PLAN MACABRO

ZARCO

No la amo.

No la deseo.

No la quiero.

Yo solo quiero a…

Mi lobo interior desde que inicie mi relacion con Morganna no me hablo nunca y ahora que hemos encontrado a nuestra mate, lo hace, pero la mayor parte del tiempo yo lo ignoro porque sabe bien a quien le pertenece mi amor, mis sentimientos. 

No hay amor en mi corazón por Victoria, ninguna chispa ni deseo. Ella es un deber, una responsabilidad que me ha sido impuesta, no una elección. Y sin embargo, cada vez que cierro los ojos, es ella quien aparece en mi mente, la mujer que he elegido amar, la que me hace sentir vivo.

Me consume la rabia, la frustración de estar atado a un destino que no quiero. ¿Por qué debo sacrificar mi felicidad por el bien de la manada? ¿Por qué debo unirme a alguien que no puedo amar?

Suspiro, Pero en lo más profundo de mi ser, sé que Victoria y yo estamos entrelazados, destinados a estar juntos por alguna razón más allá de nuestra comprensión. Es una ironía cruel, un juego del destino que me obliga a rechazar a la mujer que debería ser mi compañera.

—Hijo, debes entender que esto es más grande que nosotros. La manada necesita esta unión; es nuestra supervivencia lo que está en juego.

—Pero padre—tomo aire, mirando mi vaso— no hay amor. No puedo mirar a Victoria y ver a mi compañera. Mi corazón pertenece a otra.

—Morgana hijo solo es un caprichoso.

—Es la mujer que amo—le reitero porque de eso yo no tengo dudas.

—Victoria es una loba hermosa, inteligente. Con el tiempo, aprenderás a amarla. El consejo lo ha decidido, y debemos acatarlo por el bien de todos.

Sigue sacando sus virtudes y no me interesa. Mi lobo también insiste en lo mismo y no me importa, el amor también es una decisión y elegí amar a Morgana.

—No es justo—me pongo de pie frustrado—tu y mamá... ustedes se encontraron por destino, se amaron desde el principio. ¿Por qué debo conformarme con menos?

—Hijo, Victoria es tu pareja destinada, no sabes la bendición que tienes porque no a todos le llega, Zarco—su mirada es comprensiva— Pero el amor puede crecer, incluso de la obligación. Dale una oportunidad a Victoria, y tal vez al destino también.

Dejo el vaso a un lado y me voy a mi habitación porque no voy a convencerlo para que esta unión no ocurra.  Subo las escaleras hacia mi habitación, sintiendo cada paso como un eco de mis propios conflictos internos. Me despojo de mi ropa con movimientos mecánicos y entro en la ducha. El agua caliente cae sobre mí, pero no logra calmar la tormenta que llevo dentro.

Con los ojos cerrados, las imágenes de Victoria y Morgana se superponen en mi mente. Victoria, con su cabello negro y crespo, ojos verdes que reflejan una mezcla de fuerza y delicadeza, una profesora que lleva la pasión por la enseñanza en su alma. Ella es la promesa de un futuro seguro para nuestra manada, la mujer que el destino ha decidido entrelazar con mi vida.

Pero luego está Morgana, la imagen de su belleza rubia y sus ojos verdes como esmeraldas me persigue. Ella es talento y pasión personificados, una artista cuyas obras capturan la esencia de la vida salvaje que compartimos. Su risa es como música, y su espíritu libre es lo que mi corazón anhela.

Salgo de la ducha y me enfrento a sus fotografías en la pared empapada de vapor. La de Victoria muestra su sonrisa tímida, su mirada serena. La de Morgana, su confianza y su gracia indomable. Son el día y la noche, y yo estoy atrapado entre sus amaneceres y atardeceres.

Me adentro en el bar, un refugio de sombras y susurros. Las paredes de ladrillo, gastadas por el tiempo, están impregnadas de historias que nunca se contarán. El olor a whisky añejo y el humo del tabaco llenan el aire, creando una atmósfera de introspección.

La música es un blues suave, las notas se deslizan por el ambiente como el humo que se enrosca en el techo. El pianista, con los ojos cerrados, encuentra consuelo en cada acorde, y la voz del cantante es un bálsamo para almas heridas.

Me siento en la barra, y el camarero, un hombre que ha visto más de lo que habla, me sirve un bourbon sin que tenga que pedirlo. El vaso en mis manos es un pequeño consuelo, el líquido ámbar promete olvido temporal.

Estoy aquí para escapar, para alejarme de las decisiones que me atormentan, de las promesas que no sé si podré cumplir, de los corazones que no quiero romper. Morgana, con su belleza rubia y ojos verdes, ocupa mis pensamientos. Pero Victoria, la mujer con la que debo unir mi vida, también reclama su espacio en mi conciencia.

Cierro los ojos y me dejo llevar por la música. El blues habla de pérdida, de redención, de caminos inciertos y amores que no pueden ser. Aquí, entre las sombras y las melodías tristes, busco respuestas a preguntas que no sé formular.

El bourbon quema al bajar, pero es un fuego menor comparado con la indecisión que me consume. Este bar es mi santuario, mi confesionario sin palabras. Y mientras la música me envuelve, me pregunto si alguna vez encontraré la paz en este torbellino de emociones que es mi vida.

—¿Entonces que piensas hacer? —Me pregunta mi amigo Maximiliano cuando llega.

—No tengo de otra, por el futuro de nuestra manada y el de mi propia familia, debo cumplir—se sienta a mi lado y pide una cerveza.

—Pero no entiendo amigo, a mi me parece Victoria es una chica muy linda.

—No me interesa para nada, la veo y no me genera ni el más mínimo mal pensamiento.

El sacude la cabeza y toma de la cerveza.

—No hables asi, de ella, solo estas ciego por Morganna que si te soy sincero a mi no me cae para nada bien, es muy arrogante, se cree el centro del universo y no me gusta para nada.

Se que es de temperamento fuerte, pero aun asi la amo.

—No puedo verla con otros ojos, Max. Cada vez que pienso en Victoria, siento... desprecio. No hay amor, no hay siquiera respeto. Es como si cada parte de mí rechazara la idea de este matrimonio.

—Pero Zarco sinceramente no te entiendo, de todas maneras tienes que pensar en la manada. Este compromiso.

El pertenece a mi manada y cree que las cosas son así de fáciles, y solo porque no esta en mis zapatos.

—¡El compromiso! Esa palabra ha sido una cadena alrededor de mi cuello desde que tengo memoria—interrumpo con vehemencia— ¿Y para qué? ¿Para unir dos manadas que bien podrían encontrar otra forma de sobrevivir sin sacrificar mi felicidad?

—Entiendo tu dolor, pero...

—No, no lo entiendes—le digo Harto de la situacion—No puedes entenderlo. Estoy atrapado en una vida que no elegí, atado a una mujer que no puedo amar. Y mientras tanto, Morgana, la única que enciende una llama en mi corazón, está ahí fuera, probablemente pensando que la he abandonado.

—¿Y qué planeas hacer?

—Haré que Victoria me odie. Que ella sea la que rompa este compromiso. No puedo vivir una mentira, Max. No puedo despertar cada día al lado de alguien que me repugna, sabiendo que el verdadero amor de mi vida la tengo tan cerca y tan lejos.

—Pero eso podría destruir a Victoria—no le ha gustado para nada la idea— ¿Has pensado en las consecuencias?

—Las consecuencias... siempre las consecuencias—le digo con una mirada fria— ¿Y qué hay de mis consecuencias, Max? ¿Qué hay de mi vida destrozada, de mis sueños desvanecidos? No, ya he tomado mi decisión. Victoria debe irse, y yo debo ser libre.

La conversación se desvanece con el último trago de whisky. yo estoy decidido, aunque su corazón se debata entre el deber y el deseo, entre la lealtad y el amor. La noche avanza, y con ella, el plan que podría cambiarlo todo porque si o si, lograre que Victoria rompa nuestro compromiso.

—Se casan en poco dias, no entiendo como lo vas a lograr—me recuerda mi martirio.

—Pues entonces hare que ella me pida le divorcio—lo miro seguro—porque hare de la vida de Victoria un infierno.

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