5. Dame una oportunidad.

—Permiso, voy de salida —le informo a ambos hombres pero cuando quiero salir no me lo permiten.

—No puede salir Luna. Tengo ordenes estrictas del Al…

—¡Que me llamo Verónica! —lo interrumpo.— Y puedo salir si me apetece.

—El señor no dijo eso.

—¡¡Me importa un pepino lo que diga tu señor!! —grito ya histérica intentando salir, pero es en vano.

—¡¿Quién ha dicho que está permitido gritar en mi casa?! —escucho la voz del imbecil detrás de mi.

—Señor, ella quiere salir.

Aproveché que ambos guardias estaban distraído y empecé a echar una carrera fuera de la mansión, por suerte la verja estaba abierta porque si no me hubiese estrellado.

—¡¡Verónica vuelve aquí!! —me grita Dayron, desesperado.

Yo sigo corriendo como loca en dirección al bosque pero antes de poner un pie en este él me atrapa.

—¿No entiendes lo que es que vuelvas?

—A ver, si entiendo el español pero no sigo órdenes de idiotas.

Él me mira con diversión pero al pasar su vista de arriba abajo su rostro se convierte en uno furioso.

—¿Qué haces afuera con tan poca ropa? No vuelvas a mostrarte así Verónica. ¿No ves cuántos hombres hay en la mansión? —Dayron sin darme cuenta ya me tenía sobre su hombro.

—¡Oye! ¿Quién te crees? ¡Bájame! ¡Puedo denunciarte por esto! —pataleo y le doy en la espalda pero es inútil hacerlo.

—Eres demasiado irritante. —me palmea el trasero logrando que me calle.

Nos demoramos dos minutos en llegar a la mansión. Antes de entrar a la habitación se detiene.

—¿Podrías dejar de pasearte con tus ligues? —por lo que veo la voz es de una chica.

—No es uno de mis ligues Adelaide y por favor préstale algo de ropa, mira cómo salió. —el imbecil me baja y veo a una chica pelirroja de ojos azules, aparentaba tener diecinueve años.

—Cuando termine de resolver algunas cosas, vendré a ponerte tu castigo.

—Inténtalo. —sonrío falsamente y lo veo marcharse.

Cuando sé que ya no está cerca, me giro y vuelvo a ver a la chica.

—¿Quién eres? —indago un poco.

—Soy hermana menor de Dayron, mi nombre es Adelaide, si quieres puedo prestarte ropa.

—No necesito que me prestes nada. —suelto con brusquedad.— ¡No necesito nada de ustedes! ¡Solo quiero que me dejen en paz!

—Siento mucho si mi hermano te ha tratado mal pero… —la interrumpo con el ruido que causo al tirar la puerta y cierro con llave.

Han pasado dos días desde que estoy en la mansión de Dayron. Me he limitado a no salir del cuarto para nada y bueno, digamos que ese fue el castigo de Dayron, me tenía encerrada en la habitación, bajo llave. Unas chicas que son las sirvientas son las que me traen todas las comidas del día y cuando Dayron viene a verme me limito a escuchar música y no saber nada de él.

—Verónica hoy hay una cena muy especial y necesito que vallas. —Dayron entra a la habitación.— Te traerán varios vestidos para que escojas el que más te gusta.

—El vestido que quiero nadie lo tiene. —le lanzo una almohada pero la atrapa antes de que dé en su cara.

—Dime cuál es el vestido y lo compraré o lo mandaré a hacer. —saca su celular y me mira, esperando mi respuesta.

Este chico es imbécil.

Niego un par de veces con la cabeza y me acuesto boca abajo para no tener que mirar su atractivo rostro y perderme.

Siento como él se acuesta a mi lado y comienza a acariciar mi cabello.

—Princesa. —deja un beso en mi cabello.— No me alejes Roni, te quiero.

—¿Qué me vas a querer? —me incorporo y me apoyo de mis hombros para mirarlo.— No siquiera me conoces Dayron —esta vez no tengo ganas de discutir, en parte es porque me está masajeando la cabeza y eso me relaja demasiado.

—Entonces dame la oportunidad de conocerte Verónica.

—Mira, eres un hombre lindo, apuesto y que al parecer ha conseguido bastante siendo tan joven —sonríe—, pero si en un principio no me hubieras secuestrado y no me hubieras encerrado en este cuarto, las cosas fueran diferentes.

—Lo siento.

—Me gusta ser libre Dayron, tomar mis decisiones, no estar cuarenta y ocho horas mirando el mismo punto imperfecto de la pared. —le señalo el lugar y él sonríe al verlo.

—Bueno, hoy en la noche saldremos a dar una vuelta en el bosque pero tiene que ser conmigo —dudo un segundo pero asiento.

—¿Puedo saber para que es la cena?

—Queremos presentarte a alguien. —sonríe y acaricia mi mejilla.

¿Por qué a pesar de que lo quiero tener lejos a la vez lo quiero tene cerca?

¿Un dilema verdad?

Esa soy yo. El dilema Smith. Es que así de bipolar soy.

—¿Queremos?

—Tu hermano estará aquí también.

Saber que veré a Brad me pone feliz, aunque el accedió a que me trajeran, lo quiero muchísimo.

Tocan la puerta, sacándome así de mis pensamientos y Dayron la abre. Entran dos muchachas con veinte vestidos en cada mano y lo ponen sobre la cama.

—Si quieres más de uno o si quieres todos los puedes coger.

—Muchas gracias Dayron. —el mencionado me regala una linda sonrisa y se va, dejándome con las dos chicas.

En dos horas no he parado de buscar vestidos y ninguno me gusta para esta noche. Sigo rebuscando hasta que encuentro uno perfecto.

Es rojo, de la cintura para arriba pegado a mi cuerpo y de una tela un poco transparente. De la cintura para abajo era un poco más suelto y tenía una abertura en mi pierna izquierda.

Elegí unos cuantos vestidos más para tenerlos guardados para otro ocasión y entré al baño para darme una ducha.

Al salir me puse el vestido y vi diez pares de zapatos distintos, todos eran rojos. Elegí unos que me hacían lucir bastante alta y en lo que me los estoy poniendo entra alguien por la puerta.

—Ya casi estoy Dayron.

—¿Qué te hace pensar que soy él hermanita? ¿Acaso te gusta? —me sonrojo ante su pregunta, en otras circunstancias si, pero no, no me gusta.

Al salir del caos de mis pensamientos lo abrazo.

—Te odio. —me cruzo de brazos y él me da una sonrisa ladeada.— Pero lo dejaré pasar porque te he extrañado tanto.

—Yo a ti igual hermanita —deposita un beso en mi frente.— Madame Verónica yo seré el que la escoltará a la mesa esta noche. —sonrío.— Te encantaba que te dijera eso de pequeña.

—Nunca vivimos juntos Brad.

—Cuando venias de visita boba.

—Bueno, espérame allá afuera que me falta arreglarme un poco. —este se dirige a la puerta.— Brad —lo llamo antes de que se vall— ¿Le puedes decir a las chicas que traigan algo de maquillaje y perfume?

Pasan diez minutos y entran las chicas.

—Luna sentimos el retraso aquí tiene todo.

—No me digan Luna. Mi nombre es Verónica.

—El señor… —las interrumpo.

—No importa lo que diga el señor. —les dice una voz femenina que reconozco.

—Me pueden dejar a solas con Verónica.

Las chicas asienten y salen de la habitación sin protestar.

—¿Qué quieres? —pregunto sin ánimos de tener una conversación con ella.

—A ver Verónica. Sé que no soportas a mi hermano dadas las circunstancias, ni yo lo soporto de vez en cuando, pero te prometo que no somos malas personas.

Me detengo a pensar lo que me dice. La verdad es que cuando nos conocimos la que salió en mala forma muy yo, solo porque estaba estresada con Dayron.

—Está bien, te pido perdón por cómo te traté al principio. Si quieres podemos volver a presentarnos. —le regalo una sonrisa sincera.— Hola, soy Verónica Smith y estoy aquí secuestrara por tu hermano. —ella sonríe negando varias veces.

—Hola, soy Adelaide Wolff y soy la hermana menor de tu secuestrador. —dice lo último haciendo comillas.

Como el ambiente está un poco más relajado, le pido a Adelaide que me ayude a maquillarme y esta lo hace perfectamente.

—¿Sabes? Tú y yo podemos llegar a ser muy amigas.

—Me encantaría.

—Bueno, creo que ya estás lista. Te esperamos en la mesa.

Adelaide sale de la habitación y yo me cepillo un poco el cabello. Hoy lo dejaré suelto.

Al salir ahí se encuentra mi hermano y me ofrece su mano.

—Gracias a Dios no soy mujer. —sonrío ante lo que ha dicho y bajamos.

No me había fijado pero esta casa es hermosa y muy grande, mucho más grande que la de mi hermano.

Entramos al comedor y todas las miradas están en mí. En quien más me fijo es en Dayron, prácticamente se le cae la baba y eso me hace sonreír. Luego me doy cuenta de que aquí se encuentran Carol y el chico rubio que se parece a mi hermano.

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