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Capítulo 2: ¡Sorpresa! Mañana Llega Lyon

Aysel no pudo aguantar más, que entró gritando a la cabaña.

—¡Están locos! ¡Dilay tú no puedes hacerle eso a Lyon!

—Aysel ¿Qué haces aquí? —cuestionó alarmada Dilay que se cubría su cuerpo con el de Joram que solo llevaba sus pantalones. Detrás de ella vieron a Berk que mantenía la cabeza en el suelo.

—Evitando que cometas el mayor error de tu vida —respondió Aysel que avanzó por el lugar para tomar la blusa de Dilay que estaba en el suelo —ahora vístete, nos vamos de aquí —apunto a Joram en el pecho —y tú lárgate de aquí junto con Berk antes que llegue Lyon, porque si sabe que tu tocaste a su luna ya debes saber lo que te pasara ¿verdad?

—Si me voy a ir, pero con ella —tomo la mano de Dilay —no pienso dejarla aquí sola a afrentar las consecuencias de nuestro amor…

—¿Qué consecuencias? ¿de qué hablas? —cuestionó Aysel mirando a los dos, Dilay se había refugiado en sus brazos y Joram la sostenía con amor y protección.

—Aysel hay algo que nadie sabe y si no me voy esta misma noche, me matarán —dijo con voz temblorosa Dilay, Joram la pegó más a su cuerpo, Aysel siguió el movimiento de sus manos, cuando su hermana adoptiva las posaba en su vientre abrió los ojos —dentro de mi llevó el cachorro de Joram.

Las palabras de Dilay dejaron impresionados a todos los presentes, Joram fue el primero en gritar de felicidad, ella dejó salir unas lágrimas de felicidad, pero a la vez de temor.

—¿¡Cómo es posible que te preñaras de Joram!? —exclamo Aysel molesta —sabes lo que significa, dentro de seis días llega, debería ser tu ceremonia de Luna…

—La que no va suceder —sentencio Dilay —en cuanto esté cerca de Lyon, él sabrá que lo he traicionado y todos sabemos cuál será mi castigo…

—No, no voy a dejar que nadie les haga daño —intervino Joram mirando a Aysel…

—Te vayas o quedes el resultado será el mismo, ¿no has pensando en mis padres? —replicó molesta Aysel —ellos fueron tus padres desde el día que tú naciste, te cuidaron, mi madre se desvive por ti, todos los días pienso que ella hubiera querido que tú fueras su hija en vez de yo.

Al fin dejó salir ese reproche.

—Nunca fue mi intención robarte el amor de mi mamá Tara, lo siento Aysel —se disculpó Dilay —pero no puedo quedarme a que Lyon me maté, mi hijo merece nacer, vivir con su padre…

—Pero yo no puedo permitir que hagas esto, no seré tu cómplice en esta traición a Lyon, a la manada —dijo Aysel dando vuelta, ya lo había decidido le diría todo a su madre, sentía pena por ella, pero no podía quedarse callada, Lyon no se merecía eso.

—No puedes ir, Aysel. Sabes que si hablas serás la causante de la muerte de un inocente —Berk trató de detenerla, pero ella se soltó.

—No me importa. No puedo quedarme callada mientras ella le hace esto a Lyon. Él no se merece que lo traicionen así. Él es el alfa, el mejor lobo que he conocido. Y yo lo amo, Berk. Lo amo con todo mi corazón —Aysel confesó con lágrimas en los ojos.

—¿Qué? ¿Estás loca? ¿Cómo puedes amar al alfa? Él nunca te va a mirar a ti, menos con esa marca en tu rostro. Eres solo una loba más, tal vez la más débil de todos. No tienes nada que ofrecerle —Berk le dijo con crueldad, tratando de hacerla entrar en razón —mejor vayamos los cuatro, yo si te quiero a pesar de tu marca, el poco tiempo que llevo aquí aprendí a conocer tu corazón, Aysel te amo…

Berk la tomo de los brazos, y lentamente se acercó a querer probar sus labios, pero Aysel lo abofeteo y empujo al suelo.

—Si de verdad me amaras no hubieras sido tan cruel con tus palabras —dijo entre lágrimas Aysel —crees que no sé qué Lyon nunca me vera como su luna, que yo sería la vergüenza de esta manada, pero como le digo a mi corazón que no lo quiera, como le ordeno a mi loba que deje de desearlo y amarlo, desde que tengo uso de razón lo siento mío —soltó una risa burlona —algo tonto, porque yo sabía que él ya tenía dueña, todos estos años he tenido que soportar ver como él se enamoraba de ella, como la tomaba de la mano, las cartas que le ha enviado…

Aysel se limpió las lágrimas, ya había dicho mucho.

—Debo encontrar una forma para qué Dilay se quede, para que no sufra Lyon…

—Te estás escuchando Aysel, no hay forma, no hay magia suficiente, ni hiervas que puedan hacer que cambie las cosas —Berk la tomo por los brazos para que lo viera a los ojos —date cuenta ella espera el cachorro de Joram, porque él ya la marco —Aysel abrió los ojos ante las palabras de Berk, era verdad, y ante una marca de compañero no había manera de borrarla, significaría la muerte si intentaran quitarla.

—Aysel por favor no digas nada —salió implorando Dilay —deja que me vaya con Joram, yo sé que tú podrás salvar a la familia de la ira de Lyon…

Dilay se había vuelto loca, como podría ella evitar que se cumpliera con las leyes, eran claras, la traición se pagaba con sangre.

Pero ver los ojos suplicantes de su hermana, escuchar el latir de ese pequeño no dejó que siguiera con su idea, el consejo era cruel con las lobas que deshonraban a sus compañeros destinados.

—Que la Diosa nos proteja, vete antes de que me arrepienta —dijo Aysel bajando la cabeza, dentro de ella había una lucha interna, su corazón alegre porque no vería a Lyon unida a ella, pero su cabeza le decía que debía hacer algo para detenerla, que pagará el daño al Alfa de la manada.

Regresaron juntas, Dilay entró a su habitación a preparar algo de ropa y poder salir de la casa sin que nadie la viera.

Por la noche Aysel se sentó en la mesa con sus padres a cenar.

—¿Dónde está Dilay? No la he visto en toda la tarde.

Aysel vio el lugar vació de su hermana, odiaba tener que decir mentiras, pero era necesario que tuvieran más tiempo, para que la guardia no pudiera alcanzarlos.

—Llegó hace rato, el paseo la dejó agotada que se fue a dormir pronto —respondió con una sonrisa Aysel.

—Hay pobre debe estar nerviosa por la llegada de Lyon —dijo Tara con una sonrisa —debería preparar una cena ligera para llevarla a su habitación, no es bueno que duerma con el estómago vació

—No —dijo exaltada Aysel, provocando la mirada extrañada de su madre —lo siento, no será necesario, yo ya me encargué de eso antes que se durmiera le prepare un emparedado de pierna.

—Bueno entonces la dejaré descansar, ya no pude decirle la sorpresa que recibirá mañana —la mujer dejó salir una sonrisita de alegría.

—¿Qué sorpresa? —preguntó Aysel con él ceño fruncido. Los ojos de su mamá brillaron con emoción.

—Mañana llega Lyon…

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