Cuando por fin estuvo dentro de la habitación, oyó nítidamente las disculpas de la fémina inexperta; se situó frente a una de las pequeñas cámaras transparente y analizó detalladamente el pueril cuerpecito. Irguió un dedo hasta deslizarlo sutilmente por la superficie translúcida de la incubadora y entonces esta comenzó a emitir cierto sonido.Una de las mujeres atravesó de prisa por la habitación; frenética y espetando órdenes, manipuló la incubadora hasta que sus manos alcanzaron el cuerpito del neonato.—¡No respira! —exclamó la mujer a las otras—. Llamen urgente al Dr. Alexander, por favor —demandó.Observó a la fémina experta maniobrar con apartados de respiración artificial y luego con manos decididas, manipulaba el indefenso cuerpito del recién nacido.Un llanto acaparó la habitación seguido de otro y otro más, pero ninguno provenía del diminuto bebé que yacía entre las manos de la mujer.Abandonó la habitación, dejando atrás aquel mar de llantos y lamentos por parte de las otra
Deambuló sin contar los minutos o las horas; el tiempo era solo una línea terrenal, algo que representaba sucesiones de estados y donde él se encontraba, aquello bien podría definirse como anfibológico o inexistente. Allí, en ese lugar, los días y noches eran iguales, no había nada que marcase una diferencia y lo mismo sucedía con los habitantes, todos eran iguales y él no era la excepción a la regla general.Sin embargo, sí había algo mucho más grande que todos ellos, un ser superior que —según lo poco que conocía, ya que no estaba permitido cuestionar nada— era portador del todo y de la nada, el que regía sobre el Cielo y la Tierra, sobre lo corpóreo e incorpóreo y, también, el único portador de La ley del Destino. El Supremo gobernaba sobre un todo y nada; era el único creador de los mundos y el único que tenía la última palabra.Desde que comenzó a existir, había sido forjado bajo un común denominador, con un solo objetivo: llevarse las almas de aquellos que habían cumplido con su
Caminó por el largo pasillo rumbo al sector de hematología y era tan extraño ahora que sabía más sobre sí mismo y de su trabajo. Jamás puso verdaderamente atención a su alrededor, solo se dedicaba a hacer lo suyo y eso era todo, pero las cosas habían modificado desde que comenzó a sentir emociones, emociones humanas. No sabía hasta qué punto podría alterar en el curso del destino —su destino— si seguía sintiéndose cada más consciente de lo que hacía; además, y después de todo, él era solo un mero servidor.—La paciente se está recuperando de la última sesión de quimioterapia —Oyó de pronto—. Pero creo que no sería conveniente hacerlo pasar por otro procedimiento similar.—En las primeras dos sesiones, el sistema inmunológico rechazó la ciclofosfamida¹, lo cual resultó en un verdadero retraso para completar con el tratamiento previo a la intervención —explicó el segundo hombre.Continuó caminando a la par de los hombres, dos médicos vestidos completamente de blanco.—Fue un verdadero p
Dejó de prestar atención a las demás personas, centrándose en la única que realmente importaba. Se acercó hasta quedar a pocos centímetros del pálido rostro de la fémina postrada en la camilla; ladeó la cabeza hacia un lado y el sonido de una de las máquinas alteró aún más a todos los especialistas.—¡No hay pulso, doctor! —exclamó alguien.—Desfibrilación, ¡ahora! —ordenó uno de los doctores.Un ruido, una descarga eléctrica directa a través del tórax de la paciente.Silencio.—Aumenta en un cuarenta por ciento... —demandó el mismo doctor, presionado un aparato en el pecho de la fémina—. Vamos, vamos, no nos dejes —pidió.No hubo nada más que otro largo silencio.Miró los rostros agotados, cada profesional dentro del cuarto emanaba un aura de pérdida y cada intento por recuperar los latidos, fueron en vano.Silbó una melodía y abandonó la habitación.Su trabajo estaba hecho.(…)Algo estaba ocurriendo en su rostro, algo que no comprendía del todo, pero que lo sentía mientras miraba a
Caminó por los pasillos del ala oeste del pabellón. Había experimentado más emociones humanas y cada se agregaban más preguntas dentro de sí. Se sentía diferente, extraño y no sabía qué tan malo serían los resultados de continuar así.El sector de oftalmología se encontraba bastante calmo y solo vio a dos hombre vestidos de blanco transitar por el pasillo. No le dio ninguna importancia, su destino estaba frente a él; ingresó al cuarto y de inmediato sintió algo semejante a la emoción o sensación de alegría. No lo sabía con exactitud. Era nuevo experimentando emociones humanas y no las comprendía del todo.—Hemos terminado con el examen —Oyó una voz que le sonó familiar—. Sin embargo, todavía hay una leve hinchazón en las capas externas y por ello sientes dolor. Te recetaré un nuevo medicamento, unas gotas para mantener la hidratación. Trata de no restregarte las manos. Tenemos que evitar cualquier tipo de posible infección.—Pero ha pasado más de una semana y no...—Te entiendo y es s
La culpa emergía desde lo profundo de sí y lo ponía en alerta porque no podía escapar del destino, su destino. Había roto la única regla impuesta por su Señor. Él solo tenía que hacer su trabajo, él solo debía recolectar las almas de aquellos seres humanos que cumplieron con el ciclo terrenal y conducirlas hasta donde se llevaría a cabo el Juicio Final y, aun así, se dejó guiar por los impulsos de emociones humanas, arraigando a que lo sientan otra vez; y era incluso más irracional el hecho de que lo vieron por primera vez. Se preguntó —otra vez— por qué a él.Era tan extraño cuestionarse sobre su existencia, sobre las emociones humanas que padecía o sobre su nombre real. No podía alejar de su inherencia aquella mixtura de evocación que sufrió cuando la pequeña dama lo vio y habló con él. Aquella situación no debió suceder, no estaba en su tarea, en su trabajo, en su misión, pero no solo era aquella situación, también la otra, la que padeció cuando visitó por segunda vez al ser humano
Continuación inmediata del capítulo anterior…Su esencia estaba modificando y no había vuelta atrás.—Hijo mío, si pasas esta prueba, volverás a mi lado y ascenderás a un nuevo rango —Temor, su interior vibró con algo nuevo. Sensaciones—. Estarás expuesto a las tentaciones de los seres humanos. No tendrás tu esencia. Serás una criatura tan frágil como el hombre ante la maldad. Conserva tu fe y convicción de lo que realmente eres. Ya no solo existirás, también vivirás, serás parte de lo terrenal. Tendrás un cuerpo de carne y hueso, transitarás por el mundo mortal como uno más, pero recuerda el lugar al cual perteneces. Escribí tu nombre y serás regido bajo La Ley del Destino y cuando tu tiempo finalice en la Tierra, volverás y recuperarás tu esencia.»Sariel, hijo mío y servidor, parte de mi coro de Ángeles de la Muerte, dicto mi sentencia final. Ahora serás un ser humano con un alma y, un tercio de esta, contendrá la Gracia Celestial que te recordará instintivamente quién eres realmen
No quería mentir de nuevo. No quería tener que engañar de nuevo. No cuando las personas que estaban a su lado y que lo miraban con evidente preocupación, podrían ver más allá de esas mentiras.—Sí, es cierto —Optó por la verdad, era lo mejor que podía hacer. Era lo correcto—. Pero no se preocupe, mi turno finaliza en unas horas e iré a descansar.—No —refutó el hombre mayor—. Una vez termines con el paciente, irás a casa.—Hazle caso al doctor, Oriel —profirió la fémina.Ella era una de las pocas personas que realmente albergaba pasión y sentimientos por el trabajo y sabía que se preocupaba por él genuinamente.—De acuerdo. Gracias, Dr. Allen —espetó.El hombre asintió conforme, le regaló una pequeña sonrisa a su compañera y otra a él y se dirigió por el pasillo rumbo a otra habitación.—Gracias a ti también, Anael —profesó.—Me preocupo por ti, Oriel. Eres un buen hombre —acotó Anael.No debería afectarle las palabras de la fémina, pero lo hacía. El peso de la culpa crecía cada un po