Luna de Sangre: El Alfa entre Dos Amores
Luna de Sangre: El Alfa entre Dos Amores
Por: QUEEN DE VIL
DESPRECIO

VICTORIA

Sus ojos me miran con desdén, como si yo fuera la peor o la más insignificante criatura del mundo. El desprecio en su mirada es un puñal que se clava en mi pecho, y no puedo evitar sentirme vulnerable ante su juicio implacable. ¿Qué he hecho para merecer esa condena silenciosa?

Me muevo incomoda en la silla, ya nuestros padres decidieron nuestro destino. Quiera o no, debemos casarnos, el me odia, aunque estamos destinados me desprecia porque ya eligió amar a otra y aunque siento todo por el, debo tragarme mis sentimientos porque ya me lo dijo.  Zarco permanecía allí, sus ojos tan fríos como el viento invernal que se cuela entre los pinos. Estamos unidos por el deber, por la tradición y por la necesidad desesperada de unir nuestras manadas fracturadas. Pero el amor... eso era un lujo que no podíamos permitirnos.

La oficina es un espacio frío y aséptico, con paredes de color beige y una luz fluorescente que parpadea intermitentemente. El aire huele a papel y a café recalentado. Los muebles son funcionales pero carecen de personalidad: escritorios de metal, sillas giratorias con respaldos ergonómicos. Nada que invite a quedarse más tiempo del necesario.

Él está allí, al otro lado de la habitación. Un hombre alto y corpulento, con ojos verdes que parecen ocultar secretos profundos. Sus pupilas son como pozos oscuros, y cuando me mira, siento que se adentra en mi alma. Sus ojos son, igual que los míos y mientras me mira como si fuera una cucaracha me pregunto ¿Qué piensa? ¿Qué siente? ¿me odia?

Su cabello rubio, casi blanco, cae sobre su frente en mechones rebeldes. Es un contraste con su piel bronceada, como si el sol mismo hubiera dejado su huella en él. No puedo evitar preguntarme qué historias esconde bajo esa apariencia impecable. ¿Es un hombre de acción, de intrigas, o simplemente un burócrata atrapado en esta oficina sin alma?

La tensión entre nosotros es palpable. Cada palabra, cada gesto, está cargado de significado. ¿Será un aliado o un enemigo? ¿Qué juego está jugando? No puedo evitar sentirme atraída por la incertidumbre, por la promesa de algo más allá de estas cuatro paredes. Pero también sé que aquí, en este lugar, las decisiones pueden cambiar el rumbo de vidas enteras.

Así que espero, con el corazón en un puño, mientras sus ojos verdes y los míos se entrelazan en un duelo silencioso. La partida acaba de comenzar, y no sé si saldré victoriosa o derrotada. Pero una cosa es segura: no puedo apartar la mirada de él ni un segundo. Porque en esos ojos, en ese abismo de misterio, se esconde mi destino.

Zarco me habla con voz gelida que me perfora el alma

—Victoria —rompe el silencio con voz gelida — terminemos esto de una vez y te dejare claro, porque estamos aquí no porque nuestros corazones anhelen esta unión.

Lo dice por él, aunque sabe que nos pertenecemos ya me humillo, despreciándome.

—Es la supervivencia de nuestra especie lo que nos impulsa. Nuestras manadas están al borde del colapso, y este matrimonio es el frágil puente que construimos para salvarlas.

—Zarco, lo sé —trago mis lagrimas — Pero ¿debes recordarme tu indiferencia?

—Es para que sepas porque no eres la mujer que quiero para mi —me deja mas que claro sus intenciones —amo a otra mujer.

—Lo tengo claro y no tienes que restregarme que tu corazón pertenece a otra—aunque debería ser solo mío—¿No es suficiente con que sacrifiquemos nuestros deseos por el bien común?

—Tienes razón, Victoria—sus ojos me miran— Pero no puedo ocultar la verdad. No te amo. Este enlace es una alianza de conveniencia, no un pacto de corazones. No esperes más de mí.

—Zarco, por favor—la voz me sale temblorosa—no tienes que ser tan cruel. No me pidas que soporte esto sin compasión. Las lágrimas que derramo no son solo por mí, sino por que sabes bien que tú y yo…

—Tu y yo nada—me calla enseguida—si nos casamos es porque así lo dispone el consejo de la manada, pero tu y yo, nada.

Se apresura a la puerta.

—Entonces como vamos hacer cuando nos casemos—le pregunto y no me puedo quedar callada.

—En habitaciones separadas, me da asco tener que tocarte.

Dice con desdén. Siento cómo esas palabras me desechan por dentro, como si cada sílaba fuera un golpe directo a mi ser.

Estoy paralizada, el dolor me inunda, y cada parte de mí grita en silencio. Él no me ama, nunca lo hará, y esa verdad me desgarra el alma y mata a mi loba que lo ama con locura. Zarco se da la vuelta y se va, dejando tras de sí un vacío helado. Me quedo sola, con el eco de su desprecio resonando en mis oídos.

«Me generas asco» lo dijo con una voz que no deja lugar a dudas de su repulsión. Esas palabras me atraviesan, me desechan, me reducen a nada. Siento cómo cada letra me desgarra por dentro, como si me arrancaran el alma pieza por pieza.

Permanezco inmóvil, el dolor me inunda, y en mi interior, un grito silencioso se desata. No hay amor en su mirada, nunca lo habrá, y esa cruel realidad me despedaza. Zarco se da la vuelta y se marcha, dejando un vacío que congela el aire que respiro. Me quedo sola, con el eco de su desprecio martillando en mi mente.

Respiro profundamente, secando mis lágrimas antes de que puedan delatarme. Camino hacia la sala donde se encuentran mis padres y los de él, todos ajenos al tormento que llevo clavado en el pecho. Mantengo la compostura, sonrío, asiento, mientras por dentro, cada fibra de mi corazón se retuerce en agonía.

Se dan los últimos detalles de esta unión y me despido de mis suegros que relativamente son muy amables. De hecho se ven muy confiados y alegres con este matrimonio.

—Victoria—me dice la señora—bienvenida a la familia.

Esto pesa, pesa mucho este matrimonio porque se lo que tengo que hacer, pero revelar los secretos es aterrador.

—Gracias señora Amanda—le sonrió y permito que me de dos besos en la mejilla.

—Nos vemos pronto—dice el señor a quien le doy la mano.

—Gracias por su amabilidad señor Roberto—me da un apretón de mano.

El corazón se me para cuando miro a la Zarco, quien esta parado al lado de su padre con las manos en los bolsillos de su pantalón y con una cara seria.

—Adios Zarco—le digo suavemente casi con miedo, teniendo en mi mente sus palabras que me duelen.

—Adios Victoria—dice sin mas.

sentada en el auto, sintiendo cómo cada movimiento me aleja más de la oficina, más de Zarco. Mi madre, con esa mirada llena de preocupación y amor, se gira hacia mí.

—Victoria—suspiro mirandola— ¿cómo fue la conversación con Zarco?

Fuerzo una sonrisa, una que espero que oculte las grietas de mi corazón.

—Fue... bien. Muy bien. Él fue tierno, comprensivo. Hablamos de nuestras manadas y de cómo unirnos para sobrevivir. Todo está en marcha.

Es una mentira, una farsa que monto para proteger a los que amo del dolor que me consume. Por dentro, estoy desangrándome. Zarco, el hombre que debería ser mi prometido, me ha herido más allá de lo imaginable. Y ahora, frente a mis padres, actúo como si su desprecio no me afectara.

El auto se mueve, y mientras nos alejamos, miro por la ventana. Las luces de la ciudad parpadean, indiferentes a mi tormento. Zarco, ¿cómo puedes ser tan cruel? ¿Cómo es posible que te ame y te odie al mismo tiempo?

—Mañana mismo iniciamos con los preparativos de la boda mi amor—dice emocionada—se que serás muy feliz mi amor.

Me abraza y dejo mi cabeza en su hombro porque siento que no será así y las lágrimas que derrame en la oficina no serán las ultimas.

Lo peor que le puede pasar a una mujer es casarse con un hombre que no la ama y algo peor, es que este enamorado de otra.

Y no solo es, para complicar mas las cosas,  tengo que fingir que tengo loba interior porque no se ha despertado y donde se enteren, este matrimonio por el bien de nuestra manada, se vendria abajo.

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