CAPÍTULO 28. Una operación riesgosaElijah sintió que su corazón se detenía a la par del de Lynett. Los segundos fueron angustiosos mientras rezaba para sentir su pulso, y solo escuchó los gritos de McGregor llamándola tras él hasta que sintió aquel latido opaco contra sus dedos.—¡Está viva! —gritó apresurado—. ¡Está viva, hay que sacarla de aquí!Se inclinó hacia adelante, metiendo medio cuerpo en el auto y tratando de quitarle el cinturón de seguridad, pero apenas intentó tirar de ella se dio cuenta de que, de alguna forma, estaba atrapada.—No puedo sacarla… ¡McGregor, no puedo sacarla!Elijah no lo veía, pero alrededor de ellos ya los bomberos estaban lanzando enormes pedazos de plástico ligero sobre la mezcla para poder llegar al auto sin hundirse.—¡Lynett! ¡Lynett despierta, oye…! ¡Oye chiquilla, despierta! —la llamó golpeando suavemente su mejilla, y durante un segundo, uno solo, la vio abrir los ojos, con la mirada perdida, y enfocarla en él.—E… ¿Elijah? —susurró con un ton
CAPÍTULO 29. ¡El que caí fui yo!Si el maldito gancho de la grúa lo hubiera golpeado en pleno pecho, destrozándolo, Elijah hubiera tenido quizás una mejor reacción.—¿Qué…? ¿Disculpe? ¿Cómo dijo…? ¿Emb… embarazada? —balbuceó a media voz, como si se estuviera ahogando con aquella palabra.—¿No lo sabía? —El médico frunció el ceño al darse cuenta de su sorpresa—. Lamento que tenga que enterarse en estas circunstancias, señor Vanderwood, pero sí, su esposa está embarazada. Cuando hay operaciones en puerta hacemos exámenes de sangre de emergencia y los de la señora Evans, bueno, sus niveles de la hormona GCH son elevados.Elijah sintió que toda aquella angustia, toda aquella ansiedad y desesperación que había sentido en las últimas dos horas se convertía en rabia.¿Qué tan altos…? ¿Cuánto tiempo…?—Por el análisis, unas nueve semanas más o menos. Por eso es tan importante que usted firme el consentimiento para operarla —le explicó el médico—. El embarazo está en una etapa vulnerable, hare
CAPÍTULO 30. La primera vezNadie hablaba con ella, los médicos pasaban por el pequeño cuarto y revisaban sus constantes, le hacían preguntas sobre cosas que debía recordar o si sentía algún dolor, pero lo único que sentía era dolor de cabeza por un golpe que se había dado a un costado de la frente y dolor en aquel tobillo que se había fracturado.Así que los siguientes dos días Lynett los pasó en una nebulosa de analgésicos y de cansancio, y en completa soledad. Elijah ni se había molestado en ir a verla, y de su madre no sabía, aunque si era honesta tampoco quería saber.Aquel sentimiento de desamparo se hacía cada vez mayor hasta que una de las enfermeras se acercó a ella para decirle que ya podían darle el alta.—Su esposo la está esperando afuera. Ya le entregamos todos los medicamentos que debe tomarse —le dijo ayudándola a acomodarse en una silla de ruedas para empujarla afuera—. Intente por favor no hacer ningún esfuerzo con ese pie, no apoyarlo en absoluto. Su lesión es muy d
CAPÍTULO 31. La traición.Si algo odiaba Elijah Vanderwood con toda su alma eran las mentiras. Pero más que eso odiaba los engaños de gente que se hacía pasar por inocente cuando en realidad solo eran unos lobos traicioneros, y por desgracia había tenido mucho de eso en su vida últimamente.Miró a los ojos de Lynett y aquellas lágrimas le revolvieron el estómago.—Es una puta broma ¿verdad? —siseó con tanta rabia que sentía que podía destruir el mundo él solo en ese momento—. ¿En serio esperas que me crea esa basura?—¡Es la verdad! —exclamó Lynett con desesperación—. ¡No había estado con nadie antes! ¡Jamás me había acostado con nadie, yo era…!—¡No digas “virgen”! —le gritó Elijah—. ¡No te atrevas a decir “virgen”, porque te juro que se me va a olvidar que mi padre me enseñó a no pegarle a las mujeres! ¡Eres una arpía mentirosa, eso es lo que eres! ¡Y por eso te acostaste conmigo, solo para poder disfrazar el embarazo que ya traías!—¡No es cierto! —gritó Lynett—. ¡No es cierto! ¡Yo
CAPÍTULO 32. Un hombre despechadoCuatro.Lynett no estaba segura de que aquello no fuera peligroso, pero el dolor era tan fuerte que no dudó en meterse aquellas cuatro pastillas en la boca y tragarlas con un poco de agua.Había comida en la nevera, pero su mente estaba tan embotada por la agonía que estaba pasando que apenas tenía conciencia de si el tiempo pasaba o si estaba comiendo o no.—¡Elijah!... ¡ELIJAH MALDIT@ SEA… ELIJAH! —gritó desesperada golpeando contra la puerta del despacho, a la tercera o la cuarta noche, ya no lo sabía.Apoyó la frente contra la puerta y sollozó sin poder evitarlo, se sentía tan mal que sentía que solo saldría de allí en un ataúd.—¡Te juro que no estoy embarazada! ¡Te lo juro por la memoria de mi padre! ¡Elijah! —gritó golpeando la puerta—. ¡Tienes que llevarme al hospital…! ¡Tienes que sacarme de aquí! ¡Por favor…! —las lágrimas corrían por sus mejillas desconsoladas—. ¡Te lo suplico, sácame de aquí… me duele mucho! ¡Elijah no estoy embarazada! ¡T
CAPÍTULO 33. Una parte cruelLo que ni Sebastian ni nadie era capaz de imaginar, ni en sus más retorcidos pensamientos, era dónde diablos estaba la oficina que Elijah quería limpiar o por qué quería hacerlo.Una parte de él, la que alguna vez había sido buena y amable, jamás habría actuado de aquella manera; pero desde hacía dos años, desde que había sabido toda la verdad, una nueva parte había ido tomando el control de su carácter, hasta convertirlo en el hombre con tan escasa compasión como el que era en aquel momento.¿Qué a veces lo olvidaba? Eso era muy cierto. Después de todo se había pegado los dedos tratando de arreglar aquella caja de música para Lynett, o se había lanzado de cabeza al pozo de cimentación de un rascacielos para salvarla… Pero luego, mientras aguardaba angustiado en la sala de espera de un hospital, un médico salía para confirmarle que en efecto la mujer por la que acababa de arriesgar su vida solo era como cualquiera de las demás arpías manipuladoras que habí
CAPITULO 34. Una respuesta definitiva¿Podía pasar algo más? ¿Podía caerle un rayo en la cabeza? ¿Podía inundarse de aguas negras su oficina? ¿Podía caerle un árbol encima a su auto, con él dentro?Elijah se mesó los cabellos cuando se dio cuenta de que aquella ola de calamidades no iba a parar, y su rostro fue pétreo mientras interrogaba a su secretaria.—¿Disculpa? ¿Incendio? ¿Me estás diciendo que mi casa se incendió? —gruñó con impotencia y la señorita Voigh asintió.—Acaban de llamar del departamento de bomberos y de la empresa de seguros. Le solicitan que vaya inmediatamente allá.Y aunque aquella palabra se le atoraba en la garganta, Elijah no tuvo más remedio que preguntar.—¿Mi esposa?—La señora Evans está bien, fue todo lo que me dijeron.—Claro, no tengo tanta suerte —masculló para sí mismo, con un tono cargado de rabia—. Diles que ya salgo para allá.Entre la resaca, el despecho, la impotencia y la furia, Elijah Vanderwood llegó a la propiedad hecho un huracán, pero pront
CAPÍTULO 35. Una verdad paralizanteUn león hambriento habría sido de naturaleza más amable que Elijah Vanderwood, pero nadie se atrevió a discutirle cuando entró de nuevo en aquella habitación y anunció lo que había decidido.—Vendrá una ginecóloga de confianza a revisar tu embarazo. ¿Estás de acuerdo? —gruñó y Lynett sintió que sus ojos se llenaban de nuevas lágrimas.—Solo quiero que alguien me revise, quien sea… —susurró, porque estaba más que segura de que algo muy malo estaba pasando allí.—Mientras tanto, yo iré pidiendo un nuevo análisis de sangre, para descartar que este haya sido una equivocación del laboratorio —anunció el médico y salió de allí, dejándolos solos y en medio de un silencio aterrador.Elijah la miraba con tanto odio, como si apenas pudiera contenerlo, y Lynett miraba a la pared con desesperación, porque todavía era incapaz de entender las razones de aquel resentimiento.Una larga, infinita hora después, una mujer mayor y de expresión suave entraba seguida por