PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 63. Un hombre maduroQuizá era egoísta. Quizás era cierto que ella se lo había advertido, que todos se lo habían advertido y aún así él tenía aquella sensación perfecta y dulce de que podían ser felices de la manera común.Estar juntos no había sido solo su decisión, también había sido la decisión de Gabrieolla. Ranger estaba seguro de que ella tenía sentimientos por él, de que la muchacha lo quería tanto como él la quería a ella, y cuando uno amaba de esa forma, entonces no quedaba más remedio que llegar a acuerdos, o de lo contrario lo mucho o lo poco que había avanzado la relación sería en vano.Esa misma noche se despidieron de sus amigos, y aún así Ranger no fue capaz de volver a su cama. Pasó todo el día siguiente dando vueltas de un lado para el otro, fingiendo hacer la única y pequeña maleta que tenía para volver a Estados Unidos, cuando la verdad era que solo necesitaba tiempo para pensar.Esa última semana para disfrutar de Europa ahora que eran lib
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 64. ExperienciaDolía. No había otra forma de decirlo, simplemente dolía. Y Ranger estaba seguro de que a su manera a ella le dolía también. No era que fuera del todo una piedra insensible, era sencillamente que a veces Gabriella optaba por justificarse no entender.—¡No te puedes ir, así no se resuelven las cosas! —le gritó ella cuando lo vio lanzar dentro de la cajuela de una de las camionetas de la casa esa bolsa que ni siquiera había desempacado desde que habían llegado.—Sí, pues no parece que tú tengas muchas ganas de arreglarlas —replicó él apretando los labios.—¡Ranger, solo te estoy diciendo que no puedes obligarme a hacer algo que no quiero! ¡Te estoy diciendo que así es como soy y si me quieres entonces...!—¡Eso es basura! —replicó él con fiereza dándose la vuelta y la muchacha retrocedió sobresaltada—. ¡Esa es publicidad barata para la gente que quiere justificar no mejorar ni cambiar nunca, en nada! Si tú me quisieras, pero yo fuera de los homb
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 65. Un Concejo de guerraRanger apretó los dientes en el mismo momento en que llegó a la hacienda de los Vanderwood y todos se le quedaron mirando como si con todo su tamaño, el pitbull de repente se hubiera convertido en un cachorro al que acabaran de apalear.—¡Blaaaaaaaaaair! —llamó el señor Rufus porque no cabía duda de que su primera nuera seguía siendo su mayor cómplice—. ¡Saca el tequila que estamos en situación de emergencia!Y ni corta ni perezosa Blair les puso unas cuantas botellas en medio de la terraza a las diez de la mañana y para las dos de la madrugada los echó de allí con el estipulado chorro de agua de la manguera y los mandó a todos a dormir la resaca a sus respectivas camas.—Tenemos un caso difícil entre manos —suspiró el señor Rufus sentándose entre todas sus nueras y cruzándose de brazos, porque sus hijos eran el Equipo de apoyo, pero aquellas mujeres eran el Concejo de guerra—. Ranger es el menos tarado de todos mis hijos —y a esas al
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 66. Un cambioEra algo así como una locura compartida y colectiva, Gabriella no tenía otra forma de describirlo, porque aquella Hacienda estaba llena de mujeres locas, el chiquillos corriendo por todos lados y muchos caballos y perros sueltos.¿Quién dejaba sueltos tantos caballos? Lo cierto era que resultaba imposible no darse cuenta de que el mundo que rodeaba a Ranger era muy distinto del suyo... y que ella no le había permitido que se lo mostrara... o no había querido. ¡Ya ni sabía!Como tampoco sabía en qué momento había decidido ponerse un alto a sí misma. Quizás en el mismo instante en que la doctora había sacado aquella hoja de papel del sobre y le había dado el resultado de sus exámenes de sangre.—Nada de embarazo, es una suerte —le sonrió y por alguna razón que no pudo entender, aquello no fue un alivio para ella.—Pero... no entiendo. No me he estado sintiendo bien, y definitivamente no me ha venido mi periodo —replicó y la doctora siguió leyendo
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 67. Un viejito brujo—Esa es una muy buena pregunta, pero déjame confirmarla —le pidió Rufus acomodándose y sacando un par de cervezas que Gabriella no sabía ni dónde traía escondidas—. ¿La razón por la que no quieres tener niños es porque piensas que no los vas a querer? ¿Es eso?La muchacha pasó más saliva que el trago de cerveza pero terminó asintiendo. —Creo que no soy apta para cosas como esa —murmuró—. ¿Se imagina la ilusión que se haría Ranger si estuviera embarazada? ¡¿Y qué va a pensar si al final resulta que no quiero a mi propio bebé?!—Pues entonces lo querrá él, lo querremos nosotros. ¡Créeme que lo último que le va a faltar a un hijo de Ranger Wallis es gente que lo quiera! —sentenció Rufus.—¿Pero no se supone que debería quererlo yo? —preguntó ella abrazándose las piernas cruzadas y apoyando la barbilla en las rodillas.—¿Y no se supone que quieres ser abogada? ¿Cómo puedes siquiera juzgar o presuponer un hecho que ni siquiera ha ocurrido? —l
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 68. Sé que tienes la radio encendidaLas risas tuvieron que contenerse y mucho, porque aunque Gabriella podía parecer que estaba haciendo un chiste, ella lo decía muy en serio y en cuanto vio la primera burla frunció el ceño.—¡Oigan, viejo también es bueno! —rezongó.—¡Y yo confirmo eso! —exclamó el señor Rufus.—Total que le gustan cosas de viejitos, así que si me voy a poner en plan romántica arrastrada...—¡Como babosa en tierra...!—¡Gracias señor Rufus no me ayude tanto! —suspiró la muchacha—. Entonces si me voy a poner a corretear al hombre, hay que reconocer que es viejito y le gustan cosas de viejitos. Quiero decir... ¡todavía oye la radio de su auto! ¿Quién oye la radio de su auto...?Sin embargo en solo cuestión de unos segundos, mientras todos la miraban, fue como si una lucecita se encendiera en su cabeza.—¡Necesitamos ayuda, urgente, sincronización, ubicación. ¡¿Dónde están ahora?! —exclamó y aquella banda de gallinas locas no tardó nada en sal
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 69. Te amoEra hermosa, tan hermosa que daba miedo, porque por más que Ranger quería imaginar que tenía algún tipo de control cuando se trataba de ella, hasta de ese corazón que Gabriella podía considerar demasiado oscuro, de ese mismo él estaba absolutamente enamorado.De sobra está decir que se llevó tres o cuatro gritos espantados de los chicos Vanderwood, que por supuesto querían llegar con sus esposas, ¡pero querían llegar vivos!Para las ocho de la noche, sin embargo, después de pasar medio camino haciendo pipí en botellas de agua porque Ranger era capaz de dispararle al que le dijera que tenía que parar, por fin llegaron a la hacienda de los Vanderwood.Nate, Elijah, Asher, Mathew y Sebastian, en ese orden exacto se bajaron directo a besar dramáticamente el suelo, mientras Ranger corría en la dirección que señalaban todos los dedos que se encontraba en el camino, porque sabían que no había que decirle ni una palabra, solo señalarle dónde estaba ella.—
PEQUEÑA REBELDE. EPÍLOGOCualquier persona en su sano juicio que conociera un poco las historias de los Vanderwood, podía maginar que no sería fácil en absoluto para una persona tan poco emocional como Gabriella, congeniar con gente tan efusiva como los Vanderwood. Pero quizás porque Ranger tenía razón y ella necesitaba más convivencia familiar, o quizás porque aquel caballo que el señor Rufus le había regalado era tan temperamental como ella, o quizás porque la diversidad de locuras era suficiente en aquel lugar... Pero lo cierto fue que dos meses después Gabriella eligió una de las universidades de Texas para estudiar Derecho, y medio año después se gritaba con los niños de la casa como si fuera otro de ellos porque ella tampoco quería estudiar, ¡pero todos tenían que hacerlo!Finalmente el señor Rufus insistió hasta el infinito en que Ranger construyera su casa dentro de la hacienda y para su sorpresa, de parte de Gabriella no encontró ni una sola objeción.Todo, absolutamente to