Llovía...
Claro que tenía que llover a cántaros y tronar. Siempre llueve cuando las cosas andan mal.
Susan manejaba nerviosa.
Después de lo que acababa de ver su mundo se había venido abajo.
Las lágrimas le obstruían la visión, pero no conseguía frenarlas. Fluían de sus ojos sin control.
¿Quién no lloraría después de ver lo que ella había visto, y después de oír lo que ella había oído?
El corazón le ardía, el alma se le encogía de sufrimiento y justo cuando creyó que un sollozo le arrancaría del pecho el dolor insoportable que cargaba, un auto salió de la nada, impactándola y enviándolos a los dos directo a la cuneta.
Un mes después:
Despertar en el hospital no la sobresaltó.
Debido a su enfermedad lo hacía frecuentemente.
Era diabética, a veces descuidaba sus dietas y por eso se desmayaba en lugares públicos y terminaba en el hospital.
Susan se acomodó sobre las almohadas, y alargando el brazo hizo sonar el timbre que alertaría al equipo de enfermería.
En instantes la puerta se abrió. Dándole paso a una agitada enfermera, quien le tomó los signos vitales y llamó inmediatamente al médico de guardia.
—Mire aquí por favor…ahora hacia acá.- ordenó el médico, en la que la hacía seguir un lapicero con la vista.- muy bien. Le haremos una tomografía en unas horas, y veremos cómo va su inflamación cerebral.
—¿Dónde estoy?- preguntó Susan, sintiendo la garganta reseca y los labios cuarteados.
—En The Cuban Hospital, Señorita. El hospital atendido por especialistas cubanos, aquí en Qatar.
Ella arrugó el entrecejo.
—¿Qué me sucedió?
—Usted tuvo un accidente de tráfico. Estuvo en coma durante un mes.
¿Un coma?
Susan se acaricia la frente, le dolía fuertemente la cabeza. Sus dedos tocaron un vendaje, y detuvo su exploración.
—Tiene una herida en la cabeza, Señorita. Debe tener cuidado. Su operación fue un éxito y logramos reducir la hipertensión cerebral pero es importante que haga reposo.
—Gracias, doctor.
***
—Señorita, tiene visitas.- Anunció la enfermera, y Susan se recogió el rojizo cabello detrás de su oreja.
Por la puerta entraron dos personas de las que solo reconoció a una.
—Sonya.- Susurró ella al ver a su hermana.
La hermosa rubia sonrió, acercándose y sentándose en el borde de la cama.
—Hola, cariño. Estamos felices de que hallas despertado. Philip y yo hemos estado muy preocupados por ti.
Susan arrugó el entrecejo. No sabía por qué, pero las palabras de su hermana sonaban falsas.
—¿Philip?- preguntó, notando al hombre que se mantenía callado y tenso, de pie, en la puerta.
—Sí, cariño.
Susan le devolvió una sonrisa a su hermana.
—¿Es tu novio?- le preguntó esperanzada. Su hermana menor tenía tendencias muy poco decentes. Pasaba con facilidad de un hombre a otro, y eso no estaba bien.
Sonya liberó una risa nerviosa.
—Oh, no sister, Philip no es mi novio, sino tu prometido.
¿ Prometido?
Yo no tengo ningún prometido.
Yo no recuerdo…
Un fuerte dolor asaltó su frente, y Susan se encogió, haciendo una mueca.
—¿Qué sucede, cariño? ¿ No te sientes bien?
—Oh.- protestó ella, acariciando su frente en un intento por deshacerse de aquel terrible dolor.
—Llamaré al médico.- anunció Philip, saliendo al pasillo y luego regresando con un doctor.
Vino también una enfermera, y le aplicaron un calmante a Susan.
En el pasillo, el doctor conversaba con Sonya y con Philip.
—Deben tener cuidado con ella. Hemos constatado que está sufriendo de amnesia. No recuerda los eventos de los últimos tres meses y es importante que no la fuercen a afrontar cualquier evento importante que halla ocurrido en ese periodo de tiempo.
Sonya y Philip asintieron. Y en cuanto el médico se marchó se miraron uno al otro.
—¿Qué hacemos ahora?- interrogó él.
Ella le devolvió una amplia sonrisa.
—El que esté amnésica es un punto a nuestro favor. De seguro no recuerda absolutamente nada de lo ocurrido y eso es perfecto. El plan continúa en pie.
—Ahora está dormida y lo estará por un buen tiempo. ¿Nos vamos?
—Por supuesto.
El árabe:
—Señor, su hermano ha muerto.
La noticia me estremece.
No es posible.
No me lo creo.
No es cierto.
Yamal no puede estar muerto.
Es joven, es saludable, es atlético y tiene mucho futuro por delante.
—Sufrió un accidente de coche y murió de forma instantánea. No sufrió.
El médico habla, y habla y habla y yo solo escucho estupideces.
¿ Acaso el que no haya sufrido compensa que esté muerto?
¿ Acaso el que murió de forma instantánea compensará el dolor de mi madre al perder a su hijo menor?
—¿Cómo sucedió?- mascullo entre dientes, cerrando mis manos en puños.
—Sufrió un impacto contra otro auto. Era de noche y la carretera estaba mojada, Señor.
—¿Iba solo?
—No, Señor. La Señorita Nuur iba con él.
Comprimo los labios al escuchar el nombre de la prometida de mi hermano.
—¿Ella está bien?
—Tiene ligeros golpes y algunos cortes, pero se repondrá.
—¿Y el conductor del otro vehículo?
—Es una mujer. Una inglesa. Está en coma por el momento.
Bien.
Alá es justo.
Está castigando a la asesina de mi hermano de la mejor manera, manteniéndola muerta en vida.
Y es mejor que no despierte, o se las verá conmigo.
***
—Señor, nos llaman del hospital. La Señorita Susan Brandon ha despertado.
Una sonrisa siniestra se dibujó en los labios del árabe. Había llegado la hora de su venganza.
Condujo su coche hasta el lugar y entró con paso firme.
Siendo quien era, nadie se atrevería a detenerlo.
—¿Cuál es el número de la habitación?- interrogó a su secretario por teléfono.
—La cuatrocientos dos, Señor.
—Bien.- colgó, moviéndose por el pasillo en busca de su objetivo.
Encontró la habitación y entró.
Sobre las sábanas, reposaba una mujer de cabellera roja y piel de porcelana.
Omërr la contempló con desdén.
¿ Quien diría que tras esa fachada de muñequita frágil se ocultaba la asesina de su hermano?
***
Una semana después, los médicos le dieron de alta y fue capaz de regresar a su departamento.
A pesar de las insistencias de su hermana para que se quedara con ella, pero Susan no quiso.
Deseaba regresar a su espacio, a un ambiente conocido y no estar con Sonya y con el tal Philip, que solo la trataban como a una inválida y se la pasaban llenando los espacios entre las conversaciones con silencios incómodos.
Abrió la puerta de su apartamento y respiró aliviada.
Notando que todo estaba como ella lo recordaba.
Se metió una hora en la tina, relajándose con el agua tibia y las burbujas. Y luego se preparó una cena ligera, se quedó un rato viendo la televisión y luego se fue a dormir.
Regresar a trabajar le pareció una buena idea.
El neurólogo le había sugerido regresar a su vida y a su rutina poco a poco, y le parecía bien, sabía que continuar encerrada terminaría enloqueciéndola.Así que se vistió, tomó su bolso y salió.Conduciendo su scooter en dirección a la casa de subastas.Su coche aún estaba en el taller, producto del accidente.—Señorita Susan, ¿qué hace aquí?- la increpó Jacky, su secretaria.- usted tiene ausencia autorizada hasta dentro de quince días.—Oh, no hagas aspavientos, mujer. Necesito esto. Necesito rodearme de cosas que me resulten familiares. ¿Y qué podría resultarme más familiar que el trabajo que amo?—¿ Estás segura? ¿No afectará tu recuperación el que estés chocando con cosas que quizás puedan contener algún recuerdo desagradable?—Estoy segura. Esto es lo que me hace falta.- Respondió Susan, recorriendo con la mirada los valiosísimos objetos amontonados en el almacén, en espera de catalogación por su ojos experto.—Vale. De todos modos ya nos estabas haciendo falta. Al viejo cascar
—Creo que se equivoca, Señor al Gala. No puedo trabajar para usted.Omër sonríe. Es una sonrisa fría y cruel.—Los detalles ya fueron discutidos con el Señor Truman. Su jefe estuvo completamente de acuerdo con mi petición y todos los detalles.—¿Detalles? ¿Qué detalles?—Oh, usted vendrá a mi mansión y se quedará en ella en calidad de mi huésped por el periodo de tiempo de un mes. En ese tiempo, hará el trabajo de catalogación y apreciación de los objetos que deseo subastar.Susan liberó un suspiro.—Ya le dije que es imposible. Estamos abarrotados de pedidos. Sería mucho más fácil que usted trajera sus objetos y los entregara a la casa de subastas. Así se pondrían en cola, y yo los tasaría dentro de un mes, aproximadamente.Omër endureció sus facciones.—Veo que usted no comprende los derechos que me otorga ser un cliente VIP de este lugar. Bien, llamaré al Señor Truman y cancelaré todo el negocio. Tenga presente que me llevaré mi asunto y mi colección a otra casa de subastas.- toma
Al llegar al apartamento de Sonya, ya era tarde.Susan se preparó un sándwich, tomó un baño y se fue a dormir en el cuarto de huéspedes.A la mañana siguiente, se realizó un examen de glucosa en sangre, con el estrés de los últimos días, temía que pudiera estar descompensada, sin embargo su conteo mostró cifras adecuadas y suspiró aliviado.Tomó su bolso, luego de prepararse un desayuno ligero y … no podía ir a buscar trabajo. No tenía su coche.¡ Maldición!—Estás despierta temprano. ¿Vas a algún lugar?- su hermana la sobresaltó.—S…sí. Tenía pensado salir al banco. Si voy a buscarme un nuevo sitio en el que vivir, necesitaré dinero.—Oh, ya veo. Llévate mi coche. Susan miró a su hermana de reojo, en lo que ella se movía al refri y se servía un jugo.—¿En serio?- interrogó.—Claro. Le pediré a Philip que me lleve.¿Oh?—Ustedes…¿tienen esa clase de relación? Quiero decir…—Por supuesto que nos llevamos bien. Él es tu prometido, después de todo. Ustedes van a casarse y él será mi cuñ
—Cuéntamelo todo. ¿ Dónde lo conociste? ¿Es muy rico? ¿Qué edad tiene? ¿Oh, pero lo has visto bien?¡ El hombre es un semental!¡El hombre es un animal! Corrigió Susan en su fuero interno.—No sé. Solo sé su nombre.Sonya rodó sus ojos.—Es por esto que nunca has conseguido citas con hombres interesantes. No prestas atención a las cosas realmente importantes. Ese sujeto es…¡Dios!Bueno, sí. Se cree que lo es.—Quiero decir…es increíblemente atractivo y ¡Rico! ¿Tienes su número, por alguna casualidad?—No.Y si lo tuviera no te lo daría. Lo último que quiero es más drama con ese hombre.—No importa. Averiguaré dónde trabaja y me aseguraré de que nos encontremos, por casualidad, por supuesto.Sonya pegó a reír y Susan miró por la ventanilla, manteniéndome callada en lo que su hermana conducía de regreso al apartamento.Al llegar, checó su glucemia y respiró aliviada de que estuviese en cifras normales.Se dio una ducha rápida y se preparaba una ensalada cuando su celular sonó. Era un núm
Buscó en su celular el número desde el cual él la había llamado y marcó. No iba a abandonar la ciudad de Al Wakrah con desconocidos así como así. Por cosas como estas desaparecían personas a diario.—Buenos días, Susan.- le respondió esa voz gruesa y gutural que le ponía los pelos de punta.—Señor al Gala, usted en ningún momento me dijo nada sobre un vuelo en jet. Me rehúso a abandonar la ciudad sin una explicación, según entiendo usted vive en Doha, la capital de este país , pero…—Mire hacia arriba, señorita Brandon.—¿Hacia arriba? ¿Para qué?—Solo hágalo.- insistió él.Ella obedeció a regañadientes, y palideció al instante.El árabe la contemplaba con una sonrisa torcida y celular en mano, desde la puerta de su aeronave.—Veo que es usted muy desconfiada, lo cual es perfecto.- se burló él. – nos llevaremos de maravilla.- colgó.Susan comprimió sus mejillas, mirando como el loco se metía en su avión, y le daba la espalda.“Cincuenta mil dólares, cincuenta mil dólares”Se repitió e
Luego de la cena, Omër la condujo a una habitación, en la cuál se hallaba una especie de bóveda, y en el interior de la misma, detrás de vitrinas climatizadas Susan encontró lo que prometía ser la colección más impresionante de reliquias que ella hubiera visto hasta el momento.—Tenga en cuenta, que no deseo una valoración de todo, usted solo se concentrará en esta pequeña sección.- le informó su anfitrión.“ Esta pequeña sección”, como él la había llamado, estaba compuesta por cincuenta artículos en inmejorable estado de conservación.Y era una pena, que el árabe no deseara que ella realizase su trabajo con la colección completa, porque sus manos hormigueaban de la emoción.—¿Cuando puedo empezar?- interrogó Susan, contemplando con grandes ojos los collares, anillos, cimitarras y coronas altamente enojados.—Mañana mismo, si gusta.***Había pasado la noche bastante bien, a pesar de encontrarse durmiendo en una habitación y cama que no eran las suyas. Se levantó antes de que sonara s
A la mañana siguiente, Susan realizó varias búsquedas en internet.Sobre el reino Yemenita y su gobernante, el Rey Abdul al Gala, sin embargo no encontró nada.A través de Wikipedia encontró datos de interés, pero no precisamente lo que buscaba.“Yemen fue uno de los más antiguos centros de civilización en el Oriente Próximo. Su tierra, relativamente fértil, y su clima húmedo permitieron el desarrollo de una población estable. Este hecho fue ya reconocido por el geógrafo griego Claudio Ptolomeo, quien se refirió a Yemen en sus textos como Eudaimon Arabia (término más conocido por su traducción latina, Arabia Felix), la ‘Arabia feliz’.Entre el siglo XII a. C. y el siglo VI d. C., la zona fue dominada por tres civilizaciones sucesivas, que controlaron el lucrativo tráfico de especias: los mineos, los sabeos y los himyaritas.Los pueblos mediterráneos veían llegar caravanas cargadas de incienso, mirra, casia, cinamomo y láudano; o riquezas como oro, ébano, marfil y seda, por lo que dedu
Dos días después, temprano en la mañana, partieron a la pista de la fórmula uno. Ella estaba nerviosa, porque a pesar de que iban a observar un encuentro deportivo, Omër le había obsequiado un vestido rojo, extremadamente corto, y le había explicado que era importante que lo llevara puesto.Susan tragó en seco, y obedeció. Junto con el vestido, se puso unas sandalias altas y unos aretes de rubíes. Una de las sirvientas de la mansión la ayudó a recogerse el cabello en un peinado alto, y cuando estuvo lista, ellos partieron en una limosina.—Es un placer tenerlo aquí, Señor al Gala.- Susurró un sujeto, en cuanto Omër se bajó del vehículo.—No me lo perdería por nada de este mundo, Jocaz. Sabes que sigo la trayectoria del chico ruso desde que estaba en los campeonatos de su país.—Tenemos un asiento reservado para usted y su acompañante, en la sala VIP, SeñorSusan bajó del vehículo, siguiendo a su jefe en silencio, mientras el otro árabe hablaba y hablaba.—Allí tendrá oportunidad de co