3. Primer día de clases.

Ya han pasado dos días desde que tuve esas pesadillas y no le he contado nada de lo que veo a nadie.

Ahora me estoy preparando para el primer día de la Universidad. Me pongo una saya pegada a mi cuerpo negra de cuero y una enguatada gris, acompañando esto me pongo unas botas grises de tacón alto que me llegan por las rodillas y me trenzo el cabello porque suelto se me enreda mucho.

Bajo a desayunar y ya están todos en la mesa. Nos sirven mi desayuno favorito Hot cakes de manzana y mi hermano me mira con una sonrisa. Seguro fue idea suya.

—Hermanita quiero darte un regalo por el comienzo de curso —habla mi hermano, se para y me coloca una manilla de oro con un lobo aullando de dije.

—Es hermosa, gracias —lo abrazo.

Cuando mi mejor amiga y yo terminamos de desayunar, nos vamos a estudiar.

Al llegar a la Universidad me di cuenta de que era enorme, así que aquí se debían dar muchas carreras universitarias.

—Bueno, aquí nos separamos.

—¿Por que no elegiste empresaria como yo? —le reprocho.

—Me gustaría más ser cirujana.

De momento Carol y yo nos damos cuenta de que todos callan y miran la puerta. Por ella entran tres chicos, me fijo y uno de ellos es mi hermano. ¿Qué sucede aquí? Miro a los otros dos chicos. Uno mide 1.90 y el otro es del mismo tamaño que mi hermano. El de 1.90 es de pelo marrón oscuro y ondulado, ojos azules grisáceos y bueno, ni hablar de sus músculos. El otro chico es muy parecido en las facciones a mi hermano solo que este es rubio. Miro a una chica a mi lado y tengo que preguntarle.

—¿Por que tanto silencio cuando ellos entraron?

—Se ve que eres nueva. Son los que ponen las leyes aquí. —responde la chica, nerviosa.

—No escuches esas cosas Roni. Sabes que tu hermano no es un tirano.

Me voy a acercar a mi hermano pero alguien me detiene y me pone contra las taquillas. Es el chico de pelo marrón y sus ojos brillan de una forma muy irreal.

—Mia.

—¿Que dices?, suéltame. —intento apartarlo con un movimiento brusco pero nada.

Cuando al imbécil que me tiene acorralada le da por soltarme, sin pensarlo dos veces me voy a mi primera clase y para mi buenisima suerte, el chico estudia lo mismo que yo y se sienta a mi lado.

—Déjame en paz —susurro con fastidio y me giro para ver por la ventana pero este se para en frente.

—Así que tú eres la hermana de Brandon. B y V al fin juntos.

—¿Cómo sabes mi nombre?

—Yo lo tengo que saber todo de por aquí.

—Ok, lo único que te pido es que no me molestes por favor.

—Como quiera señorita. —se aparta de la ventana y se vuelve a sentar a mi lado.

Genial.

Las horas fueron eternas junto al estúpido a mi lado, hasta que por fin llegó la hora de ir a casa. Al darme cuenta que Carol no vendría conmigo decidí ir a pies hasta casa. Si, estaré un poco loca porque era como un kilometro, pero quería conocer la ciudad. Siempre me ha gustado la naturaleza y respirar aire fresco.

También tenía un trabajo para la asignatura de sociales y era investigar sobre la cultura y religiones de los primeros pobladores de la Ciudad Victoria.

En mi paseo me metí en un bosque que me parecía bastante lindo, en él me encontré con un chico sentado en la hierba.

—Hola —lo saludo—. ¿Eres de por aquí?

—Según lo que quieras saber.

—Quiero saber sobre la cultura y los primero pobladores de Victoria.

El chico se gira y me mira, en lo primero que me fijé fue en los magníficos colores de su iris, tenía los ojos verdes pero también azules, su cabello rubio rizado le cae un poco en la frente y tiene una sonrisa encantadora que transmite paz.

—Se dice que en mil trescientos se decubrió la existencia de seres sobrenaturales en este lado de la ciudad.

—¿Seres como cuáles?

—Dicen que la curiosidad mató al gato —me responde.

—Muy chistoso, en fin, si no me vas a dar información por lo menos dime a dónde puedo ir para investigar esos sucesos o un lugar donde se encuentre el espíritu de ese gato chismoso.

El chico abrió la boca para responderme pero algo lo detuvo, se puso de pies con rapidez y se acercó a mi.

—Te aconsejo que no busques esas respuestas y te vallas rápido de aquí.

No me dio tiempo de poder preguntarle a qué había venido su advertencia, desapareció así de la nada.

Viendo que no iba a obtener respuestas, recogí mis cosas del césped y me puse de pies. Un sonido de una rama rompiéndose me alarmó.

—¿Quién anda ahí?

No salió nadie, o bueno, yo no lo vi en aquel momento ni sabía en qué mundo me acababan de introducir.

Una persona me sorprendió por detrás, inmovilizándome e inyectándome un líquido que me hizo desvanecer enseguida.

Y aquí damas y caballeros, es cuando empieza esta historia.

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