Llovía...Claro que tenía que llover a cántaros y tronar. Siempre llueve cuando las cosas andan mal.Susan manejaba nerviosa.Después de lo que acababa de ver su mundo se había venido abajo.Las lágrimas le obstruían la visión, pero no conseguía frenarlas. Fluían de sus ojos sin control.¿Quién no lloraría después de ver lo que ella había visto, y después de oír lo que ella había oído?El corazón le ardía, el alma se le encogía de sufrimiento y justo cuando creyó que un sollozo le arrancaría del pecho el dolor insoportable que cargaba, un auto salió de la nada, impactándola y enviándolos a los dos directo a la cuneta.Un mes después:Despertar en el hospital no la sobresaltó.Debido a su enfermedad lo hacía frecuentemente.Era diabética, a veces descuidaba sus dietas y por eso se desmayaba en lugares públicos y terminaba en el hospital.Susan se acomodó sobre las almohadas, y alargando el brazo hizo sonar el timbre que alertaría al equipo de enfermería.En instantes la puerta se abri
El neurólogo le había sugerido regresar a su vida y a su rutina poco a poco, y le parecía bien, sabía que continuar encerrada terminaría enloqueciéndola.Así que se vistió, tomó su bolso y salió.Conduciendo su scooter en dirección a la casa de subastas.Su coche aún estaba en el taller, producto del accidente.—Señorita Susan, ¿qué hace aquí?- la increpó Jacky, su secretaria.- usted tiene ausencia autorizada hasta dentro de quince días.—Oh, no hagas aspavientos, mujer. Necesito esto. Necesito rodearme de cosas que me resulten familiares. ¿Y qué podría resultarme más familiar que el trabajo que amo?—¿ Estás segura? ¿No afectará tu recuperación el que estés chocando con cosas que quizás puedan contener algún recuerdo desagradable?—Estoy segura. Esto es lo que me hace falta.- Respondió Susan, recorriendo con la mirada los valiosísimos objetos amontonados en el almacén, en espera de catalogación por su ojos experto.—Vale. De todos modos ya nos estabas haciendo falta. Al viejo cascar
—Creo que se equivoca, Señor al Gala. No puedo trabajar para usted.Omër sonríe. Es una sonrisa fría y cruel.—Los detalles ya fueron discutidos con el Señor Truman. Su jefe estuvo completamente de acuerdo con mi petición y todos los detalles.—¿Detalles? ¿Qué detalles?—Oh, usted vendrá a mi mansión y se quedará en ella en calidad de mi huésped por el periodo de tiempo de un mes. En ese tiempo, hará el trabajo de catalogación y apreciación de los objetos que deseo subastar.Susan liberó un suspiro.—Ya le dije que es imposible. Estamos abarrotados de pedidos. Sería mucho más fácil que usted trajera sus objetos y los entregara a la casa de subastas. Así se pondrían en cola, y yo los tasaría dentro de un mes, aproximadamente.Omër endureció sus facciones.—Veo que usted no comprende los derechos que me otorga ser un cliente VIP de este lugar. Bien, llamaré al Señor Truman y cancelaré todo el negocio. Tenga presente que me llevaré mi asunto y mi colección a otra casa de subastas.- toma
Al llegar al apartamento de Sonya, ya era tarde.Susan se preparó un sándwich, tomó un baño y se fue a dormir en el cuarto de huéspedes.A la mañana siguiente, se realizó un examen de glucosa en sangre, con el estrés de los últimos días, temía que pudiera estar descompensada, sin embargo su conteo mostró cifras adecuadas y suspiró aliviado.Tomó su bolso, luego de prepararse un desayuno ligero y … no podía ir a buscar trabajo. No tenía su coche.¡ Maldición!—Estás despierta temprano. ¿Vas a algún lugar?- su hermana la sobresaltó.—S…sí. Tenía pensado salir al banco. Si voy a buscarme un nuevo sitio en el que vivir, necesitaré dinero.—Oh, ya veo. Llévate mi coche. Susan miró a su hermana de reojo, en lo que ella se movía al refri y se servía un jugo.—¿En serio?- interrogó.—Claro. Le pediré a Philip que me lleve.¿Oh?—Ustedes…¿tienen esa clase de relación? Quiero decir…—Por supuesto que nos llevamos bien. Él es tu prometido, después de todo. Ustedes van a casarse y él será mi cuñ
—Cuéntamelo todo. ¿ Dónde lo conociste? ¿Es muy rico? ¿Qué edad tiene? ¿Oh, pero lo has visto bien?¡ El hombre es un semental!¡El hombre es un animal! Corrigió Susan en su fuero interno.—No sé. Solo sé su nombre.Sonya rodó sus ojos.—Es por esto que nunca has conseguido citas con hombres interesantes. No prestas atención a las cosas realmente importantes. Ese sujeto es…¡Dios!Bueno, sí. Se cree que lo es.—Quiero decir…es increíblemente atractivo y ¡Rico! ¿Tienes su número, por alguna casualidad?—No.Y si lo tuviera no te lo daría. Lo último que quiero es más drama con ese hombre.—No importa. Averiguaré dónde trabaja y me aseguraré de que nos encontremos, por casualidad, por supuesto.Sonya pegó a reír y Susan miró por la ventanilla, manteniéndome callada en lo que su hermana conducía de regreso al apartamento.Al llegar, checó su glucemia y respiró aliviada de que estuviese en cifras normales.Se dio una ducha rápida y se preparaba una ensalada cuando su celular sonó. Era un núm
Buscó en su celular el número desde el cual él la había llamado y marcó. No iba a abandonar la ciudad de Al Wakrah con desconocidos así como así. Por cosas como estas desaparecían personas a diario.—Buenos días, Susan.- le respondió esa voz gruesa y gutural que le ponía los pelos de punta.—Señor al Gala, usted en ningún momento me dijo nada sobre un vuelo en jet. Me rehúso a abandonar la ciudad sin una explicación, según entiendo usted vive en Doha, la capital de este país , pero…—Mire hacia arriba, señorita Brandon.—¿Hacia arriba? ¿Para qué?—Solo hágalo.- insistió él.Ella obedeció a regañadientes, y palideció al instante.El árabe la contemplaba con una sonrisa torcida y celular en mano, desde la puerta de su aeronave.—Veo que es usted muy desconfiada, lo cual es perfecto.- se burló él. – nos llevaremos de maravilla.- colgó.Susan comprimió sus mejillas, mirando como el loco se metía en su avión, y le daba la espalda.“Cincuenta mil dólares, cincuenta mil dólares”Se repitió e
Luego de la cena, Omër la condujo a una habitación, en la cuál se hallaba una especie de bóveda, y en el interior de la misma, detrás de vitrinas climatizadas Susan encontró lo que prometía ser la colección más impresionante de reliquias que ella hubiera visto hasta el momento.—Tenga en cuenta, que no deseo una valoración de todo, usted solo se concentrará en esta pequeña sección.- le informó su anfitrión.“ Esta pequeña sección”, como él la había llamado, estaba compuesta por cincuenta artículos en inmejorable estado de conservación.Y era una pena, que el árabe no deseara que ella realizase su trabajo con la colección completa, porque sus manos hormigueaban de la emoción.—¿Cuando puedo empezar?- interrogó Susan, contemplando con grandes ojos los collares, anillos, cimitarras y coronas altamente enojados.—Mañana mismo, si gusta.***Había pasado la noche bastante bien, a pesar de encontrarse durmiendo en una habitación y cama que no eran las suyas. Se levantó antes de que sonara s
A la mañana siguiente, Susan realizó varias búsquedas en internet.Sobre el reino Yemenita y su gobernante, el Rey Abdul al Gala, sin embargo no encontró nada.A través de Wikipedia encontró datos de interés, pero no precisamente lo que buscaba.“Yemen fue uno de los más antiguos centros de civilización en el Oriente Próximo. Su tierra, relativamente fértil, y su clima húmedo permitieron el desarrollo de una población estable. Este hecho fue ya reconocido por el geógrafo griego Claudio Ptolomeo, quien se refirió a Yemen en sus textos como Eudaimon Arabia (término más conocido por su traducción latina, Arabia Felix), la ‘Arabia feliz’.Entre el siglo XII a. C. y el siglo VI d. C., la zona fue dominada por tres civilizaciones sucesivas, que controlaron el lucrativo tráfico de especias: los mineos, los sabeos y los himyaritas.Los pueblos mediterráneos veían llegar caravanas cargadas de incienso, mirra, casia, cinamomo y láudano; o riquezas como oro, ébano, marfil y seda, por lo que dedu