Continuación inmediata del capítulo anterior.
Un destello, chispas brillantes y luego una estela de luz blanca y, ¿dónde estaba el forastero?—Recuerde, Señor, por favor —musitó alguien a su lado.—¿Ves? Esto soy yo realmente —Su mirada recorrió cada recoveco de la estancia y no divisó a nadie, solo la luz blanca que levitaba de un lado al otro—. Aquí, idiota —Oh, la luz... —. Ahora, presta atención —Asintió por simple inercia. Las chispas destellaron intensas y luego, lentamente, aquella estela blanquecina iba modificando hasta convertirse en una figura tangible—. A que soy guapo, ¿verdad?—Yo también —imperó mientras asentía.—De hecho, no negaré que tienes un magnetismo animal estando en esa forma —Un unísono gemido se escuchó (de los presentes). El intruso avanzaba con un caminar despacio hacia él—. Pero prefiero que todo ese magnetismo e instinto animal lo dejemos para cuando estemos...—Señor, guárdese los comentarios inapropiados —comentó alguien.—Yo no dije nada —espetó, sin quitar la mirada del intruso.Había algo allí, en esos ojos peculiarmente llamativos, como si fuera algo, ¿familiar? No estaba seguro.—No usted, Señor —Frunció leve el ceño—. El otro Señor.—¿Él? —preguntó y, sin delicadeza, apuntó con un dedo al forastero.—Sí, él es su...—Soy tu esposo, Lucifer... —Oh, así que él era... Un momento, ¿por qué no recordaba nada?—. Sí, lo sé, pero es tu culpa, ¡dormiste mucho! ¿Cómo te atreves a dormir una siesta tan extensa y encima olvidar todo, incluso a mí, tu jodido esposo de toda la jodida vida y existencia?—¿Estamos casados? ¿Cuándo sucedió? ¿Dónde has estado todo este tiempo? ¿Por qué no...? —Y tuvo que ahogar cada una de las preguntas cuando algo suave sintió en su rostro, en su mejilla derecha.—Todas las preguntas tendrán sus respuestas, Lucy —No sabía qué hacer ni qué decir o, incluso, cómo continuar con lo que fuera que tenía que hacer antes de todo esto—. Escucha, tuve una seria conversación con El de arriba y lo convencí para que me dejara estar contigo. No será todos los días porque, bueno, tú y yo tenemos obligaciones distintas, pero no te preocupes, todo estará bien.—No lo creo —imperó—. No recuerdo nada. De hecho, lo único que sé es que soy Lucifer, Señor del Infierno. ¿Soy el malo?—Algo así, sí —replicaron los demás presentes al unísono.—¡Cállense, ustedes, demonios infravalorados!Se sobresaltó un poquito. Su esposo, que no recordaba, tenía carácter. Vaya que sí.El silencio reinó y nadie fue siquiera capaz de... nada.—Antes, me comunicaron que debía encabezar la reunión porque era el comienzo de un año nuevo —profesó tímido. Tamborileó los dedos sobre la mesa, las uñas emitiendo un tintineo suave—. Dijeron que era importante y formal porque llegaría alguien que... —calló de pronto y pestañeó varias veces, mirando en torno a su lado. Algo así—. ¡Ah, era sobre ti! —Su esposo, que ni el nombre recordaba ni siquiera que tenía uno (esposo), vaya la redundancia, asintió—. Oh, bueno, entonces...—Feliz año nuevo, Lucy —Arrugó la nariz y agachó la cabeza, la superficie de la mesa era bastante... interesante, en serio—. Prometo que este año todo irá bien.—Bueno, si tú lo dices, debe ser...—Ay, por favor, Señor Lucifer, ya béselo —Dibujó una mueca con los labios, sin atreverse a levantar la mirada—. No es momento para cohibirse. Es su esposo, Señor.—¡Sí, Señor, béselo! —gritó uno de los presentes desde alguna parte.—Pero ni siquiera sé su nombre —objetó, seguro de sí.—Gabriel —Un tórrido aliento chocó contra su cuello—. Mi nombre es Gabriel y soy tu esposo. Ya tendremos tiempo para arreglar esa amnesia temporal que causó tu jodida siesta de mil años, amor.Apenas había erguido un poco la cabeza y un par de manos acunaron su rostro.Sintió mucho calor, bueno, era el Infierno después de todo, pero era un calor distinto al de las llamas del Valle de la Muerte donde las almas... No, nada de eso tenía relevancia ahora, no cuando húmedos labios se adueñaron de los suyos, comenzando una tenue danza y sí, su cuerpo se prendió fuego.—¡Ay, por el amor de Dio...!—¡No lo diga, Señor Gabriel! —gritó uno de los... demonios—. No termine esa frase, por favor.—Sensibles —farfulló su esposo y un glorioso sonido se adueñó de sus oídos: la risita de Gabriel.El fuego se extinguió de su cuerpo y él de verdad sintió curiosidad por saber si siempre le ocurría esto estando con, bueno, su esposo.—Bueno, como todo está esclarecido... —habló alguien cerca de él—. ¿Podemos dar inicio al banquete de año nuevo? Señor Lucifer, por favor, tenemos apetito.—Bien, eh, ¿cómo se hace el...? —Un chasquido de dedos y la mesa se atiborró de diferentes platos de lo que supuso era comida—. Oh, así se hace.—Puedes hacer esto y mucho más, Lucy —Asintió y fijó los ojos en los de Gabriel—. Tranquilo, querido, te enseñaré muchas cosas, muchas, muchas cosas.Algo despertó dentro de sí y no quería que su cuerpo se prendiese fuego nuevamente, no.—Muy bien —concordó y sin previo aviso, Gabriel se sentó sobre sus piernas, en su regazo—. Entonces, ahora sí, estamos aquí reunidos para dar comienzo a un nuevo año —alegó y sus invitados, que no eran otra cosas que puros demonios (que no recordaba los nombres, por cierto) lo observaron expectantes y con cierta ansiedad—. Lo siento, no sé qué más decir.—Coman y ya —profesó Gabriel, en torno a los demonios—. Arreglaremos tu amnesia, amor, te lo prometo.—De acuerdo, esposo —imperó en un susurro—. Pero no modificaré mi apariencia.—Oh, no te preocupes, te aseguro que dentro de un rato le daré uso a tu monstruosa apariencia —Gabriel se acomodó más cerca y sintió algo crecer entre sus piernas—. Oh, ya estoy comenzado a disfrutar, amor —No supo qué más hacer y lo único que atinó, fue ceñir con sus grandes manos la cintura de su esposo—. Feliz año nuevo, Lucifer.—Feliz año nuevo, Gabriel, esposo mío —profesó.Sin tratar de contenerse, besó sutil la nuca de Gabriel.Era extraño, él era el gobernante del Infierno, él era el malo, aunque no lo recordaba, pero, por inverosímil que todo le resultaba, estaba dispuesto a recordar y se propuso —mentalmente— tratar de cambiar ciertos aspectos de su existencia para con el mundo de arriba, el terrenal. Él no quería ser el malo, él quería ser alguien neutral y con la ayuda de Gabriel, si Gabriel estaba dispuesto, lo conseguiría. Ese sería su principal objetivo y el año recién comenzaba.Fin.Highgate, Londres, 1922.No pudo hacer nada más que mirar cómo se alejaba, como lo alejaban de su lado. No pudo detenerlo. No pudo detenerlos. Y, entonces, se juró que lo olvidaría. Que olvidaría ese amor obsesivo que ahora lo condenaba a una profunda inconsciencia...«Solo tienes que dormir y, en el mundo de los sueños, lo olvidarás...».(…)Tiempo actual.La brisa gélida le regaló una caricia a su rostro mientras la tibieza se adueñaba de sí. Mirando hacia sus pies, sus facciones mutaron a una mueca inquietante y no teniendo más opción, decidió arrastrar el bulto hasta la cripta de la cual había emergido hacia solo unos pocos minutos.Caminó entre las tumbas hasta hallar la salida. Todo lo que veía ahora mismo no encajaba con el paisaje que su mente recordaba vagamente. ¿Dónde estaban los miembros de su aquelarre? ¿Siquiera quedaba alguien? Todo era tan... diferente a como lo recordaba y sintió un atisbo de nostalgia mientras continuaba caminando por esas calles que, en el pasado, s
Esbozó una sonrisa lúgubre cuando divisó el edificio de departamentos universitario. Canto Court Student albergaba a muchos estudiantes, pero solo estaba interesado en uno de ellos: Cael Dobrin. Aún con la sonrisa en sus labios, se sentó en el banco de una parada de buses justo frente al edificio.En las semanas anteriores, después de adaptarse a este nuevo estilo moderno de vida, comenzó a frecuentar ciertos lugares de la ciudad para alimentarse. Estaba claro que la humanidad ya no creía en vampiros ni nada referente a criaturas que ahora solo parecían pertenecer a las leyendas y mitos. Honestamente, no quería pensar mucho en esto último, al menos no ahora. Una vez que se cruzara con cierto humano, dejaría que el destino... No, él iba a escribir su propio destino esta vez.«Bueno... Hola, destino».—Oh, Dios. En serio, juro que ya no saldré con ustedes. Ese jodido viaje a Highgate fue un error —Sonrió tétrico, viendo al chico hablar por teléfono—. No. Son unos idiotas.«Él no es Calv
Realmente pensó y creyó que esta vez sería diferente, pero no. Se enamoró, se obsesionó y le había contado toda la verdad a Cael; Cael, quien ahora tenía lágrimas bañando sus mejillas rosadas mientras negaba con la cabeza, tratando de asimilar todo lo que él contó.—N-no es cierto —susurró el chico, mirándolo con súplica—. Por favor, dime que no es cierto.—Todo cuanto dije es la verdad. Soy un vampiro. Me enamoré de Calvin Dobrin, tu bisabuelo, me juzgaron por amar a un mortal, a un hombre, me alejaron de él y me condenaron a dormir —recitó, paseándose de un lado al otro—. Pero esto es el presente y terminé repitiendo la historia. La diferencia, soy el único dueño de mi destino.—T-te acercaste a mi porque te recuerdo a tu antiguo amor —Frunció el ceño, ¿qué...?—. Ingenuamente creí que estabas... Dios mío, ¿cómo pude ser tan idiota?—¿Qué...?—¡Maldita sea, Samael! —Pestañeó varias veces porque, ¿qué era todo esto? ¿Qué era este arranque de ira y enojo de Cael?—. Me importa un bledo
Oyó el llanto de la madre que aclamaba piedad por la vida de su hijo, oyó el llanto del hombre que la acompañaba y oyó la sentencia final. La respiración se volvió lenta mientras el líquido ambarino ingresaba al torrente sanguíneo por medio de una intravenosa, hasta que el vaivén pausado del pecho... cesó.—Hora del deceso —preguntó un hombre, la vestimenta completamente blanca.Oyó la respuesta por parte de una fémina que verificó la hora en su reloj de pulsera; ladeó la cabeza hacia un lado, tratando de entender la caligrafía del hombre de blanco que seguía garabateando rápidamente en una especie de carpeta-documento. Se encogió de hombros y observó a las demás personas dentro de la habitación. El llanto de la madre acrecentó y esta se abalanzó sobre el cuerpo sin vida de su hijo, el hombre que la acompañaba no pudo contenerla y la dejó desahogarse.Analizó el rostro indiferente del hombre de blanco y supo que, simplemente, aquello era una mera máscara de profesionalismo. Los sentim
Cuando por fin estuvo dentro de la habitación, oyó nítidamente las disculpas de la fémina inexperta; se situó frente a una de las pequeñas cámaras transparente y analizó detalladamente el pueril cuerpecito. Irguió un dedo hasta deslizarlo sutilmente por la superficie translúcida de la incubadora y entonces esta comenzó a emitir cierto sonido.Una de las mujeres atravesó de prisa por la habitación; frenética y espetando órdenes, manipuló la incubadora hasta que sus manos alcanzaron el cuerpito del neonato.—¡No respira! —exclamó la mujer a las otras—. Llamen urgente al Dr. Alexander, por favor —demandó.Observó a la fémina experta maniobrar con apartados de respiración artificial y luego con manos decididas, manipulaba el indefenso cuerpito del recién nacido.Un llanto acaparó la habitación seguido de otro y otro más, pero ninguno provenía del diminuto bebé que yacía entre las manos de la mujer.Abandonó la habitación, dejando atrás aquel mar de llantos y lamentos por parte de las otra
Deambuló sin contar los minutos o las horas; el tiempo era solo una línea terrenal, algo que representaba sucesiones de estados y donde él se encontraba, aquello bien podría definirse como anfibológico o inexistente. Allí, en ese lugar, los días y noches eran iguales, no había nada que marcase una diferencia y lo mismo sucedía con los habitantes, todos eran iguales y él no era la excepción a la regla general.Sin embargo, sí había algo mucho más grande que todos ellos, un ser superior que —según lo poco que conocía, ya que no estaba permitido cuestionar nada— era portador del todo y de la nada, el que regía sobre el Cielo y la Tierra, sobre lo corpóreo e incorpóreo y, también, el único portador de La ley del Destino. El Supremo gobernaba sobre un todo y nada; era el único creador de los mundos y el único que tenía la última palabra.Desde que comenzó a existir, había sido forjado bajo un común denominador, con un solo objetivo: llevarse las almas de aquellos que habían cumplido con su
Caminó por el largo pasillo rumbo al sector de hematología y era tan extraño ahora que sabía más sobre sí mismo y de su trabajo. Jamás puso verdaderamente atención a su alrededor, solo se dedicaba a hacer lo suyo y eso era todo, pero las cosas habían modificado desde que comenzó a sentir emociones, emociones humanas. No sabía hasta qué punto podría alterar en el curso del destino —su destino— si seguía sintiéndose cada más consciente de lo que hacía; además, y después de todo, él era solo un mero servidor.—La paciente se está recuperando de la última sesión de quimioterapia —Oyó de pronto—. Pero creo que no sería conveniente hacerlo pasar por otro procedimiento similar.—En las primeras dos sesiones, el sistema inmunológico rechazó la ciclofosfamida¹, lo cual resultó en un verdadero retraso para completar con el tratamiento previo a la intervención —explicó el segundo hombre.Continuó caminando a la par de los hombres, dos médicos vestidos completamente de blanco.—Fue un verdadero p
Dejó de prestar atención a las demás personas, centrándose en la única que realmente importaba. Se acercó hasta quedar a pocos centímetros del pálido rostro de la fémina postrada en la camilla; ladeó la cabeza hacia un lado y el sonido de una de las máquinas alteró aún más a todos los especialistas.—¡No hay pulso, doctor! —exclamó alguien.—Desfibrilación, ¡ahora! —ordenó uno de los doctores.Un ruido, una descarga eléctrica directa a través del tórax de la paciente.Silencio.—Aumenta en un cuarenta por ciento... —demandó el mismo doctor, presionado un aparato en el pecho de la fémina—. Vamos, vamos, no nos dejes —pidió.No hubo nada más que otro largo silencio.Miró los rostros agotados, cada profesional dentro del cuarto emanaba un aura de pérdida y cada intento por recuperar los latidos, fueron en vano.Silbó una melodía y abandonó la habitación.Su trabajo estaba hecho.(…)Algo estaba ocurriendo en su rostro, algo que no comprendía del todo, pero que lo sentía mientras miraba a