PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 52. El riesgoRanger lo sabía, lo peor de todo era que no podía decir que no lo sabía. Gabriella era como una bomba de relojería, armada siempre, alrededor de la que no se podía dar ningún paso en falso, al menos de momento. Sin embargo lo que más le preocupaba a Ranger en aquel momento eran las cosas que estaba soñando y no lo que hacía o pensaba mientras estaba despierta.—¿Hay alguna posibilidad, por mínima que sea, de que recuerde esas cosas? —le preguntó a Morgan aunque sabía que la respuesta no le iba a gustar.—Ranger, no hay certezas cuando se trata de la mente humana. Quizás nunca, quizás mañana por la mañana, quizás le parezcan un sueño nada más, quizás se levante a los cincuenta años con la certeza de todo lo que sucedió —le explicó el psiquiatra—. Lo único real aquí es que no podemos asegurar nada. Lo único que dará resultado en cualquier caso, pase lo que pase, es que tenga la contención que necesita, y para eso lo único que sirve es reforzar tu
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 53. Un viejito texanoSus nudillos se pusieron pálidos sobre el volante en el mismo segundo en que sintió la boca de Gabriella bajar por su miembro, devorándolo despacio, lamiendo, chupando, jugando, mientras aquella camioneta devoraba millas de carretera. La condenada no parecía tener ningún apuro, solo la satisfacción de jugar con él, así que inconscientemente Ranger agradeció estar en uno de esos tramos poco transitados.Ni siquiera podía describir todo lo que sentía, cada uno de sus instintos estaba alerta, como si su cerebro tuviera que atender cien amenazas a la vez y la más peligrosa de todas estaba sobre sus piernas, con los pechos rozando uno de sus muslos mientras la mano derecha de Ranger se deslizaba hasta aquel trasero respingón. Le apartó el vestido sin ningún pudor y jadeó de gusto mientras metía las manos debajo de sus bragas, acariciándole las nalgas. Era tan caliente que juraba que podía incendiar el maldito auto, y cuando sus dedos rozaron
PEQUEÑA REBELDE, CAPÍTULO 42. No dejes que nada te paseEscuchar la radio era definitivamente una de sus partes favoritas del camino, aunque por supuesto, que Gabriella tratara de encajarle su lista de Spotify sin vaselina también lo era. Así que para no caer en dramas innecesarios, porque había que priorizar, por supuesto, la muchacha terminó haciéndole a Ranger su propia lista de canciones de música country.—Solo para que lo sepas —le advirtió él—. Igual voy a estar pegado siempre a la radio.Y Gabriella lo calló con un par de besos y unos cuantos gemidos de esos que lo hacían olvidarse del mundo entero. Pero como obviamente el viaje no podía durar para siempre, aquella tranquilidad que venía con el anonimato del camino tenía que acabarse en algún momento, y para el mismo instante en que entraron en Mónaco, Gabriella se envaró en su asiento y Ranger se puso alerta como si le hubieran salido de pronto diez ojos más. Estacionó en uno de los tranquilos barrios en las afueras de Mont
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 43. El PozoLos ojos de Rodrigo De Navia se clavaron en un segundo en aquel dije, mientras sus pupilas se dilataban y Gabriella se daba cuenta perfectamente de que lo había reconocido. —Me lo dejó mi padre, pero teniendo en cuenta que yo solo tenía cinco años cuando él murió, dudo que pueda recordar cualquier cosa que me haya dicho —sentenció ella—. Pero veo que usted lo conoce, señor De Navia. ¿Puede decirme qué es?Sin embargo cuando el hombre frente a ella despegó los labios no fue para responderle, sino para girarse hacia su hermano.—¿Tenemos forma de comprobar que es la hija de Salvatore? Que no sea, por supuesto exhumando un cadáver que solo Dios sabe dónde está —gruñó Rodrigo y su hermano menor asintió despacio. Gabriella miró a Ranger porque parecía que ella no era la única allí con una completa falta de tacto, pero lo que pasó a continuación la dejó muda.Mateo De Navia levantó hacia ella el aparato que llevaba en las manos, que parecía una pequeñ
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 44. Harry Potter entrando a GringottsLa mirada de Gabriella se achicó como si el peor de los pensamientos le estuviera cruzando la mente y Rodrigo levantó el dedo índice para negar.—No, no, no. Al revés funciona de la misma manera —le advirtió—. No puedo aceptarte un contrato sobre las cabezas de tus hermanos ni... —Rodrigo se interrumpió cuando Mateo le dio un codazo ligero y miró la tableta que su hermano le mostraba—. Perdón, me corrijo—. No puedo aceptarte un contrato sobre la cabeza de Umberto Salvatore, porque también es cliente del Pozo, pero ni Alessio ni Filippo lo son.El pecho de Gabriella se hinchó porque necesitaba aire, pero terminó exhalando pocos segundos después. —No, ni Alessio ni Filippo me han hecho nada —contestó—, al menos no hasta el momento, y me han tratado de explicar que no está bien ir por ahí matando gente.Rodrigo levantó una ceja divertida en dirección a Ranger.—Déjame adivinar: esa burrada te la dijo este Jesucristo sacrifi
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 45. ¿Cuánto vale?El número que salió de los labios de Mateo De Navia habría hecho que cualquier persona normal se tambaleara, pero ella no era una persona normal y el primer pensamiento que salió de su boca, fue también el mismo que había pasado por la cabeza de Ranger.—Los Salvatore no me dejarán irme ilesa con una fortuna como esta —murmuró.—Sí lo harán, si te cambias el nombre y te vas a vivir a una isla desierta. Después de todo no tienes a nadie más que puedan rastrear y matar para llegar a ti —sentenció Rodrigo—. ¿O sí?Y la respuesta por desgracia era “Sí”. Ella no tenía a nadie más que a Ranger, pero Ranger tenía toda una familia en Texas que lo adoraban y a la que él amaba. Sabía que por nada del mundo los sacrificaría, porque él no era esa clase de persona.—Será mejor que hablemos de eso más tarde. —Mateo interrumpió sus pensamientos, ahora tenemos que configurar tus nuevos accesos y la cuenta de banco fantasma que vas a usar para tener acceso i
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 46. Una noticia inesperada.Ranger no sabía por qué tenía aquel presentimiento, pero nada le sacaba de la cabeza que algo estaba a punto de salir mal. Los De Navia por supuesto que le habían ofrecido un equipo de seguridad completo, y aunque el ex militar prefería de sobra traer al suyo, aquel estado de ansiedad le decía que llamar a Max solo haría que sus amigos se pusieran en un peligro aun mayor.Razonar con Gabriella había sido inútil, porque por menos que le gustara los dos tenían cierta razón, cada uno a su manera.—Solo hay dos formas de hacer esto y lo sabes, dejando un rastro de cadáveres, o no —sentenció la muchacha—. No existe una tercera opción, los Salvatore no van a cruzarse de brazos a menos que estén muertos o satisfechos.—¡Y no van a estar satisfechos, Gabriella! ¡Amadeo está muerto! ¿Cómo crees que van a dejar pasar eso? ¿Con una parte de la fortuna que dejó tu padre? ¿Con la fortuna completa?—¡¿Entonces cuál es la opción?! —replicó ella—.
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 47. Un hombre vengativo—No, maldit@ zorra, no me parece —escupió Umberto entre dientes sin poder creer lo que estaba escuchando—. ¿Se te olvidó que mataste a mi hermano?Los ojos de Gabriella echaron chispas mientras una extraña sonrisa se dibujaba en sus ojos.—¿De verdad quieres que recuerde eso? —espetó ella con rabia—. ¿Quieres que recuerde que él, mi madre y quiénes más estuvieron implicados en el asesinato de mi padre? Umberto se puso pálido y levantó la barbilla con un gesto de arrogancia que no convenció a nadie.—¡Estás demente! —gruñó con los ojos muy abiertos—. ¡Lo único que quieres es arruinar nuestro apellido, nosotros no tuvimos nada que ver con eso, solo intentas justificar el hecho de que quieres quedarte con la fortuna de nuestra familia!—¿Justificarme? —Gabriella lo miró como si de verdad fuera un insecto—. ¿Justificarme ante quién? ¿Ante ti, ante tu familia, que indudablemente jamás será la mía...? ¿Ante el señor que me guardó mi herenci