gabriella o que ella pudiera decidir; y Ranger no había mentido cuando le había dicho que la seguiría a donde fuera mientras ella siguiera siendo su hogar, pero tampoco era mentira que sabía que le dolería vivir siempre pendiente de que hubiera una bala allá afuera con su nombre escrito en ella.Finalmente, los dos decidieron tomar un vuelo de regreso a Italia y no fue nada difícil concertar una reunión con Alessio, Filipo y su madre.Sobra decir que para ese momento ya Ranger iba de nuevo armado hasta los dientes y con todas las alarmas disparadas. El pequeño equipo había vuelto a reunirse solo para acompañarlos en ese encuentro, así que Gabriella se sentó en uno de los extremos de aquella mesa en la vieja catedral con la confianza de que nada le sucedería.—¿Cómo se
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 61. Historia antigua... y nueva.Y sí, “desaparecer” era la palabra correcta, porque aunque Gabriella habría creído que quizás ella sería la que tendría que esconderse, desaparecer, cambiarse el nombre o algo por el estilo, la realidad era que los Salvatore se le habían adelantado.—Me dejaron a cargo de cerrar todos sus negocios —le explicó Mateo—. Y cuando digo todos, quiero decir absolutamente todos. Me pidieron pasaportes nuevos, identidades nuevas, nuevas propiedades, y por supuesto que no voy a revelarte ni lo uno ni lo otro porque también son clientes del Pozo, pero te puedo garantizar que según a donde me pidieron que los mandara, lo último que van a hacer será molestarte de cualquier manera.—¿A la Antártida? —preguntó la muchacha con incredulidad.—A una isla paradisíaca en el mar de Célebes. Grandes olas, aguas cristalinas, una mansión generosa, y creo que tus hermanastros pretenden pasar el resto de sus vidas montando olas, montando mujeres, y viv
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 62. JamásTodo hubiera sido muchísimo más fácil si Gabriela simplemente le hubiera disparado, porque quizás una bala habría provocado menos consternación que el hecho de escucharla hablar sobre un embarazo.No era que esperara que fuera emotiva o algo por el estilo, porque sabía muy bien cómo la muchacha podía hablar sobre el clima o sobre la muerte o el amor sin que una sola línea de expresión alterara su rostro; pero Ranger estaba bastante seguro de que habían estado cuidándose.—¿Emb...? ¿Embarazada? —balbuceó como si acabara de salir de un shock y la vio respirar profundo.—No se me ocurre otra cosa, ya sé que nos cuidamos pero... ¡No sé, supongo que a veces esas cosas pasan! —bufó ella con fastidio—. Si te soy honesta, con todo esto ni siquiera sé cuándo fue la última vez que tuve mi periodo, aunque tampoco es que sea yo muy regular... En fin, solo vamos a regresar a los Estados Unidos y cuando estemos allá me ocuparé de esto.Y ni siquiera supo por qué,
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 63. Un hombre maduroQuizá era egoísta. Quizás era cierto que ella se lo había advertido, que todos se lo habían advertido y aún así él tenía aquella sensación perfecta y dulce de que podían ser felices de la manera común.Estar juntos no había sido solo su decisión, también había sido la decisión de Gabrieolla. Ranger estaba seguro de que ella tenía sentimientos por él, de que la muchacha lo quería tanto como él la quería a ella, y cuando uno amaba de esa forma, entonces no quedaba más remedio que llegar a acuerdos, o de lo contrario lo mucho o lo poco que había avanzado la relación sería en vano.Esa misma noche se despidieron de sus amigos, y aún así Ranger no fue capaz de volver a su cama. Pasó todo el día siguiente dando vueltas de un lado para el otro, fingiendo hacer la única y pequeña maleta que tenía para volver a Estados Unidos, cuando la verdad era que solo necesitaba tiempo para pensar.Esa última semana para disfrutar de Europa ahora que eran lib
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 64. ExperienciaDolía. No había otra forma de decirlo, simplemente dolía. Y Ranger estaba seguro de que a su manera a ella le dolía también. No era que fuera del todo una piedra insensible, era sencillamente que a veces Gabriella optaba por justificarse no entender.—¡No te puedes ir, así no se resuelven las cosas! —le gritó ella cuando lo vio lanzar dentro de la cajuela de una de las camionetas de la casa esa bolsa que ni siquiera había desempacado desde que habían llegado.—Sí, pues no parece que tú tengas muchas ganas de arreglarlas —replicó él apretando los labios.—¡Ranger, solo te estoy diciendo que no puedes obligarme a hacer algo que no quiero! ¡Te estoy diciendo que así es como soy y si me quieres entonces...!—¡Eso es basura! —replicó él con fiereza dándose la vuelta y la muchacha retrocedió sobresaltada—. ¡Esa es publicidad barata para la gente que quiere justificar no mejorar ni cambiar nunca, en nada! Si tú me quisieras, pero yo fuera de los homb
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 65. Un Concejo de guerraRanger apretó los dientes en el mismo momento en que llegó a la hacienda de los Vanderwood y todos se le quedaron mirando como si con todo su tamaño, el pitbull de repente se hubiera convertido en un cachorro al que acabaran de apalear.—¡Blaaaaaaaaaair! —llamó el señor Rufus porque no cabía duda de que su primera nuera seguía siendo su mayor cómplice—. ¡Saca el tequila que estamos en situación de emergencia!Y ni corta ni perezosa Blair les puso unas cuantas botellas en medio de la terraza a las diez de la mañana y para las dos de la madrugada los echó de allí con el estipulado chorro de agua de la manguera y los mandó a todos a dormir la resaca a sus respectivas camas.—Tenemos un caso difícil entre manos —suspiró el señor Rufus sentándose entre todas sus nueras y cruzándose de brazos, porque sus hijos eran el Equipo de apoyo, pero aquellas mujeres eran el Concejo de guerra—. Ranger es el menos tarado de todos mis hijos —y a esas al
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 66. Un cambioEra algo así como una locura compartida y colectiva, Gabriella no tenía otra forma de describirlo, porque aquella Hacienda estaba llena de mujeres locas, el chiquillos corriendo por todos lados y muchos caballos y perros sueltos.¿Quién dejaba sueltos tantos caballos? Lo cierto era que resultaba imposible no darse cuenta de que el mundo que rodeaba a Ranger era muy distinto del suyo... y que ella no le había permitido que se lo mostrara... o no había querido. ¡Ya ni sabía!Como tampoco sabía en qué momento había decidido ponerse un alto a sí misma. Quizás en el mismo instante en que la doctora había sacado aquella hoja de papel del sobre y le había dado el resultado de sus exámenes de sangre.—Nada de embarazo, es una suerte —le sonrió y por alguna razón que no pudo entender, aquello no fue un alivio para ella.—Pero... no entiendo. No me he estado sintiendo bien, y definitivamente no me ha venido mi periodo —replicó y la doctora siguió leyendo