—Cuéntamelo todo. ¿ Dónde lo conociste? ¿Es muy rico? ¿Qué edad tiene? ¿Oh, pero lo has visto bien?¡ El hombre es un semental!
¡El hombre es un animal! Corrigió Susan en su fuero interno.
—No sé. Solo sé su nombre.
Sonya rodó sus ojos.
—Es por esto que nunca has conseguido citas con hombres interesantes. No prestas atención a las cosas realmente importantes. Ese sujeto es…¡Dios!
Bueno, sí. Se cree que lo es.
—Quiero decir…es increíblemente atractivo y ¡Rico! ¿Tienes su número, por alguna casualidad?
—No.
Y si lo tuviera no te lo daría. Lo último que quiero es más drama con ese hombre.
—No importa. Averiguaré dónde trabaja y me aseguraré de que nos encontremos, por casualidad, por supuesto.
Sonya pegó a reír y Susan miró por la ventanilla, manteniéndome callada en lo que su hermana conducía de regreso al apartamento.
Al llegar, checó su glucemia y respiró aliviada de que estuviese en cifras normales.
Se dio una ducha rápida y se preparaba una ensalada cuando su celular sonó. Era un número desconocido.
—¿Sí?
—Susy, cariño. Sonya me acaba de llamar. ¿Estás bien?
Susan miró la espalda de su hermana con odio.
Ella se encontraba sentada en el sofá viendo una película y comiendo palomitas de maíz.
—Sí, Philip. Estoy bien. Fue apenas un susto.
—Es un alivio. Oye, manñana es sábado. ¿Qué te parece si salimos…no sé al cine o a cenar?
Ella se mordió la uña del dedo pulgar.
Sí, debía aceptar esta invitación. Quería decirle a Philip que romperían su compromiso. Realmente se sentía demasiado incómoda cada vez que hablaba con él.
—De acuerdo.
—Genial. Pasaré a buscarte a las ocho. Te quiero, preciosa.
—Sí. Yo también.- Susurró ella, con incomodidad.
Colgó.
—¿Quién era?- interrogó Sonya.
Susan bufó.
—Como si no supieras. Era Philip.
—Oh. Deberías tratarlo mejor, Susy. Ese hombre está muy enamorado de ti. Y está dispuesto a casarse contigo.
Susan se tensó.
—¿Qué quieres decir?
Sonya se levantó del sofá y se acercó a ella.
—Ne refiero, a qué tienes treinta años. Eres prácticamente una solterona. Deberías aprovechar esta oportunidad que te está dándole la vida e intentar ser feliz.
¿Ah?
—Si sigues poniendo tu trabajo por sobre tu vida amorosa, terminarás siendo una vieja de ochenta soltera y viviendo con veinte gatos.
—Mejor me voy a dormir.- farfulló Susan, fregando su plato y yéndose de la cocina.
Se encerró en su cuarto, y estaba leyendo un romance en línea de lo más entretenido, cuando su celular sonó. Viendo que era un número desconocido, creyó que Philip la llamaba de nuevo.
—Ya te dije que sí saldré contigo mañana, no es necesario que insistas.- farfulló.
—Oh, buenas noches, Susan. No sabía que te había invitado a salir.
Con un chillido de terror, Susan soltó su celular.
¡No puede ser!
¡La estaba llamando el árabe!
Tomó su celular, tragó en seco, y respondió.
—Lo siento, Señor al Gala, creí que era otra persona.
—Eso es obvio.- masculló él. – ahora, dígame…¿ cómo se siente señorita Brandon?
—¿Es en serio?- farfulló ella.
—¿Qué? Solo llamo por cortesía. Su hermana la recogió en el hospital y me preguntaba cómo sigue usted de salud.
Susan gruñó.
—Si quiere hacer algo por mi salud, hable con el Señor Truman y consiga que me devuelvan mi puesto en la casa de subastas.- siseó ella.
—Oh, veo que efectivamente usted ya se encuentra mejor. Qué maravilla. Bien, entonces, usted ya está en condiciones de aceptar mi propuesta.
Susan se quitó el celular de la oreja, y miró la pantalla, azorada.
—¿P…propuesta? ¿ Qué se cree usted que soy? ¡¿una prostituta?!
Le oyó reír y luego él dijo:
—Oh, no, señorita Brandon. Mi propuesta es puramente laboral. Verá, aún no tengo anticuario que valore los objetos de mi colección que deseo vender.
Susan rodó los ojos.
—Ya le dije que no. No quiero irme a vivir con usted y...
—Oh, pero sé que usted necesita el trabajo. Y estoy dispuesto a pagarle los cincuenta mil que había negociado con Truman’s.
La quijada de ella cayó, en estupefacción.
¿C…cincuenta m…mil dólares?
Oh, ese es el triple de mi sueldo mensual…
O al menos de lo que solía ser mi sueldo en Truman’s.
—¿Qué me dice? ¿ Le interesa?
Debería decir que no.
Debería decir que se meta su dinero y sus antigüedades por el …
—Sí, me interesa.
—Bien. Enviaré un coche a recogerla mañana a las nueve de la mañana. Nos vemos, Susan.
El jeque colgó, y ella sintió que algo en su interior se estremecía, porque la forma en la que había dicho su nombre sonaba casi como una caricia.
A la mañana siguiente, cuando llegó el coche y chófer a recogerla, Susan ya estaba lista.
Sonya bufaba y protestaba, indignada.
—No puedes hacer esto. No puedes marcharte sin llamar a Philip. Además, ¿ a donde dices que vas?
—A un trabajo. He conseguido trabajo. Un cliente muy adinerado ha pedido que pase unas semanas en su casa para que valore unas antigüedades.
Sonya rodó sus ojos.
—De seguro será algún viejo gordo y feo. Esos son los únicos hombres que acumulan cachivaches de esos.
Susan tomó su maleta y se encaminó al coche. Sonya la despidió desde la puerta.
—Ten cuidado, sister. Esa gente secuestra mujeres y las vende para prostíbulos.
Susan enrojeció.
—No le preste atención.- le habló al chófer.- pongámonos en marcha.
El coche arrancó, y ella liberó un suspiro de alivio.
Tomó su celular y llamó a Philip.
—Lo siento mucho. Tendremos que posponer nuestra cita. Me ha surgido un trabajo y estaré fuera de la ciudad por un tiempo.
—Esta bien.- suspiró él.- ¿qué se le puede hacer? Cuando regreses saldremos entonces.
—Vale.- colgó.
Checando en su celular varios datos importantes.
No podía negar que sentía curiosidad, y por eso decidió buscar información sobre Omër al Gala en G****e.
Lo primero que encontró fueron varias fotos de él, en las que si era honesta debía reconocer que se veía más guapo cada vez. Era un hombre de tez broncínea, cuerpo musculoso y rostro perfilado. Labios gruesos, cabellera castaña y unos ojos…oh, sus ojos eran de un gris tormentoso.
No había otra manera de describirlos, y nunca podrías comprender con exactitud la belleza de los mismos si no los habías visto alguna vez.
Dejando las fotos, se concentró en la información que G****e le ofrecía.
Edad: treinta y tres años.
Altura: uno noventa.
Fecha de nacimiento: treinta de octubre de 1989
Nacionalidad: qatarí
CEO de al Gala Petroleum y al Gala Enterprises.
Su fortuna está valorada en mil billones de dólares, se considera uno de los hombres más ricos del Medio Oriente y del mundo.
Se encuentra soltero y según revistas de cotilleo y romance, es un hombre que disfruta de tener como amantes a modelos y actrices pero por muy poco tiempo.
El coche se detuvo con brusquedad, y Susan apretó su celular alarmada.
—¿Qué sucede?- interrogó al chófer.
—Hemos llegado al helipuerto, señorita. El jet la espera.
Ella arrugó el entrecejo mirando hacia afuera con desconfianza.
El jeque no le había dicho nada de un viaje en jet.
Buscó en su celular el número desde el cual él la había llamado y marcó. No iba a abandonar la ciudad de Al Wakrah con desconocidos así como así. Por cosas como estas desaparecían personas a diario.—Buenos días, Susan.- le respondió esa voz gruesa y gutural que le ponía los pelos de punta.—Señor al Gala, usted en ningún momento me dijo nada sobre un vuelo en jet. Me rehúso a abandonar la ciudad sin una explicación, según entiendo usted vive en Doha, la capital de este país , pero…—Mire hacia arriba, señorita Brandon.—¿Hacia arriba? ¿Para qué?—Solo hágalo.- insistió él.Ella obedeció a regañadientes, y palideció al instante.El árabe la contemplaba con una sonrisa torcida y celular en mano, desde la puerta de su aeronave.—Veo que es usted muy desconfiada, lo cual es perfecto.- se burló él. – nos llevaremos de maravilla.- colgó.Susan comprimió sus mejillas, mirando como el loco se metía en su avión, y le daba la espalda.“Cincuenta mil dólares, cincuenta mil dólares”Se repitió e
Luego de la cena, Omër la condujo a una habitación, en la cuál se hallaba una especie de bóveda, y en el interior de la misma, detrás de vitrinas climatizadas Susan encontró lo que prometía ser la colección más impresionante de reliquias que ella hubiera visto hasta el momento.—Tenga en cuenta, que no deseo una valoración de todo, usted solo se concentrará en esta pequeña sección.- le informó su anfitrión.“ Esta pequeña sección”, como él la había llamado, estaba compuesta por cincuenta artículos en inmejorable estado de conservación.Y era una pena, que el árabe no deseara que ella realizase su trabajo con la colección completa, porque sus manos hormigueaban de la emoción.—¿Cuando puedo empezar?- interrogó Susan, contemplando con grandes ojos los collares, anillos, cimitarras y coronas altamente enojados.—Mañana mismo, si gusta.***Había pasado la noche bastante bien, a pesar de encontrarse durmiendo en una habitación y cama que no eran las suyas. Se levantó antes de que sonara s
A la mañana siguiente, Susan realizó varias búsquedas en internet.Sobre el reino Yemenita y su gobernante, el Rey Abdul al Gala, sin embargo no encontró nada.A través de Wikipedia encontró datos de interés, pero no precisamente lo que buscaba.“Yemen fue uno de los más antiguos centros de civilización en el Oriente Próximo. Su tierra, relativamente fértil, y su clima húmedo permitieron el desarrollo de una población estable. Este hecho fue ya reconocido por el geógrafo griego Claudio Ptolomeo, quien se refirió a Yemen en sus textos como Eudaimon Arabia (término más conocido por su traducción latina, Arabia Felix), la ‘Arabia feliz’.Entre el siglo XII a. C. y el siglo VI d. C., la zona fue dominada por tres civilizaciones sucesivas, que controlaron el lucrativo tráfico de especias: los mineos, los sabeos y los himyaritas.Los pueblos mediterráneos veían llegar caravanas cargadas de incienso, mirra, casia, cinamomo y láudano; o riquezas como oro, ébano, marfil y seda, por lo que dedu
Dos días después, temprano en la mañana, partieron a la pista de la fórmula uno. Ella estaba nerviosa, porque a pesar de que iban a observar un encuentro deportivo, Omër le había obsequiado un vestido rojo, extremadamente corto, y le había explicado que era importante que lo llevara puesto.Susan tragó en seco, y obedeció. Junto con el vestido, se puso unas sandalias altas y unos aretes de rubíes. Una de las sirvientas de la mansión la ayudó a recogerse el cabello en un peinado alto, y cuando estuvo lista, ellos partieron en una limosina.—Es un placer tenerlo aquí, Señor al Gala.- Susurró un sujeto, en cuanto Omër se bajó del vehículo.—No me lo perdería por nada de este mundo, Jocaz. Sabes que sigo la trayectoria del chico ruso desde que estaba en los campeonatos de su país.—Tenemos un asiento reservado para usted y su acompañante, en la sala VIP, SeñorSusan bajó del vehículo, siguiendo a su jefe en silencio, mientras el otro árabe hablaba y hablaba.—Allí tendrá oportunidad de co
No podía dormir.Por más que lo intentara, estaba desvelada. Así que, Susan hizo lo que siempre hacia cuando el sueño la eludía.Se fue a la cocina y se preparó un té, rebuscó en el refrigerador , encontrando una barra de chocolate y se entretuvo comiendo en pedazos pequeños mientras intentaba comprende lo que había sucedido.Omër se había comportado como un demente, hablando incoherencias y expresándose con brusquedad. No tenía ningún sentido. Incluso había protestado por el mismo vestido que él le había dado para ponerse.Susan apartó su cabello de su cara con un soplido.Le quedaba poco en la mansión. Había avanzado a pasos agigantados en muy pocos días, si se apresuraba, dentro de la próxima semana podría terminar con los restante treinta objetos que requerían su atención, recibiría su pago y regresaría a su ciudad.Con lo cincuenta mil, saldría a flote por un tiempo, y ya luego decidiría qué hacer. En última instancia, podía regresar a Londres a buscar allá. Solo tenía que acompa
Luego de la carrera, Omër invitó al campeón ruso a cenar, y este accedido de buen grado.La limosina los recogió, y los llevó a los cinco de regreso a la mansión dónde la cocinera había preparado un exquisito banquete para todos.Los hombres conversaban animadamente entre ellos, de política, de deporte y de otros temas varoniles qué e a Susan realmente no le interesan.Luego de la cena, los huéspedes se quedaron cosa de una hora compartiendo con su anfitrión, y luego se marcharon.Sin mediar palabras, Susan se dirigió a su habitación, se dio un duchazo rápido y se acostó.Se sentía extraña. Había notado que durante toda la tarde él había estado mirándola.Y no simplemente mirándola.No le había quitado los ojos de encima.Susan arrugó el entrecejo.Era como si la estuviese vigilando o algo así.***A la mañana sigue, se levantó temprano y comenzó a trabajar cuando no había amanecido.Luego de que Omër le hubiera contado la trágica historia sobre la daga, ella no había querido tocar el
A la mañana siguiente, durante el desayuno, Susan le expresó sus dudas a su jefe, y él la autorizó a salir. Acompañada por guardaespaldas.Ella fue a un hospital cercano y recibió su vacuna. Luego regresó a la mansión y se entretuvo el resto de la mañana enfrascada en si labor.A la hora del almuerzo, sonó su alarma, ella cerró su laboratorio con llave y se fue a la cocina.Allí le sirvieron un almuerzo ligero, y mientras comía, vio el periódico que yacía sobre la mesa. Lo miró con curiosidad, notando que en el noticiario aparecían fotografías de Omër, sentado en un restaurante y comiendo amigablemente con dos mujeres. El papel estaba escrito en árabe, y ella no conocía el idioma, a pesar de llevar años viviendo en Qatar. Así que le pidió a Maríah, la cocinera, que le tradujera— Anoche se vio a importante magnate petrolero cenando con su madre y con la Señorita Nuur Burhan, heredera del jeque Jairo Burhan. Se especula que la cena se realizó para discutir el compromiso de ambos. – le
—Quiero que sepas, que aún me duele tu bofetada. Y que me la cobraré, pero ahora, me conformaré como atormentarte, como tú me atormentas .- amenazó él, lloviendo pequeños besos sobre el rostro de ella. Por un momento, Susan se dejó adormecer por su olor, su calor, y la sensación de su cuerpo junto al suyo, pero entonces, el rostro Nuur Burhan apareció en su mente, y salió de la cama con un salto.—Esto ha sido un mal entendido, Señor al Gala. Vine porque la herida de mi mano está peor, y requiero tratamiento médico.- Susurró ella.,Omër se sentó sobre su cama, mirándola con desconfianza, y Susan se acercó, alargando su mano y mostrando la herida que se había puesto peor durante la noche.—Está enrojecida y parece que comenzará a supurar pronto.- comentó Omër por lo bajo.—Sí.El árabe salió de la cama, Susan evitó mirarlo, ya que estaba vistiendo solo su ropa interior. En lo que él se vestía, ella se mantuvo girada de espaldas.—Creí que te habías inyectado contra el tétanos hace días