Voces en la cabeza.

Pestañeó un par de veces, tratando de asimilar el entorno y se percató de que seguía estando en la habitación del hospital. Una mueca de disgusto dibujó en los labios cuando sintió el escozor en las muñecas. Según el médico, era un síntoma habitual ya que las heridas comenzaban a cicatrizar.

Se incorporó (se sentó) en la camilla, restregándose el rostro con ambas manos, barriendo el rastro de sueño que pareciera no querer abandonarlo o quizá su estado aletargado se debía al catéter en su brazo derecho que continuamente pasaba medicamentos a su torrente sanguíneo. Frunció el ceño al darse cuenta de ese detalle. ¿En qué momento lo conectaron? ¿Por qué tenía de nuevo la I.V? Profanó en los recuerdos de los últimos acontecimientos, tratando de hallar algún indicio que le indicara algo que...

—Buen día, Asariel —La figura del doctor abarcó su campo de visión—. ¿Cómo estás, cómo te sientes? —preguntó el hombre.

Se deslizó hacia arriba, su espalda chocó contra el respaldar de la cama, hacien
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