#3:

—Creo que se equivoca, Señor al Gala. No puedo trabajar para usted.

Omër sonríe. Es una sonrisa fría y cruel.

—Los detalles ya fueron discutidos con el Señor Truman. Su jefe estuvo completamente de acuerdo con mi petición y todos los detalles.

—¿Detalles? ¿Qué detalles?

—Oh, usted vendrá a mi mansión y se quedará en ella en calidad de mi huésped por el periodo de tiempo de un mes. En ese tiempo, hará el trabajo de catalogación y apreciación de los objetos que deseo subastar.

Susan liberó un suspiro.

—Ya le dije que es imposible. Estamos abarrotados de pedidos. Sería mucho más fácil que usted trajera sus objetos y los entregara a la casa de subastas. Así se pondrían en cola, y yo los tasaría dentro de un mes, aproximadamente.

Omër endureció sus facciones.

—Veo que usted no comprende los derechos que me otorga ser un cliente VIP de este lugar. Bien, llamaré al Señor Truman y cancelaré todo el negocio. Tenga presente que me llevaré mi asunto y mi colección a otra casa de subastas.- toma el maletín y se pone en pie.- tenga un buen día, señorita.

***

—¡Maldición! ¡La has cagado, Susan, y lo has hecho en grande! ¿Tienes una idea de lo que tuve que hacer para que ese hombre aceptara mi propuesta?

—Lo lamento mucho, Señor Truman, pero los requerimientos del Señor al Gala son imposibles.

—Imposibles…¡Ja! Solo tenías que pasarte cuatro semanas en su mansión. ¡ Cuatro! Eso era todo. Ahora por tu estupidez y tus tonterías hemos perdido una comisión de más de cincuenta mil dólares. ¿ Me oyes? ¡Cincuenta mil dólares!

Con todo y que la reprimenda la estaba recibiendo por teléfono, el Señor Truman sonaba bastante enojado.

—Me fui de vacaciones confiado en que harías las cosas bien.¡ Y mira lo que hiciste! No quiero volver a verte. Recoge tus cosas y lárgate de mi casa de subastas.

—Pero, Señor…yo…

—¡Estás despedida!- bramó Benedict y colgó estrepitosamente.

Susan liberó un sollozo ahogado.

Acababa de perder su adorado empleo por una tontería.

***

—¿Y bien?

—Señor al Gala , le habla Benedict Truman de “Truman’s, casa de subastas” . Por favor, no cuelgue.

—Hable, no tengo mucho tiempo.

—Verá Señor, lamento mucho el malentendido con mi empleada esta mañana,  lamentablemente me encuentro en Londres y no puedo expresarle estás disculpas en persona, pero permítame decirle, que la he despedido.

Oh, maravillosas noticias.

—Susan Brandon ya no trabaja para nosotros, su ineptitud y falta de respeto hacia usted me llena de vergüenza. Sin embargo, contamos con otros anticuarios de renombre internacional y nuestra casa le abre las puertas si usted desea poner su colección en nuestras manos.

Omër rió para sus adentros.

"No, ya conseguí parte de lo que quería.''

—Lo pensaré.- respondió. – le responderé en unos días.

Colgó y llamó a Abdul, su secretario.

La asesina de su hermano había comenzado a caer y él no pararía hasta verla completamente hundida.

Susan regresó a casa con el corazón en un hilo.

Benedict la había despedido y ni siquiera le había dado una recomendación escrita. Así no la contratarían las demás casa de subastas. El negocio estaba dominado fundamentalmente por hombres, y repudiaban el intento de cualquier mujer por introducirse en ese círculo.

Se calentó una sopa instantánea, que acompañó con unas rodajas de pan tostado y se sentó sobre el sofá, a llorar mientras se comía la sopa.

Maldito Truman.

Estas cosas no se hacen.

Me han pagado mi salario íntegro pero me han dado una patada de la peor forma.

¡Oh, y maldito jeque!

Si él no hubiera hecho una perreta nada de esto hubiera sucedido.

Terminó su cena, lavó los trastes y se fue a dormir.

Mañana buscaré un nuevo empleo.

***

El ruido de alguien tocando a su puerta la despertó.

Con un gruñido de levantó y se dirigió allí para ladrarle a quien fuera que se largara.

—Señorita, debe abandonar el edificio. Todos los inquilinos han sido avisados, este inmueble será demolido en una hora.

Susan comenzó a sudar frío.

—Pero, eso no puede ser. Rento este apartamento desde hace dos años.

—Lo sentimos mucho, pero el edificio cambió de dueño hace una semana y el nuevo propietario desea demorarlo.

El hombre se alejó y Susan contempló con tristeza, como los demás inquilinos reaccionaban bastante similar a ella ante la noticia de que acababan de perder sus hogares.

—No puede hacer esto, oiga.

—¡Pagué la renta hasta fin de año, esto es un ultraje!

—No me sacarán. Este es mi hogar. ¿ Dónde se supone que viviré?

Cerrando la puerta, Susan contempló su apartamento.

¿ Cómo rayos se llevaría todas sus cosas en dos horas?

Se puso a dar vueltas de aquí para allá , y luego, tomando su celular llamó.

—¿Sucede algo?

—Necesito tu ayuda, Sonya.

***

—Bueno, en el camión cupo todo bastante bien.

Su hermana había buscado un camión de mudanzas con rapidez pasmosa. Y además, había conseguido la ayuda de seis hombres.

—¿Quiénes son?- interrogó Susan.

—Oh, son chicos de la constructora. No te preocupes, son de confianza.

Susan asintió, pero no estaba muy segura.

Aquellos hombres eran altos y musculosos, parecían más matones y pandilleros que obreros regulares en una compañía de construcción.

Respiró un par de veces e intentó calmarse.

Desde que había despertado, se estaba comportando como una histérica. Viendo comportamientos y personas sospechosas por todos lados.

—La mayoría de tus cosas las podemos guardar en un almacenamiento hasta que encuentres dónde vivir.

—Me quedaré contigo por muy pocos días, lo prometo.

—Cuento con ello.

El apartamento de su hermana, sitiado en una parte lujosa de la ciudad, era todo lo que no le gustaba a Susan.

Todo era de color blanco y había cristales en vez de paredes.

Antes de venirse a Qatar siguiendo los pasos de sus hermana, Sonya había sido una modelo muy cotizada en Europa. Sin embargo, todo se le vino abajo a la rubia cuando un tabloide reveló que ella sostenía una tortuosa aventura con un empresario casado y treinta años mayor.

Susan no se engañaba a sí misma.

Desde muy jóven, su hermana había mostrado una ambición desmedida y un gusto por la extravagancia imposibles de mantener.

Fue así, que cuando estalló su escándalo en Londres y la agencia de modelaje la despidió, su hermana se vino a Qatar con la esperanza de conquistar a algún jeque millonario y continuar dándose la gran vida a la que se había acostumbrado.

—¿Has llamado Philip?- la interrogó Sonya, subiendo las últimas cajas al camión.

—No. No quise molestarlo.

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