Su rostro se reflejó en el atildado cristal del baño. Sus ojos denotaban el cansancio y no se debía precisamente al agotamiento físico, no. Aquella extenuación que se reflejaba en su semblante era producto de su mente, de su estado anímico, de su espíritu. Su alma se agotó, ya no hallaba fuerzas ni siquiera sentir ganas de vivir.Un pinchazo sintió en medio de la cabeza como si una cuchilla afilada atravesase su piel, traspasando incluso el cráneo. Por instinto, llevó ambas manos a sus sienes, en un intento desesperado por aminorar el dolor.«—¿Por qué sigues luchando cuándo tus fuerzas te han abandonado? ¿Quieres morir? Cada que te acuestas por las noches, pides no despertar mas. Anhelas la muerte. Entonces...Hazlo. Hazlo.Muere».—¡No! —gritó, en un murmullo agónico—. ¡Cállate, déjame en paz!¿Por qué oía esa voz áspera dentro de su cabeza? ¿Quién era?El dolor comenzó a disminuir y suspiró aliviado, dejando su rostro al descubierto. Apoyó las manos sobre el lavado. Analizó su sembl
Desde aquella noche —que calificó como una de las más fatídicas que había experimentado— comenzó a notar ciertas anomalías en su departamento. Las luces titilaban como si fueran a apagarse y encontraba las puertas del placard abiertas de par en par, objetos fuera de su sitio habitual, entre un sinfín de situaciones similares.Trató de encontrar una explicación racional e incluso repasaba todas sus acciones antes de salir rumbo al trabajo y sencillamente nada pareciera ser normal. La primera vez que encontró el departamento revuelto, pensó que tal vez alguien ingresó (quizás un ladrón), pero al notar que nada se habían llevado, descartó la idea.Pese a las inusuales anomalías, restó importancia, culpando al cansancio de su cuerpo y mente.(…)Destapó una botella de cerveza y la entregó al hombre que se encontraba semiinconsciente, apoyado en un extremo del mostrador.—Señor, su bebida —espetó, elevando un poco la voz. El hombre se removió, alzando la vista, ojos inyectados de sangre y
—Estás despedido —Cerró los ojos, deseando que no fuera verdad—. ¿Cómo se te ocurrió salir huyendo? Ahora atente a las consecuencias.—Gael, no puedes despedirlo solo por defenderse de esos hombres —recriminó su compañero en su defensa—. Se propasaron con él. No solo verbalmente, lo acosaron físicamente.—¿Y qué? —bramó el hombre—. Hubiera aceptado, el dinero lo valía.—Me largo de aquí —espetó y abrió los ojos, se desató el mandil—. No soy esa clase de persona. No vendo mi cuerpo, no lo hice y no lo haré. Prefiero pasar hambre.—Te arrepentirás de tus palabras, mocoso —Se burló su ahora exjefe—. Conozco muy bien la clase de chicos como tú y cuando menos te lo esperes, estarás parado en la esquina de una calle, rogando porque alguien pague por ti.—Renuncio —Negó con la cabeza en torno a su compañero, ¿qué estaba haciendo?—. Si Asariel no trabajará más, yo tampoco. Tu pocilga de bar no lo vale. Suerte, Gael, la necesitarás —profesó Ethan, con la voz cargada de desdén.De un instante a
«—No eres un chico bueno, por supuesto que no. ¿Dónde quedó la persona que seguía adelante sin importar qué? ¿Qué pasó con el verdadero Asariel? ¡Mírate! Estás hundiéndote en tu miseria. ¿Piensas que cortándote lograrás algo? Me das pena. Llegué a pensar que serías más fuerte, pero me equivoqué contigo... ¡Me decepcionas! Oh, por cierto, pronto nos volveremos a ver».El sonido de algo llegó a sus oídos, causándole una gran molestia. Giró su cuerpo, cambiando de posición y al hacerlo, un punzante dolor caló por cada músculo. Sintió frío y buscó a ciegas las sábanas. No quería hacer ni el nimio intento de abrir los ojos.—Su ritmo cardíaco es estable —comentó alguien—. Perdió mucha sangre, doctor, y debimos hacer transfusiones. Varias de las heridas requirieron puntos y las más grotescas fueron las de sus muslos.—¿Avisaron a la familia? —preguntó otra voz.¿Quiénes eran? ¿Por qué hablaban de familia? ¿Qué familia?Se removió entre las mantas. Solo deseaba seguir durmiendo. Además, inco
—Entonces, escuchas una voz dentro de tu cabeza que te incita a que te lastimes —No fue una pregunta, sonó como si lo estuviera confirmando y oyó el suspiro largo que soltó el médico—. Asariel, no ha sido la primera vez que lo haces. Tienes unas cuantas cicatrices. Sin embargo, has ido muy lejos esta vez. Casi pierdes la vida. ¿Querías morir?Los latidos acrecentaron al oír la pregunta. Su respiración comenzó a elevarse, su pecho subía y bajaba de manera errática, sus pulmones exigieron más aire. Por inercia, llevó las manos a sus oídos. No deseaba escuchar esa pregunta, ya no.—¡Cállate! —exclamó. Su lado racional desvaneciéndose—. ¡Cállate! No quiero hacerlo, no quiero morir, no. ¡Déjame en paz!—Asariel, cálmate —No, no. Deseaba que parara, que se callara. Se removió incómodo al sentir unas manos tratando de quitar las suyas de sus oídos—. No quiero sedarte de nuevo. Eres un buen chico, cálmate. Asariel, ¿me oyes? Soy el doctor Marcus, no te haré daño.«—¿Así de fácil caerás de nue
Pestañeó un par de veces, tratando de asimilar el entorno y se percató de que seguía estando en la habitación del hospital. Una mueca de disgusto dibujó en los labios cuando sintió el escozor en las muñecas. Según el médico, era un síntoma habitual ya que las heridas comenzaban a cicatrizar.Se incorporó (se sentó) en la camilla, restregándose el rostro con ambas manos, barriendo el rastro de sueño que pareciera no querer abandonarlo o quizá su estado aletargado se debía al catéter en su brazo derecho que continuamente pasaba medicamentos a su torrente sanguíneo. Frunció el ceño al darse cuenta de ese detalle. ¿En qué momento lo conectaron? ¿Por qué tenía de nuevo la I.V? Profanó en los recuerdos de los últimos acontecimientos, tratando de hallar algún indicio que le indicara algo que...—Buen día, Asariel —La figura del doctor abarcó su campo de visión—. ¿Cómo estás, cómo te sientes? —preguntó el hombre.Se deslizó hacia arriba, su espalda chocó contra el respaldar de la cama, hacien
Retomar el cauce de su vida le costó. Volver a su departamento mucho más. Sin embargo, cuando salió del hospital, lo hizo con la seguridad de querer comenzar desde cero.Terminó quedándose con el dinero que le había dado Ethan. Se mudó a un nuevo departamento situado en el corazón de la ciudad, lejos de su antiguo barrio. Dejó atrás todo lo que le recordaba su miserable existencia. Por primera vez, agarró las riendas de su vida, dándole un nuevo giro, una vuelta de página.Eventualmente se habituó al nuevo ritmo de vida. Tenía suficiente dinero como para solventarse por unos buenos meses. Aun así, buscó empleo.Fue contratado como camarero en un prestigioso restaurante ubicado a unas cinco calles de su departamento.Interactuaba con fluidez con las personas, incluso sonreía genuinamente. A la vista de todos, Asariel era un chico normal como cualquier otro de su edad, uno más del montón. Uno que hablaba con sus compañeros, que reía, que se sentía feliz, pero las apariencias engañaban.
Poco a poco se fue apagando y fue perdiendo el brillo que había recuperado en sus ojos. Las sonrisas fueron desvaneciéndose y las ganas de lacerarse a sí mismo volvieron. Lo que había logrado en los últimos tres meses se esfumaba, dejándolo sin ganas de nada ni siquiera de levantarse de la cama.Aquel ser de mirada color zafiro se convirtió en su sombra. Aquella voz austera se transformó en un eco dentro su mente. ¿Por qué? ¿Por qué no podía vivir tranquilo? ¿Por qué todo pareciera estar en su contra? Lo único que había deseado era ser un chico normal.No deseaba regresar al hospital, no deseaba retomar las terapias. Necesitaba estar bien, pero, al parecer, no era posible.Todo modificó nuevamente, todo regresó.Al final, lo que vivió en los últimos tres meses fue simplemente una utopía sosegada. Algo temporal porque nuevamente estaba viviendo un infierno.(…)La lámpara colgada del techo del living comenzó a parpadear apenas ingresó al departamento; cerró los ojos, rogando porque las