—Creo que se equivoca, Señor al Gala. No puedo trabajar para usted.
Omër sonríe. Es una sonrisa fría y cruel.
—Los detalles ya fueron discutidos con el Señor Truman. Su jefe estuvo completamente de acuerdo con mi petición y todos los detalles.
—¿Detalles? ¿Qué detalles?
—Oh, usted vendrá a mi mansión y se quedará en ella en calidad de mi huésped por el periodo de tiempo de un mes. En ese tiempo, hará el trabajo de catalogación y apreciación de los objetos que deseo subastar.
Susan liberó un suspiro.
—Ya le dije que es imposible. Estamos abarrotados de pedidos. Sería mucho más fácil que usted trajera sus objetos y los entregara a la casa de subastas. Así se pondrían en cola, y yo los tasaría dentro de un mes, aproximadamente.
Omër endureció sus facciones.
—Veo que usted no comprende los derechos que me otorga ser un cliente VIP de este lugar. Bien, llamaré al Señor Truman y cancelaré todo el negocio. Tenga presente que me llevaré mi asunto y mi colección a otra casa de subastas.- toma el maletín y se pone en pie.- tenga un buen día, señorita.
***
—¡Maldición! ¡La has cagado, Susan, y lo has hecho en grande! ¿Tienes una idea de lo que tuve que hacer para que ese hombre aceptara mi propuesta?
—Lo lamento mucho, Señor Truman, pero los requerimientos del Señor al Gala son imposibles.
—Imposibles…¡Ja! Solo tenías que pasarte cuatro semanas en su mansión. ¡ Cuatro! Eso era todo. Ahora por tu estupidez y tus tonterías hemos perdido una comisión de más de cincuenta mil dólares. ¿ Me oyes? ¡Cincuenta mil dólares!
Con todo y que la reprimenda la estaba recibiendo por teléfono, el Señor Truman sonaba bastante enojado.
—Me fui de vacaciones confiado en que harías las cosas bien.¡ Y mira lo que hiciste! No quiero volver a verte. Recoge tus cosas y lárgate de mi casa de subastas.
—Pero, Señor…yo…
—¡Estás despedida!- bramó Benedict y colgó estrepitosamente.
Susan liberó un sollozo ahogado.
Acababa de perder su adorado empleo por una tontería.
***
—¿Y bien?
—Señor al Gala , le habla Benedict Truman de “Truman’s, casa de subastas” . Por favor, no cuelgue.
—Hable, no tengo mucho tiempo.
—Verá Señor, lamento mucho el malentendido con mi empleada esta mañana, lamentablemente me encuentro en Londres y no puedo expresarle estás disculpas en persona, pero permítame decirle, que la he despedido.
Oh, maravillosas noticias.
—Susan Brandon ya no trabaja para nosotros, su ineptitud y falta de respeto hacia usted me llena de vergüenza. Sin embargo, contamos con otros anticuarios de renombre internacional y nuestra casa le abre las puertas si usted desea poner su colección en nuestras manos.
Omër rió para sus adentros.
"No, ya conseguí parte de lo que quería.''
—Lo pensaré.- respondió. – le responderé en unos días.
Colgó y llamó a Abdul, su secretario.
La asesina de su hermano había comenzado a caer y él no pararía hasta verla completamente hundida.
Susan regresó a casa con el corazón en un hilo.
Benedict la había despedido y ni siquiera le había dado una recomendación escrita. Así no la contratarían las demás casa de subastas. El negocio estaba dominado fundamentalmente por hombres, y repudiaban el intento de cualquier mujer por introducirse en ese círculo.
Se calentó una sopa instantánea, que acompañó con unas rodajas de pan tostado y se sentó sobre el sofá, a llorar mientras se comía la sopa.
Maldito Truman.
Estas cosas no se hacen.
Me han pagado mi salario íntegro pero me han dado una patada de la peor forma.
¡Oh, y maldito jeque!
Si él no hubiera hecho una perreta nada de esto hubiera sucedido.
Terminó su cena, lavó los trastes y se fue a dormir.
Mañana buscaré un nuevo empleo.
***
El ruido de alguien tocando a su puerta la despertó.
Con un gruñido de levantó y se dirigió allí para ladrarle a quien fuera que se largara.
—Señorita, debe abandonar el edificio. Todos los inquilinos han sido avisados, este inmueble será demolido en una hora.
Susan comenzó a sudar frío.
—Pero, eso no puede ser. Rento este apartamento desde hace dos años.
—Lo sentimos mucho, pero el edificio cambió de dueño hace una semana y el nuevo propietario desea demorarlo.
El hombre se alejó y Susan contempló con tristeza, como los demás inquilinos reaccionaban bastante similar a ella ante la noticia de que acababan de perder sus hogares.
—No puede hacer esto, oiga.
—¡Pagué la renta hasta fin de año, esto es un ultraje!
—No me sacarán. Este es mi hogar. ¿ Dónde se supone que viviré?
Cerrando la puerta, Susan contempló su apartamento.
¿ Cómo rayos se llevaría todas sus cosas en dos horas?
Se puso a dar vueltas de aquí para allá , y luego, tomando su celular llamó.
—¿Sucede algo?
—Necesito tu ayuda, Sonya.
***
—Bueno, en el camión cupo todo bastante bien.
Su hermana había buscado un camión de mudanzas con rapidez pasmosa. Y además, había conseguido la ayuda de seis hombres.
—¿Quiénes son?- interrogó Susan.
—Oh, son chicos de la constructora. No te preocupes, son de confianza.
Susan asintió, pero no estaba muy segura.
Aquellos hombres eran altos y musculosos, parecían más matones y pandilleros que obreros regulares en una compañía de construcción.
Respiró un par de veces e intentó calmarse.
Desde que había despertado, se estaba comportando como una histérica. Viendo comportamientos y personas sospechosas por todos lados.
—La mayoría de tus cosas las podemos guardar en un almacenamiento hasta que encuentres dónde vivir.
—Me quedaré contigo por muy pocos días, lo prometo.
—Cuento con ello.
El apartamento de su hermana, sitiado en una parte lujosa de la ciudad, era todo lo que no le gustaba a Susan.
Todo era de color blanco y había cristales en vez de paredes.
Antes de venirse a Qatar siguiendo los pasos de sus hermana, Sonya había sido una modelo muy cotizada en Europa. Sin embargo, todo se le vino abajo a la rubia cuando un tabloide reveló que ella sostenía una tortuosa aventura con un empresario casado y treinta años mayor.
Susan no se engañaba a sí misma.
Desde muy jóven, su hermana había mostrado una ambición desmedida y un gusto por la extravagancia imposibles de mantener.
Fue así, que cuando estalló su escándalo en Londres y la agencia de modelaje la despidió, su hermana se vino a Qatar con la esperanza de conquistar a algún jeque millonario y continuar dándose la gran vida a la que se había acostumbrado.
—¿Has llamado Philip?- la interrogó Sonya, subiendo las últimas cajas al camión.
—No. No quise molestarlo.
Al llegar al apartamento de Sonya, ya era tarde.Susan se preparó un sándwich, tomó un baño y se fue a dormir en el cuarto de huéspedes.A la mañana siguiente, se realizó un examen de glucosa en sangre, con el estrés de los últimos días, temía que pudiera estar descompensada, sin embargo su conteo mostró cifras adecuadas y suspiró aliviado.Tomó su bolso, luego de prepararse un desayuno ligero y … no podía ir a buscar trabajo. No tenía su coche.¡ Maldición!—Estás despierta temprano. ¿Vas a algún lugar?- su hermana la sobresaltó.—S…sí. Tenía pensado salir al banco. Si voy a buscarme un nuevo sitio en el que vivir, necesitaré dinero.—Oh, ya veo. Llévate mi coche. Susan miró a su hermana de reojo, en lo que ella se movía al refri y se servía un jugo.—¿En serio?- interrogó.—Claro. Le pediré a Philip que me lleve.¿Oh?—Ustedes…¿tienen esa clase de relación? Quiero decir…—Por supuesto que nos llevamos bien. Él es tu prometido, después de todo. Ustedes van a casarse y él será mi cuñ
—Cuéntamelo todo. ¿ Dónde lo conociste? ¿Es muy rico? ¿Qué edad tiene? ¿Oh, pero lo has visto bien?¡ El hombre es un semental!¡El hombre es un animal! Corrigió Susan en su fuero interno.—No sé. Solo sé su nombre.Sonya rodó sus ojos.—Es por esto que nunca has conseguido citas con hombres interesantes. No prestas atención a las cosas realmente importantes. Ese sujeto es…¡Dios!Bueno, sí. Se cree que lo es.—Quiero decir…es increíblemente atractivo y ¡Rico! ¿Tienes su número, por alguna casualidad?—No.Y si lo tuviera no te lo daría. Lo último que quiero es más drama con ese hombre.—No importa. Averiguaré dónde trabaja y me aseguraré de que nos encontremos, por casualidad, por supuesto.Sonya pegó a reír y Susan miró por la ventanilla, manteniéndome callada en lo que su hermana conducía de regreso al apartamento.Al llegar, checó su glucemia y respiró aliviada de que estuviese en cifras normales.Se dio una ducha rápida y se preparaba una ensalada cuando su celular sonó. Era un núm
Buscó en su celular el número desde el cual él la había llamado y marcó. No iba a abandonar la ciudad de Al Wakrah con desconocidos así como así. Por cosas como estas desaparecían personas a diario.—Buenos días, Susan.- le respondió esa voz gruesa y gutural que le ponía los pelos de punta.—Señor al Gala, usted en ningún momento me dijo nada sobre un vuelo en jet. Me rehúso a abandonar la ciudad sin una explicación, según entiendo usted vive en Doha, la capital de este país , pero…—Mire hacia arriba, señorita Brandon.—¿Hacia arriba? ¿Para qué?—Solo hágalo.- insistió él.Ella obedeció a regañadientes, y palideció al instante.El árabe la contemplaba con una sonrisa torcida y celular en mano, desde la puerta de su aeronave.—Veo que es usted muy desconfiada, lo cual es perfecto.- se burló él. – nos llevaremos de maravilla.- colgó.Susan comprimió sus mejillas, mirando como el loco se metía en su avión, y le daba la espalda.“Cincuenta mil dólares, cincuenta mil dólares”Se repitió e
Luego de la cena, Omër la condujo a una habitación, en la cuál se hallaba una especie de bóveda, y en el interior de la misma, detrás de vitrinas climatizadas Susan encontró lo que prometía ser la colección más impresionante de reliquias que ella hubiera visto hasta el momento.—Tenga en cuenta, que no deseo una valoración de todo, usted solo se concentrará en esta pequeña sección.- le informó su anfitrión.“ Esta pequeña sección”, como él la había llamado, estaba compuesta por cincuenta artículos en inmejorable estado de conservación.Y era una pena, que el árabe no deseara que ella realizase su trabajo con la colección completa, porque sus manos hormigueaban de la emoción.—¿Cuando puedo empezar?- interrogó Susan, contemplando con grandes ojos los collares, anillos, cimitarras y coronas altamente enojados.—Mañana mismo, si gusta.***Había pasado la noche bastante bien, a pesar de encontrarse durmiendo en una habitación y cama que no eran las suyas. Se levantó antes de que sonara s
A la mañana siguiente, Susan realizó varias búsquedas en internet.Sobre el reino Yemenita y su gobernante, el Rey Abdul al Gala, sin embargo no encontró nada.A través de Wikipedia encontró datos de interés, pero no precisamente lo que buscaba.“Yemen fue uno de los más antiguos centros de civilización en el Oriente Próximo. Su tierra, relativamente fértil, y su clima húmedo permitieron el desarrollo de una población estable. Este hecho fue ya reconocido por el geógrafo griego Claudio Ptolomeo, quien se refirió a Yemen en sus textos como Eudaimon Arabia (término más conocido por su traducción latina, Arabia Felix), la ‘Arabia feliz’.Entre el siglo XII a. C. y el siglo VI d. C., la zona fue dominada por tres civilizaciones sucesivas, que controlaron el lucrativo tráfico de especias: los mineos, los sabeos y los himyaritas.Los pueblos mediterráneos veían llegar caravanas cargadas de incienso, mirra, casia, cinamomo y láudano; o riquezas como oro, ébano, marfil y seda, por lo que dedu
Dos días después, temprano en la mañana, partieron a la pista de la fórmula uno. Ella estaba nerviosa, porque a pesar de que iban a observar un encuentro deportivo, Omër le había obsequiado un vestido rojo, extremadamente corto, y le había explicado que era importante que lo llevara puesto.Susan tragó en seco, y obedeció. Junto con el vestido, se puso unas sandalias altas y unos aretes de rubíes. Una de las sirvientas de la mansión la ayudó a recogerse el cabello en un peinado alto, y cuando estuvo lista, ellos partieron en una limosina.—Es un placer tenerlo aquí, Señor al Gala.- Susurró un sujeto, en cuanto Omër se bajó del vehículo.—No me lo perdería por nada de este mundo, Jocaz. Sabes que sigo la trayectoria del chico ruso desde que estaba en los campeonatos de su país.—Tenemos un asiento reservado para usted y su acompañante, en la sala VIP, SeñorSusan bajó del vehículo, siguiendo a su jefe en silencio, mientras el otro árabe hablaba y hablaba.—Allí tendrá oportunidad de co
No podía dormir.Por más que lo intentara, estaba desvelada. Así que, Susan hizo lo que siempre hacia cuando el sueño la eludía.Se fue a la cocina y se preparó un té, rebuscó en el refrigerador , encontrando una barra de chocolate y se entretuvo comiendo en pedazos pequeños mientras intentaba comprende lo que había sucedido.Omër se había comportado como un demente, hablando incoherencias y expresándose con brusquedad. No tenía ningún sentido. Incluso había protestado por el mismo vestido que él le había dado para ponerse.Susan apartó su cabello de su cara con un soplido.Le quedaba poco en la mansión. Había avanzado a pasos agigantados en muy pocos días, si se apresuraba, dentro de la próxima semana podría terminar con los restante treinta objetos que requerían su atención, recibiría su pago y regresaría a su ciudad.Con lo cincuenta mil, saldría a flote por un tiempo, y ya luego decidiría qué hacer. En última instancia, podía regresar a Londres a buscar allá. Solo tenía que acompa
Luego de la carrera, Omër invitó al campeón ruso a cenar, y este accedido de buen grado.La limosina los recogió, y los llevó a los cinco de regreso a la mansión dónde la cocinera había preparado un exquisito banquete para todos.Los hombres conversaban animadamente entre ellos, de política, de deporte y de otros temas varoniles qué e a Susan realmente no le interesan.Luego de la cena, los huéspedes se quedaron cosa de una hora compartiendo con su anfitrión, y luego se marcharon.Sin mediar palabras, Susan se dirigió a su habitación, se dio un duchazo rápido y se acostó.Se sentía extraña. Había notado que durante toda la tarde él había estado mirándola.Y no simplemente mirándola.No le había quitado los ojos de encima.Susan arrugó el entrecejo.Era como si la estuviese vigilando o algo así.***A la mañana sigue, se levantó temprano y comenzó a trabajar cuando no había amanecido.Luego de que Omër le hubiera contado la trágica historia sobre la daga, ella no había querido tocar el