PROVOCACION.

VICTORIA

—Alan por favor—me interpongo cuando mi mejor amigo le pide que me suelte.

—¿Y tu quien diablos eres? —le dice Zarco muy enojado pero no me suelta el brazo haciéndome daño.

—Un hombre el cual no va a permitir que traten a su mejor amiga como tú la estas tratando en estos momentos—le dice serio mi amigo—así que suéltala ya animal.

Lo hace, Zarco me suelta, pero da un paso dejándome detrás de el, para enfrentar a mi amigo Alan que no le baja la mirada, por el contrario, siento que esto en cualquier momento se puede salir de control.

—No te metas que ella es mi prometida—su espalda ancha, no me permite ver y tengo que hacerme a un lado.

—Alan no pasa nada, solo estamos discutiendo algo sin importancia.

—Te trataba mal y en mi presencia eso no va a pasar.

—Largate de aquí—le dice Zarco de manera despectiva—no se quien eres, pero no debes meterte en donde nadie te ha llamado.

—Alan es ginecologo y mano derecha de mi padre—le aclaro—es un amigo.

Sudo frio con la mirada que se dedican los dos.

—Vine hablar con tu padre, me dijo que estaria aqui contigo, pero al parecer te dejo sola—Alan me habla—me acompañas.

—Ella se queda conmigo—dice Zarco tomándome del brazo y no respiro cuando me pega a su cuerpo—asi que lárgate y deja que hable con mi prometida.

Mi amigo recompone su figura.

—Estaré cerca, solo grita si este animal te hace algo indebido.

—No te preocupes—le responde y se va, no sin antes matar con la mirada a Zarco.

Me parece raro su actitud, sin embargo me suelto, tomando distancia entre los dos.

—No tenias porque hablarle asi—le digo a Zarco.

—Hablo como quiera—me dice con frialdad—y muévete, que quiero terminar con esto de una vez.

Respiro profundo siguiendo afuera. Respiro hondo, intentando calmar el torbellino de emociones que me asalta. La bodega de vinos es un laberinto de barricas y pasillos oscuros, y el aire está impregnado del dulce aroma del roble y la uva fermentada. A cada paso que doy, siento la mirada pesada de Zarco sobre mí, sus ojos oscuros destilando una mezcla de desdén y desafío hacia Alan, quien camina a mi lado con la postura erguida que le da su cargo de gerente.

La tensión entre ellos es casi palpable, como una neblina tóxica que se cierne sobre nosotros, amenazando con asfixiarnos. Alan, ajeno a la hostilidad de Zarco, habla con pasión sobre los vinos, su voz resonando contra las paredes de piedra. Pero yo apenas puedo concentrarme en sus palabras; mi mente está ocupada con el temor de que mi secreto sea descubierto, de que la falta de un lobo dentro de mí me haga indigna del amor que tanto anhelo.

Zarco me lanza una mirada furtiva, sus ojos chispeantes con una emoción que no logro descifrar. ¿Es posible que, a pesar de todo, él también sienta algo por mí? ¿O es solo el reflejo de la luz tenue que se filtra a través de las ventanas altas? Solo el tiempo y el corazón de Zarco podrán revelar la verdad. Mientras tanto, sigo adelante, con la esperanza aún anidada en mi pecho.

Respiro profundamente, sintiendo el fresco aroma del vino que se mezcla con la madera antigua de la bodega. Mis ojos no pueden evitar seguir cada movimiento de Zarco, quien camina con una seguridad que parece desafiar al mundo. Lleva un traje que parece haber sido diseñado para él, cada línea y cada costura acentuando su porte varonil. La camisa blanca contrasta con su piel morena, y su cabello, oscuro como la noche, cae de manera despreocupada sobre su frente.

Lo veo y no puedo evitar que mi corazón lata más fuerte. Él es la personificación de todo lo que he deseado, un sueño hecho realidad. En su presencia, siento que nada puede tocarme; él es mi protector, mi guerrero. A pesar de la tensión que nos rodea, para mí, él es un remanso de paz en medio de la tormenta y no puedo evitar amarlo con cada fibra de mi ser.

—Me gustaría que pudiéramos cenar—le digo después de recorrer la empresa a la que no muy conforme acepta—y platicar sobre nuestra boda.

—Créeme que lo que menos quiero es que las personas me vean contigo—me parte esas palabras—tu y yo no tenemos nada de que hablar y por ahora tu presencia ya me ha fastidiado lo suficiente.

Se va dejándome parada con los ojos ardiéndome con esas palabras tan feas. Lo de pensar que estaba celoso, queda atrás y el definitivamente me odia. Ama a Morgana y contra eso no puedo hacer nada.

Me siento tan poca cosa.

Me limpio las lagrimas con disimulo, es sábado, no tengo clases y cuando veo que viene Alan me recompongo para no mostrar lo triste que estoy.

—¿Pasa algo? —niego a la pregunta de Alan—Zarco es un patán, no puedo creer que tu tan linda y tierna, se vaya a casar con semejante idiota.

—No quiero hablar de eso—me encamino a la salida.

—¿Quieres cenar conmigo? —me pregunta de la nada—hace tiempos que no lo hacemos, me gustaría platicar contigo.

—Esta bien, nos vemos en el restaurante de siempre—acepto su invitación.

—A la misma hora—asiento y le dedico una sonrisa.

Salgo de la empresa con una mezcla de emoción y un nudo en el estómago. A pesar de la alegría que debería sentir por los preparativos de mi boda, una sombra de tristeza se cierne sobre mí, sabiendo en lo más profundo de mi corazón que no será un matrimonio feliz.

Llego a casa de mi madre, donde su sonrisa y abrazo cálido intentan disipar mis dudas. Juntas, revisamos la lista de tareas pendientes, asegurándonos de que todo esté listo para el gran día, quiero que la boda sea aquí, tenemos una área bastante grande y mi madre dice que hablara con mi suegra, sin embargo eso deberíamos escogerlo Zarco y yo.

—No le interesa mama—le digo.

—Insístele hija, deben estar de acuerdo.

—Esta bien—no discuto mas.

Nos dirigimos a la tienda de novias, un lugar mágico lleno de encajes, sedas y promesas de felicidad eterna. Me pruebo varios vestidos, cada uno contando su propia historia de amor y esperanza. Finalmente, uno de ellos captura mi esencia: es elegante, con detalles sutiles que reflejan la luz con cada movimiento. Me veo en el espejo y, por un momento, me permito soñar. Después de la elección del vestido, mi madre y yo vamos a un pequeño bistró cercano. Compartimos una comida ligera, hablando de todo y de nada, evitando el tema que pesa en nuestras mentes. Al caer la noche, regreso a mi apartamento. La soledad me envuelve mientras me preparo para encontrarme con Alan, mi mejor amigo. Me visto con cuidado, eligiendo un atuendo que sé que a él le gusta, y me maquillo con la esperanza de ocultar la inquietud que siento.

Salgo hacia el restaurante, el lugar donde siempre nos encontramos. Alan ya está allí, esperándome con su sonrisa fácil y su presencia reconfortante. A su lado, por un momento, puedo olvidar la inminente boda y simplemente disfrutar de la compañía de alguien que realmente me conoce y me acepta tal como soy.

La cena transcurre con una normalidad aparente, Alan y yo compartiendo risas y conversaciones triviales. De repente, Zarco entra al restaurante, su presencia dominante llenando la sala. Se sienta en una mesa cercana, rodeado de hombres con los que conversa animadamente. Siento su mirada ocasionalmente deslizándose hacia nuestra mesa, y un juego peligroso comienza a tomar forma en mi mente.

Alan, percibiendo mi inquietud, se inclina hacia mí y susurra en mi oído.

—Ríete—me dice, su voz apenas audible—Haz como que te estoy contando el chiste más gracioso del mundo.

Sus palabras son inocentes, pero su intención es clara: provocar a Zarco. Sigo su consejo, soltando una carcajada que resuena en el espacio íntimo entre nosotros.

—Eso así—me dice mi amigo.

—Esto es peligroso—le digo a mi amigo.

—Que importa, que se reviente de la rabia, por no respetarte como debería—se acerca a mi y corre mi cabello negro haciéndolo a un lado—tranquila.

Me dice y eso hago, quedándome quieta y mi amigo deja un beso en mi hombro, cosa que nota de inmediato Zarco poniéndolo de pie.

—Ahí viene—me asusto por la cara de pocos amigos que trae.

—Esto se puso bueno—dice Alan casi sonriendo.

Puedo sentir la tensión en cada uno de sus pasos mientras se acerca a nuestra mesa. Alan me guiña un ojo, un cómplice en este juego de celos que hemos orquestado. Y aunque sé que lo que hacemos es una tontería, una parte de mí se deleita en la atención que hemos logrado capturar de Zarco.

Pero tengo miedo y por su cara, algo me dice que estoy en graves problemas.

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