CAPÍTULO 26. ¡¿Dónde está Lynett?!Nadie iba a verlas. Nadie iba a ver jamás aquellas lágrimas simplemente porque Lynett no las derramó. La cabeza le dolía horriblemente cuando abrió los ojos, y debía reconocer que era la parte de su cuerpo que menos dolía.Sentía como si una planadora hubiera pasado sobre su vientre, apenas sentía las piernas y por más despacio que respirara su corazón parecía el motor de un coche de Fórmula 1.Alrededor de su cuerpo estaba un brazo de Elijah. En algún momento él los había cubierto a los dos con una manta, pero Lynett no sabía cuándo. El cuerpo de aquel hombre estaba pegado a su espalda, con el aliento delineando suavemente la curva de su cuello, y la muchacha agradeció que estuviera lo suficientemente cansado como para no notar que ella se levantaba.Miró por todos lados buscando su vestido o mejor dicho: lo que quedaba de su vestido, pero no pudo encontrarlo, así que solo alcanzó la camisa de Elijah y se vistió en silencio, saliendo de allí, no sin
CAPÍTULO 27. No soy un monstruoEl lugar era un caos, pero aunque muchos de los que estaban a cargo parecían dueños de la situación, Elijah veía a McGregor demasiado inquieto.—¿Qué diablos está pasando, por qué no la sacan? —espetó acercándose a él con tono de impotencia y el magnate de la industria constructora solo negó.—Dicen que quieren asegurar el área primero, entiendo que el jefe de bomberos no quiera arriesgar a ninguno de sus hombres pero…—¡Pero para eso les pagan, maldit@ sea! —siseó Elijah—. ¡Eso es lo que significa ser bombero, jugarse el trasero por otros, así que si no van a bajar ellos, bajo yo, pero que se pongan de acuerdo de una puta vez!Y por más extraño que pareciera, Kenneth parecía estar de acuerdo con él; y eso solo hizo que Elijah achicara los ojos.—¿Qué es lo que no me estás diciendo? —gruñó y vio al magnate mesarse los cabellos.—La mezcla se cimentación para edificios como estos es de fraguado rápido —declaró McGregor—. Y he estado teniendo problemas co
CAPÍTULO 28. Una operación riesgosaElijah sintió que su corazón se detenía a la par del de Lynett. Los segundos fueron angustiosos mientras rezaba para sentir su pulso, y solo escuchó los gritos de McGregor llamándola tras él hasta que sintió aquel latido opaco contra sus dedos.—¡Está viva! —gritó apresurado—. ¡Está viva, hay que sacarla de aquí!Se inclinó hacia adelante, metiendo medio cuerpo en el auto y tratando de quitarle el cinturón de seguridad, pero apenas intentó tirar de ella se dio cuenta de que, de alguna forma, estaba atrapada.—No puedo sacarla… ¡McGregor, no puedo sacarla!Elijah no lo veía, pero alrededor de ellos ya los bomberos estaban lanzando enormes pedazos de plástico ligero sobre la mezcla para poder llegar al auto sin hundirse.—¡Lynett! ¡Lynett despierta, oye…! ¡Oye chiquilla, despierta! —la llamó golpeando suavemente su mejilla, y durante un segundo, uno solo, la vio abrir los ojos, con la mirada perdida, y enfocarla en él.—E… ¿Elijah? —susurró con un ton
CAPÍTULO 29. ¡El que caí fui yo!Si el maldito gancho de la grúa lo hubiera golpeado en pleno pecho, destrozándolo, Elijah hubiera tenido quizás una mejor reacción.—¿Qué…? ¿Disculpe? ¿Cómo dijo…? ¿Emb… embarazada? —balbuceó a media voz, como si se estuviera ahogando con aquella palabra.—¿No lo sabía? —El médico frunció el ceño al darse cuenta de su sorpresa—. Lamento que tenga que enterarse en estas circunstancias, señor Vanderwood, pero sí, su esposa está embarazada. Cuando hay operaciones en puerta hacemos exámenes de sangre de emergencia y los de la señora Evans, bueno, sus niveles de la hormona GCH son elevados.Elijah sintió que toda aquella angustia, toda aquella ansiedad y desesperación que había sentido en las últimas dos horas se convertía en rabia.¿Qué tan altos…? ¿Cuánto tiempo…?—Por el análisis, unas nueve semanas más o menos. Por eso es tan importante que usted firme el consentimiento para operarla —le explicó el médico—. El embarazo está en una etapa vulnerable, hare
CAPÍTULO 30. La primera vezNadie hablaba con ella, los médicos pasaban por el pequeño cuarto y revisaban sus constantes, le hacían preguntas sobre cosas que debía recordar o si sentía algún dolor, pero lo único que sentía era dolor de cabeza por un golpe que se había dado a un costado de la frente y dolor en aquel tobillo que se había fracturado.Así que los siguientes dos días Lynett los pasó en una nebulosa de analgésicos y de cansancio, y en completa soledad. Elijah ni se había molestado en ir a verla, y de su madre no sabía, aunque si era honesta tampoco quería saber.Aquel sentimiento de desamparo se hacía cada vez mayor hasta que una de las enfermeras se acercó a ella para decirle que ya podían darle el alta.—Su esposo la está esperando afuera. Ya le entregamos todos los medicamentos que debe tomarse —le dijo ayudándola a acomodarse en una silla de ruedas para empujarla afuera—. Intente por favor no hacer ningún esfuerzo con ese pie, no apoyarlo en absoluto. Su lesión es muy d
CAPÍTULO 31. La traición.Si algo odiaba Elijah Vanderwood con toda su alma eran las mentiras. Pero más que eso odiaba los engaños de gente que se hacía pasar por inocente cuando en realidad solo eran unos lobos traicioneros, y por desgracia había tenido mucho de eso en su vida últimamente.Miró a los ojos de Lynett y aquellas lágrimas le revolvieron el estómago.—Es una puta broma ¿verdad? —siseó con tanta rabia que sentía que podía destruir el mundo él solo en ese momento—. ¿En serio esperas que me crea esa basura?—¡Es la verdad! —exclamó Lynett con desesperación—. ¡No había estado con nadie antes! ¡Jamás me había acostado con nadie, yo era…!—¡No digas “virgen”! —le gritó Elijah—. ¡No te atrevas a decir “virgen”, porque te juro que se me va a olvidar que mi padre me enseñó a no pegarle a las mujeres! ¡Eres una arpía mentirosa, eso es lo que eres! ¡Y por eso te acostaste conmigo, solo para poder disfrazar el embarazo que ya traías!—¡No es cierto! —gritó Lynett—. ¡No es cierto! ¡Yo
CAPÍTULO 32. Un hombre despechadoCuatro.Lynett no estaba segura de que aquello no fuera peligroso, pero el dolor era tan fuerte que no dudó en meterse aquellas cuatro pastillas en la boca y tragarlas con un poco de agua.Había comida en la nevera, pero su mente estaba tan embotada por la agonía que estaba pasando que apenas tenía conciencia de si el tiempo pasaba o si estaba comiendo o no.—¡Elijah!... ¡ELIJAH MALDIT@ SEA… ELIJAH! —gritó desesperada golpeando contra la puerta del despacho, a la tercera o la cuarta noche, ya no lo sabía.Apoyó la frente contra la puerta y sollozó sin poder evitarlo, se sentía tan mal que sentía que solo saldría de allí en un ataúd.—¡Te juro que no estoy embarazada! ¡Te lo juro por la memoria de mi padre! ¡Elijah! —gritó golpeando la puerta—. ¡Tienes que llevarme al hospital…! ¡Tienes que sacarme de aquí! ¡Por favor…! —las lágrimas corrían por sus mejillas desconsoladas—. ¡Te lo suplico, sácame de aquí… me duele mucho! ¡Elijah no estoy embarazada! ¡T
CAPÍTULO 33. Una parte cruelLo que ni Sebastian ni nadie era capaz de imaginar, ni en sus más retorcidos pensamientos, era dónde diablos estaba la oficina que Elijah quería limpiar o por qué quería hacerlo.Una parte de él, la que alguna vez había sido buena y amable, jamás habría actuado de aquella manera; pero desde hacía dos años, desde que había sabido toda la verdad, una nueva parte había ido tomando el control de su carácter, hasta convertirlo en el hombre con tan escasa compasión como el que era en aquel momento.¿Qué a veces lo olvidaba? Eso era muy cierto. Después de todo se había pegado los dedos tratando de arreglar aquella caja de música para Lynett, o se había lanzado de cabeza al pozo de cimentación de un rascacielos para salvarla… Pero luego, mientras aguardaba angustiado en la sala de espera de un hospital, un médico salía para confirmarle que en efecto la mujer por la que acababa de arriesgar su vida solo era como cualquiera de las demás arpías manipuladoras que habí