Al llegar al apartamento de Sonya, ya era tarde.
Susan se preparó un sándwich, tomó un baño y se fue a dormir en el cuarto de huéspedes.
A la mañana siguiente, se realizó un examen de glucosa en sangre, con el estrés de los últimos días, temía que pudiera estar descompensada, sin embargo su conteo mostró cifras adecuadas y suspiró aliviado.
Tomó su bolso, luego de prepararse un desayuno ligero y … no podía ir a buscar trabajo. No tenía su coche.
¡ Maldición!
—Estás despierta temprano. ¿Vas a algún lugar?- su hermana la sobresaltó.
—S…sí. Tenía pensado salir al banco. Si voy a buscarme un nuevo sitio en el que vivir, necesitaré dinero.
—Oh, ya veo. Llévate mi coche.
Susan miró a su hermana de reojo, en lo que ella se movía al refri y se servía un jugo.
—¿En serio?- interrogó.
—Claro. Le pediré a Philip que me lleve.
¿Oh?
—Ustedes…¿tienen esa clase de relación? Quiero decir…
—Por supuesto que nos llevamos bien. Él es tu prometido, después de todo. Ustedes van a casarse y él será mi cuñado.
Susan frunció el entrecejo.
—Además, no es la primera vez que Philip me lleva a trabajar. Trabajamos juntos, él es mi jefe.
Ah…
—De hecho, fuiste tú quien me consiguió el empleo como su secretaria, pero claro. No lo recuerdas.
—Bien. Intentaré no regresar demasiado tarde con tu coche.- Susan toma las lleves y se encaminan a la puerta.
—¡Solo promete no chocarlo!- gritó Sonya a sus espaldas.
***
—Usted cuenta con un exelente currículum, señorita Brandon. Lamentablemente no podemos darle empleo en este momento.
—Impresionante su currículum, señorita Brandon, pero sin una carta de referencia, me temo que no podemos contratarla.
—Por supuesto que he escuchado hablar de usted. Usted goza de cierto…renombre como anticuaria en Europa, lamentablemente, sin una carta de recomendación, no puedo ofrecerle empleo.
Toda la mañana, Susan había recibido la misma respuesta.
Maldijo una y otra vez al Señor Truman, por su estupidez, y al jodido árabe por su participación en su desgracia.
Luego de las entrevistas fallidas, recorrió varios complejos de apartamentos. Sin embargo, no eran para nada su estilo y los precios eran exorbitantes.
Ya eran las dos de la tarde, cuando llegó al banco y lo encontró cerrado.
Susan maldijo internamente.
Tal pareciera que nada le estaba saliendo bien.
Regresaba a su coche cuando vio que se alejaba un hombre alto, de facciones hermosas y cuerpo fornido, sin embargo la belleza física de aquel hombre no era lo que hacía que acaparará su atención. Si no el rencor que burbujeaba en su corazón, al verlo.
—¡Señor al Gala!- chilló. Abandonando el coche de su hermana y siguiendo al árabe por el estacionamiento.
—¡Señor al Gala, espere!
El árabe se giró, centrando su gris mirada en ella.
—Oh, señorita Brandon, que placer…
—¡Guárdese sus mentiras, gusano! ¡Me han despedido por su culpa y mi situación es precaria! ¡Nadie quiere contratarme porque el idiota de Truman no me dio una carta de referencia!
Omër elevó las cejas.
La mujer se había acercado a él , había enrojecido con una rapidez increíble y había comenzado a gritar como toda un Banshee.
Se notaba a las claras que estaba enojada.
—Le advertí que su negativa a mi propuesta tendría consecuencias, señorita Brandon. No soy un hombre al que se le pueda decir “ NO”.
—¿El trabajo aún sigue disponible?- Susurró Susan.- quiero decir, aún necesita a un anticuario para…- jadeó.- para…
Omër la vio tambalearse, y la sujetó justo antes de verla poner los ojos en blanco.
***
—No es de gravedad, Señor. La paciente padece de diabetes tipo uno. De seguro no desayunó adecuadamente y además se saltó el almuerzo, de ahí está hipoglucemia que sufre ahora.r
Él espiró aliviado.
Por un momento, mientras sostenía a Susan en sus brazos, había temido que la mujer hubiese estado sufriendo un colapso nervioso.
—No se preocupe. Le pasaremos dextrosa, y estará como nueva en minutos.- le sonrió el médico y él asintió. Abandonando el pequeño cubículo de emergencias.
Tomó su celular y marcó:
—Abdul, cancela mis compromisos de la tarde. La zorra ha caído en la trampa.
***
Susan abrió los ojos y liberó un gruñido.
Notando que estaba en la sala de emergencias de un hospital, y con un suero puesto al brazo.
—¡Demonios!- protestó.
—Que bien. Ya has despertado.
Escuchó una voz masculina, y rogó porque todo esto fuese una pesadilla.
Se sentó sobre la blanca sábana, y contempló en silencio al árabe que le sostenía la mirada.
Susan liberó un jadeo.
—¿Aún se siente mal, señorita Brandon? ¿Necesita que llame al médico?
—Susan, por favor. Llámeme Susan, y no. No requiero del médico ahora.- Susurró ella, recogiéndose el cabello tras la oreja.
—Hmm.
Ella no se atrevía a levantar la mirada.
No sabía que hacer, ni qué decir.
—Lamento mucho el inconveniente que de seguro le he causado. Usted es un hombre muy ocupado, según entiendo, y ha perdido la tarde conmigo.
—Pues sí. Tenía una reunión importante esta tarde, pero…ha sido increíblemente desconcertante, el hecho de que una mujer caiga desmayada ante mis encantos.
Susan lo miró con mala cara.
¡Por Dios! ¿Es en serio?
¿Es de esos hombres narcisistas y ególatras, que se creen que el sol solo brilla para alumbrarlos?
Él elevó una ceja y la contempló con rigidez.
—Usted no deja pasar no siquiera un chiste. Bien, si seremos completamente serios, le diré que su comportamiento raya en la negligencia. ¿Cómo se le ocurre permanecer tantas horas sin probar bocado aún sabiendo que está enferma?
Susan achinó sus ojos.
—¿ Cómo sabe que estoy enferma y que pasé horas en ayunas? ¿ Acaso me está espiando, Señor al Gala?
Él desestimó su comentario con un gesto de si mano.
—Por supuesto que no. El médico me contó que es usted una paciente muy irresponsable y frecuente en este servicio de urgencias.
Eso la hizo enrojecer de vergüenza.
—Buenas tardes. He venido por la paciente Susan Brandon.
—Sí. Se encuentra en el cubículo número tres.
—Gracias.
Se escucharon pasos, y luego la voz de Sonya irrumpió en el pasillo.
—¿Sister, estás aquí?
—Aquí.- respondió Susan.
Sonya corrió la cortina y se quedó petrificada del asombro.
A su hermana le hacía compañía el árabe más sensual que ella hubiese visto.
—Oh, Sonya Brandon.- Susurró, ofreciéndole su mano al árabe pero este la recorrió con la fría mirada y la dejó con la mano extendida.
Sonya rápidamente se compuso, pasando su mano por si perfecto y rubio cabello.
—¿Bueno, nos presentarás, Susy?
Susan la contempló de soslayo.
Su hermana siempre hacia esto. Cada vez que había un hombre que despertaba su interés y ella estaba presente, la llamaba por el diminutivo de su nombre. En un intento por resaltar y ganar la atención del sujeto.
—Sonya, este es el jeque Omër al Gala.
—Señor al Gala, mi hermana, Sonya Brandon.
—Un gusto.- Susurró Sonya, melosamente.
—Seguramente.- masculló él.- bien, ya que está usted acompañada de un familiar, no me necesita.
Omër se movió, encaminándose al pasillo.
—Hasta que volvamos a vernos, señorita Brandon.
—Hasta luego.- respondió Sonya.
Y Susan se mordió el labio inferior.
Porque tenía el presentimiento de que aquellas palabras no eran una mera despedida, sino más bien una amenaza.
—Cuéntamelo todo. ¿ Dónde lo conociste? ¿Es muy rico? ¿Qué edad tiene? ¿Oh, pero lo has visto bien?¡ El hombre es un semental!¡El hombre es un animal! Corrigió Susan en su fuero interno.—No sé. Solo sé su nombre.Sonya rodó sus ojos.—Es por esto que nunca has conseguido citas con hombres interesantes. No prestas atención a las cosas realmente importantes. Ese sujeto es…¡Dios!Bueno, sí. Se cree que lo es.—Quiero decir…es increíblemente atractivo y ¡Rico! ¿Tienes su número, por alguna casualidad?—No.Y si lo tuviera no te lo daría. Lo último que quiero es más drama con ese hombre.—No importa. Averiguaré dónde trabaja y me aseguraré de que nos encontremos, por casualidad, por supuesto.Sonya pegó a reír y Susan miró por la ventanilla, manteniéndome callada en lo que su hermana conducía de regreso al apartamento.Al llegar, checó su glucemia y respiró aliviada de que estuviese en cifras normales.Se dio una ducha rápida y se preparaba una ensalada cuando su celular sonó. Era un núm
Buscó en su celular el número desde el cual él la había llamado y marcó. No iba a abandonar la ciudad de Al Wakrah con desconocidos así como así. Por cosas como estas desaparecían personas a diario.—Buenos días, Susan.- le respondió esa voz gruesa y gutural que le ponía los pelos de punta.—Señor al Gala, usted en ningún momento me dijo nada sobre un vuelo en jet. Me rehúso a abandonar la ciudad sin una explicación, según entiendo usted vive en Doha, la capital de este país , pero…—Mire hacia arriba, señorita Brandon.—¿Hacia arriba? ¿Para qué?—Solo hágalo.- insistió él.Ella obedeció a regañadientes, y palideció al instante.El árabe la contemplaba con una sonrisa torcida y celular en mano, desde la puerta de su aeronave.—Veo que es usted muy desconfiada, lo cual es perfecto.- se burló él. – nos llevaremos de maravilla.- colgó.Susan comprimió sus mejillas, mirando como el loco se metía en su avión, y le daba la espalda.“Cincuenta mil dólares, cincuenta mil dólares”Se repitió e
Luego de la cena, Omër la condujo a una habitación, en la cuál se hallaba una especie de bóveda, y en el interior de la misma, detrás de vitrinas climatizadas Susan encontró lo que prometía ser la colección más impresionante de reliquias que ella hubiera visto hasta el momento.—Tenga en cuenta, que no deseo una valoración de todo, usted solo se concentrará en esta pequeña sección.- le informó su anfitrión.“ Esta pequeña sección”, como él la había llamado, estaba compuesta por cincuenta artículos en inmejorable estado de conservación.Y era una pena, que el árabe no deseara que ella realizase su trabajo con la colección completa, porque sus manos hormigueaban de la emoción.—¿Cuando puedo empezar?- interrogó Susan, contemplando con grandes ojos los collares, anillos, cimitarras y coronas altamente enojados.—Mañana mismo, si gusta.***Había pasado la noche bastante bien, a pesar de encontrarse durmiendo en una habitación y cama que no eran las suyas. Se levantó antes de que sonara s
A la mañana siguiente, Susan realizó varias búsquedas en internet.Sobre el reino Yemenita y su gobernante, el Rey Abdul al Gala, sin embargo no encontró nada.A través de Wikipedia encontró datos de interés, pero no precisamente lo que buscaba.“Yemen fue uno de los más antiguos centros de civilización en el Oriente Próximo. Su tierra, relativamente fértil, y su clima húmedo permitieron el desarrollo de una población estable. Este hecho fue ya reconocido por el geógrafo griego Claudio Ptolomeo, quien se refirió a Yemen en sus textos como Eudaimon Arabia (término más conocido por su traducción latina, Arabia Felix), la ‘Arabia feliz’.Entre el siglo XII a. C. y el siglo VI d. C., la zona fue dominada por tres civilizaciones sucesivas, que controlaron el lucrativo tráfico de especias: los mineos, los sabeos y los himyaritas.Los pueblos mediterráneos veían llegar caravanas cargadas de incienso, mirra, casia, cinamomo y láudano; o riquezas como oro, ébano, marfil y seda, por lo que dedu
Dos días después, temprano en la mañana, partieron a la pista de la fórmula uno. Ella estaba nerviosa, porque a pesar de que iban a observar un encuentro deportivo, Omër le había obsequiado un vestido rojo, extremadamente corto, y le había explicado que era importante que lo llevara puesto.Susan tragó en seco, y obedeció. Junto con el vestido, se puso unas sandalias altas y unos aretes de rubíes. Una de las sirvientas de la mansión la ayudó a recogerse el cabello en un peinado alto, y cuando estuvo lista, ellos partieron en una limosina.—Es un placer tenerlo aquí, Señor al Gala.- Susurró un sujeto, en cuanto Omër se bajó del vehículo.—No me lo perdería por nada de este mundo, Jocaz. Sabes que sigo la trayectoria del chico ruso desde que estaba en los campeonatos de su país.—Tenemos un asiento reservado para usted y su acompañante, en la sala VIP, SeñorSusan bajó del vehículo, siguiendo a su jefe en silencio, mientras el otro árabe hablaba y hablaba.—Allí tendrá oportunidad de co
No podía dormir.Por más que lo intentara, estaba desvelada. Así que, Susan hizo lo que siempre hacia cuando el sueño la eludía.Se fue a la cocina y se preparó un té, rebuscó en el refrigerador , encontrando una barra de chocolate y se entretuvo comiendo en pedazos pequeños mientras intentaba comprende lo que había sucedido.Omër se había comportado como un demente, hablando incoherencias y expresándose con brusquedad. No tenía ningún sentido. Incluso había protestado por el mismo vestido que él le había dado para ponerse.Susan apartó su cabello de su cara con un soplido.Le quedaba poco en la mansión. Había avanzado a pasos agigantados en muy pocos días, si se apresuraba, dentro de la próxima semana podría terminar con los restante treinta objetos que requerían su atención, recibiría su pago y regresaría a su ciudad.Con lo cincuenta mil, saldría a flote por un tiempo, y ya luego decidiría qué hacer. En última instancia, podía regresar a Londres a buscar allá. Solo tenía que acompa
Luego de la carrera, Omër invitó al campeón ruso a cenar, y este accedido de buen grado.La limosina los recogió, y los llevó a los cinco de regreso a la mansión dónde la cocinera había preparado un exquisito banquete para todos.Los hombres conversaban animadamente entre ellos, de política, de deporte y de otros temas varoniles qué e a Susan realmente no le interesan.Luego de la cena, los huéspedes se quedaron cosa de una hora compartiendo con su anfitrión, y luego se marcharon.Sin mediar palabras, Susan se dirigió a su habitación, se dio un duchazo rápido y se acostó.Se sentía extraña. Había notado que durante toda la tarde él había estado mirándola.Y no simplemente mirándola.No le había quitado los ojos de encima.Susan arrugó el entrecejo.Era como si la estuviese vigilando o algo así.***A la mañana sigue, se levantó temprano y comenzó a trabajar cuando no había amanecido.Luego de que Omër le hubiera contado la trágica historia sobre la daga, ella no había querido tocar el
A la mañana siguiente, durante el desayuno, Susan le expresó sus dudas a su jefe, y él la autorizó a salir. Acompañada por guardaespaldas.Ella fue a un hospital cercano y recibió su vacuna. Luego regresó a la mansión y se entretuvo el resto de la mañana enfrascada en si labor.A la hora del almuerzo, sonó su alarma, ella cerró su laboratorio con llave y se fue a la cocina.Allí le sirvieron un almuerzo ligero, y mientras comía, vio el periódico que yacía sobre la mesa. Lo miró con curiosidad, notando que en el noticiario aparecían fotografías de Omër, sentado en un restaurante y comiendo amigablemente con dos mujeres. El papel estaba escrito en árabe, y ella no conocía el idioma, a pesar de llevar años viviendo en Qatar. Así que le pidió a Maríah, la cocinera, que le tradujera— Anoche se vio a importante magnate petrolero cenando con su madre y con la Señorita Nuur Burhan, heredera del jeque Jairo Burhan. Se especula que la cena se realizó para discutir el compromiso de ambos. – le