ZARCO

Mientras estaciono el auto, no puedo dejar de mirar a Victoria, sentada a mi lado. Los dos días que pasamos en mar abierto han sido como un sueño. Me siento más enamorado de ella que nunca, y me doy cuenta de lo mucho que la amo. Me arrepiento de haberla despreciado al principio, de no haber visto el tesoro que tenía delante de mí.

Miro sus manos, que descansan en su regazo, y recuerdo la sensación de tenerlas entre las mías. Me siento abrumado por el deseo de tocarla, de besarla, de amarla. La luz del atardecer ilumina su rostro, y me parece más hermosa que nunca.

Me pregunto cómo pude haber pensado que no era la indicada para mí. Ahora veo que era ciego, que no sabía lo que tenía delante de mí. Victoria es la mujer de mi vida, y me siento afortunado de tenerla a mi lado.

Mientras apago el motor del auto, siento que mi corazón late con fuerza. Me siento nervioso, como si estuviera a punto de hacer algo importante. Y lo estoy, porque voy a ingresar en la casa con la mujer que am