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Capítulo 5: Aysel Es Tu Luna

En cuanto dio la orden todos los lobos salieron corriendo, mientras los que estaban fuera de la casa de la futura Luna de la manada comenzaban a cuchichear sobre lo que estaba ocurriendo en la casa de la futura Luna, ya se había comenzado a divulgar entre los lobos la traición de Dilay.

Por medio del enlace mental ya la mayoría de la manada sabían porque llevaba la guardia a la familia de Dilay.

Asael iba inconsciente, los golpes que le había dado Lyon habían sido muy fuertes, Aysel iba detrás de él, un poco lastimada por la manera que él la había aventado contra la pared, y por último Tara con la cabeza al suelo, sentía la peor vergüenza de su vida, no podía creer que su hija le estuviera causando esta deshonra, este desprestigio, ellos que eran una de las mejores familias de toda la manada.

Los llevaron hasta la casa del alfa donde en el sótano había adecuado un lugar para que fueran las celdas donde encerraba a los picaros o rebeldes que se atrevían atacar su manada, pero esta vez iban albergar a la familia de la mujer que lo había roto por dentro.

Cuando los dejaron en ese lugar que tenía un olor horrible, Aysel corrió junto a su padre que seguía sin regresar en sí.

—¡Papá! ¡Papito! —toco su frente y aun sintiendo su propio dolor cerro los ojos.

—¿Qué haces? —preguntó su madre mirando con error a su hija.

Desde que nació odiaba esa marca en su rostro, no entendía porque la Diosa había permitido que naciera con esa horrible cicatriz, que en ocasiones parecía que fuera algo vivo, como un gusano asqueroso que quisiera salir, pues se movía, se levantaba de su piel y el color café se intensificaba hasta el punto de hacerse casi negro.

De pronto la marca brillo, Aysel abrió los ojos los cuales habían cambiado por un segundo de azul a blanco por completo. Tara abrió los ojos al ver como esa luz se extendía por su marido, borrando el rastro de sangre y golpes que había sufrido.

Asael abrió los ojos, al tiempo que el brillo desaparecía y Aysel volvía a ser ella, y la marca seguía cubriendo su mejilla y frente derecha.

—No sé porque desperdiciar ese maldito don cuando estamos condenados —dijo con total desprecio Tara

—No si pedimos a la Diosa que interceda por nosotros —respondió Aysel que un poco débil se ponía de rodillas…—oremos para que Lyon tenga misericordia.

—Si la llegara a tener, nos volveríamos picaros, nos ha quitado todo —dijo Asael en un tono de pesimismo —y prefiero morir antes que ser expulsado de la manda, donde he servido por años, donde mi familia ha sido fiel al alfa.

—Además quien puede asegurar que la Diosa te escuchará, tú una loba marcada —completo con desprecio Tara —eres tan insignificante que estoy segura que será inútil tus plegarias, no sé porque la Diosa me dio una hija tan fea, y porque me castigo con la hija de mi hermana, una malagradecida, pero la maldigo por causarnos este dolor, espero nunca pueda ser feliz…

—No digas eso mamá, mejor ora para que Lyon cambie de opinión —reitero Aysel, pero Tara se cruzó de brazos, se fua a un rincón, el más oscuro a llorar su desgracia, Asael se unió a ella, pues se sentían miserables porque había perdido todo.

Aysel los ignoró, junto sus manos, cerro los ojos y comenzó a elevar su oración al cielo, pidiendo piedad a la Diosa.

**********

Cuando Uzziel entró en casa de Lyon vio el huracán que había pasado por el lugar, muchas cosas se estrellaron contra la pared, otras fueron contra en suelo, la fotografía que mando hacer para cuando Dilay tomara su lugar como luna estaba destrozada en el suelo.

Solo él se atrevió acercarse, pues nadie de la manada quería ponerse en su camino, sus ojos inyectados de odio parecía que iba asesinar al primero que pasará al frente de él.

—Lyon amigo —lo llamo al ver todo el desastre, pues no lo veía por ningún lado.

—¿Ya es hora? —preguntó Lyon mientras apretaba una daga de plata con el mango de madera que su padre le había dado cuando gano su primer combate.

—No, todavía falta…

—Entonces que haces aquí, fui muy claro que nadie me molestará hasta que fuera la hora de la ejecución de la familia de esa m*****a loba traicionera… —exclamo exaltado Lyon, cuando levantó la vista sus ojos seguían rojos, llenos de odio y dolor.

—Solo querías saber cómo estas y a decirte que consideres lo que piensas hacer esta noche, yo creo que no debes cobrarles a ellos los errores de Dilay…

—¡Qué no vuelvas a decir su maldito nombre! —Lyon se levantó como resorte del suelo, la daga fue directamente al cuello de su mejor amigo, cada vez que recordaba su nombre, su risa o algo de ella, era como si la daga entrara más profunda en su corazón.

—Está bien amigo —dijo Uzziel levanto las manos, en señal de rendición —solo pido que tengas misericordia con ellos, tal vez un día te puedas arrepentir…

—No tendré misericordia con la familia de la loba que me ha causado un gran dolor, —dijo al tiempo que soltaba a su amigo y caminaba a tomar un poco de la cerveza que hacían en la manada, solo ese licor ayudaba a mitigar un poco el dolor que sentía por dentro —ellos deben pagar también por ser tan estúpidos y no darse cuenta que ella me estaba traicionando…

—Tú mismo lo estas reconociendo, ellos no sabían que Di… —Uzziel de detuvo al darse cuenta que estaba por cometer una indiscreción de nuevo —que ella se veía con otro lobo —dijo con calma, tratando que eso hiciera que Lyon entrará en razón —castigo suficiente va ser que le quites todo, hasta los puedes expulsar de la manada, pero no manches tus manos con sangre de lobos inocentes, no le hagas daño a Aysel ella…

—No quiero escuchar ni una palabra en su defensa, nada, ni la misma Diosa hará que cambie de opinión —replico Lyon lanzando la daga contra Uzziel, el frio filo paso rosando su cabeza, para quedar incrustada en la pared de madera que había detrás de él —ahora lárgate y prepara todo para esta noche… y por último si los lobos regresan házmelo saber, yo mismo quiero romperle el cuello a esa m*****a.

Con la cabeza al suelo, Uzziel salió de la casa a obedecerlo, sabía que estaba cometiendo un error, pero el dolor que sentía por la traición de Dilay lo tenía sordo y ciego.

Era la noche más oscura, la luna no salía y era una ocasión perfecta para terminar con la traición que había sufrido.

Lyon vestido de negro salió de su casa, detrás de él iban Aysel en primer lugar, después Asael y por último Tara que iba con la cabeza en el suelo, sufría escuchando las burlas de las mujeres que se había dicho su amiga, a las que les había presumido que su hija adoptiva sería la próxima luna, la mujer más importante de la manada luna azul.

No sabía que le dolía más la traición de su sobrina, o las burlas de esas arpías. Para esa hora en la manada no se hablaba de otra cosa que no fuera como Dilay había despreciado ser la luna de la manada, por consiguiente, había rechazado a Lyon, para irse con el forastero y dejar en ridículo a la familia.

Los llevaron hasta el templo de la Diosa que estaba dentro del gran follaje de un árbol llorón, ahí los esperaba el oráculo y la sacerdotisa que eran los únicos que vivían ahí para servir y orar a la Diosa por el bien de la manada.

—¿Está todo listo? —preguntó Lyon a lo que el oráculo y la sacerdotisa afirmaron con la cabeza —que comience la ejecución, la primera será Aysel.

Los hombres que la custodiaban la hicieron pasar primero la pusieron sobre la gran piedra.

—Lyon por favor ten piedad de nosotros, te juro que si yo hubiera sabiendo antes la hubiera detenido, Lyon por favor escúchame…

—No quiero escuchar nada —dijo al tiempo que levantaba su mano para darle una bofetada en la cara de nuevo —no quiero que mi manada quede rastro de la sangre de esa m*****a loba…

Miró a los hombres para que sujetarán a Aysel de las muñecas, levantó las manos con la daga y apunto directamente en el corazón de Aysel, ella lo miró fijamente, y con una sonrisa en los labios espero a que él lobo que amaba le quitara la vida.

De pronto una luz blanca, tan blanca ilumino esa oscuridad que había, parecía de día, de ella broto una figura que avanzo sin tocar el suelo entre los presentes que se habían reunido para ver el castigo.

Llegó hasta Lyon que estaba sorprendido que la Diosa estuviera ahí. Cuando estuvo cerca cayó al suelo de rodillas y agacho la cabeza. Ella toco su cabeza como una madre que consuela a su hijo y le hablo con dulzura.

—Lyon hijo mío, no puedes continuar con este crimen, Aysel mi hija es tu luna…

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