Había tenido un pésimo día… Bueno, no… Una pésima noche y no estaba de humor para soportar la locura colectiva de sus hermanos. Y por si eso fuera poco, ahora también tenía que soportar a la pareja de Zamiel dándole un discurso sobre “cuidado de la salud” a su hermano Oriel. Es que era el maldito colmo de todo. Si su hermano Oriel tenía un “desvío” alimenticio, ese no era asunto de nadie más que del mismo Oriel, pero claro, todo el mundo quería opinar sobre el estilo de vida del otro.Exhalando un suspiro, Azarel dejó que la rabia se asentara dentro de sí y pensó en todo lo que le había ocurrido hacía solo unas pocas horas antes. Todo había ido como cada noche, saliendo de cacería y disfrutando de las pequeñas cosillas que el mundo exterior siempre tenía reservado para él. Sus hermanos y él fueron a uno de los tantos bancos de sangre —dichos bancos de sangre eran parte del patrimonio familiar, muchas gracias—, se alimentaron y tuvieron una de esas tantas noches un poco alocadas, sobre
Se relamió los labios y sonrió, dejando a la vista sus puntiagudos y afilados colmillos, mientras se acercaba hacia su próximo, eh, bueno, polvo de turno. Su sangre parecía lava recorriendo por sus venas, al menos así estaría por los próximos minutos, antes de que el efecto caliente pasara y no sintiera nada más que el frío recorrer su cuerpo. Esto último estaba bien, era un vampiro después de todo. Se había alimentado hacia nada y debía aprovechar el momento.Se encontraba demasiado excitado y más que necesitado y el delicioso aroma que le llegaba a su nariz solo incrementaba sus instintos sexuales. Ah, no había nada más increíble que el placer de follarse a todo lo que se moviera, pero su preferencia siempre se inclinaba a los hombres mortales. Oh, sí, poder enterrar su duro y grueso pene hasta la empuñadura en un culo apretado y oír los gritos de placer del chico de turno mientras…—Ni se te ocurra ir detrás de alguno de ellos —Rodó los ojos y bufó algo por lo bajo, volteando en to
Ser el mayor de siete hermanos tenía sus grandes ventajas, como ser el más fuerte, el más veloz, el más poderoso y el más atractivo. Nadie podía compararse con él. Era, en simple palabras, magnífico, magistral. Sus poderes no tenían límites y podía emplear cualquier artimaña que quisiera y conseguir lo que quisiera. Había conseguido conquistar al humano más bonito de la faz de la tierra y solo bastó una mísera mirada para que dicho humano cayera bajo sus encantos. Y no, no había utilizado sus artimañas, lo cual era decir algo, ¿verdad? Bah, nimiedades apartes. No podía quejarse, no cuando no tenía ningún motivo para hacerlo, aunque… No, de hecho, tenía muchas quejas porque sus hermanos pasaban de él y a veces lo sacaban de quicio. El mayor problema lo tenía con Zeth, porque claro, Zeth andaba rondando siempre cerca de su pareja. Sin embargo, por mucho que le costaba admitir, su misma pareja le había dicho que ayudaría a Zeth a superar su “supuesto enamoramiento”. A regañadientes lo ac
Ser el único mortal en medio de siete inmortales no es tarea sencilla… No, en serio, no lo es, pero mentiría si pensara que no le agrada pasar tiempo con dichos inmortales. Siete hermanos que representan, eh, ¿cómo decirlo sin ser suspicaz?, bueno, los siete pecados capitales. Zamiel, Zeth, Nick, Samael, Oriel, Azarel y Sariel. Todos ellos vampiros con más de 500 años y él, bueno, un mero mortal con un pequeño secreto que está a punto de revelar, pero no nos adelantemos.Cada cierto tiempo, mucho tiempo de hecho, el Creador escoge una pareja al azar que está a punto de convertirse en padres y le otorga un regalo al futuro bebé: una pizca de la Gracia Celestial. El alma de este bebé será eternamente pura y bondadosa… Libre de cualquier mal y de pecados. El bebé crecerá como cualquier ser humano y solo cuando se convierta en adulto ese regalo del Creador se reflejará en sus acciones. La misión es simple: ser la chispa de luz de la oscuridad.Y el tiempo transcurre y ese bebé hoy día es
—Estamos reunidos aquí para dar comienzo con el... —calló cuando un estridente sonido se oyó de pronto.En medio de una nube de polvo, se escuchó un gemido lastimero. Miró de soslayo a sus invitados y se percató de lo que posiblemente había ocurrido, aunque él era el único que no lo entendía.—¡Ay, por un demonio!Eso... Bueno, por las muecas que podía divisar dentro de su campo de visión, digamos que no fue bien recibido.Alguien carraspeó y supo que debía o tenía que hacer algo, pero dadas las circunstancias, no tenía idea de qué.—¿Señor? —acotó alguien y giró la cabeza hacia la voz—. Creo que debe y tiene que hacer algo, Señor.—¿En serio? —preguntó y arqueó una ceja—. ¿Qué debo hacer?—Bueno, eso depende —Leyó confusión en la mirada ajena y se preguntó si él tendría una similar—. Usted es el gobernante, Señor, debe saber y...—De hecho, no, no lo sé —replicó sincero.—¡Necesito ayuda aquí! —exclamó el intruso—. ¿Alguien?—Creo que lo llaman, Señor —comentó alguien frente a él.Ob
Continuación inmediata del capítulo anterior.Un destello, chispas brillantes y luego una estela de luz blanca y, ¿dónde estaba el forastero?—Recuerde, Señor, por favor —musitó alguien a su lado.—¿Ves? Esto soy yo realmente —Su mirada recorrió cada recoveco de la estancia y no divisó a nadie, solo la luz blanca que levitaba de un lado al otro—. Aquí, idiota —Oh, la luz... —. Ahora, presta atención —Asintió por simple inercia. Las chispas destellaron intensas y luego, lentamente, aquella estela blanquecina iba modificando hasta convertirse en una figura tangible—. A que soy guapo, ¿verdad?—Yo también —imperó mientras asentía.—De hecho, no negaré que tienes un magnetismo animal estando en esa forma —Un unísono gemido se escuchó (de los presentes). El intruso avanzaba con un caminar despacio hacia él—. Pero prefiero que todo ese magnetismo e instinto animal lo dejemos para cuando estemos...—Señor, guárdese los comentarios inapropiados —comentó alguien.—Yo no dije nada —espetó, sin
Highgate, Londres, 1922.No pudo hacer nada más que mirar cómo se alejaba, como lo alejaban de su lado. No pudo detenerlo. No pudo detenerlos. Y, entonces, se juró que lo olvidaría. Que olvidaría ese amor obsesivo que ahora lo condenaba a una profunda inconsciencia...«Solo tienes que dormir y, en el mundo de los sueños, lo olvidarás...».(…)Tiempo actual.La brisa gélida le regaló una caricia a su rostro mientras la tibieza se adueñaba de sí. Mirando hacia sus pies, sus facciones mutaron a una mueca inquietante y no teniendo más opción, decidió arrastrar el bulto hasta la cripta de la cual había emergido hacia solo unos pocos minutos.Caminó entre las tumbas hasta hallar la salida. Todo lo que veía ahora mismo no encajaba con el paisaje que su mente recordaba vagamente. ¿Dónde estaban los miembros de su aquelarre? ¿Siquiera quedaba alguien? Todo era tan... diferente a como lo recordaba y sintió un atisbo de nostalgia mientras continuaba caminando por esas calles que, en el pasado, s
Esbozó una sonrisa lúgubre cuando divisó el edificio de departamentos universitario. Canto Court Student albergaba a muchos estudiantes, pero solo estaba interesado en uno de ellos: Cael Dobrin. Aún con la sonrisa en sus labios, se sentó en el banco de una parada de buses justo frente al edificio.En las semanas anteriores, después de adaptarse a este nuevo estilo moderno de vida, comenzó a frecuentar ciertos lugares de la ciudad para alimentarse. Estaba claro que la humanidad ya no creía en vampiros ni nada referente a criaturas que ahora solo parecían pertenecer a las leyendas y mitos. Honestamente, no quería pensar mucho en esto último, al menos no ahora. Una vez que se cruzara con cierto humano, dejaría que el destino... No, él iba a escribir su propio destino esta vez.«Bueno... Hola, destino».—Oh, Dios. En serio, juro que ya no saldré con ustedes. Ese jodido viaje a Highgate fue un error —Sonrió tétrico, viendo al chico hablar por teléfono—. No. Son unos idiotas.«Él no es Calv