PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 34. Sin salidaGabriella respiró profundo, porque no sabía exactamente qué debía sentir con respecto a aquella conversación. La gente solía hablar sobre ella a sus espaldas muy a menudo, solo había esperado que él no fuera uno de ellos.Tampoco podía decir que le sorprendía; Ranger se veía asustado, o al menos eso parecía, pero la realidad era que ni una sola palabra de las que se habían dicho le era ajena. Cada explicación del psiquiatra la había escuchado ya muchas veces: hasta la ramificación más simple del diagnóstico que le habían dado cuando todavía era una niña la había estudiado, había intentado entenderla y finalmente la había aceptado, como también había hecho la paz con que solo muy pocas personas fueran capaces de aceptarlo.Así que se dio la vuelta para marcharse cuando se topó de frente con una figura que no esperaba.—Gabriella... —murmuró Max—. Pensé que estabas dormida, no sabía que habías venido con...—Ranger y el doctor necesitan terminar
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 35. Ella sabe…—Siempre hay otra salida —murmuró Ranger mirando al paisaje mustio frente a ellos—. Quizás no siempre sea fácil, pero siempre hay otra salida, te lo aseguro.—Y esa es una expresión muy bonita de esperanza... o de positivismo militar —replicó Gabriella encogiéndose de hombros—. Pero la realidad aquí es que haga lo que haga, Lionetta puso un blanco sobre mi espalda desde el mismo momento en que volvió a buscarme. Ojalá nunca lo hubiera hecho.—En eso estamos de acuerdo —admitió Ranger—. Pero la cuestión no es tan simple. Tus hermanastros manejan un negocio de lavado de dinero que engloba desde capos de la mafia hasta estafadores de talla mundial. ¿Está segura de que eso es lo que quieres para ti?Gabriella se puso de pie y sus manos fueron a alcanzar una de las hojas del seto más cercano, como si necesitara experimentar el tacto de una textura diferente.—Dime una cosa, si Amadeo no sobrevive, o incluso si lo hace, ¿crees que él y Umberto se que
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 36. Una decisión sin emociones.Existía una palabra para todo aquello y era “hastío”, Gabriella era perfectamente capaz de identificar aquella emoción en particular porque era una de las que experimentaba más a menudo.Y por supuesto una de las primeras cosas que había tenido que aprender en la vida era a leer a la gente, así que era bastante buena en eso, y por más que Ranger trató de disimular el nerviosismo que sentía, para Gabriella fue como si en su rostro estuviera perfectamente dibujado el espanto.—No me mires así que todavía no le he hecho nada —suspiró ella poniendo a un lado la taza de chocolate que se estaba bebiendo—. Tiene cara de que es muy buen doctor, ya sabes… de los que se preocupan, y si tú confías en él supongo que yo también tendré que hacerlo.Y en ese justo momento Ranger no fue el único que se quedó paralizado viéndola.—Este... ¿sabías que soy doctor? —preguntó Morgan y ella lo miró como si fuera demasiado obvio.—¿Tienes idea de por
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 37. Un nombre peligrosoUn león enjaulado probablemente fuera más lindo y menos peligroso, y si era totalmente honesto, en aquel momento Morgan no estaba seguro de quién necesitaba exactamente más terapia, si la sociópata controlada o el ex militar neurótico; porque la verdad era que tanto él como Max podían jurar que jamás habían visto a Morgan tan nervioso.—Decepción — sentenció acercándose a él y su amigo lo miró sin comprenderlo—. Eso se llama “decepción” y también es una emoción básica, personal, y muy interesante para alguien como ella.Ranger frunció el ceño porque no comprendía y Morgan suspiró con un poco de alivio.—Significa que es selectivamente empática —le explicó—. Es muy extraño que seas tú la persona a la que se acerque cuando ni siquiera te conoce pero es evidente que eres importante para ella… y que ya la cagaste.—¡No me jodas, Morgan! ¡Solo te traje aquí!—Y solo quieres arreglarla —replicó el psiquiatra—. Es una pena que te escuchara, p
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 38. Desconocido, desesperante, urgente…La forma en que Gabriella lo miró no podía ser más distante y eso hizo que cada fibra del cuerpo de Ranger Wallis se estremeciera.—¿No te parece que esa es una frase muy poco apropiada para decir frente a alguien como yo? —espetó la muchacha pero retrocedió vivamente cuando lo vio avanzar hacia ella y arrinconarla contra uno de los muebles.—¡Nalguear a una jovencita de tu edad también es poco apropiado pero te juro que te lo estás buscando! —gruñó Ranger y la sintió contener el aliento contra él.No tenía cara de cachorrita perdida, no tenía cara de inocente, ni de que no mataba ni una mosca, sin embargo había un desconcierto en los ojos que al ex militar le revolvía todo dentro.—¡Maldición, Gabriella…! ¡Lo siento! ¡No debí…! ¡Pero no sabía…! ¡Diablos, no sé cómo manejarme a tu alrededor! ¡No quiero hacer ninguna burrada que te lastime, pero la verdad ni siquiera sé si te puedo lastimar, no sé cómo piensas, o cómo si
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 39. Ahora sabe que "eso" existeLos dedos de Gabriella se cerraron sobre aquella madera, aferrándose al borde del tocador y controlando las ganas que tenía de romper el espejo frente a ella, mientras Ranger retrocedía.Sus pupilas estaban dilatadas a un punto en que parecía que sus ojos eran completamente negros pero el único movimiento que hacía era temblar involuntariamente agarrada a aquel tocador.Y lo peor de todo, quizás lo peor era que Ranger no sabía qué hacer. Su primer instinto fue llegar a la puerta y sin importar cuántos corredores hubiera de por media, aquel grito definitivamente llegó a su objetivo.—¡Reeeeeeeeeeed!Treinta segundos después el médico derrapaba junto a la puerta y tiraba de su camisa para sacarlo de allí mientras observaba lentamente a Gabriella. La vio cerrar los ojos y respirar despacio, como si se supiera exactamente cómo era el ejercicio y tuviera la voluntad necesaria para realizarlo, y aunque ni siquiera buscaba reaccionar,
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 40. Una mentira simpleHubiera sido mejor que le pegara; quizás así Ranger se hubiera sentido menos… menos… Exhaló un gruñido de impotencia y salió de allí, porque quizás podía discutir con Morgan, pero consigo mismo era un poco más difícil.Decir que no sabía ni lo que estaba sintiendo era poco. Él quería llamarlo “responsabilidad”, pero ¡maldición! ¡jamás en su vida su cuerpo se había sentido tan “responsable” por nadie!Rumió su inconformidad durante las siguientes cinco horas, pero en el momento en que Gabriella por fin despertó de nuevo, era como si el episodio por el que habían tenido que sedarla jamás hubiera sucedido. La vio sentarse en el borde de la cama a través de la cámara, y apagó esta en el mismo momento en que se dio cuenta de que iba a desvestirse para meterse al baño.Así que se fue a la cocina, hizo su especialidad y fue con aquel sándwich a modo de ofrenda a tocar a su puerta veinte minutos después.—¡Qué tarado! ¡No sabe que con las mujer
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 41. Una mala turistaY a lo mejor era ciego por elección, pero eso no cambiaba el hecho de que Ranger prefería esperar lo mejor dentro de aquel desastre. Prepararse para una reunión con Franco garibaldi no era el problema. En los pocos años que llevaba dirigiendo la ´Ndrangheta, el capo se había creado una reputación que causaba tanto terror como respeto, así que esperaba que aquella reunión entre él y Gabriela no terminara en un conflicto.Dos días después, dos días que pasaron sin penas ni glorias, Max se acercó a Gabriella, que estaba sentada en la terraza de la mansión, para darle la noticia.—Conseguí hablar con la esposa de Franco Garibaldi, la Mamma accedió a verte, así que mañana en la noche es la noche –le avisó—. Tenemos que viajar fuera de Nápoles, vamos a Regio de Calabria, a la casa del Conte.Gabriella respiró profundo aunque no podía decir que aquello le causara ningún alivio o satisfacción en especial.—Gracias, Max. ¿Puedes avisarle a Ranger,