El neurólogo le había sugerido regresar a su vida y a su rutina poco a poco, y le parecía bien, sabía que continuar encerrada terminaría enloqueciéndola.
Así que se vistió, tomó su bolso y salió.
Conduciendo su scooter en dirección a la casa de subastas.
Su coche aún estaba en el taller, producto del accidente.
—Señorita Susan, ¿qué hace aquí?- la increpó Jacky, su secretaria.- usted tiene ausencia autorizada hasta dentro de quince días.
—Oh, no hagas aspavientos, mujer. Necesito esto. Necesito rodearme de cosas que me resulten familiares. ¿Y qué podría resultarme más familiar que el trabajo que amo?
—¿ Estás segura? ¿No afectará tu recuperación el que estés chocando con cosas que quizás puedan contener algún recuerdo desagradable?
—Estoy segura. Esto es lo que me hace falta.- Respondió Susan, recorriendo con la mirada los valiosísimos objetos amontonados en el almacén, en espera de catalogación por su ojos experto.
—Vale. De todos modos ya nos estabas haciendo falta. Al viejo cascarrabias no le importó tu accidente y se fue de vacaciones. Estamos de nuevos objetos hasta las narices.
—Ya veo.- replicó Susan. Poniéndose su traje de laboratorio, sus gafas y sus guantes.- hay mucho por hacer.
***
Estiró su cuello, sus brazos y miró el reloj.
Eran las 12:35.
Se le hacía tarde para el almuerzo.
Tocaron a la puerta en lo que se quitaba su uniforme de trabajo, y al abrir contempló a Señor Philip Morris, esperándola del otro lado.
—No has salido a almorzar. Llegué justo a tiempo, cariño.- él intentó besarla pero ella retrocedió, impidiéndoselo.
—Lo lamento. No me siento cómoda con esto. Yo no te recuerdo, yo...
—Comprendo perfectamente, querida. Tranquila. Para ti.- Susurró él, entregándole un ramo de una docena de risas rosas.
—Oh.- Susurró Susan.- son mis favoritas.
—Lo sé. Ahora, ¿te acompaño a almorzar? Así podremos conversar y volver a conocernos.
—De acuerdo.
El restaurant era elegante.
Servían comida marina y otros platillos exóticos.
Susan devoraba su ensalada de langosta en lo que Philip pinchaba sus camarones sin comerlos realmente.
—Entonces, ¿nos conocimos hace tres meses?
—Así es.
—¿ Cómo nos conocimos exactamente?
—Llevé un collar de mi abuela a la casa de subastas. Era un collar de perlas del cual ella siempre estuvo muy orgullosa. Sin embargo, determinaste que eran una falsificación. Una muy fina, pero una falsificación.
—Comprendo. Eso debió disgustarte.
Philip se tensó.
—¿Lo recuerdas? Ese día prácticamente infarto. Había pensado vende el collar para pagar… algunas cuentas atrasadas. La noticia que me diste fue un golpe devastador.
—No. No lo recuerdo particularmente. Pero sé que cuando un cliente lleva un objeto que cree es valioso a validar a la casa de subastas y le cuentan que en realidad no lo es, casi siempre reacciona desfavorablemente.
—Oh, comprendo.
Terminaron de comer de silencio, y aunque ella insistió en pagar su parte, él se opuso, pagando la cuenta.
—Gracias por almuerzo, Philip.- Murmuró Susan.
—Fue mi placer. ¿Podemos repetirlo mañana? Hay mucho de lo que deberíamos hablar.
—S…si, ¿por qué no?
De regreso en la casa de subastas, Susan ponderaba lo extraña que se le hacía su reacción a Philip. Se suponía que él era su prometido, el hombre con el que había aceptado casarse, sin embargo, al estar cerca de él, su cuerpo no reaccionaba de la manera esperada.
Era cierto que su mente no recordaba a Philip, pero, si él era el hombre que ella amaba, entonces se suponía que al verlo ella sentiría atracción por él, pero eso no ocurría.
Se encontraba lustrado un collar de esmeraldas, cuando el teléfono de su oficina sonó.
—Señorita Brandon, tenemos aquí en recepción a un cliente VIP que desea una valoración.
—Pide que llene el formulario y deje el objeto en un sobre manila. Justo ahora estoy ocupada.
La recepcionista se aclaró la garganta.
—El señor Al Gala es un coleccionista muy codiciado. El señor Truman llevaba dos años intentando convencerlo de traer alguno de los objetos de su basta colección para valoración.
¡¿Oh, Omër al Gala?!
Susan recordaba perfectamente el nombre. El jeque era uno de los objetivos frustrados del Benedict Truman, el dueño de la casa de subastas. En múltiples ocasiones, ella había escuchado Truman protestar de que el hombre no respondía sus llamadas.
—Dile que en seguida estaré con él.- respondió, colgando.
Omër:
Espero sentado en el lobby en lo que una asistenta me trae un café.
El lugar es sofisticado y bastante elegante.
Pasan los minutos y tomo una revista, fingiendo que me entretengo con los últimos chismes y cotilleo de farándula, pero en cuanto han pasado ya diez minutos, me pongo en pie y me dirijo a la salida.
—¡Señor Al Gala!- oigo que me llaman, pero no presto atención.
—¡Oiga, señor jeque, espere!- grita y me volteo, contemplándola venir prácticamente corriendo. Su rojiza cabellera es un mar de crespos rebeldes, su rostro está enrojecido por la carrera y respira entrecortadamente.
La imagen de ella, desnuda, y jadeantes, no por el ejercicio sino por mis atenciones centellea provocativamente en mi mente.
¡Allaenati! ( ¡Maldición! )
Llega cerca de mí, respirando fuertemente por la boca, y me ofrece una temblorosa mano.
—Soy…Susan…B...Brandon.- balbucea.- la anticuaria de Truman’s.
Contemplo su mano con desdén. No voy a tocarla.
La retira, cerrándola en un puño y dejándola de su lado.
—Ha llegado tarde.- murmuro.
—Disculpe la demora. Uno de los elevadores se averió y tuve que bajar por las escaleras.- me sonríe, con esa cara de bruja que tiene. Absorbiéndome con sus enormes ojos azules. – por favor, pase por aquí.
Señala hacia un costado y me muevo, siguiendo sus instrucciones.
Abre la puerta de un sitio que parece una sala de juntas, y me indica una silla.
—Bien. ¿Qué puedo hacer por usted?
—He venido a por una valoración de un objeto muy importante para mí familia.- susurro.
Ella asiente.
—¿Puedo verlo?
Subo el maleta a la mesa, abro el sistema de protección, y giro el maleta hacia ella.
Se queda perpleja.
—Es…es una jambiya, o daga de yemen.- comenta maravillada. – pero, nunca había visto una con un mango de oro e incrustaciones de diamantes.
Asiento.
No me sorprende que halla acertado, después de todo es una anticuaria reconocida a nivel internacional.
—Es hermosa.- solloza y se le llenan los ojos de lágrimas.
¿ Qué demonios?
Se mueve, alargando la mano para tomar un puñado de papel sanitario y procede a secarse los ojos.
—Perdóneme. Hace poco estuve involucrada en un accidente, y aún tengo los nervios a flor de piel.
Me tenso al instante.
¿ Cómo osa mencionar el asesinato de mi hermano en mi presencia?
Se aclara la garganta, y saca un par de espejuelos de un bolsillo de su blusa. Colocándoselos sobre la pequeña nariz.
—Parece auténtica. Pero para una valoración más a fondo deberé examinarla.
Cierro el maletín y me pongo en pie.
—Para eso he venido. Tengo una basta colección de objetos, como sabrá, y deseo la valoración y catálogo de al menos unos cincuenta. El Señor Truman me aseguró que es usted la mejor en su campo aquí en Qatar. Es por eso que a partir de este momento, usted trabajará para mí.
—Creo que se equivoca, Señor al Gala. No puedo trabajar para usted.Omër sonríe. Es una sonrisa fría y cruel.—Los detalles ya fueron discutidos con el Señor Truman. Su jefe estuvo completamente de acuerdo con mi petición y todos los detalles.—¿Detalles? ¿Qué detalles?—Oh, usted vendrá a mi mansión y se quedará en ella en calidad de mi huésped por el periodo de tiempo de un mes. En ese tiempo, hará el trabajo de catalogación y apreciación de los objetos que deseo subastar.Susan liberó un suspiro.—Ya le dije que es imposible. Estamos abarrotados de pedidos. Sería mucho más fácil que usted trajera sus objetos y los entregara a la casa de subastas. Así se pondrían en cola, y yo los tasaría dentro de un mes, aproximadamente.Omër endureció sus facciones.—Veo que usted no comprende los derechos que me otorga ser un cliente VIP de este lugar. Bien, llamaré al Señor Truman y cancelaré todo el negocio. Tenga presente que me llevaré mi asunto y mi colección a otra casa de subastas.- toma
Al llegar al apartamento de Sonya, ya era tarde.Susan se preparó un sándwich, tomó un baño y se fue a dormir en el cuarto de huéspedes.A la mañana siguiente, se realizó un examen de glucosa en sangre, con el estrés de los últimos días, temía que pudiera estar descompensada, sin embargo su conteo mostró cifras adecuadas y suspiró aliviado.Tomó su bolso, luego de prepararse un desayuno ligero y … no podía ir a buscar trabajo. No tenía su coche.¡ Maldición!—Estás despierta temprano. ¿Vas a algún lugar?- su hermana la sobresaltó.—S…sí. Tenía pensado salir al banco. Si voy a buscarme un nuevo sitio en el que vivir, necesitaré dinero.—Oh, ya veo. Llévate mi coche. Susan miró a su hermana de reojo, en lo que ella se movía al refri y se servía un jugo.—¿En serio?- interrogó.—Claro. Le pediré a Philip que me lleve.¿Oh?—Ustedes…¿tienen esa clase de relación? Quiero decir…—Por supuesto que nos llevamos bien. Él es tu prometido, después de todo. Ustedes van a casarse y él será mi cuñ
—Cuéntamelo todo. ¿ Dónde lo conociste? ¿Es muy rico? ¿Qué edad tiene? ¿Oh, pero lo has visto bien?¡ El hombre es un semental!¡El hombre es un animal! Corrigió Susan en su fuero interno.—No sé. Solo sé su nombre.Sonya rodó sus ojos.—Es por esto que nunca has conseguido citas con hombres interesantes. No prestas atención a las cosas realmente importantes. Ese sujeto es…¡Dios!Bueno, sí. Se cree que lo es.—Quiero decir…es increíblemente atractivo y ¡Rico! ¿Tienes su número, por alguna casualidad?—No.Y si lo tuviera no te lo daría. Lo último que quiero es más drama con ese hombre.—No importa. Averiguaré dónde trabaja y me aseguraré de que nos encontremos, por casualidad, por supuesto.Sonya pegó a reír y Susan miró por la ventanilla, manteniéndome callada en lo que su hermana conducía de regreso al apartamento.Al llegar, checó su glucemia y respiró aliviada de que estuviese en cifras normales.Se dio una ducha rápida y se preparaba una ensalada cuando su celular sonó. Era un núm
Buscó en su celular el número desde el cual él la había llamado y marcó. No iba a abandonar la ciudad de Al Wakrah con desconocidos así como así. Por cosas como estas desaparecían personas a diario.—Buenos días, Susan.- le respondió esa voz gruesa y gutural que le ponía los pelos de punta.—Señor al Gala, usted en ningún momento me dijo nada sobre un vuelo en jet. Me rehúso a abandonar la ciudad sin una explicación, según entiendo usted vive en Doha, la capital de este país , pero…—Mire hacia arriba, señorita Brandon.—¿Hacia arriba? ¿Para qué?—Solo hágalo.- insistió él.Ella obedeció a regañadientes, y palideció al instante.El árabe la contemplaba con una sonrisa torcida y celular en mano, desde la puerta de su aeronave.—Veo que es usted muy desconfiada, lo cual es perfecto.- se burló él. – nos llevaremos de maravilla.- colgó.Susan comprimió sus mejillas, mirando como el loco se metía en su avión, y le daba la espalda.“Cincuenta mil dólares, cincuenta mil dólares”Se repitió e
Luego de la cena, Omër la condujo a una habitación, en la cuál se hallaba una especie de bóveda, y en el interior de la misma, detrás de vitrinas climatizadas Susan encontró lo que prometía ser la colección más impresionante de reliquias que ella hubiera visto hasta el momento.—Tenga en cuenta, que no deseo una valoración de todo, usted solo se concentrará en esta pequeña sección.- le informó su anfitrión.“ Esta pequeña sección”, como él la había llamado, estaba compuesta por cincuenta artículos en inmejorable estado de conservación.Y era una pena, que el árabe no deseara que ella realizase su trabajo con la colección completa, porque sus manos hormigueaban de la emoción.—¿Cuando puedo empezar?- interrogó Susan, contemplando con grandes ojos los collares, anillos, cimitarras y coronas altamente enojados.—Mañana mismo, si gusta.***Había pasado la noche bastante bien, a pesar de encontrarse durmiendo en una habitación y cama que no eran las suyas. Se levantó antes de que sonara s
A la mañana siguiente, Susan realizó varias búsquedas en internet.Sobre el reino Yemenita y su gobernante, el Rey Abdul al Gala, sin embargo no encontró nada.A través de Wikipedia encontró datos de interés, pero no precisamente lo que buscaba.“Yemen fue uno de los más antiguos centros de civilización en el Oriente Próximo. Su tierra, relativamente fértil, y su clima húmedo permitieron el desarrollo de una población estable. Este hecho fue ya reconocido por el geógrafo griego Claudio Ptolomeo, quien se refirió a Yemen en sus textos como Eudaimon Arabia (término más conocido por su traducción latina, Arabia Felix), la ‘Arabia feliz’.Entre el siglo XII a. C. y el siglo VI d. C., la zona fue dominada por tres civilizaciones sucesivas, que controlaron el lucrativo tráfico de especias: los mineos, los sabeos y los himyaritas.Los pueblos mediterráneos veían llegar caravanas cargadas de incienso, mirra, casia, cinamomo y láudano; o riquezas como oro, ébano, marfil y seda, por lo que dedu
Dos días después, temprano en la mañana, partieron a la pista de la fórmula uno. Ella estaba nerviosa, porque a pesar de que iban a observar un encuentro deportivo, Omër le había obsequiado un vestido rojo, extremadamente corto, y le había explicado que era importante que lo llevara puesto.Susan tragó en seco, y obedeció. Junto con el vestido, se puso unas sandalias altas y unos aretes de rubíes. Una de las sirvientas de la mansión la ayudó a recogerse el cabello en un peinado alto, y cuando estuvo lista, ellos partieron en una limosina.—Es un placer tenerlo aquí, Señor al Gala.- Susurró un sujeto, en cuanto Omër se bajó del vehículo.—No me lo perdería por nada de este mundo, Jocaz. Sabes que sigo la trayectoria del chico ruso desde que estaba en los campeonatos de su país.—Tenemos un asiento reservado para usted y su acompañante, en la sala VIP, SeñorSusan bajó del vehículo, siguiendo a su jefe en silencio, mientras el otro árabe hablaba y hablaba.—Allí tendrá oportunidad de co
No podía dormir.Por más que lo intentara, estaba desvelada. Así que, Susan hizo lo que siempre hacia cuando el sueño la eludía.Se fue a la cocina y se preparó un té, rebuscó en el refrigerador , encontrando una barra de chocolate y se entretuvo comiendo en pedazos pequeños mientras intentaba comprende lo que había sucedido.Omër se había comportado como un demente, hablando incoherencias y expresándose con brusquedad. No tenía ningún sentido. Incluso había protestado por el mismo vestido que él le había dado para ponerse.Susan apartó su cabello de su cara con un soplido.Le quedaba poco en la mansión. Había avanzado a pasos agigantados en muy pocos días, si se apresuraba, dentro de la próxima semana podría terminar con los restante treinta objetos que requerían su atención, recibiría su pago y regresaría a su ciudad.Con lo cincuenta mil, saldría a flote por un tiempo, y ya luego decidiría qué hacer. En última instancia, podía regresar a Londres a buscar allá. Solo tenía que acompa