5- ¿Quién te ha enviado?

Leonard

El bosque está demasiado silencioso.

La noche debería estar llena de vida, el ulular de los búhos, el murmullo del viento meciéndose entre las ramas, el crujir de hojas bajo las patas de los lobos patrullando mis tierras.

Pero todo está tranquilo.

Demasiado tranquilo.

Y eso solo significa una cosa.

Algo está mal.

Mis pasos son calculados, apenas rozando el suelo mientras avanza entre los árboles. La luna proyecta sombras alargadas a mi alrededor, pero yo me muevo con la familiaridad de quien conoce cada centímetro de esta tierra.

No debería estar aquí. Debería estar en casa, reunido con el consejo y hablando sobre la invasión del imbécil de Regnar y ocupándome de todos los malditos problemas que amenazan con consumir todo lo que he construido.

Pero no puedo dormir.

No puedo detener mi mente.

Todo lo que he protegido, todo lo que he creado… podría desaparecer en cualquier momento y el único culpable sería yo.

Pero no lo permitiré. Así deba vender mi alma al infierno, voy a buscar una solución.

Reprimo un gruñido bajo. La rabia bulle en mi pecho como una bestia enjaulada. Necesito una solución antes de que sea demasiado tarde.

Pero nada parece suficiente.

Sacudo la cabeza y dejo que mi instinto me guíe, necesito cazar algo, golpear algo, destrozar algo , pero entonces…

Un olor.

Un aroma extraño, distinto a cualquier otro que haya olfatado antes.

Me detengo a olfatear.

Mi lobo se agita dentro de mí, alerta.

Inhalo con más profundidad y lo siento: es femenino, pero fuerte. Es dulce, pero cargado de algo más, algo que me resulta… familiar y extraño.

¿Dónde he olido esto antes?

Me muevo con sigilo, siguiendo el aroma como un depredador acechando a su presa.

Cuanto más me acerco, más intenso se vuelve.

Y entonces… se mezcla con otro olor.

Sangre.

El cambio en mi cuerpo es inmediato.

Todos mis músculos se tensan, mi mandíbula se aprieta, mis colmillos se alargan instintivamente. Sangre en mi territorio.

Eso solo significa dos cosas: o alguien se está muriendo, o alguien está a punto de morir.

—Si es un intrusa… seré yo quien la mate.

Acelero el paso, mis pies apenas hacen ruido sobre la tierra húmeda.

Cuando finalmente la veo, mis intenciones de ataque se desmoronan en un parpadeo.

Es ella.

La chica.

La que vi hace solo unas horas en el territorio de Regnar.

La que estaban azotando hasta romperle la piel.

Mi cuerpo se congela.

Es… pequeña. Más de lo que recordaba. No debe tener más de veinte años. ¿Qué demonios pudieron haber hecho para merecer un castigo así?

El instinto de mi lobo gruñe en mi interior, inquieto.

Y entonces lo noto Ella me ha percibido.

Ella me entiende.

Su cuerpo entero se tensa, como una presa a punto de ser devorada.

Puedo oler su miedo , el aroma inconfundible del terror mezclado con el cobre de su sangre.

Pero lo que me sorprende no es su miedo.

Es lo que hace después.

No corre.

No hay súplicas.

No se rinde.

Se agacha y toma un palo del suelo.

Un maldito palo.

Un destello de diversión oscura me cruza por la mente.

¿Por qué no se transforma?

Si fuera una loba con su bestia despierta, su primer instinto sería huir o pelear con garras y dientes.

Pero en cambio, elige un palo.

Interesante.

Avanzo lentamente, dejando que cada uno de mis movimientos le advierta de mi presencia antes de hablar.

— Pequeña loba… eso no va a servirte de nada.

Ella se congela por un segundo.

Pero me equivoco si pienso que se rendirá.

Con un grito ahogado, lanza un golpe con el palo y me golpea directo en el brazo.

El impacto no me duele.

Pero me sorprende.

Mis ojos se oscurecen mientras la observan con una mezcla de incredulidad y diversión oscura.

— No deberías haber hecho eso. ¿Eres otra spía de Ragnor? No puedo creer que ahira manden niñas.

Ella retrocede, su respiración es errática.

— No, no, no soy… No soy su espía.

— No te creo— le digo en un rigido bajo.

El miedo que sale de ella impregna el aire, segundo antes de echar a correr.

Mi lobo ruge.

El instinto de caza se enciende en mí.

— No hay lugar en este bosque donde puedas esconderte.

— ¡Ya lo veremos! —me grita sin detenerse.

Interesante.

Muy interesante.

Mis huesos crujen y mi cuerpo cambia en cuestión de segundos. Me transformo en mi forma de lobo y salgo tras ella.

La cacería ha comenzado.

Ella corre.

Pero no puedes ganarme.

Podría alcanzarla en dos zancadas.

Pero no lo hago.

En lugar de eso, el dejo correr más.

Que sienta mi presencia.

Que sienta el miedo recorriendo su espalda como una garra afilada.

Me muevo con sigilo entre los árboles, cortándole el camino poco a poco.

Puedo oír su respiración agitada, sus latidos frenéticos.

Y entonces, por fin, ella grita.

— ¡Déjame en paz! ¡Aléjate!

Pero no lo haré.

La desvío de su ruta hasta que escuche el sonido del agua.

El arroyo está cerca.

Es el lugar perfecto.

Aumento la velocidad y, en un solo movimiento, salto sobre ella.

Mi cuerpo impacta contra el suyo y la derribo al suelo.

Un grito desgarrador reverbera en el bosque.

¡AHHHHHHH!

Mi cuerpo está tenso de golpe.

No la he lastimado, pero su dolor es real.

Ella respira con dificultad, temblando debajo de mí.

— ¡Por favor! —jadea, su voz quebrada—. ¡Ya basta!

Su cuerpo tiembla debajo de mí. Su respiración es errática, sus ojos llenos de terror.

No la he lastimado, pero su dolor es real. Sin embargo, su sufrimiento no es mi problema, la razón por la que está en mi territorio, si lo es.

— ¿Quién te ha enviado?

— NADIE!! YA TE DIJE QUE NADIE

Lo que sucede después me toma completamente por sorpresa.

Evelyn lucha.

Y no es una lucha desesperada de alguien que se rinde fácilmente.

Pelea con todo lo que tiene.

Su codo impacta contra mi mandíbula con un golpe seco. No lo suficiente para hacerme daño, pero lo suficiente para hacerme gruñir con molestia.

— ¡Suéltame! —grita, forcejeando con todas sus fuerzas.

Me aferro a sus muñecas, inmovilizándola contra el suelo.

— Deja de pelear, pequeña mentirosa. No hay nada que puedas hacer contra mi, para mi esto es solo un juego. 

— ¡Vete al infierno!

Su rodilla intenta darme un golpe bajo, pero la detengo a tiempo.

Es salvaje.

Más de lo que debería ser alguien en su estado.

Pelea como si su vida dependiera de ello.

Y por primera vez en años, siento la adrenalina recorrerme.

— ¿Acaso no entiendes que ya perdiste? Lo hiciste desde que pusiste un pie en mi territorio—le gruño, apretando mi agarre.

— ¡No me puedes retener! 

Mi lobo está furioso, desesperado y cansado.

La furia comienza a agitarse dentro de mí.

—No tienes opción.

Sus ojos, brillantes por la rabia y el miedo, me desafiaban.

Y entonces, hace lo impensable.

Con un grito desgarrado, muerde mi brazo.

El dolor es mínimo, apenas un rasguño. Pero eso no importa.

Lo que importa es que ella no se rinde.

— ¡TE HAS VUELTO LOCA!

La paciencia se me acaba.

Mi lobo ruge con fiereza, harto de la resistencia.

Ya basta.

Mis instintos primarios me dominan, y sin pensarlo, la muerdo. Mis colmillos se clavan en la piel entre su hombro y espalda, marcándola. Es un movimiento instintivo, para someterla, para hacer que se quede quieta de una m*****a vez.

Pero entonces…

Todo cambia.

Una quemazón abrasadora me atraviesa la boca. Mi cuerpo entero se paraliza. Un ardor imposible me recorre la garganta, como si hubiera mordido fuego líquido.

¿Qué demonios…?

La suelto de inmediato, retrocediendo como si algo me hubiera empujado. No…. corrección, algo me expulsa con fuerza.

Mi espalda choca contra un árbol, la sacudida recorriéndome todo el cuerpo. Mi mandíbula sigue ardiendo. 

Mi piel está erizada. 

Mis colmillos laten con un dolor extraño.

Y cuando miro a la loba, ella está en el suelo, jadeando, con una mano sobre la herida sangrante de su hombro.

Mi respiración es irregular. No sé qué acaba de pasar.

Pero lo que sí sé es que esto no es normal.

Mi lobo se retuerce dentro de mí, inquieto.

Ella no es una loba cualquiera.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP