Comprendió lo relevante que era el tiempo en su nueva vida como mortal. Los días y noches eran diferentes y hubo veces en las que experimentó sensaciones insólitas al estar despierto hasta altas horas de la madrugada, como sentir el fluir de la sangre por sus venas o el latir frenético de su corazón al rememorar a cierto paciente, a cierto chico cuyo nombre no podía olvidar por más que quisiera. Sin embargo, también sentía el peso acrecentando por causa de las mentiras y engaños y aquella sensación de agobio que se adueñaba de sí cuando todo mutaba a un presentimiento lúgubre.El tiempo siguió avanzando, los días pasaron a ser semanas y cuando —por razones del propio destino— volvió a encontrarse con el chico, aquellas semanas se convirtieron en un mes.No supo qué pensar o cómo reaccionar ante las circunstancias de la vida o las casualidades del destino porque aquel cúmulo de emociones y sensaciones comenzaron a eclosionar en algo mucho más férreo, en algo que intuyó desde un princip
Las memorias aletargadas comenzaron a despertar y reconoció aquel rostro. Después de tres años sin verlo, ahora estaba delante de él y aquella vorágine de emociones y sensaciones eclosionaron en sentimientos, tal vez incluso desde la segunda vez que lo vio cuando aún era...—Lo siento, no prestaba atención —imperó. La rigidez abarcó su pecho y el peso de las mentiras y engaños renació—. Te ayudaré —musitó mientras se inclinaba para recoger los dos libros que yacían en medio de la vereda.Si bien la curiosidad no era mala, aún podía ser un arma de doble filo. Pese a ello, no pudo evitar hojear —con disimulo— uno de esos libros. Una extraña sensación afloró dentro de sí al percatarse del contenido. Sintiéndose apesadumbrado por el cúmulo de emociones dentro de sí, palpó con las yemas de los dedos las cecografías impresas, por más que no supiera qué decía.—Tú... Te conozco, sé que lo hago —Cerró el libro, agarró el otro y se irguió con estos, dispuesto a devolverlos a su dueño—. Tu voz.
Su nariz acarició la nariz de Noah y sintió el temblor del cuerpo de Noah atravesar el suyo.—Noah, lo siento —vociferó, ladeando la cabeza hacia un lado, sin dejar de acunar el rostro del chico.Algo estalló en frenesí, algo acaparó cada recoveco de su ser y ese algo tuvo un significado... Amor.La suavidad del algodón, la textura del terciopelo y el dulce del azúcar. Labios que se fusionaron lentos, sondeándose tímidamente, reconociéndose en una gama de sabores inexplicables, únicos e inigualables. Tórridos alientos mezclados, acompañado la danza cohibida de su cabeza mientras buscaba otro ángulo, uno más accesible que le permitiera captar cada porción de terciopelo húmedo y tibio.A la deriva, como si fuera un náufrago en un océano desconocido y tormento, tratando de hallar respuestas en un cielo color gris y ámbar. Tal vez las respuestas que buscaba se encontraban en lo profundo y solo bastó renunciar al miedo, lanzarse a ese océano y dejarse arrastrar por las corrientes huracanad
«Su garganta ardió. Un grito de dolor que desgarró cada fibra de su cuerpo. Cayó de rodillas implorando al firmamento azul porque todo fuera producto de un sueño, porque todo fuera... una ilusión».(…)Salió de aquel bar de mala muerte como todas las noches. Contó los billetes que recibió como propina. Alcanzaba para comprar comida y abastecerse durante unos cuantos días. Hizo las cuentas mentalmente, percatándose de que aún quedaba dos largas semanas para fin de mes. El sueldo que ganaba cubría todos los gastos y lo poco que sobraba tenía que darle a su padre.Su padre, un hombre que dejó vencerse por la agonía y el dolor después de fallecer su esposa tres años atrás, entregándose a la bebida; único consuelo que consiguió suprimir los recuerdos de la mujer que tanto amó. Un consuelo efímero después de todo porque cuando el rastro de alcohol en su organismo lo abandonaba, aquel hombre mutaba a un ser despreciable, convirtiéndolo en su pesadilla.No solo su progenitor perdió a un ser q
Se preguntó si valía la pena salir del cuarto, no deseaba enfrentarse a la realidad. Los párpados le pesaban, el rostro demacrado con atisbo del llanto de anoche. Grandes círculos oscuros adornaban su mirada color verde-azulada. Su piel carecía de pigmentación, luciendo el semblante pálido como si fuera el rostro de un maniquí, aquellos que tantas veces veía en las vitrinas de las tiendas.Tomó una larga bocanada de aire y terminó de vestirse. Se resignó, si él no salía a trabajar se quedaría no solo sin comida, también sin techo.Posterior a abandonar su habitación, se encontró con un panorama usual. Botellas de licor regadas por la alfombra del living, cajetillas de cigarrillos, un cenicero que rebalsaba de colillas y su padre durmiendo en el sofá. Quedó parado en medio de la sala solo... observando la escena, anhelando que todo fuera producto de un sueño, pero no lo era. Cada día la misma situación, la misma imagen, el mismo caos.Hizo caso omiso al entorno y se dirigió sigiloso ha
Perdió el rumbo de su horizonte. Perdió el rumbo de su vida. Vivir por vivir.Su padre, el único familiar, murió por un ajuste de cuenta.Asariel era totalmente ajeno a las andanzas del hombre. Jamás imaginó que su progenitor tuviera un lado turbio y enfermizo. El poco dinero que le quitaba, iba destinado no solo a la bebida, sino a las apuestas ilegales. Y quizá hubiera sido mejor convivir con un alcohólico. Quizá hubiera sido mejor seguir soportando los golpes y maltratos. Hubiera preferido mil veces seguir viviendo en el calvario de su rutina y no enfrentarse a la cruel realidad; una realidad en la cual ya no tenía a su padre.La justicia terrenal no dispuso de todo su desempeño porque, al final, la muerte de su padre quedó como un archivo guardado en un cajón y destinado al olvido. Un caso cerrado, pero sin culpables detrás de las rejas.Dicen que después de una muerte la vida debería continuar, que no importa cuán duro sea, se debe salir adelante. Seguir levantándote día tras día
Su rostro se reflejó en el atildado cristal del baño. Sus ojos denotaban el cansancio y no se debía precisamente al agotamiento físico, no. Aquella extenuación que se reflejaba en su semblante era producto de su mente, de su estado anímico, de su espíritu. Su alma se agotó, ya no hallaba fuerzas ni siquiera sentir ganas de vivir.Un pinchazo sintió en medio de la cabeza como si una cuchilla afilada atravesase su piel, traspasando incluso el cráneo. Por instinto, llevó ambas manos a sus sienes, en un intento desesperado por aminorar el dolor.«—¿Por qué sigues luchando cuándo tus fuerzas te han abandonado? ¿Quieres morir? Cada que te acuestas por las noches, pides no despertar mas. Anhelas la muerte. Entonces...Hazlo. Hazlo.Muere».—¡No! —gritó, en un murmullo agónico—. ¡Cállate, déjame en paz!¿Por qué oía esa voz áspera dentro de su cabeza? ¿Quién era?El dolor comenzó a disminuir y suspiró aliviado, dejando su rostro al descubierto. Apoyó las manos sobre el lavado. Analizó su sembl
Desde aquella noche —que calificó como una de las más fatídicas que había experimentado— comenzó a notar ciertas anomalías en su departamento. Las luces titilaban como si fueran a apagarse y encontraba las puertas del placard abiertas de par en par, objetos fuera de su sitio habitual, entre un sinfín de situaciones similares.Trató de encontrar una explicación racional e incluso repasaba todas sus acciones antes de salir rumbo al trabajo y sencillamente nada pareciera ser normal. La primera vez que encontró el departamento revuelto, pensó que tal vez alguien ingresó (quizás un ladrón), pero al notar que nada se habían llevado, descartó la idea.Pese a las inusuales anomalías, restó importancia, culpando al cansancio de su cuerpo y mente.(…)Destapó una botella de cerveza y la entregó al hombre que se encontraba semiinconsciente, apoyado en un extremo del mostrador.—Señor, su bebida —espetó, elevando un poco la voz. El hombre se removió, alzando la vista, ojos inyectados de sangre y