3- Un terrible error

Evelyn

El dolor es lo único que existe.

Llega en oleadas, abrasador como fuego líquido recorriendo mi espalda. Es una agonía densa, implacable, como si mi piel se hubiera convertido en un lienzo de carne desgarrada.

La sangre caliente corre por mi piel, empapando la tela harapienta de mi vestido. Siento el ardor de cada herida abierta, el escozor del aire al tocar las laceraciones.

El suelo bajo mí es duro y frío. Mis mejillas están contra la tierra húmeda, y el aroma a polvo y sangre flota en el ambiente. Todo mi cuerpo tarde con una pulsación irregular, mi respiración es superficial, entrecortada, temblorosa.

Pero no grito.

No lloro.

No les daré esa satisfacción.

A mi alrededor, la manada observa en silencio, sus sombras alargadas por la luz de la luna. Disfrutan de mi sufrimiento . Puedo sentirlo en la forma en que sus susurros flotan en el aire, de la manera en que sus miradas se clavan en mi piel desgarrada como si fueran cuchillos.

El verdugo se mueve, preparándose para el siguiente golpe.

Pero entonces…

Algo cambia.

El aire se vuelve denso, helado.

El suelo bajo mí parece vibrar con una energía que no pertenece a este lugar .

Un escalofrío me recorre la espina dorsal.

Algo se acerca.

Lo siento antes de verlo.

Una presencia. Feroz. Inmensa. Letal.

La multitud se silencia de golpe.

Y entonces lo veo .

Mis ojos se abren con esfuerzo, apenas logrando enfocarlo en medio del dolor y la neblina de sangre que empaña mi visión.

La figura de un hombre emerge de entre las sombras del bosque, avanzando con un paso controlado y peligroso. Es alto, con una postura recta, el porte de alguien que sabe que el mundo entero le pertenece .

La luz de la luna recorta su silueta con un resplandor frío, iluminando su cabello oscuro y los contornos marcados de su rostro. Su expresión es indescifrable, pero lo más aterrador de todo es su mirada .

Ojos plateados. Fríos, como el acero.

Una tormenta sin fin se agita en ellos.

Leonard Blackthorne.

El Alfa más poderoso de todos.

El enemigo número uno de esta manada.

El mito que jamás pensé que vería en persona.

Pero no está solo.

En sus manos, arrastra tres cuerpos , hombres malheridos, con la ropa desgarrada y los rostros hinchados de golpes. Los lanza sin esfuerzo al suelo, a los pies del Alfa de esta manada.

El impacto de los cuerpos contra la tierra resuena en el silencio absoluto.

Mi corazón late con fuerza, un latido errático que duele en mi pecho.

— Traigo a tus perros de vuelta.

Su voz es un filo de hielo, profunda y calculada.

Una vibración recuerda el suelo bajo mí. El poder que emana de él es abrumador , como una sombra aplastante que lo llena todo.

El Alfa Axel, que hace segundo dosfrutaba de mi dolor,se pone de pie, su rostro rojo de furia.

— ¿Qué demonios haces en mi territorio? ¡¡GUARDIAS!!  ESTO ES INVASIÓN, VOY A MATARTE—su voz es un rugido.

Los guardias se tensan y rodean a Leonard , formando un círculo amenazante a su alrededor.

Un error.

Un terrible error.

Porque Leonard ni siquiera se inmuta.

Su mirada sigue clavada en el Alfa, absolutamente indiferente a las armas y garras que lo rodean.

Su simple presencia aplasta a todos sin necesidad de moverse

—Eres ridículo. La próxima vez que mandes espías a mi territorio, te aseguro que no regresarás sus cuerpos en una sola pieza.

Las palabras caen pesadas, un golpe de autoridad que se extiende en el aire.

El Alfa de la manada aprieta los dientes con furia, pero no responde de inmediato .

Porque tiene miedo .

No lo demuestra, pero lo sé. Lo huelo.

Leonard es el único Alfa al que jamás podrá doblegar.

Mi respiración es errática. Mi cuerpo me duele con cada latido, pero no puedo dejar de mirarlo.

Entonces, en el momento en que él gira para marcharse…

Sus ojos me encuentran.

Por una fracción de segundo.

Por un instante tan efímero que tal vez lo imaginado.

Pero me vio .

Y mi loba interior, sumisa y apagada durante años, se retuerce dentro de mí en reconocimiento .

Leonard no dice nada.

No se detiene.

No me ayuda.

Simplemente se va .

Y yo, por primera vez en mi vida, deseo gritarle que me lleve con él .

Porque incluso si su manada es un infierno, no puede ser peor que esto .

Intento incorporarme en silencio. Tal vez, solo tal vez… pueda escapar.

Pero el simple movimiento me hace jadear de dolor.

Y eso me delata .

El Alfa me escucha y, en un parpadeo, su mano se enreda en mi cabello y me arrastra hacia él.

— ¿QUÉ DEMONIOS CREES QUE HACES, ZORRA? Ni creas que esto ha terminado. —Su aliento apesta a rabia y poder rancio. Sus dedos tiran de mi cabello con fuerza, forzándome a mirarlo. Su sonrisa es cruel, lasciva—. Ahora que has cumplido veinte años, es momento de que pagues con tu cuerpo… pero de otra manera.

Un escalofrío helado me atraviesa entera.

No.

No.

Sus ojos me recorren con un brillo enfermizo antes de soltarme con un empujón.

—Es todo por hoy. —Se vuelve hacia sus hombres—. Recojan a los espías y que nadie la ayude a llegar a su casa. Que se arrastra sola como la traidora que es.

Las burlas resuenan a mi alrededor mientras los lobos se dispersan, dejándome sola y rota en la tierra.

No puedo moverme.

Mi piel arde, mi cuerpo pesa como si me estuviera hundiendo en la misma tierra.

Pero no puedo quedarme aquí.

Debo irme antes de que él cumpla su palabra.

Luchando contra el dolor, me arrastro .

Cada movimiento es un tormento, pero avanza.

Avanzando.

Hasta que siento que voy a desfallecer.

Un par de manos me sostienen antes de que me desplome.

Mara.

Su rostro aparece borroso en mi visión.

—Oh Dios, Evelyn, estás… estás…—ni siquiera puede decirlo, pero yo lo sé, estoy hecha mierd4. Me siento de esa forma.

Y pensar en lo que el alfa quiere hacerme… lo que dijo que haría, hace que la bilis me suba a la garganta.

—Vamos, amiga. Te llevaré a casa.—Mara intenta ayudar a sostener mi peso, pero me aleo, apun en medio del dolor.

—No… No… No puedes. —murmuró con esfuerzo—. Te castigarán si lo haces.

Veo las lágrimas brillar en sus ojos antes de negar con la cabeza.

—Me da igual. Voy a ayudarte. No puedes… no puedes caminar asi. Debemos curarte, Eve.

Puedo notar la mirada de desesperación en sus ojos, pero eso no es nada comparado con lo que siento yo.

El miedo contante de no saber si ese será el día que acaben con mi vida. Que rompan mi alma.

No puedo seguir así.

Mis ojos van hacia la que a sido mi única amiga y le digo:

— Si de verdad quieres ayudarme… no me llevas a casa. Ayúdame a escapar.

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